EL CORREO DE ANDALUCÍA | SERGIO VILLALBA JIMÉNEZ | SEVILLA | 19-4-2019
Este año la malagueña Congregación de Mena pidió por carta a los líderes del Partido Popular, Ciudadanos y Vox que no asistieran al traslado del Cristo de la Buena Muerte para que el acto no se convirtiera en asunto electoral. Esa acertada barrera de contención debería aumentar en todos los espacios públicos, evitando la apropiación del factor religión que ejercen determinadas fuerzas políticas. Además en el debate cívico-religioso-militar llevo bastante tiempo defendiendo a unas fuerzas armadas que se transformaron ejemplarmente de una visión golpista o clientelista de la dictadura a una función garantista y modélica de sus deberes en beneficio de todos. Consciente de tradiciones y patronazgos religiosos en el ámbito castrense (Inmaculada Concepción, Virgen del Carmen, Virgen de Loreto, Santa Bárbara, etc.), creo que es tiempo de ir relegando estas manifestaciones a la esfera personal o a los espacios patrimoniales museísticos, de manera que no haya vinculación expresa de una entidad pública a cualquier doctrina religiosa.
Sin embargo en los últimos tiempos aparecen signos de rictus hacia una mayor presencia de uniformados en procesiones y ceremonias que parecerían decantarse por un sesgo ideológico concreto. El Miércoles Santo en Sevilla, aparecían en un balcón José María Aznar, Ana Botella, José María Barreda y Juan Ignacio Zoido para ver la salida de la Hermandad del Baratillo. Supongo que no había otra cofradía para contemplar y que el azar malévolo hizo coincidir la polémica suscitada por el Grupo 17 de Marzo Sociedad Andaluza de Juristas para la Defensa de los Derechos Humanos, al presentar denuncia en relación a que la Virgen de la Caridad portara el fajín del dictador Francisco Franco. Al margen de la deriva jurídica en cuanto a su archivo, constitución de delito de odio, exaltación del régimen franquista o vulneración de la Ley de Memoria Histórica, como conjunto de ciudadanos deberíamos tener una respuesta clara a este tipo de manifestaciones. No es nada nuevo, y algunos en nuestras investigaciones académicas trabajamos casos similares como pudieran ser los mantos de la División Azul o de la Falange en la Virgen del Pilar, o con más insistencia en la ciudad hispalense, la figura de Queipo de Llano, su fajín para la Esperanza Macarena, su enterramiento en la Basílica, o incluso más sutilmente la propia denominación de hermandades como San Gonzalo o Santa Genoveva.
Hablamos de un tema con solera y no superficial, donde la sociedad sevillana repite lo que se hace en otras partes del terruño patrio, que no es sino pasar de puntillas, mirar al lado o correr una rápida cortina de humo amparada en la decisión soberana de la entidad religiosa en cuestión, y por supuesto en la palabra tradición como talismán repelente de cualquier crítica externa posible. Hay que ver lo que unen estos pactos espirituales cuando alcalde o ministra de justicia de sesgo socialista coinciden con la opinión de la presidencia popular de la Junta de Andalucía o el propio Consejo de Hermandades, en cuanto a respetar decisiones particulares o no manifestar palabra alguna. Lo civil, laico, pagano y religioso se mezclan en un pastiche indigesto que el conjunto de la ciudadanía no tiene problema en deglutir. Así es nuestra sociedad para lo bueno y lo malo, aglutinando el pensamiento conservador con el anarcocofrade, para que en definitiva nada cambie en la ciudad eterna. No sé si se opinaría lo mismo si viésemos en otros países e imágenes religiosas, por ejemplo la Cruz de Hierro de Primera Clase conseguida por Adolf Hitler o bien una estalinista Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética, por citar dos tiranías. En este caso concreto y al margen de responsabilidades colectivas, la hermandad aludida tiene un claro protagonismo y responsabilidad, y si sus hermanos tienen dudas de la representatividad y simbolismo del ornamento militar o de la propia figura de Franco, tienen una problemática ética importante; aún más, yo diría que tienen una gran contradicción con el mensaje de paz que en principio promueve su fe. Creo que es de lógica aplastante que la figura a la que veneran no porte un elemento distintivo de un genocida, y que si continúan en su empeño, contribuyen a una visión turbia y crispada del pasado trágico inmediato. Pruebe el lector a entrar en algún foro sobre este tema y respirará saña, desvergüenza moral y ganas de sacar pecho nostálgico hacia un “nuevo amanecer”. Parece que se está normalizando las ganas del enfrentamiento ideológico sin tapujos y que al señor Abascal le funciona la acusación de “derechita cobarde”, para que lo injustificable se produzca y empiece una suerte de nueva cruzada con ostentación de palmarés y medallero al más ultra: lo veremos el 28 de abril.
Como corolario, estas palabras no deberían tomarse como un ataque a una fe concreta, máxime si se confirma el frustrado intento de atentado yihadista en nuestra ciudad en el momento presente; por contra hablamos de la injerencia ideológica religiosa como síntoma universal preocupante en unos tiempos más que propicios para el enfrentamiento. Las guerras en nombre de las doctrinas y creencias han sido una constante en la historia y una problemática añadida a los conflictos entre seres humanos. Sigo pensando que un mundo basado en la razón sería un espacio de mejor convivencia. Como no creyente hago una petición a los que sí lo son para que se salvaguarde los vínculos que nos unen.
http://elcorreoweb.es/opinion/columnas/fe-y-fajines-GA5266976