Fallece Chato Galante. Otra víctima memorialista del Corona-virus

El activista y expreso político Chato Galante fallece por coronavirus

EFE – Madrid /29/03/2020 – 11:23h

El activista antifranquista y expreso político José María “Chato” Galante ha fallecido esta noche a consecuencia del coronavirus, informa su propia cuenta en la red social Twitter.

“Por desgracia, Chato Galante ha fallecido esta noche. Todos sus compañeros/as estamos destrozados, pero seguiremos en esta lucha. Él era un imprescindible. Que su trabajo no haya sido en balde”, reza el tuit fijado en su cuenta.

Chato Galante (Madrid, 1948) era miembro de la asociación de presos y represaliados de la dictadura franquista La Comuna y pertenecía a la Liga Comunista Revolucionaria cuando fue detenido y torturado hasta en cuatro ocasiones entre los años 1969 y 1973.

El secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha lamentado su muerte en las redes sociales.

“El COVID-19 se ha llevado a Chato Galante, combatiente por la libertad, preso político de la dictadura, luchador por la justicia universal y contra los torturadores, uno de los imprescindibles de Brecht. Se me rompe el alma. Hasta siempre compañero”, ha escrito Iglesias.

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Una noticia tristísima. Todo nuestro ánimo y cariño para sus compañeras y compañeros de luchas, y especialmente para Justa, su compañera de vida. Fue una persona maravillosa, que nunca dejó de pelear por una democracia más justa y un mundo mejor. Que la tierra te sea leve, Chato.

Chato, víctima del franquismo: “El PSOE ha gobernado mientras había militantes suyos en las fosas”

Entrevista con José María Galante, ‘Chato’, víctima de torturas durante la represión franquista y uno de los protagonistas de ‘El silencio de los otros’

“Me esposaron las manos a la espalda, empezaron a golpearme la cabeza contra el borde de la mesa sujetándome del pelo. A lo que más miedo tenía era a hablar. La fórmula para resistirlo era imaginarme en esa mesa a mis amigos, mi padre y a la gente que más quería. Y no los podía defraudar. Esa era la forma de intentar aguantar pero se te iba borrando de la mente y ya descubrías que estabas desnudo, que te habían colgado, que te pegaban en los glúteos, en las plantas de los pies, en los genitales… Yo no era una persona ni un animal, era una cosa que estaba ahí con 22 años, decidido a aguantar. Por rabia. De verdad. Ni por mis condiciones políticas. Por rabia. Porque yo era un ser humano”.

Es el duro testimonio de José María Galante, alias “Chato”, que hoy vive a escasos metros de su torturador: Billy El Niño. Chato uno de los protagonistas de El silencio de los otros, un documental que se ha estrenado este viernes y que da una perspectiva de la lucha de las víctimas del franquismo por obtener justicia, imputar a los torturadores aún vivos, exhumar a sus parientes asesinados o esclarecer los casos de niños robados a madres solteras y “rojas” durante la represión.

Chato pasa “con alguna frecuencia” por delante de la casa del hombre que tanto dolor produjo e incluso se ha cruzado con él. “Sale pitando”, cuenta. Billy El Niño es un expolicía que se ensañaba con los detenidos por el régimen franquista y disfrutaba torturando, especialmente golpeando en la planta de los pies. Ahora vive con un plus en la pensión por tener cuatro medallas condecorativas y camina libremente por las calles de Madrid.
En el documental aparecen Chato, María Martín, Ascensión Mendieta y otros cientos de personas que luchan por una justicia universal y por un cambio en el sistema español que permita castigar los crímenes a la humanidad que se cometieron durante el franquismo y han quedado impunes. María falleció mientras se grababa la película sin tener la oportunidad de ser enterrada junto a los restos de su madre, que yace bajo una carretera en Toledo.

Detenido y torturado con 20 años

Chato fue detenido cuatro veces por su activismo. La primera vez fue pocos días después del asesinato por parte de la policía de uno de los líderes del movimiento estudiantil, Enrique Ruano. Chato tenía 20 años. Formó parte del sindicato democrático de estudiantes. “Todas las veces fui sometido a torturas y malos tratos, pero hubo una particularmente violenta”, cuenta. Pasó cerca de cinco años en varias cárceles y fue expedientado en la universidad y multado en varias ocasiones.

Hace unos diez años formó La Comuna, un colectivo de presos políticos en el franquismo que se autodenominó así porque era como se llamaban cuando estaban en la cárcel. Las primeras movilizaciones fueron para impedir que se construyesen viviendas sobre la cárcel de Carabanchel, “construida por esclavos del franquismo y por la que terminaron pasando muchos presos políticos”, para que se hiciese un lugar de memoria. Pero las autoridades hicieron caso omiso a sus peticiones.

“Cuando derribaron la prisión pensamos que este tipo de cosas no pueden pasar en una democracia y en un país con 40 años de distancia sobre la dictadura. Fue un comportamiento impresentable y más por parte del Gobierno socialista de Rubalcaba”, asegura. En esa época conocieron a una persona clave en su vida, Carlos Slepoy, el abogado que más tarde les hablaría de la presentación de una querella en Argentina para que un juzgado de allí revise los crímenes que en España han quedado impunes. El documental está dedicado a él, que murió en abril de 2017.

