El Colectivo Ciudadano de Huesca reclama justicia por las 95 víctimas fusiladas en 1936
Ha recalcado que los familiares de los represaliados pueden solicitar un expediente de reparación y la devolución de restos a través de la Fiscalía de Huesca
El Cementerio Civil de Huesca ha acogido este sábado el acto conmemorativo organizado por el Colectivo Ciudadano de Huesca en memoria de las 95 personas fusiladas el 23 de agosto de 1936, víctimas de la represión franquista durante los primeros meses de la Guerra Civil.
“Hoy se cumplen 89 años de la fecha más trágica en la historia de Huesca”, ha remarcado Víctor Pardo, que ha guiado el acto en nombre del Colectivo Ciudadano. “Ese 23 de agosto de 1936, 95 vecinos de Huesca, hombres y mujeres, personas de todas las clases sociales y procedencias laborales, fueron asesinadas en la tapia oeste del Cementerio Civil a lo largo de una jornada dramática”, ha subrayado. Muchos de ellos fueron trasladados en camiones, “atados de dos en dos por las muñecas con alambres y bajados a golpes, a culatazos, para ser ejecutados en esa tapia”.
Pardo ha insistido en que el homenaje no solo recuerda a esas 95 víctimas, sino que se hace extensivo a las más de 550 personas fusiladas en la ciudad “entre el primero de agosto de 1936, cuando se iniciaron los fusilamientos, y enero de 1945, seis años después de finalizada la guerra”.
En esta edición, el colectivo ha puesto el foco en el juez de primera instancia Juan Llido Pitarch y el farmacéutico y profesor de dibujo Jesús Gascón de Gotor. “Los hemos recordado porque los dos tienen escritos que los vinculan a familiares y que los relacionan con los hechos luctuosos, y de alguna manera representan a todas las personas que fueron asesinadas aquel año”, ha explicado Pardo. El año pasado el acto estuvo dedicado a las seis mujeres que también fueron fusiladas aquel 23 de agosto de 1936. “Procuramos cada año darle a esta jornada un tono de interés, siempre desde la perspectiva de la memoria”, ha señalado.
El representante del Colectivo Ciudadano también ha puesto de relieve que en la Fiscalía de Huesca cuenta con una fiscal de Derechos Humanos y Memoria Democrática. “Queremos dar a conocer este hecho porque los familiares de los represaliados tienen la posibilidad de acudir a la Fiscalía tanto para solicitar un expediente de reparación, como para reclamar la devolución de los restos de sus deudos”, ha indicado.
Sobre este punto, ha recordado que existen registros documentales de que muchos de ellos fueron enterrados en cuadros concretos del cementerio, aunque no se sabe con certeza si todavía permanecen allí debido a enterramientos posteriores. “Se baraja la posibilidad de que fueran trasladados al Valle de los Caídos, donde se llevaron restos de más de 900 altoaragoneses sin permiso de las familias y sin identificar”, ha lamentado.
Finalmente, Pardo ha reivindicado la continuidad de este acto anual. “Es un deber de memoria y vamos a seguir repitiéndolo, porque entendemos que no podemos olvidar a todas estas personas que fueron asesinadas. Si los olvidamos, es como si los volviéramos a matar”, ha finalizado.
Entre las intervenciones, ha destacado el testimonio de Ana María Gros Arcas, natural de Fonz, quien ha recordado la memoria de su abuelo, Félix Arcas Fantova, ejecutado en el mismo cementerio, y de su familia, marcada por el silencio y el olvido durante décadas.
“En enero falleció mi tía Rosa Arcas Pueo, hija de mi abuelo Félix, a punto de cumplir 102 años -ha relatado-. Se fue sin ver nunca justicia ni reparación de su padre. Y aunque ya lo sabía, porque llevamos toda la vida con esta herida, me sigue doliendo profundamente”.
Ana María ha recordado que toda su familia, por parte de padre y de madre, sufrió la represión y la guerra. Su padre, herido durante el cerco de Huesca, estuvo mucho tiempo en un hospital en Barcelona y quedó con secuelas físicas, lo que dificultó su vida laboral y personal.
Sobre su abuelo, explicó que formaba parte del Comité de Fonz, fue detenido, pasó por un consejo de guerra y finalmente fue fusilado con más de 60 años, mientras la guerra aún no había terminado en España.
Ana María Gros también ha rememorado el dolor de su madre y el silencio impuesto en su hogar: “Eso nunca lo he podido digerir, nunca lo olvidaré y tampoco pienso perdonarlo“.
Con voz firme, ha añadido: “Yo no necesito un papel que diga que el juicio contra mi abuelo no fue legal. Eso ya lo sé. Lo que quiero es que el Estado reconozca que aquello fue una injusticia y que las víctimas no habían hecho nada”.
EL DÍA MÁS TRISTE DEL MUNDO
Otra de las personas que ha intervenido en el acto ha sido el director del Museo Pedagógico de Aragón, Víctor Juan, con la lectura de un texto en el que ha recordado que aquel 23 de agosto de 1936 fue “el día más triste del mundo” y que ninguna de las víctimas “había hecho nada que justificara que las mataran”.
Durante su alocución, ha subrayado la importancia de mantener viva la memoria, señalando que aquellos hombres y mujeres no fueron eliminados por ser inofensivos, sino por ser símbolo de un cambio social y cultural que apostaba por la libertad, la educación y la justicia.
En su lectura, ha evocado que los asesinos quisieron exterminar los sueños de quienes imaginaban un país más libre, y ha recalcado que su objetivo era que nadie se atreviera a soñar, a comprometerse o a pensar en un futuro mejor.
Víctor Juan ha insistido en que, a pesar de la represión, “no lo consiguieron”, porque hoy seguimos soñando sus sueños, defendiendo sus libertades, cultivando la memoria y cuidando las flores que brotaron de las semillas que ellos dejaron con su sangre en la tierra.
Conmemoración del 23 de agosto por el Colectivo Ciudadano de Huesca. Foto Myriam Martínez