La inocencia (y los secretos) del último fusilado del franquismo
Roger Mateos investiga quién fue realmente el autor del asesinato por el que ejecutaron Xosé Humberto Baena
Silvia Marimon Molas
21.09.2025
La inocencia (y los secretos) de Xosé Humberto Baena, el último fusilado del franquismo
Silencios en la historia reciente de España ha habido muchos. El periodista Roger Mateos (Barcelona, 1977), que ha dedicado muchos años a investigar y recorrer las zonas más grises y oscuras del franquismo, decidió destapar nuevos secretos tras conocer una conversación. La tuvo Xosé Humberto Baena, militante del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), junto a su padre poco antes de ser fusilado el 27 de septiembre de 1975, hace cincuenta años. El padre necesitaba la verdad, y le pidió al hijo que le dijera, aunque, si le decía que fusilaban a un inocente, sería más doloroso. “Lo siento padre, pero no puedo darte ese consuelo. No fui yo quien lo mató”, fue la respuesta del joven gallego antifranquista que estaba a punto de cumplir 25 años. Mateos cree en la inocencia de Baena, tiene datos para ello. El verano de los inocentes. El secreto del último fusilado del franquismo (Anagrama) es una investigación de años sobre qué ocurrió el día del asesinato del policía Lucio Rodríguez por el que condenaron y mataron a Baena.
Estaba la frase de Baena y el testigo de un exmilitante del FRAP que afirmaba que el joven gallego no podía ser el autor material de los disparos que mataron al policía. “Tenía una gran curiosidad periodística y se rompió mi tabú mental que tenía que tocar en 1975”, dice Mateos, que lleva veinte años investigando sobre esta organización política. “Siempre me ha interesado el FRAP por la excentricidad de tener como matriz política al Partido Comunista de España (marxista-leninista), el PCE (ml) que tenía como único patrocinador a la Albania de Enver Hoxha, que impuso el régimen más aislacionista de la Guerra Fría, y porque la Mateos. “El FRAP llegó a ser una de las fuerzas antifranquistas más potentes, en número de militantes y, sobre todo, con mayor visibilidad e hiperactividad en la calle, en las fábricas y en las universidades. Se expusieron muchísimo y atraía a los más combativos”, explica el periodista.
Coger las armas
1975 es un año resbaladizo, porque el FRAP tomó la decisión de crear comandos armados para matar a agentes uniformados de la dictadura: policías, guardias civiles, militares… Lo llevó a cabo en la primavera de 1975 y durante tan sólo tres meses, de julio a septiembre. “No tenían muchos recursos ni medios –asegura Mateos–. Hicieron una lectura dramáticamente errónea de cómo evolucionaría la situación política en España. Su diagnóstico era que, a la muerte de Franco, las élites pactarían y habría una monarquía parlamentaria que aparentemente sería una democracia, pero que en realidad sería una continuidad del franquismo maquillado, para evitarlo. represión y el pueblo respondería a su llamada”, resume el periodista, quien considera que el FRAP “sobrevaloró sus fuerzas”.
Aquel 1975 Baena se encontraba en una situación bastante vulnerable. Había tenido que huir de Vigo y se refugió en Madrid, en el momento en que el FRAP había decidido organizar grupos armados. “En Madrid Baena se encontraba desamparado y dependía de los escondrijos que le proporcionaba el partido”, explica Mateos. Por otro lado, el joven gallego era un idealista que creía que debía lucharse contra la dictadura. “No estoy nada convencido de que aprobara la lucha armada ni que considerase que existían las condiciones adecuadas para hacerlo, pero estamos hablando de una organización vertical en la que la obediencia y la disciplina eran muy estrictas. Y él era un militante disciplinado”, añade.
La novia de Baena, Maruxa, que estuvo con él hasta poco antes de la detención, explicó a Mateos que Baena no estaba de acuerdo en coger las armas. “Tengo muchas dudas sobre cómo Baena acabó en un comando armado. ¿Lo hizo por la situación de vulnerabilidad en la que se encontraba?”, se cuestiona Mateos. Sea como fuere, el periodista está convencido de que Baena no fue quien apretó el gatillo. Toda la investigación –en casa tiene cientos de documentos y ha hecho muchísimas entrevistas–, le llevan a pensar que en el coche al que iba Baena no había tres miembros del FRAP, sino cuatro. Y ese cuarto, que logró huir a Francia, es el que mató al policía.
