Eusebio Rodríguez Padilla: “Si la gente de la calle Almedina no hubiera resistido, los sublevados habrían tomado el Gobierno Civil”

Historiador de vocación, autor de unos 40 libros, Eusebio Rodríguez Padilla lleva años recuperando la memoria de la época de la Guerra Civil y la Posguerra en la provincia de Almería. A sus libros sobre la Desbandá, los bombardeos de Almería o la represión a las mujeres, suma ahora una completa investigación sobre todo este periodo, ‘Sublevación militar y Guerra Civil en Almería’, del que ahora se publica el segundo y último tomo, tras el exitoso lanzamiento de la primera parte en 2024. Una investigación rigurosa y de muchos años con la que el historiador cierra una etapa.

A finales de año publicas el segundo tomo de ‘Sublevación militar y Guerra Civil en Almería’. ¿Qué nos puedes adelantar?

La primera parte era el inicio de la guerra, la sublevación militar en Almería. La guerra se divide en dos. A partir de mayo o junio de 1937 empieza a haber deserciones y la mujer sustituye al hombre en la retaguardia. Son enfermeras, maestras, campesinas que, como consecuencia de su pertenencia a los sindicatos, acceden a ser concejales, porque los hombres son movilizados y llevados al frente. Así que en esta parte vamos a tratar más la retaguardia, vamos a ver cómo las mujeres se integran en esta retaguardia, ayudan al frente y mantienen a los hijos menores.

Un segundo efecto es que se empieza a percibir que la guerra se pierde y mucha gente, sobre todo de afiliación familiar conservadora, falangista o monárquica, no se incorpora a los frentes. Se esconden en los cortijos, en la sierra. Y en el frente, cuando vienen de permiso, muchos no vuelven, desertan. Se producen los primeros fusilamientos en los frentes como consecuencias de esas deserciones, porque algunos no lo conseguían. Otros sí lo conseguían y seguimos su trayectoria pasándose a las filas franquistas.

Vemos el final de la guerra, en el que la retaguardia está vencida, no hay guarniciones, se retiran muchas piezas artilleras de la provincia de Almería para llevarlas a otros frentes. Los últimos días de la guerra, en el que todo el que tuvo un barco pudo salir. Y empieza la represión. Las tropas franquistas estaban mucho mejor preparadas para la guerra y mucho mejor dotadas de armamento, aviación y carros de combate, frente a una República a la que no le vendía nada ningún país del mundo y si lo hacían era defectuoso y antiguo.

El primer libro, del año pasado, se centraba en los inicios. ¿Cómo fueron en Almería?

El libro empieza contando cómo se altera la convivencia civil por parte de falangistas y monárquicos. Cómo Lorenzo Gallardo Gallardo, gran personaje del Levante almeriense, intentó el desembarco de armas en los puertos de Garrucha y Adra, que fracasaron, y después se dedicó a reclutar adeptos para apoyar la sublevación. Cuando esta se produce, de los 500 voluntarios solo aparecen doce o trece, porque compartían la ideología pero irse a pegar tiros era más complicado. Encontramos personajes muy famosos en Almería, como Ricardo Rada Peral, teniente coronel del Ejército, que en ese momento dirigía los planes conspiratorios en Almería, que estaban apoyados por los tradicionalistas, los falangistas y los militares.

Entre los tradicionalistas tenemos a Madariaga o el farmacéutico Vivas Pérez, que luego se desengañan, porque pensaban que cuando Franco acabara la guerra iba a traer al rey. No fueron nunca contra Franco pero dejaron de apoyar la dictadura. Vivas Pérez, durante la sublevación, facilitó dinero para conseguir armas y un coche. Falange hizo una milicia con gente necesitada, de poca ideología política, como mano de obra para la guerra. Dentro del cuartel, actuaron el teniente Sofía Herrera y Mario López Rodríguez, que era el político, hermano del cardiólogo Cristóbal López Rodríguez. Ellos facilitaron los brazaletes para los civiles que iban a ir con el Ejército por las calles, para distinguirse.

