Alonso no tiene el nivel que requiere Gogora
Editorial
15.08.2025
Editorial | naiz: – Alonso no tiene el nivel que requiere Gogora
Oficialmente, la misión de Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, es «preservar y transmitir la memoria de las experiencias traumáticas marcadas por la violencia durante los últimos cien años». Es una labor difícil y apasionante, que precisa conocimiento, empatía y altura de miras. Hay tanto sufrimiento acumulado, tantas trampas, que se requiere una gran sensibilidad para no acrecentar ese dolor y, en la medida de lo posible, mitigarlo.
Con sus últimas declaraciones, su director, Alberto Alonso, ha demostrado que no cumple con esos requisitos. Alonso ejerce de militante, pero no de los derechos humanos, sino de un relato de parte. Tanto es así, que no es capaz de representar a todas las víctimas. No tiene el nivel necesario y debería dimitir o ser cesado. Para empezar, debería pedir disculpas por sus exabruptos. Equiparar a Jon Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegi con los represores franquistas es infame. No solo falsifica la historia de la lucha antifranquista, sino que contraviene la decisión de reconocer a los dos militantes de ETA fusilados por Franco como las primeras víctimas en base al decreto de víctimas de violación de los derechos humanos y sufrimientos injustos por la violencia de motivación política entre 1960 y 1978, aprobado con Patxi López de lehendakari. Si Alonso tratase así a cualquier otra víctima, estaría en la calle. Su función no es juzgarlas, sino defender sus derechos. .
Cuando negoció su pacto de gobierno, el PNV ya sabía que entregar al PSE la cartera de Justicia y Derechos Humanos era arriesgado. No han revisado sus responsabilidades en la vulneración de derechos –tanto en los GAL como en la tortura–, algo que se agrava por la impunidad de esos delitos y complica el delicado trabajo pendiente. Ahora el lehendakari Imanol Pradales debe decidir si su política de memoria y derechos humanos la dicta su Gobierno o Florencio Domínguez desde el Memorial. Si mira para otro lado, alimentando así una postura que por lógica terminará cuestionando la legitimidad de los gudaris del 36, o atiende a la dignidad de las víctimas que sus socios tratan como si fueran de segunda categoría.
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