Los pactos de silencio
¿Por qué la policía detuvo a Baena? Fue el último detenido y los agentes franquistas fue a buscarlo cuando ya había interrogado y torturado salvajemente a dos militantes presuntamente relacionados con los hechos: Pablo y Manolo. Mateos fue a hablar con estos dos militantes en varias ocasiones y, en el libro, expone cómo fueron las conversaciones. Baena fue torturado de todas las formas posibles hasta que la policía obtuvo su firma. Era una forma rápida de cerrar una investigación y de no admitir que quizás habían cometido algún error. “La dictadura es la única responsable de todas las muertes, porque fue quien ordenó los fusilamientos después de unos juicios que fueron una farsa”, dice de forma contundente Mateos, al que no se le han abierto todas las puertas. “He pedido qué sucedió porque quería reescribir unos hechos que ocurrieron hace medio siglo y que están prescritos. Quería hacerlo también para la familia de Baena, porque hay interrogantes que les atormentan. Creo que tiene sentido explicarlo porque forma parte de uno de los episodios más trascendentales de la historia de España”, afirma el periodista, que insiste en que el periodista insiste del régimen franquista en sus últimos días.
Nadie ha querido decir quién fue el autor material de los hechos, si Baena disparó o no, y porque la policía fue a buscarle. “He intentado que me lo contaran, pero ellos creen que tienen motivos suficientes para mantener el pacto de silencio, y no puedo juzgarlos por ello”, relata.
Hace años que Mateos conversa con ella, con esta militancia antifranquista, y ha hecho otras investigaciones, como la que recoge en el libro Caso Cipriano Martos (Anagrama). “Tengo un gran respeto hacia una militancia que lo sacrificó todo, pero los dirigentes me merecen otro tratamiento. He podido leer las actas de las reuniones y las transcripciones literales de los debates internos y ahí se pone de manifiesto su ceguera estratégica”, asegura. Aquel 1975 en lo alto estaba Raúl Marco y Elena Ódena.
El 27 de septiembre de 1975 Franco envió a la muerte a cinco hombres a los que condenó en juicios que fueron una farsa. Mucha gente se movilizó para evitar estas muertes e, incluso, el papa Pablo VI quiso contactar con el dictador, sin éxito, para que perdonara la vida a Jon Paredes Manot (Txiki) y Angel Otaegi Etxeberria, acusados de pertenecer a ETA, ya Luis Humberto Baena Alonso.
Jon Paredes Manot
Jon Paredes , conocido como Txiki, porque era muy pequeño: medía 1,52 m de altura y lo mataron en Collserola. Tenía sólo 21 años. Ninguna de las balas, disparadas por los subfusiles de una guerrilla formada por voluntarios de la Guardia Civil, le mató. Tuvo que recibir un último disparo de gracia. Le acusaron de pertenecer a ETA y de haber fallecido a un policía en Barcelona en el transcurso de un atraco a una sucursal bancaria. Nunca se demostró que él había sido el autor del disparo. Pero esto a Franco le era indiferente. Quería dar un escarmiento y Txiki era la víctima más fácil.
Angel Otaegi Etxeberria
A Angel Otaegi Etxeberria le ejecutaron en la cárcel de Burgos. Le volaron la cabeza. Fue condenado como culpable por su participación directa en la muerte del cabo primero de la Guardia Civil Gregorio Posadas Zurrón y de pertenecer a ETA. Él siempre afirmó que no había sido el autor material de los hechos y que sólo buscaba pisos en los que esconder miembros de la banda. Tenía 27 años y había trabajado en el sector metalúrgico y pesquero.
José Luis Sánchez Bravo
Como Baena, Sánchez Bravo fue ejecutado en Hoyo de Manzanares, en Madrid. Tenía 21 años. Tras participar en varias acciones de protesta por la ejecución de Salvador Puig i Antich, huyó de Vigo y se estableció en Madrid, donde estudió física. Miembro del FRAP, le detuvieron y mataron tras acusarle de planear el asesinato del teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez.
Ramon García Sanz
Es el tercer miembro del FRAP al que ejecutaron en Hoyo de Manzanares y le enterraron allí mismo porque ningún miembro de su familia pudo reclamarlo. Había crecido en un orfanato. Como Sánchez Bravo, fue acusado y condenado por el atentado de Antonio Pose Rodríguez. Era soldador de profesión y tenía 27 años.
La inocencia (y los secretos) de Xosé Humberto Baena, el último fusilado del franquismo