La memoria y el recuerdo frente al silencio y el olvido

A propósito de la publicación de la novela ‘La Maleta’, la historia de un viejo militante anarcosindicalista.
Josep Pimentel / Historiador /23 sep 2022 08:00
Foto: Frente de Aragón, 1937. Archivo fotográfico de las Oficinas de Propaganda Exterior de la CNT-FAI, IISG Ámsterdam © Fotografías Kati Horna Foto.

Hemos perdido muchas historias de nuestro pasado reciente, las historias de nuestras abuelas y de nuestros abuelos. Durante un tiempo de silencio, de castigo y de olvido, estas historias estuvieron enterradas en lo más profundo de la memoria. Ocultas, resguardadas.

El paso del tiempo hizo que toda esa generación de hombres y mujeres que nacieron a principios del siglo XX, y que lucharon por conseguir un mundo mejor, hayan fallecido y que solo se haya podido recuperar una ínfima parte de esa historia oral que ha llegado hasta nosotros. Son diversos los factores que han contribuido a que fuera difícil poder acercarnos a estas historias.

Por un lado el miedo, como me dijo Alfredo Andreu en una conversación por mail: “cuánto lamento no haberle insistido a mis abuelos para que me comentaran sus vivencia sobre la guerra, pero el miedo era mucho y eran bastantes reacios a recordar, tal vez pensaban que si lo contaban podrían ponerte en peligro”.

Por otro lado el terror, como relata José Hidalgo: “había algo que aterrorizaba tanto o más […] cuando se presentaban a altas horas de la noche a detener a alguien, sin que nunca se supiese a quién […]. Todavía, al cabo de los años, tiene la gente un miedo instintivo, heredado de los padres que vivieron aquellos horrores” (Miquel Izard: Genocidas, cruzados y castradores. Terror y humillación en nuestro pasado, Madrid, 2015, Los libros de la Catarata, p. 71).

Y por otro lado la represión, que implicaba también perder la memoria. En palabras del psiquiatra Enrique González Duro: “el miedo a expresar la menor disidencia era omnipresente: había que «olvidar», negar la propia historia vivida y callar” (Enrique González Duro: Los psiquiatras de Franco. Los rojos no estaban locos, Barcelona, 2010, Península, p. 129).

Durante un tiempo de silencio, de castigo y de olvido, estas historias estuvieron enterradas en lo más profundo de la memoria. Ocultas, resguardadas

La Maleta no es más que un intento, a través de un ejercicio narrativo, de recuperar la memoria colectiva de una generación que tuvo que permanecer en silencio por mucho tiempo, y en relación a la cual la democracia no estuvo a la altura a la hora de reparar el mal afligido. En palabras de Joan, el nieto de Eliseo, el viejo militante anarcosindicalista: “la dictadura quebró toda una generación y la democracia profundizó en el olvido” (La Maleta, p. 8).

Reivindicamos poder recuperar esas viejas historias ocultas dentro de viejas maletas, en un ejercicio de reivindicación del recuerdo y la memoria frente al silencio y el olvido. Si esas historias no se explican, no existen. Y si no existen, es más sencillo que el relato de los vencedores y los poderosos se siga imponiendo. Por lo tanto, la función de los que trabajamos en recuperar la memoria histórica de nuestros abuelos y abuelas somos “los guardianes de la memoria”, como diría el profesor Miquel Izard, que no es otra que la de poner luz a ese camino de oscuridad que el silencio y el olvido pretenden borrar. Ese silencio y el olvido son un lastre para alumbrar el camino de la historia.

Esta maleta se pudo abrir, pero han quedado muchas maletas cerradas y que permanecerán en silencio para siempre.

¿Qué nos explica La Maleta? La Maleta es la historia de Eliseo, un viejo militante anarcosindicalista que, unos meses antes de morir, entre otoño e invierno de mil novecientos noventa y seis, decide escribir sus memorias y ocultarlas dentro de una vieja maleta. Unos años después, en febrero de 2020, justo antes de vender la antigua casa de Eliseo, su hija menor y su nieto encuentran esa vieja maleta en el desván. Dentro de ella está el diario de Eliseo, junto a unas cartas y unas fotografías antiguas.

