Jorge Cepillo (arqueólogo). Reflexiones desde San Fernando para desmemoriados.

Reflexiones desde San Fernando para desmemoriados.

Jorge Juan Cepillo Galvín (Arqueólogo)

San Fernando (Cádiz), 17 junio 2018

Para TLN

En fechas muy próximas se cumplirá un año desde que se iniciaron las labores de exhumación de los asesinados por los golpistas que yacen en las fosas del cementerio municipal de San Fernando. Parece que fue ayer cuando, con toda la esperanza e ilusión tras muchos años de espera, se podía por fin recuperar y sacar a la luz los restos del primer represaliado que se exhumaba de una de las fosas de 1936. Los allí presentes, expectantes con las minuciosas tareas que requiere una intervención de este cariz, se fundieron en un espontáneo aplauso mientras la tabla que transportaba al sujeto era conducida al laboratorio para su estudio. Como si de un cortejo fúnebre y solemne se tratase, todos siguieron al primer represaliado hasta su lugar de depósito, mostrando su respeto y admiración ante unos restos óseos, aún sin nombre, a los que de alguna manera se les estaba brindando una justicia que no tuvieron ni cuando fueron asesinados, ni durante la etapa democrática que los había ignorado y olvidado como moneda de cambio para asentar la que algunos todavía consideran una modélica transición.

Han sido muchas horas de duro trabajo que se han sabido soportar con unas altas dosis de compañerismo de todos aquellos que han dado lo mejor de sí en esta intervención, voluntariado, familiares, equipo técnico, todos trabajando codo con codo para que no quedase ni un sólo represaliado dentro de esas fosas de la vergüenza.

Pero toda esa ilusión compartida, esas ganas de reivindicar por fin lo que es justo, se han ido topando con innumerables trabas burocráticas que no han hecho más que ralentizar los trabajos. Y así, cuando rozamos ya el primer aniversario, las exhumaciones en las fosas de 1936 se encuentran a día de hoy paralizadas por  la incomprensión de las administraciones competentes que no son capaces de adoptar las soluciones técnicas necesarias, bien por falta de voluntad, algo que siempre niegan, o por la escasez presupuestaria, más indignante si cabe cuando este tipo de intervenciones se realizan con  asignaciones presupuetarias ridículas y sobre la base de que no pueden justificarse, ni por supuesto abonarse, hasta que concluyen los trabajos, por lo que verdaderamente es el equipo técnico el que acaba financiando la intervención adelantando sus propios recursos económicos.

San Fernando tiene una deuda pendiente con esos más de 200 asesinados que yacen en las fosas del cementerio y posiblemente en otros puntos de la ciudad. Y lo que hace casi un año parecía que se tornaba en una realidad, se está convirtiendo en un espejismo de una justicia y una reparación que nunca llega a su fin, perdiéndonos entre despachos, reuniones, decretos, oficios, cuando nuestro puesto, el de todos, debiera estar a pie de fosa exhumando represaliados con todas las garantías técnicas y científicas que se recogen en el proyecto multidisciplinar autorizado, que es el marco de esta intervención.

Ya ha pasado el 14 de junio, ese día de homenaje institucional en el que las fotos, los flashes, las flores, los discursos vacíos y los brindis al sol acompañan a nuestros muertos por la intolerancia golpista en los cementerios. Pero ellos siguen allí, enterrados en el mismo lugar en el que los arrojaron sus asesinos, mientras se nos llena la boca de frases manidas: “dignificar su memoria”, “no los abandonaremos”, “ buscamos la verdad, la justicia y la reparación” y un largo etcetera que se repite como una música machacona a lo largo y ancho de la geografía andaluza. Y pasan los días, las semanas, los meses, los años, y ellos siguen ahí, enterrados, esperando escuchar otra música que sí les rinde un homenaje, el sonido de un pico y una pala que abre por fin el suelo, y la caricia de una brocha que retira la arena de sus huesos: éste es el verdadero homenaje que esperan, ellos y sus familiares, para que de una vez por todas se pueda poner carne a sus huesos y pasen de tener un simple número de registro arquelógico a tener un nombre cuando sean identificados genéticamente.

Y mientras ellos duermen el sueño de los justos, enterrados en el olvido de sus fosas, sin nombres, sin apellidos, nuestro histórico edificio consistorial sigue presidido en su plaza por la estatua ecuestre de un general golpista que incumple la flamante ley de memoria andaluza que tan a bombo y platillo se ha vendido, haciendo además caso omiso al acuerdo del pleno municipal que aprobó su retirada para cumplir con la citada ley. E incomprensiblemente hasta la fecha sin la exigencia de los colectivos memorialistas locales para que se haga cumplir la ley de forma inminente.