Por Álvaro Esteras Ruiz, activista de La Comuna

Recuerdo una conversación, yo era un niño, entre mis padres que con un tono totalmente aséptico se referían al suicidio de un detenido por la policía. Lo que mejor recuerdo son sus rostros que reflejaban el mayor espanto junto con el más absoluto escepticismo y que desmentían la asepsia del tono utilizado, también recuerdo una referencia, “mira como Julián”. Aquella conversación entonces me resulto incomprensible. Para aquellas alturas sabía que había cuestiones sobre las que no debía preguntar. De una forma muy explícita me habían explicado que era extremadamente peligroso hablar de ciertos asuntos.

Con el tiempo llegué a saber (cosas de frecuentar malas compañías) que se referían al joven estudiante Enrique Ruano detenido por su posible vinculación con el Frente de Liberación Popular y al miembro de la dirección del PCE Julián Grimau. Los dos tenían en común haber sido detenidos por la BPS (Brigada Político Social) y “caer” por una ventana. En el primer caso la “caída” habría tratado de ocultar el disparo que le quitó la vida a Enrique y en el segundo las salvajes torturas a las que fue sometido Julián. También en ambos casos la prensa, en estrecha colaboración con las autoridades, había difundido la versión oficial que sostenía las supuestas intenciones suicidas de Enrique y Julián. Todo esto junto con toda clase de mentiras y manipulaciones con el objeto de denigrarlos. En efecto se trataba de cuestiones de verdad peligrosas.

Más o menos cuando supe lo sucedido a Enrique y Julián y sin duda consecuencia de persistir en relacionarme con malas compañías también supe que el joven Miguel Jiménez Hinojosa, militante de una organización llamada PCE (internacional) –que había sido detenido en abril de 1971 en una redada tras una manifestación en Barcelona en la que hubo duros enfrentamientos con la policía en protesta por el Consejo de Guerra de Burgos– había “caído” por una ventana. Miguel había sido detenido en su domicilio donde fue golpeado hasta quedar inconsciente y cuando recobró el conocimiento estando ya esposado y tras un forcejeo con la policía que le amenazaba con un cuchillo, recibió un tiro de sus captores que posteriormente lo lanzaron por una ventana para encubrir el disparo cayendo sobre un tejado de uralita que se rompió causándole numerosas lesiones.

Entre los vecinos había un médico lo que dificultó la actuación de la policía y muy probablemente le salvó la vida. En cualquier caso, Miguel sufrió fractura del cráneo y perforación del hígado como consecuencia del disparo. Como la trayectoria de la bala fue de entrada y salida la policía negó siempre el disparo y sostuvieron que Miguel cayó por la venta al intentar huir de ellos. Miguel fue condenado a 16 años de prisión acusado de ser el secretario político de Joven Guardia Roja en Cataluña. A Miguel no se le aplicó la amnistía a pesar de solicitarlo en varias ocasiones. Uno de los responsables de aquellos hechos, Atilano del Valle, fue condecorado por los mismos porque el ‘ejemplar’ policía se había cortado con el cuchillo con el que forcejeó con Miguel. Como consecuencia del disparo que recibió Miguel debió someterse a una operación de trasplante de hígado y falleció años después por complicaciones asociadas al mismo.

En enero de 1974 me enteré, las malas compañías me habían echado a perder sin remedio, del caso de José Luis Cancho también militante de JGR/PCE(i). José Luis estudiante de Magisterio resultó herido de gravedad al ‘caer’ la mañana del 18 de enero de 1974 desde el tercer piso de la Jefatura Superior de Policía de Valladolid, donde estaba siendo torturado desde la tarde del día anterior por cuatro miembros de la Brigada Político Social. José Luis que sobrevivió a la caída contó en una entrevista “Me tiraron porque pensaban que me habían matado. Pero lo curioso fue que no solo no me habían matado, sino que tampoco me mataron cuando me tiraron”. José Luis pasó una semana inconsciente, seis meses inmovilizado, un año con muletas y dos en prisión. Los hechos trascendieron y tras el juicio en el TOP, en el que fue condenado, en vez de amainar las protestas que ya había en muchas Universidades éstas se intensificaron y en la Universidad de Valladolid alcanzaron tal magnitud que las autoridades decretaron su cierre para todo el curso.

José Luis denunció a los torturadores que evidentemente negaron las torturas y explicaron la caída diciendo que intentaba escapar. Como parecía de rigor no faltaron “periódicos” y “periodistas” que se hicieron eco de la versión oficial y llegaron a publicar un plano de por donde habría suponían que habría huido José Luis cuando cayó al vacío. La denuncia con mucha probabilidad hubiera sido archivada a pesar de que había graves lesiones que no cuadraban con la versión de la caída si no hubiera sido porque un policía armado, del que desconozco el nombre, confirmó al menos en parte la versión que daba José Luis frente a lo que contaban los ‘sociales’* José Antonio Benayas Junquera, Cipriano Belver Azcona, Manuel Díaz Arribás y Manuel Cinos Gallego que afirmaban que los interrogatorios habían empezado la mañana del 18 de enero, vamos que estuvieron casi 24 horas interrogándole y que el interrogatorio podía ser calificado de otras maneras pero desde luego no de hábil o sutil. Los ‘sociales’ fueron procesados en noviembre de 1976 por “un delito de coacción y una falta incidental de lesiones”. Ninguno de los cuatro llegó a ser juzgado al ser beneficiados por la Ley de Amnistía de 1977.

Los familiares de Enrique y Julián intentaron, en España, con los medios legales a su alcance que se esclareciesen los hechos y se hiciese justicia sin conseguirlo. Miguel, antes de morir, interpuso una querella en Argentina.

No creo que ellos fueran los únicos que se cayeron por una ventana cuando estaban en manos de la policía durante la dictadura, pero sus casos son los que he conocido y recuerdo. Casi se puede decir que siento la obligación de recordarlos.

Cuando estaba escribiendo esto una compañera de La Comuna ha mencionado el caso de Rafael Guijarro que yo no conocía y que según el cínico lenguaje de la dictadura también se habría “precipitado” al vacío.

No alcanzo a saber cabalmente, tengo profundas dudas, si con la Ley de Memoria Democrática se puede poner remedio a la situación y finalmente conseguir verdad, justicia y reparación para ellos. En cualquier caso y si ahora no se alcanzan seguro que seguiremos luchando para que sea posible para ellos y para tod@s los que lucharon por la libertad.

Ni se me ocurre intentar imaginar cuáles pueden ser las intenciones de los familiares de Enrique, Julián, Miguel y Rafael o la José Luis y mucho menos opinar sobre lo que deben o no hacer. Solo enviarles, espero que me perdonen el atrevimiento, el más cariñoso saludo.

(*) ‘Sociales’: así es como los demócratas llamábamos a los miembros de la policía política franquista, la Brigada Político Social

Ellos decían que se habían precipitado