En Almería se subleva la Guardia Civil, donde mandaba el coronel Gregorio Vázquez Mascardí, los Carabineros, con Toribio Crespo Puerta al mando, y el Batallón de Ametralladoras, con el teniente coronel Huertas Topete al frente. Del Batallón de Ametralladoras salen 90 hombres en dos columnas, una por la calle Almedina y otra por el Parque, que solo se dedica a que no entren refuerzos por la carretera, aunque fracasa. El Gobierno Civil estaba enfrente de la Compañía de María y lo defiende la 33ª Compañía de Asalto, que mandaba Manuel Peñafiel Martínez, que luego se pasa a los sublevados en Granada y muere. Las milicias, que eran voluntarios civiles, montan cinco barricadas en el Paseo, Obispo Orberá, plaza de San Sebastián con calle Granada, Versalles y calle de las Tiendas. El Gobierno Civil resiste, pero en tan malas condiciones que tiene que trasladarse al Palacio del Obispo.

Se monta una oficina de reclutamiento y la cantidad de gente que se alista es muy grande, para combatir en el frente de Granada y en el frente de Madrid, porque dicen que o combaten contra el fascismo o son cómplices, y no querían ser cómplices. Se forman al menos 15 o 16 batallones, se cubre todo el frente de Granada, toda la seguridad interna de la ciudad, se montan controles en la carretera de Murcia, en la de Granada, en la de Málaga… Guadix había caído en manos de los sublevados y desde Almería van en tren soldados y voluntarios y toman Guadix. Se manda el crucero Libertad para liberar Motril, que había caído también. Y también se hizo una expedición a la toma de las Baleares, con el Ciudad de Cádiz, que fracasó. También se habilitaron campos de aviación en Adra, Tabernas, Roquetas, Serón, Hijate, La Cañada, María, Huércal-Overa y Oria.

Durante la guerra y la posguerra, ¿cuáles fueron los momentos clave en Almería?

El momento más importante en la sublevación, el 21 de julio del 36, es la actuación de los vecinos en la calle Almedina, desde las azoteas y terraos, combatiendo a la columna que salió del cuartel. Fue tan importante porque retrasó dos horas el avance de las tropas y eso propició que vinieran los refuerzos desde Granada y no se pudiera tomar el Gobierno Civil. Si la gente de la calle Almedina no hubiera resistido, los sublevados habrían tomado el Gobierno Civil, porque había diez o doce personas.

Otro momento fundamental fue el 31 de mayo del 37, el bombardeo de la escuadra alemana, que determina que Almería era la puerta de atrás de la base naval de Cartagena. Eso sirve para que se monten piezas artilleras en Roquetas, en Aguadulce y en Cabo de Gata.

El otro momento fundamental es cuando la retaguardia empieza a darse cuenta de que la guerra está perdida y la mujer tiene que empezar a hacerse cargo. Y al final, la diáspora, la salida de España a Francia de medio millón de personas en febrero del 39, gente que había llegado en la Desbandá a Almería. La mayoría de los almerienses intentan salir por Alicante o cogieron barcos en Almería y se fueron al norte de África, fundamentalmente a Orán.

¿Qué queda por contar de la Guerra Civil?

Yo el libro lo he tenido que reducir, se me han quedado fuera la actuación de los niños, los colegios de huérfanos. La investigación final era de 3.000 folios y lo he reducido a 500 páginas el primer libro y otras 500 el segundo. Se queda fuera también la ayuda inglesa, la ayuda de los cuáqueros y bastantes cosas más. Pero poco va a quedar por contar si, a este trabajo, se le añaden las otras publicaciones que tengo, como la de Almería bajo las bombas o la de la Desbandá, que son ramas de esta investigación general.

La Desbandá es desde este año Lugar de Memoria Democrática. ¿Qué te parece este reconocimiento?

Hay muchos lugares reconocidos, de la Desbandá, pero en Almería había que reconocer, por ejemplo, la Escuela de Arte. Allí se metieron refugiados. Los telegrafistas estaban en el sótano, por si bombardeaban; los batallones de milicias, en la primera planta, para salir rápidamente a la calle; y los refugiados, en la última, por si caía alguna bomba, que les cayera a ellos. La catedral, por ejemplo, fue almacén de víveres, para los almerienses pero fundamentalmente para los refugiados. Ahora he ampliado el libro de la Desbandá, para la tercera edición, con los últimos documentos con los que he podido trabajar.

