La resistencia antifranquista habita en La Casa de La Memoria La Sauceda

Este memorial en Jimena de la Frontera (Cádiz) alberga una biblioteca de miles de libros y pudo levantarse gracias a las familias de los represaliados, entre los que estuvo el abuelo del dueño de la multinacional Festina, Miguel Rodríguez, cuyo papel fue decisivo.

Imagen de archivo de la exhumación de El Marrufo.
Imagen de archivo de la exhumación de El Marrufo.Público / Cedida.
“Cuando mi padre y mi tío, Andrés y Antonio Barreno Pérez desaparecieron después del bombardeo en la Sauceda, mi madre dejó a dos de mis hermanas con dos familias de parientes en dos cortijos, La Granaílla y Murta, donde trabajaban; y con una burra que tenía, nos montó a mi hermano y a mi y se dirigió a Jimena de la Frontera. Allí detuvieron a mi madre las tropas franquistas que ya habían tomado el pueblo y después de tomarle declaración y dejarla en libertad, nos fuimos al castillo de Castellar, también tomado por los franquistas”.
“Más del 80% de los sujetos exhumados presentan indicios violentos de algún tipo, con prevalencia de orificios de proyectil en el hueso. Casi un 40% de los individuos muestran lesiones perimortem (antes de la muerte)”. “Las características anatómicas, que denotan posiciones forzadas de las extremidades superiores, y la propia presencia física de vestigios de fibras, nos indican la posible atadura de las muñecas de una serie de individuos”.
En 2012, en el cortijo del Marrufo fueron, en efecto, exhumados 28 cadáveres de republicanos, asesinados tras la conquista de la zona, un agreste y bello valle en lo que es hoy el parque natural de Los Alcornocales, en la confluencia de las provincias de Cádiz y Málaga, a finales de octubre de 1936 por las tropas franquistas.
“Aislado y con todas las poblaciones adyacentes en manos de los sublevados, el Valle de La Sauceda se convirtió así, en uno de los últimos lugares que permaneció fiel al Gobierno republicano en la zona”, se lee en el trabajo Historia y memoria de la guerra civil: La Sauceda y El Marrufo, de Rocío Romero Márquez.
Casa de la Memoria.Exterior de la Casa de la Memoria La Sauceda.
Exterior de la Casa de la Memoria La Sauceda.CEDIDA
En octubre, una vez aseguradas por las fuerzas golpistas las áreas aledañas, estas lanzaron su ataque, perfectamente coordinado, contra el valle de La Sauceda. Primero, desde Sevilla aviones  Breguet XIX, bombarderos ligeros, despegaron y lanzaron metralla y furia, bombas que causaron el pánico y amplios destrozos, como queda recogido en la película documental La Sauceda, de la utopía al horror, dirigida por Juan Miguel León Moriche.
La ocupación se produjo a finales de octubre y al mismo día siguiente, según Sígler, ya comenzó la represión. El Marrufo se convirtió en un “campo de reclusión”. “A la gente que capturaban en el entorno, los recluían en El Marrufo. Allí había varias naves amplias y una ermita. Eran gente normal y corriente, que tenía allí sus cabras y sus cultivos. Gente que estaba resistiendo”.
El cortijo del Marrufo pasó así de ser el centro de la resistencia antifranquista a ser el centro de la represión. El teniente Robles dirigió desde allí los fusilamientos. “El Marrufo era propiedad de Manuel Guerrero, y contaba con un total de 787 hectáreas cuyo cultivo o aprovechamiento estaba dedicado al monte y labor”, recoge el trabajo de Romero Márquez.
El número de fusilados es, empero, incierto. Como riguroso historiador, Sígler enumera los datos contrastados: “Por una parte, hay en la invasión terrestre [la de las cuatro columnas], 70 fallecidos republicanos en una zona y otros 20 fallecidos en otra zona. Y hay además testimonios que recogen la identidad de 55 fusilados en todo este entorno”.

La Casa y Festina

Sin embargo, la labor efectuada entre 2011 y 2012 permitió exhumar esos 28 cuerpos, que se hallaron en siete fosas, de los que trece de ellos fueron identificados con nombres y apellidos, a través de pruebas de ADN.

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Raúl Bocanegra

Redactor de Público en Andalucía desde abril de 2018. Profesor colaborador de redacción periodística en la UOC. Licenciado en Derecho y máster en periodismo por la UAM/El País. Le gusta el baloncesto y leer. Cuando tiene tiempo, escribe. Es autor del relato Río Tuerto. Lo puedes localizar en el correo rbocanegra@publico.es.

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