“Esto no es un mapa de fosas, es un mapa de personas desaparecidas forzadas”

La Cartografía de la Desaparición Forzada en Andalucía aborda “enfoques inéditos” en el análisis de este crimen de lesa humanidad.

Mientras la izquierda negociaba contrarreloj pactos y listas en Madrid, en una biblioteca de nombre Felipe González, ubicada frente a la orilla del río Guadalquivir a su paso por Sevilla, un grupo de personas asistía a un “hecho importante”, como definió el coordinador de Todos los Nombres, Gonzalo Acosta, la presentación de un libro. No era un libro cualquiera. Ni era un libro que los alumnos y alumnas de Selectividad que llenaban la sala de enfrente estuvieran estudiando. “Caen los primeros Borbones y los Reyes Católicos”, dice una chica en el baño. “Yo no he empezado todavía el bienio progresista, y es lo que tenía que hacer hoy”, dice otra que sale a hacer un descanso al aire libre. En aquella otra sala, llena de gente mayor, se explicaba y se escuchaba el resultado de una nueva investigación nacida de la sociedad civil en una lucha de largo recorrido, y en una época en la que nada apunta a que los Borbones de ahora sean los últimos.

“Se hace difícil pasar página con respecto a algo que es motivo de sufrimiento cuando ese sufrimiento no se reconoce ni se describe […]. Es imprescindible que nos escuchen. Anhelarlo es un instinto humano. Si nadie nos escucha, somos insignificantes […]. No cabe duda de que lo mínimo que podemos hacer es escuchar lo que le hicieron a alguien… o le siguen haciendo. Es lo mínimo que les debemos a los muertos y a los que han sufrido”, dice Zadie Smith en el epílogo del nuevo libro de la Nobel Toni Morrison –Las dos amigas(Lumen, 2023)–. Las palabras de la autora de Dientes blancos, aplicadas en este caso al racismo, recuerdan también a lo que llevan vivido muchas de estas personas sentadas esta tarde en una biblioteca, y quienes, una vez más, día tras día, acuden sin falta a los actos de memoria histórica.

En esa carrera de fondo que emprendieron hace años las familias de víctimas del franquismo, el pasado viernes se presentó en Sevilla una Cartografía de la Desaparición Forzada en Andalucía. El título en sí mismo es una declaración de intenciones: los mapas recogidos en este libro –también desarrollados en una página web– no sólo recopilan en detalle 798 fosas comunes en la comunidad autónoma (89 más que en el mapa oficial de la Junta de Andalucía) sino que abordan «enfoques inéditos” en el análisis de este crimen de lesa humanidad: desde el género al colonialismo: “Esto no es un mapa de fosas, es un mapa de personas desaparecidas forzadas”, sintetizó de manera gráfica la persona encargada del repositorio, Fidel Mingorance, autor, además, de la Cartografía de la Desaparición Forzada en Colombia.

FOTO: CARTOGRAFÍA DE LA DESAPARICIÓN FORZADA EN ANDALUCÍA

El concepto de personas desaparecidas forzadas

El volumen andaluz, fruto del trabajo y la colaboración de diversos colectivos –Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, Casa de la Memoria La Sauceda, Human Rights Everywhere (HREV), La Vorágine y Todos Los Nombres–, surgió de un encuentro en Santander en el que se comparaba la realidad colombiana con la española. Allí estaba Andrés Rebolledo, presidente del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, quien se fue con una cartografía de desapasiones forzadas de Andalucía en su cabeza: “Es un concepto que se usa muy poco”, explicó en el acto de Sevilla, donde insistió, ya con su deseo materializado, en la importancia de los encuentros de memoria para que fluyan ideas. En uno de los textos de presentación de la página web, se puede leer la esencia de la iniciativa:

Uno de los crímenes de lesa humanidad más doloroso y de efectos perdurables es la desaparición forzada, un crimen que además de generar terror en el entorno familiar, político o comunitario de la persona desaparecida se practica para ocultar el delito en sí mismo. Ya sabemos que en Andalucía lo que tenemos son ‘fosas o cunetas’; no personas desaparecidas de forma forzosa. […] Los eufemismos y los ejercicios retóricos para evitar el término legal de la desaparición forzada han servido para invisibilizar o camuflar el caso de las decenas de miles de personas desaparecidas de forma forzada en Andalucía durante la brutal represión y terror desencadenado por las tropas regulares, irregulares y paramilitares que dieron el golpe de estado y colonizaron el territorio a partir de 1936. En España, en Andalucía, se ha dado una doble desaparición forzada: primero la de las personas (cada una con su nombre, con su rostro, con su historia, con su futuro truncado), después la del delito”.

El objetivo, por tanto, es llamar a las cosas por su nombre: “Queremos dejar de señalar fosas –aunque haya que seguir haciéndolo– para hablar de personas. ¿A quiénes desparecieron? ¿En qué momento? ¿Para qué?”, prosiguen.

Más allá del concepto, un buceo por casi una treintena de mapas, a los que se incorporan fotografías de personas –y de personas muy simbólicas como María Silva, la Libertaria–, muestran los siguientes datos, que fueron expuestos por Juan Manuel Pizarro en aquella biblioteca: hasta el momento, hay localizadas 798 fosas. En 82 de ellas, hay mujeres. Estas cifras se traducen en 43.449 personas, de las que solo 6.606 han sido exhumadas. “Desde 1959 hasta 1983, fíjense en esta última fecha, 1983, se trasladaron 567 víctimas al Valle de los Caídos”, afirmó Pizarro, que destacó que el mapa oficial de la Junta no se actualiza desde 2018. Y otro dato revelador que muestra el olvido al que viene sometida esta represión: en 42 de las 155 fosas de la provincia de Sevilla se ha edificado sobre ellas: “Urbanizaciones, carreteras, etc., lo que conlleva una segunda desaparición”.

Volver a poner en el mapa a las víctimas que borraron del mapa

Uno de cada tres represaliados en España lo fue en Andalucía, explica Mingorance, que destaca el valor de los mapas para tirar del hilo de las investigaciones: “Lo que hacen las desapariciones forzadas es borrar a la gente del mapa y aquí las devolvemos”. En su intervención, detalló que el 80% de las personas desaparecidas forzadas en Colombia no se sabía dónde estaban. “¿Y cómo pones eso en un mapa? Hicimos mapas municipales, porque sabíamos dónde se había cometido el delito. Aquí tenemos las fosas”, ejemplifica. “En Argentina tampoco sabemos dónde están”, añadió en el turno de preguntas la escritora Susana Falcón, en un intento por valorar las cosas que se están consiguiendo en España, a pesar de las leyes que van y vienen. Y que ahora el PP vuelve a querer derogar.

La cartografía, como explica otra de sus impulsoras, Carolina Hernáiz, es una herramienta política al servicio de la sociedad civil, que puede y debe ir creciendo. Parafraseando unas líneas del poeta Antonio Orihuela en la propia cartografía, lo resume de esta manera:

“Aunque la memoria no puede ser la sustituta de la justicia, al menos, allí donde no hubo justicia, quede la memoria que nos haga conocer; y porque lo sucedido puede volver a suceder, hay que sobreponerse también al proyecto de olvido que persiste sobre aquellos sucesos, sobre aquel crimen contra la humanidad que se desató en Andalucía”.

“Esto no es un mapa de fosas, es un mapa de personas desaparecidas forzadas”