Has investigado la represión contra la mujer durante el Franquismo. ¿En qué se diferenciaba de la que hubo sobre los hombres?

Es un tema que trabajé hace mucho tiempo y publiqué con Juan Hidalgo un libro en el Instituto de Estudios Almerienses y, después, en Arráez, otro, solo con las mujeres de más de 12 años, con los casos más importantes. Era una represión muy característica. El ideario, establecía que la mujer no podía ser autora de un delito de rebelión porque, para serlo, tenía que ser más inteligente que un hombre y eso no era posible. Así que la mujer no puede ser autora, puede ser, como mucho, encubridora. Era discriminatorio pero sirvió para que en Almería solo hubiese una mujer condenada a muerte. A algunas las condenaron, pero se les conmutó la pena, porque, según decían la autoridades, las había engañado, por ejemplo, el dirigente político, y ella se lo había creído y había colaborado. Como negaban que tuviese inteligencia, era imposible que fuese la autora del delito de rebelión.

Un recuerdo de entonces que tenemos aquí son los Refugios de la Guerra, que ahora se están rehabilitando. ¿Cómo crees que deberían ser?

Lo que no se va a contar ni se va a ver, seguramente, son las técnicas constructoras, cómo se construían, ponerle nombre y apellidos a los constructores. Dejemos ya de llamarlos los Refugios de Langle, porque los hicieron tres personas, un ingeniero de caminos, José Fornieles Uribarri, un ingeniero de minas, Carlos Fernández, y el arquitecto municipal, Guillermo Langle. Y el que hizo el 90% del trabajo fue el ingeniero de minas, porque los Refugios son una galería de minas, pero este hombre tuvo que exiliarse a Venezuela al terminar la guerra y se los atribuyeron a Langle. Otra cosa que no se cuenta es cómo se construyen y las trampas políticas que se hacen. Habían dicho que se iban a construir refugios para toda la población de Almería y cuando los construyen, no solo estos, sino todos, los de todos los barrios, los miden, ponen a cuatro personas por metro cuadrado y no se llegaba al total de la población. Así que hacen el cálculo para seis personas por metro cuadrado y dicen que sí, que lo han conseguido. También es interesante conocer los medios, cuánto cuestan, cuántos jornaleros hubo trabajando o que cuando se paraba la obra se establecían casas de prostitución y tablaos flamencos.

Cómo autor de unos 40 libros de historia, ¿puedes decir si la historia interesa en Almería?

Hay un sector pequeño, pero importante, al que sí le interesa, lo que pasa es que el periodo de la Guerra Civil está muy condicionado por la ideología. Pero por ejemplo, del libro de los Refugios llevo cuatro o cinco ediciones, y del de los bombardeos de Almería, se ha agotado prácticamente la tercera edición, y del de la Desbandá ha salido la tercera, aumentada. No son ediciones de 10.000 libros. Yo cuento una edición cuando se llega a los mil ejemplares. Pero sí es verdad que la gente se los lleva continuamente de la Librería Picasso. Y el de la Guerra Civil en Almería salió fulminante y luego se frenó, pero se sigue vendiendo, poquito a poquito. No es un público como el de la novela, de mucho tirón. Pero hay quienes compran todo lo que publico en Barcelona, en Valencia, aunque menos, Xátiva es, de Valencia, donde más me piden libros, Murcia y toda Andalucía, desde Huelva hasta Almería. Lo que yo pretendo es recuperar lo invertido para publicar otro.

En otro libro, cuentas la historia de los presos del bando franquista…

Sí, es un libro sobre el campo de trabajo de Turón, donde estuvieron los presos de derechas almerienses, que publiqué en el IEA y es un pedazo de investigación que me llevó años. A pesar de lo que se dice, no mataron a 300, fueron 20. Una cosa fundamental que descubrí es que algunos salen marcados con una X, que significa que no estuvieron en Turón pero cobraron las pensiones de estar en Turón. Eso es porque hubo gente, después de la guerra, que se apuntó como que había estado para cobrar la pensión. Hay al menos 40 o 50. Los consideraban mártires de guerra y les daban una pensión o un estanco.

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