La mirada ante el abismo: “El mayor triunfo del franquismo es que el olvido haya perdurado hasta hoy”

Paco Roca y Rodrigo Terrasa rescatan la lucha del movimiento memorialista y la exhumación de fosas a través de la historia de Leoncio Badía, el enterrador de Paterna. La novela gráfica que publican, más allá de hablar de historias individuales, trata el respeto a los Derechos Humanos.

Portada de ‘El abismo del olvido’ (Astiberrri, 2023), la novela gráfica de Rodrigo Terrasa y Paco Roca.

Leoncio Badía Navarro sabía que algún día esas fosas se exhumarían. Quizá no se imaginó que fuera a hacerse unas ocho décadas después de aquellos asesinatos, pero llegaría el día, y llegó. Leoncio fue el enterrador de Paterna, donde se vio obligado a inhumar a unas 2.000 personas recién fusiladas por el franquismo. “Así que quieres trabajar, rojito”, le dijo el alcalde. “Pues a enterrar a los tuyos”, prosiguió. Su historia, que habla de humanidad, resistencia y sensibilidad, que habla de lo humano, se recoge en El abismo del olvido (Astiberrri, 2023), una novela gráfica guionizada por Rodrigo Terrasa y Paco Roca, este último también al mando de los pinceles.

Los autores, acertadamente, decidieron entrelazar el pasado con el presente. Los avances del movimiento memorialista quedan patentes en estos nuevos productos culturales que ya no solo hablan de la Guerra Civil y la represión que conllevó, sino que también tejen hilos narrativos asociados a un presente que todavía duele y grita. Algo parecido ha sucedido con la película recién estrenada “El maestro que prometió el mar”.

Roca llegó pronto a la conclusión de que es imposible hablar del presente sin referenciar las fosas comunes repartidas por España, según afirma. “No podemos hablar de la represión franquista sin tener en cuenta que casi 90 años después seguimos en la misma situación, con un país regado de cuerpos asesinados”, exclama. Y así aparece en la publicación. En aquel momento, el régimen privó a miles de personas de poder despedirse de sus seres queridos. “Se les prohibió tener ese rito, ese funeral”, agrega.

En realidad, El abismo del olvido es la historia de Leoncio, pero no solo. “Vivimos en un país que, desgraciadamente, alrededor del tema de la memoria y en particular la exhumación de fosas comunes siempre hay un ruido político que lo convierte en algo ideológico”, comenta Roca. Pero esa, aunque una parte importante, no es toda la historia: “Cuando hablas con las familias, o con Pepita Celda [una de las protagonistas del cómic, que todavía vive en la vida real, hija de José Celda Beneyto, arrojado a la fosa 126], te das cuenta de que esto es un tema humano, de derechos humanos”, reitera el guionista y dibujante.

Tragarse las lágrimas para siempre

Para Roca, esta ha sido la novela gráfica más complicada que ha realizado a nivel emocional. “Me impactaba tanto lo que me contaban, esas desgracias, que me costaba encontrarle algo de luz. Nunca olvidaré cuando Pepica nos dijo que la última vez que vio a su padre con vida no lloró, tal y como le pidió su tía. Te lo decía como falta de emociones, que se tragó las lágrimas, y que desde entonces ni ha reído ni llorado”, desarrolla.

De esta forma, los trazos y el texto del cómic son tan elocuentes como puntiagudos. “Si no empatizas con el relato es imposible transmitirlo. Al final, acabas estando en la piel de las viudas, del fusilado, del enterrador”. El cómic tampoco huye de apuntes antropológicos: “Hasta donde sabemos, el ser humano es el único animal que entierra a sus muertos”. Ello entronca con una vuelta más al pasado que Roca y Terrasa decidieron añadir en la obra. Se remiten a un pasaje de la Ilíada en el que Aquiles robó el cuerpo de Héctor. “Así mostramos que Pepica no busca un revanchismo político, sino tan solo encontrar a su padre, cerrar la herida”, explica Roca.

“El trabajo de los arqueólogos ha sido deshacer el de Leoncio… desenterrar la memoria”, explicitan en un momento dado. No les falta razón. En el cementerio de Paterna hay 180 fosas, algunas de ellas con más de seis metros de profundidad y con cientos de cuerpos en su interior. Estos cuerpos, muchos de ellos, tuvieron suerte de caer en las manos de Leoncio. Les limpiaba, les trataba con respeto, y ponía los nombres de los asesinados dentro de un frasquito de cristal, bajo sus nucas. También apuntaba en cuadernos que terminaron quemados la ubicación exacta de cada cuerpo. Sabía que algún día esas fosas se exhumarían.

Llegar tarde a la historia

En este caso, la historia juega entre un pasado y un presente demasiado hermanados, aunque haya ciertas resistencias a verlo desde este plano. Lo saben bien son los arqueólogos, quienes trabajan en escenarios de crímenes, a pesar de que a nivel institucional apenas se haga nada por desenterrar a todas las personas que se saben dónde están.
De los cuerpos exhumados en Paterna, solo el 10% pudieron ser identificados. “Llegamos tarde. Esto debería haber sido una de las prioridades de la democracia, pero en España todavía no hay un consenso respecto a lo que fue la dictadura y la represión”, especifica Roca. Desde su punto de vista, ese es el gran triunfo de la dictadura, que “a día de hoy haya perdurado el olvido, el querer borrar a la mitad de España”.

La publicación no evita esta realidad: “Y ahora las exhumaciones son una carrera contrarreloj. Los familiares directos van muriendo y cada vez es más difícil identificar los cuerpos. En eso se han convertido las exhumaciones de las fosas, en una lucha contra el tiempo y el olvido”. También aquí: “El olvido es el abismo que separa la vida de la muerte”.

La memoria en disputa

Por otro lado, a Roca no se le escapa el mantra tan repetido de si esta es “otra obra sobre la Guerra”. Así responde: “Parece que nosotros somos un caso raro, cuando la memoria histórica es una de las prioridades de todos los partidos, sobre todo de la derecha y ultraderecha, que quieren acabar con ella en cuanto llegan al poder”. Él, que vive en la Comunitat Valenciana, lo conoce de cerca. Uno de los primeros pactos que firmaron el PP y Vox en la región fue acabar con la ley regional de Memoria. “Es una herida abierta que está ahí, y ahí podemos decir mucho desde los cómics, el cine o la ficción. Tenemos un subpapel que puede llevarnos a reflexionar por qué a día de hoy sigue este problema”, apunta.

En una sociedad tan vehiculada por códigos visuales, que esta historia llegue en forma de cómic es un paso más hacia la restauración de la memoria. “El cómic es barato de producir y eso nos da una gran libertad para tocar los temas que queramos y que, en un principio, pueden ir contra determinados pensamientos”, concluye el dibujante.

La mirada ante el abismo: “El mayor triunfo del franquismo es que el olvido haya perdurado hasta hoy”