Eliseo es un personaje de ficción que está inspirado en muchas de esas historias que he conocido en los últimos veinte años. Tiene un poco de Pedro García Martínez, uno de los muchos chicos de la calle que recorrieron la Barcelona revolucionaria de mil novecientos treinta y seis, entre las barricadas levantadas por los obreros y los bombardeos de la aviación fascista. Es un obrero del metal que, a temprana edad, aporta ya un jornal trabajando en una de las muchas fábricas del barrio obrero del Poblenou.

En la fábrica, Eliseo contacta por primera vez con las ideas anarcosindicalistas a través de otro de los personajes centrales de esta historia, Sebastià. Este era originario de un pueblo del interior de las comarcas de Tarragona, de familia adinerada. A pesar de que pudo tener una vida cómoda, decidió dejarlo todo e irse a probar suerte en Barcelona. En su juventud, Sebastià estuvo vinculado a diversos grupos anarco-comunistas del barrio de Sant Martí de Provençals en Barcelona. Pero un buen día, y a raíz de los atentados del corpus de mil ochocientos noventa y seis, lo detuvieron junto a la gran mayoría de los obreros disidentes de la ciudad y lo torturaron y encarcelaron. Sebastià introdujo a Eliseo en el ideal anarcosindicalista, que empezó a extenderse como mancha de aceite durante la II República entre los obreros de Barcelona.

Eliseo estudiaba por las tardes en las escuelas de obreros que se extendían por todos los barrios de la ciudad, participaba en los grupos excursionistas, conoció el naturismo y se dio sus primeros baños de sol en las playas de Ocata. En esos grupos conoció a Flora, que vivía en el vecino barrio del Clot, también con fuerte tradición anarcosindicalista. Flora era hija de aragoneses por parte de madre y de familia con fuerte tradición libertaria.

Otro personaje central de esta historia es Karl, el brigadista sueco que conoce Eliseo cuando se alistan a una milicia para participar en las colectividades de Aragón. Karl era uno de los muchos idealistas antifascistas europeos que no dudó dos veces en salir de la comodidad de vida para luchar en España para frenar al fascismo, que ya enseñaba sus fauces en todo Europa.

Esta historia se mueve entre el recuerdo de los hechos vibrantes que vivió Eliseo durante la II República, la Barcelona revolucionaria de mil novecientos treinta y seis, el Aragón colectivizado, la Barcelona bombardeada de mil novecientos treinta y ocho y el duro exilio en las playas de Argelers en febrero de mil novecientos treinta y nueve, y el hecho determinante que hace que decida escribir su historia en un diario: la detección de un cáncer de páncreas. Por lo que este libro también es una reflexión en torno a la muerte. Que se pueda hablar de ella con naturalidad, sin complejos, puesto que la vida no es más que un aprendizaje, unas vivencias, unos recuerdos y unos hechos vividos que nos conduce a la muerte.

Tal y como he comentado anteriormente, estas memorias las escribe Eliseo en mil novecientos noventa y seis. Concretamente en otoño, coincidiendo temporalmente con el desalojo del Cine Princesa de Barcelona, uno de los emblemas del movimiento okupa en la ciudad condal.

¿Por qué se le dio tanta importancia entre el movimiento okupa la defensa del Cine Princesa? Este edificio, que llevaba más de veinte años abandonado, en el número catorce de la Via Laietana, una de las arterias principales de la ciudad, fue okupado por miembros de la Assembla d’Okupes de Barcelona el 16 de marzo de mil novecientos noventa y seis. Era la Barcelona post-olímpica y la okupación de este edificio céntrico dio mucha visibilidad al movimiento okupa y generó un amplio debate sobre la especulación urbanística, la falta de espacios libres y las primeras denuncias por los precios abusivos de la vivienda. También se pretendía denunciar el papel especulador de los agentes inmobiliarios. El propietario del edificio era Finques Forcadell, que interpuso dos demandas contra la okupación del edificio. Por su parte, Joan, nieto de Eliseo, formaba parte activa del colectivo okupa de Barcelona y en la novela se pretende dar un recuerdo a aquella okupación, de la que recientemente se cumplieron veinticinco años.

Joan es la generación de los nietos de los obreros que perdieron la Guerra civil, en el que Eliseo tiene puestas sus esperanzas de una nueva generación rebelde que recupere el espíritu de aquellos obreros que durante un tiempo construyeron de las cenizas un nuevo mundo, aunque fuese durante un corto pero intenso verano en el ya lejano mil novecientos treinta y seis.

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