“José Luis y Emilio, no os olvidamos”: la memoria oculta de la Transición reaparece en una pintada
Los dos estudiantes fueron asesinados a tiros por la policía durante una manifestación sindical en Madrid el 13 de diciembre de 1979.
El hallazgo de una antigua pintada en una pared de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense ha recuperado su historia.
“José Luis y Emilio, no os olvidamos”: la memoria oculta de la Transición reaparece en una pintada | Públicoa
13 de diciembre de 1979. Nueve de la noche. La oscuridad se cierne sobre la Ronda de Valencia, en Madrid. Los manifestantes se agolpan en torno a la glorieta de Embajadores, desde la que los líderes políticos y sindicales que encabezan la comitiva se disponen a pronunciar sus discursos. Se distinguen algunas caras conocidas. Santiago Carrillo, secretario general del PCE, o Ramón Tamames, diputado de las Cortes por la misma formación, acuden a la cita. Un sonido estridente irrumpe entre el tumulto de asistentes. Hasta quince disparos. Grupos de manifestantes corren calle más abajo. “Han matado a uno de los nuestros”, comenta una mujer. En medio del desorden y la confusión, los líderes se retiran poco a poco. La concentración comienza a disolverse.
Lo ocurrido no se conocería con claridad hasta el día siguiente: dos estudiantes habían muerto por disparos de la policía. José Luis Montañés Gil, de veintitrés años, y Emilio Martínez Menéndez, de veinte, recibieron sendos balazos de una dotación policial que abrió fuego contra los manifestantes. El primero falleció en el acto; el segundo, ya en el hospital. José Luis era estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense. Emilio, por su parte, tomaba clases en la Escuela Técnica de Ingeniería Industrial.
La tarde de su asesinato, confluían en Madrid tres concentraciones. Dos de estudiantes, en Cuatro Caminos y en la Calle Princesa, y una última convocada por CCOO, USO y el Sindicato Unitario, que partió de Atocha hacia Embajadores. Estudiantes y trabajadores coincidieron en las calles, aunque no por el mismo motivo. Los primeros se oponían a la Ley de Autonomía Universitaria (LAU) y al Estatuto de Centros Docentes, leyes que, según los estudiantes, reforzaban el control ideológico de la derecha y los privilegios de la iglesia sobre la educación y reducían la democracia y la gestión pública de los centros. Los segundos, por su lado, pretendían impedir la aprobación del proyecto de ley del Estatuto de los Trabajadores. Les unía un objetivo común: el rechazo a las políticas desplegadas por el gobierno de la UCD que presidía Adolfo Suárez.
A medida que la policía disolvió las dos primeras marchas, grupos de universitarios comenzaron a sumarse a la movilización sindical de la Ronda al grito de “todos unidos, estudiantes y trabajadores”. “Ahí estaban José Luis y Emilio, a la altura del número 6”, cuenta Montañés. Los grises respondieron en seguida con el lanzamiento de botes de humo y pelotas de goma, pero no consiguieron amedrentarlos. “De repente apareció un jeep, salieron un grupo de policías pegando un portazo y empezaron a disparar indiscriminadamente”, relata el hermano del fallecido. Unos disparos, según la versión policial, “al aire” y “de disuasión”, pero que acabaron con la vida de José Luis y Emilio, además de dejar múltiples heridos. Entre ellos, el también manifestante Luis Sáenz Robles y los viandantes Esteban Montero Cerrada y María Patricia McAnulty. Fueron ellos, matiza Montañés, pero podían haber sido otros.
Madrid frente a la impunidad
Los sucesos del 13 de diciembre conmocionaron a la sociedad española. Las universidades de la capital se declararon en huelga al día siguiente y las movilizaciones en protesta por lo ocurrido inundaron las calles de la ciudad. “Recuerdo al día siguiente un montón de gente en Atocha. Fuimos todos andando hasta el cementerio de la Almudena. La gente se asomaba por las ventanas, salía a los balcones. Todo el mundo estaba muy sensibilizado, había mucha solidaridad”, rememora Montañés.
La cobertura mediática de la época no estuvo a la altura. TVE, ABC o El País publicaron desde un primer momento la versión oficial del Ministerio de Interior, regentado por Antonio Ibáñez Freire, y del gobernador civil, Juan José Rosón: los estudiantes habían incitado a disparar a los policías con su actitud hostil. “Las fuerzas de desinformación hicieron todo lo posible para confundir la identidad de mi hermano. Le intentaron hacer pasar por un agitador“, reprocha Montañés. En las crónicas periodísticas, se llegó a describir de manera despreciativa a los familiares y a sembrar sospechas sobre el civismo de los fallecidos. “José Luis llevaba encima el dinero de los billetes que había recaudado en el trabajo ese día y se empezaron a hacer todo tipo de insinuaciones”, asegura su hermano. Las acusaciones llegaron a tal punto que tanto la Facultad de Políticas y Sociología de la Complutense como la agencia Marsans, de la que era empleado, tuvieron que salir a defender su nombre.
