Jimena de la Frontera (Cádiz). «La gente sabía que mataron a mi padre»

► La exhumación realizada en 2012 en el cortijo El Marrufo desveló que el cuerpo del fusilado Domingo Herrera se encontraba allí

► Su hijo Simón cuenta cómo vivió el proceso

EUROPA SUR | Y. O. | JIMENA | 9-1-2017

Setenta y cinco años después del bombardeo de La Sauceda y de los crímenes de El Marrufo, un grupo de hijos y nietos de personas allí asesinadas empezaron a dar luz a la historia de sus antepasados. Un equipo de arqueólogos, antropólogos físicos, historiadores y estudiantes coordinados por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar realizó en agosto de 2011 una serie de sondeos en un paraje desarbolado del cortijo. “Localizaron restos óseos de cuatro personas y más de 70 evidencias balísticas, de armas largas y cortas, usados en los asesinatos. Años de investigación en archivos y de entrevistas a supervivientes daban por fin sus frutos: allí había fosas comunes fruto de la represión fascista”, explica Andrés Rebolledo, presidente del Foro por la Memoria Histórica.

El empeño de las familias, alentadas por el hallazgo de los cuatro esqueletos, facilitó un nuevo proyecto de la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo que salió adelante, una vez más, con el apoyo económico del Grupo Festina.

El 1 de julio de 2012 arqueólogos, antropólogos, historiadores, estudiantes y voluntarios comenzaron a trabajar en la excavación. Rescataron los restos de 28 personas enterradas en siete fosas comunes. Todas eran adultas. Veintitrés eran hombres y cinco mujeres. Tenían entre algo más de 20 años y una edad anciana.

Simón Herrera, de 83 años, encontró allí los restos de su padre, Domingo Herrera. Con su hallazgo, Simón pudo iniciar el relato de su propia vida. En 1936, su familia vivía del campo en una zona conocida como Las Hermanillas. Tras el bombardeo de La Sauceda y la instalación del centro de poder en El Marrufo, el padre de Simón recibió un salvoconducto que le permitía moverse por la toda la zona.

“Un día me padre regresó a mi casa y un vecino le dijo que sus cabras se las habían llevado los falange. Ignorando qué le podía ocurrir, se dirigió a El Marrufo y les dijo a los militares que le devolviesen sus animales. Le dijeron que las cabras no eran suyas y allí lo mataron de dos tiros”, relata Simón cuando se le pregunta por el destino de su padre.

Tras la desaparición de Domingo, la historia de esta familia quedó marcada por la muerte de la esposa del fusilado y madre de ocho niños. “Dicen que de pena no se muere nadie, pero yo creo que sí, que mi madre murió de pena”, se lamenta. Después de que su padre falleciera, permanecieron juntos durante un tiempo pero a la muerte de la madre de Simón distintas familias se hicieron cargo de él y de algunos de sus hermanos. “Luego, dos de los mayores se murieron. Uno en la mili y otro de una enfermedad. Estábamos repartidos en distintas familias, aunque siempre supimos dónde nos encontrábamos cada uno de nosotros. Tenía seis o siete años cuando me recogieron y eché mucho de menos a mi madre siempre, aún cuando los traté como si fuesen mis padres y mis hermanos”, cuenta este hombre, que vivió 30 años en el campo con su familia de acogida.

Pero el destino final de su padre se le presentó mucho antes. Siendo aún un chiquillo con doce años se encontraba a gente que, al preguntarle de qué familia era, le decían: “A tu padre lo mataron y yo sé hasta dónde está enterrado”, le llegaron a decir.

Simón explica que todos hablaban bien de su padre y que en ningún momento causó daño a nadie, que la motivación política fue la única razón que llevó a Domingo Herrera a la fosa hallada e la finca El Marrufo.

Para Simón este proceso de recuperación de los restos de su padre no ha sido fácil y ha tenido que responder a muchas de las personas que, en el pueblo, le preguntaban la razón de querer buscarlo. “Yo les decía que qué pasaría si matasen a su padre y lo enterrasen debajo de una piedra o bajo un chaparro. Creo que lo más lógico es darle sepultura como a cualquier otra persona” explica Simón Herrera, que estuvo presente en la exhumación que llevó a la localización de los 28 cadáveres. “Allí me puse un poco mal, me entraron unos sentimientos muy malos”, añade Simón -entre lágrimas, aún emocionado- para describir los momentos previos antes de conocer que su padre estaba entre los identificados en El Marrufo.

Los restos de los fusilados hallados en las excavaciones de El Marrufo recibieron sepultura en el cementerio de La Sauceda, reconstruido también por la asociación de familiares. A la ceremonia asistieron cientos de personas llegadas de toda Andalucía. Pero los 28 son solo una parte. Los miembros del Foro por la Memoria afirman conocer la identidad de más de 50 personas fusiladas en todo el valle de La Sauceda. Junto a la puerta de entrada al mausoleo, en una placa de cerámica, figuran los nombres de todos los fallecidos y desaparecidos en el valle de La Sauceda. En 2014, el foro informó que había conseguido identificar a trece de los veintiocho encontrados.

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