Estepa (Sevilla). Gonzalo y Antonio Ortiz, dos andaluces tras las alambradas de Mauthausen

Gonzalo y Antonio Ortiz, dos andaluces tras las alambradas de Mauthausen

Andalucesdiario.es | María Serrano | 15-6-2015

Carmen Alina Ortiz nació en el exilio francés en 1939. “La muerte de mi padre y de mi tío marcó mi vida para siempre. Tengo muchas preguntas sobre ellos que nunca pude hacer a mi familia porque ni ellos mismos lo sabían”, señala. A través de cartas, certificados y testimonios conoció la verdadera causa de la muerte de su padre, Gonzalo Ortiz Crespo, y de su tío Antonio en el campo de concentración de Mauthausen, al que fueron trasladados como prisioneros de guerra y donde más de 10.500 republicanos fueron deportados tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos se encontraban 1.500 andaluces. De ellos solo un tercio salió con vida.

Alina cuenta cómo su padre se convirtió en guardia de asalto en el Madrid republicano de los años 30. Gracias a la posición acomodada de su familia que vivía en Estepa (Sevilla) pudo trasladarse a la capital. “Mis abuelos tenían tierras en el pueblo y pudieron dar un buen futuro a los suyos”. Junto a su tío Enrique, el padre de Alina marchó a la capital, donde le sorprendió el inicio de la guerra.

“Cuando estalló la guerra, mi padre le dijo a mi tío Antonio, que era el menor de todos los hermanos, que se fuera a Madrid para que se reclutara con él y así podía tenerlo protegido”. Alina termina la frase emocionada, ya que su tío no tenía ni 20 años cuando abandonó Andalucía en busca de un futuro lleno de sueños, sin saber el destino que le esperaba.

UN NIÑO ESCONDIDO ENTRE LA PAJA

Alina no deja de mencionar a su madre, Carmen Flores. “Se casaron en Madrid y cuando mi padre tuvo que ser trasladarse a Barcelona a finales del 37 se la llevó con ella. Allí nació mi hermano”. El final de la guerra marcó para siempre el destino de los Ortiz. A sus 76 años Alina cuenta cómo su madre, embarazada de ella, cruzó la frontera caminando, ya que “el camión que tenían para el traslado se estropeó” en el trayecto.

En aquel duro invierno, Carmen Flores se separaría de su marido Gonzalo durante el viaje y nunca más volverían a verse. “Con tan solo nueve meses, mi hermano Antonio y mi madre estuvieron en el campo de concentración de d’Argelès-sur-Mer”. Alina recuerda con angustia cómo su madre consiguió esconder a su hijo entre un montón de paja para que no se lo quitaran y sobrevivir en malísimas condiciones durante varia semanas.

“En un pueblo de montaña francés, conocido como Valdrome, mi madre esperaría tener noticias de mi padre hasta el año 1945”. Alina nacería en el hospital de Die a los pocos meses de su llegada en 1939. “Mi madre logró contactar con mi padre y se enteró de que había nacido. Incluso recibimos una foto de mi padre y mi tío en París”. La intención de Gonzalo y Antonio era reunirse con los suyos en este pueblo del sur de Francia en pocas semanas. El estallido de la Segunda Guerra Mundial no les permitió verse de nuevo ni tener nunca más noticias.

Alina vivió hasta los seis años en aquella zona rural esperando noticias de su padre, junto a una familia francesa que los refugió en aquellos años. “Eran gente estupenda con un gran corazón. La mujer que nos acogió se llamaba Alina y mi madre me lo puso de segundo nombre por agradecimiento y por sus cuidados”.

La llegada del certificado de uno de los campos cercanos a Mathuassen, Gusen, anunciaba una noticia casi ya esperada, la muerte de su padre y su tío, que tuvo lugar en 1941.

LA MUERTE DE ANTONIO Y GONZALO

La invasión alemana provocó que Antonio y Gonzalo fueran cogidos como prisioneros de guerra en septiembre de 1940 y deportados a Mauthausen. Gonzalo tenía el número 4307 y Antoio el 4340.

Alina cuenta lo poco ha “sabido de su padre por culpa del tabú que había en su familia. Lo único que se hablaba es que mi padre había muerto en la otra guerra en Alemania, pero nunca logré entender, hasta que fui mayor, el horror que había pasado”.

Gonzalo y Antonio fueron trasladados a los pocos meses de su llegada a Mauthaussen al campo de Gusen donde ambos murieron. Gonzalo el 28 de febrero del 41 y Antonio en septiembre de ese mismo año, con tan solo 21 años de edad, según apuntan los certificados.

No fue hasta 1961 cuando la familia Ortiz volvió a recibir una carta con nuevas noticias desde La Boé (Francia). Alina relata que “ya con 20 años mi madre recibió una carta de un compañero del campo de mi padre y mi tío y nos contó cómo habían sido sus últimas vivencias con él”.

Francisco Díaz Pinto era donostiarra y superviviente de los campos de exterminio. En su carta, según apunta Alina, “habla de sus inolvidables amigos Gonzalo y Antonio, que fueron cogidos prisioneros y trasladados al Stalag C y de allí a Mauthausen”. Además cuenta que Pinto recordaba que “la vida fue un verdadero infierno en todos los aspectos, yo mismo me pregunto cómo he tenido la voluntad tan fuerte de querer vivir para soportar eso. Tengo que decirle que de nuestra expedición que se componía de 205 hemos salido con vida 6 ó 7”.

En conversaciones posteriores con una tía de Alina se pudo conocer la verdadera causa de la muerte de la que les habló Pinto en persona. “A mi tía le contó que mi tío Antonio quedó ciego en el campo por las duras palizas y que sabían que allí todos iban a morir”. Esto provocó que en un acto de rebeldía Gonzalo cogiera a su hermano para tirarse juntos a las alambradas y morir así de forma digna.

La hija de Gonzalo Ortiz pudo visitar Mauthausen en el año 2005 gracias a un viaje organizado por la Junta de Andalucía para los familiares de andaluces, que pudieron ver aún en persona el horror vivido por los suyos en aquellos campos de exterminio.

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