Las primeras querellas contra personas vivas

Chato cuenta que así fue como empezaron a recopilar querellas y, cuando tenían más de 50, hicieron su primer viaje a Argentina: “Viajamos cuatro expresos de la dictadura llevando las primeras querellas por torturas contra personas que aún estaban vivas. No eran querellas de la primera época de la guerra, de la que no queda nadie vivo”.

Al volver formaron la Coordinadora de apoyo a la Querella Argentina, “con la idea de basar nuestras reivindicaciones en la defensa de los derechos humanos y de concienciar de que no es un problema de las víctimas, sino de toda una sociedad”. Recibieron el apoyo de otros colectivos como CCOO, CGT, sindicatos de Sanidad o Enseñanza, organizaciones ecologistas o feministas…

“La idea era estructurar un movimiento que peleara. En 2018 no hay ningún argumento ético, jurídico o político para permitir una situación en la que se niega a la ciudadanía derechos básicos reconocidos por la ONU como los imprescindibles para el paso de una dictadura a una democracia”, sostiene Chato. El documental cuenta la odisea de cientos de querellantes para conseguir llevar ante un juez a torturadores, secuestradores de bebés y asesinos. La Ley de Amnistía aprobada en 1977, tras la muerte de Franco, a la vez que liberaba a los presos políticos del régimen, prescribía los crímenes del franquismo. Por eso se llamó “el pacto del olvido”, porque por aquel entonces muchas personas solo querían olvidar todo el dolor vivido en vez de analizar qué había pasado.

Un Gobierno que puso trabas

Esa ley sigue vigente hoy en día en España, por eso el Gobierno del PP negó las extradiciones de los torturadores a pesar de que una jueza argentina, María Servini, las había pedido. “Fue entonces cuando empezamos a presentar querellas en España que aún tenemos abiertas y que, si hace falta, pensamos llevar a tribunales internacionales, porque estamos convencidos de que nos darán la razón”. De hecho, hay informes de la ONU que ya han pedido al Gobierno español la modificación de la Ley de Amnistía de forma que permita enjuiciar los crímenes contra la humanidad.

En marzo de 2018 se presentó una propuesta como esta y tanto el PP como Ciudadanos y el PSOE votaron en contra. “El PSOE estaba entonces en la oposición pero ahora que hay un nuevo gobierno, es importante para nosotros que tenga más sensibilidad sobre estos temas. No nos conformamos con que saquen a Franco del Valle de los Caídos o se les quiten medallas. Queremos que se reconozca el derecho a la Justicia”

Una represión imposible de narrar

El documental se ha hecho rodando alrededor de 500 horas y ha tenido que resumirse. “Uno de los criterios ha sido centrar alguno de los temas pero no aparece el expolio, aparece muy poco el trabajo esclavo, no hay referencia a exiliados ni a los muertos en los campos de concentración”, dice el activista, “no hay ningún crimen que alguien pueda imaginar que no se cometiese en la dictadura”.

La dictadura, según él, no puede resumirse ni en un documental ni en una serie. “Este filme es una parte pequeñísima de los hechos reales que sucedieron, dar una idea así de lo que ocurrió en la dictadura es una tarea inabarcable. Intentamos que la gente entienda qué dimensión tuvo aquello para comprender por qué 80 años después el problema sigue vigente”.

Defiende que son las instituciones y los políticos quienes quieren ocultar la información a los jóvenes: “El PSOE ha gobernado decenas de años manteniendo a gente en fosas comunes cuyo delito era militar en su partido. Eso es incomprensible, pisotear su propia historia”, dice.

Una extrema derecha “moderna”

En cuando al auge de la extrema derecha europea y más en concreto de Vox en España, Chato opina que “esto se produce en cualquiera de las situaciones de crisis”. Cree que “igual que hay fenómenos como el 15M o Podemos, hay reacciones xenófobas, autoritarias, machistas, de todo tipo. El problema es cómo se prepara uno contra este tipo de deriva”, dice.

Uno de los pocos monumentos a las víctimas del franquismo en España. Pocas horas después de inaugurarlo alguien disparó a las figuras y el escultor pensó que se había dado el toque final a su obra.

“En Europa estamos en una crisis con un aumento de desigualdad espectacular y hay una opción económica ultraliberal y próxima al fascismo que tira”, lamenta. Pero está convencido de que quieren ser “la extrema derecha moderna”: “Ni siquiera la gente de Vox recupera hoy la bandera con el aguilucho. Quieren ser una extrema derecha a la italiana o a la húngara, pero no creo que haya una reaparición del franquismo”.

Una España en la que caminar sin pisar cadáveres

A pesar de que muchas personas que aparecen en el documental temen fallecer sin que se haya hecho justicia, Chato está convencido de que llegará un día en el que se podrá caminar por una España sin cadáveres bajo las cunetas. Para ello, confía en el nuevo Gobierno: “Estoy convencido de que si este mismo Gobierno se estabiliza tendrá que aprobar medidas que supongan que supongan que acabar con la fosas comunes sea una tarea del Estado y no de los familiares”.

Eso sí, recuerda y lamenta que su condena y la de sus compañeros no hayan sido anuladas: “Eso significa que la democracia sigue admitiendo la legislación de la dictadura franquista, igual que el hecho de que sigan funcionando medallas policiales que premiaron a los que cometieron crímenes contra la humanidad”.