La Generalitat culmina el memorial a los fusilados del Camp de la Bota tras ocho años de espera

Illa inaugurará el lunes en Sant Adrià el monumento que se planea desde 2017 y que quedó encallado, con roces incluidos entre instituciones

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Jordi Ribalaygue / Sant Adrià de Besòs

Han tenido que pasar más de ocho años para que, al fin, el memorial previsto para velar por el recuerdo de los 1.686 fusilados por el franquismo en el Camp de la Bota se convierta en realidad. El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, inaugurará el monumento el próximo lunes en Sant Adrià de Besòs, donde esta semana se ultiman los remates de la escultura, presentada en tiempos del Govern de Quim Torra y dejada a punto bajo el ejecutivo de Pere Aragonès para esculpirse e instalarse. Está llamada a ser uno de los principales lugares de homenaje permanente a las víctimas de la dictadura en Catalunya.

El artista Francesc Abad firma la obra, mientras el despacho de arquitectos Ruiz Larrea la ha ejecutado en un taller de Barcelona en los últimos meses y ha dirigido los trabajos de colocación. A falta del acto oficial para descubrirla, la figura ya es visible en el parque de Diagonal Besòs, envuelto por la Ronda Litoral, el campus de la UPC y el barrio de La Mina. Llamada ‘Bosc d’Empremtes’, está cargada de simbolismo. Sobre una superficie de 163 metros cuadrados, se levantan 1.276 tubos de hierro, de 6,1 metros de altura y agrupados en 36 hileras. Evocan a los ajusticiados y se disponen a semejanza de las cerdas de un cepillo invertido sobre una huella dactilar azul, dibujada con una losa de hormigón armado.

El conjunto se inspira en una máxima del filósofo Walter Benjamin, que llama a “cepillar la historia a contrapelo” para deconstruir el relato de los vencedores. Se completa con un muro donde se colgarán unos paneles sobre los hechos históricos, referencias a otros espacios consagrados a los fallecidos y las coordenadas del punto exacto en que se les arrancó la vida. La tapia emula el parapeto ante el que el pelotón de fusilamiento se alineaba. Sus ruinas se demolieron hacia el 2000, al construirse el puerto del Fòrum. El monumento se emplaza a unos 250 metros del paraje donde se cometieron las atrocidades, ahora anegado por el mar y los amarres del muelle.

El topónimo del Camp de la Bota remite tanto a un poblado de barracas del que no queda rastro como a una de las páginas más funestas de la historia reciente de Catalunya. Allí, frente al mar, se pasó por las armas a centenares de represaliados de la dictadura entre 1939 y 1952, incluidas 12 mujeres.

La infamia ocurrió al borde de Barcelona y sobre terreno de Sant Adrià, cuyo ayuntamiento aprobó en febrero de 2017 a propuesta de ERC que se trazara un “proyecto memorialístico de primer orden”, con lo que empezó a tramarse cómo debía ser. La agrupación local de los republicanos lo ha seguido reivindicando, con un acto cada año en las inmediaciones del tramo en el que se borró toda marca de lo que ahí se perpetró.

“Estamos contentísimos de que al final se haga, pero es verdad que llega demasiado tarde”, opina Rubèn Arenas, ‘número uno’ de ERC en el municipio. “La ejecución tendría que haber sido más rápida para cumplir el deseo de muchas personas afectadas de toda Catalunya, muchas nos decían que no llegarían a verlo”, lamenta.

El diseño del memorial es conocido desde diciembre de 2019, cuando la Generalitat y el consistorio lo revelaron. Por entonces, se calculaba que la escultura estaría plantada al año siguiente. Sin embargo, han tenido que superarse encontronazos y escollos antes de rendirse el tributo pendiente.

El mural de Barcelona

Pese a que todos los partidos salvo el PP lo respaldaron, la creación del memorial ha sido más bien tortuosa y salpimentada por algún que otro roce. En la Generalitat y en Sant Adrià causó desconcierto que el Ayuntamiento de Barcelona colocase un gran mural con los nombres de todos los fusilados en el Fòrum en febrero de 2019. La alcaldesa Ada Colau lo inauguró apenas dos semanas después de que el gobierno municipal anunciara su propio homenaje a las víctimas, pese a que el Departament de Justícia y el consistorio vecino llevaban más de un año ideando el suyo.

Si bien evitaron polemizar en público, se vivió un cierto desencuentro entre instituciones. Fuentes del Govern -por entonces, compartido entre Junts y ERC- y del Ayuntamiento de Sant Adrià -en manos del PSC- aseguraron que Barcelona no les avisó de su intención y acusaron al ejecutivo local de los Comuns de contraprogramarlos por supuestos intereses electorales a tres meses de las municipales. El equipo de Colau negó la mayor, replicó que eran ellos los que no habían sido informados de los detalles del memorial que la Generalitat planificaba y echaron en cara falta de impulso para honrar a los mártires. No contribuyó a enfriar la tensión que Barcelona instalase sus placas de recuerdo sobre una porción de terreno que, en realidad, pertenece a Sant Adrià.

Fuentes que conocieron los hechos de primera mano comentan que, pese a las rencillas, el muro que Barcelona promovió con los nombres de los muertos no obligó a replantear el memorial de Sant Adrià. “Aquello ya nos lo encontramos hecho”, expresan, al tiempo que defienden que la fórmula elegida al final “permite ligar todos los espacios de memoria” en torno al Camp de la Bota.

No obstante, el proyecto topó con otro obstáculo. El Consorcio del Besòs interpuso objeciones, lo que mantuvo la obra embarrancada en una discusión técnica durante meses. “El problema fueron los obstáculos burocráticos: todo eran peros y era una excusa cada día”, comenta una fuente. “La conselleria y el consorcio se estuvieron intercambiando documentos y no se ponían de acuerdo por un tema competencial”, explica otra. “El consorcio no quería hacerse cargo del mantenimiento y del coste de una parte de la obra”, afirma una tercera. La Generalitat asume los 598.370,66 euros que el memorial cuesta.

Las diferencias se solventaron, pero entonces fue el covid el que se había echado encima. “La previsión era inaugurarlo en 2020, pero se paralizó por la pandemia, se priorizaron otras obras y estas quedaron en segundo plano”, exponen quienes intervinieron. Los vaivenes de la política catalana tampoco han allanado el camino. El Departament de Justícia ha tenido cuatro consellers distintos en todo este tiempo y se ha dado un cambio al frente de la Generalitat entre medio.

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