Su historia pervive entre las paredes de la Complutense
Hace unos meses, en medio de unas obras de rehabilitación de la Facultad de Ciencias de la Información, la historia de José Luis y Emilio volvió a salir a la luz. “Cuando se descolgó un tablón de una de las paredes de la quinta planta, apareció una antigua pintada: ‘José Luis y Emilio, no os olvidamos'”, describe Cristina Mateos, trabajadora social y socióloga de formación y profesora de movimientos sociales en el centro. “Se lanzó por redes el aviso del hallazgo y en seguida contesté que esas pintadas eran memoria histórica y que había que protegerlas”, cuenta la docente. Hace algo más de un mes, el nuevo decano, Ángel Rubio, le dio el visto bueno y Mateos se puso al frente de todo un proyecto de recuperación histórica.
“Estamos en la fase documental y de investigación. Llevamos bastantes meses indagando en archivos históricos para contextualizar las pintadas, para conocer la historia que esconden”, explica. También para estudiar la importancia del movimiento estudiantil en la universidad y, más concretamente, en Periodismo. “La idea es restaurar la frase en el contexto de una ilustración”, apunta. Convertir la pared en un mural, vinilando las cristaleras con fotos y recortes de periódico de la época. “Además de colocar una placa conmemorativa y celebrar un acto de homenaje, en colaboración con Políticas”, enumera.
Recientemente, han hecho un nuevo descubrimiento. “Hemos encontrado testimonios de prensa que señalan que hubo una cinta sobre el caso rodada por dos estudiantes de la facultad”, relata Mateos. Una cinta que fue incautada y que, con el listado de alumnos del centro entre el 76 y el 81 en la mano, pretenden localizar. “La idea es tirar de esas generaciones para determinar si conocieron a estas dos personas y averiguar dónde podría encontrarse la grabación”, confirma la docente.
“No podemos dejar que nos quiten la verdad, que nos roben la historia”
Sobre el acto, todavía no tienen claro cuándo será y quién participará. “Desde luego, se invitará a las familias. Seguimos pendientes de localizar a la de Emilio”, comenta Mateos, que insiste una vez más: “Estamos recuperando un rastro arqueológico“. Uno de los últimos vestigios que quedan en la universidad de la represión de la dictadura y de la Transición. Pero sobre todo de la resistencia del activismo estudiantil.
El mito de la modélica Transición
La Transición ni fue modélica ni fue pacífica, subraya Ainhoa Campos, doctora en Historia y miembro de GIGEFRA. “La investigadora Sophie Baby contabiliza 714 víctimas de actos violentos entre noviembre de 1975 y diciembre del 82. Y más de 3200 heridos”, completa la historiadora. Una parte importante de esas víctimas sucumbieron como resultado de la violencia policial. Por lo menos 134, según el también historiador David Ballester. “Si la comparas con la transición de vecinos europeos como Portugal o Grecia fue bastante más sangrienta. Los actos de violencia estaban a la orden del día y se cobraron la vida de muchas personas“, continúa Campos. Una violencia reforzada por la ausencia de cambios en las estructuras de poder: “La judicatura, las fuerzas de seguridad, el ejército y muchos políticos siguieron siendo los mismos”.
No es el único mito en torno a la idealizada Transición. “Todavía sigue muy clavada en el imaginario social esa idea de que la democracia fue algo que nos regalaron las élites políticas: el rey y cuatro señores”, critica Campos. En realidad, reivindica la historiadora, lo que siguieron fue el impulso de la presión internacional y de la movilización ciudadana. La fuerza de la calle. “Las derechas, que tenían una posición más continuista, se vieron sobrepasadas por esta movilización, tanto desde el activismo estudiantil, como de los partidos y sindicatos que habían permanecido en la clandestinidad”, agrega. Sin olvidar un ingrediente fundamental: la movilización vecinal. España estaba en ebullición.
“Quieren volver a matarlos, olvidando y tapando lo que ocurrió”, advierte Montañés. “José Luis era muy joven, tenía solo 23 años. Era una persona comprometida, que terminaba ese año sus estudios. Una persona que como muchos otros sabía que la libertad se ganaba en la calle“, defiende visiblemente emocionado. “No lo puedo olvidar ni debería olvidarse. No podemos dejar que nos quiten la verdad, que nos roben la historia”, sentencia.