La restitución moral de las víctimas del franquismo. El caso de Juan Antonio Codes Rodríguez (I y II)

Juan Antonio Codes Rodríguez: republicano, masón, librepensador y ateo… enterrado bajo una cruz. Primera parte y segunda parte.
Foto: Lápida de Juan Antonio Codes.
Ángel Olmedo Alonso/Historiador y coordinador-director de los Campos de trabajo de memoria histórica de la ARHMEX. / Chema Álvarez Rodríguez, Autor de ‘Extremadura anarquista. Siglo y medio de movimiento libertario, represión y contracultura’ 22 JUN 2023 07:00

La Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Ley de Memoria Democrática, reconoce el derecho a la reparación moral y a la recuperación de la memoria personal y familiar de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura. Siguiendo el modelo de visita de estudio a “lugares de la memoria”, realizamos otro similar en Montijo (Badajoz), el pasado 15 de abril de 2023. Allí nos topamos con la historia de Juan Antonio Codes Rodríguez (1862-1939).

Existen numerosas referencias a Juan Antonio Codes en la bibliografía sobre Montijo. Una de las primeras la encontramos en la Introducción a la Historia del Movimiento Obrero en Montijo, libro publicado por Juan Carlos Molano Gragera en 1982. Años después, en la Revista de Ferias y Fiestas del Ayuntamiento de Montijo de septiembre de 1985, Antonia Gómez Quintana y Lourdes León Gómez publicaron un artículo muy completo sobre su figura bajo el título “Un intelectual librepensador”. Finalmente, Candela Chaves abundó sobre su destino final en su obra Sentenciados. La represión franquista a través de la justicia militar y los consejos de guerra en la provincia de Badajoz, 1937-1950 (PREMHEX, 2015). Todos estos estudios coinciden en el carácter anticlerical y librepensador de Juan Antonio Codes Rodríguez. Del mismo modo hemos contado con las aportaciones de José Alberto Hidalgo Piñero, investigador sobre la masonería[1]. Nosotros queremos plantear aquí su estudio desde el punto de vista de respeto y reconocimiento a la forma de pensar de las víctimas de la represión franquista.

Nosotros queremos plantear aquí su estudio desde el punto de vista de respeto y reconocimiento a la forma de pensar de las víctimas de la represión franquista

Acontece a menudo que, personas que habían sido militantes de organizaciones obreras y sindicales, republicanas, anarquistas, comunistas o socialistas, muchas de ellas declaradas ateas e, incluso, anticlericales, cuando son sacadas de las fosas comunes a las que fueron arrojadas, algunos de sus familiares plantean una reinhumación por el rito religioso católico. Se trata, en la mayoría de los casos, de actos de buena fe, como parte de la tradición, pero desde nuestro punto de vista entendemos que hay una falta de respeto a las creencias íntimas de aquella persona.

Estos rituales religiosos se suelen manifestar también ante la mirada atónita de aquellas personas que se consideran como parte de la “familia ideológica”, aquellas que siguen militando en las mismas organizaciones. Tales personas se sienten herederas de aquellas y defensoras de las ideas por las que fueron asesinadas. La cuestión es compleja y no tiene fácil solución. ¿Deben prevalecer las ideas de la persona asesinada, es decir, las de su familia “ideológica”, o las de su familia “de sangre”? Sin duda se impone procurar algún tipo de acuerdo, y es por ello por lo que planteamos este caso de Juan Antonio Codes.

Un viejo republicano encarcelado con 76 años

El 10 de enero de 1938 Juan Antonio Codes Rodríguez (1863/1938), natural y vecino de Montijo (Badajoz), fue detenido en su domicilio por los franquistas Francisco Fuentes Casilda, entonces brigada comandante del puesto de la Guardia Civil, Benito Feijoo Mateo e Isidoro Hervella Urdániz, ambos falangistas y este último hijo del notario del pueblo, implicado en una denuncia por violaciones de la que salió impune[2]. Juan Antonio Codes fue llevado primero al depósito municipal de Montijo y después trasladado, con fecha del 28 de febrero de 1938, a la cárcel de Almendralejo. Apenas un mes después, el 21 de marzo, fue juzgado en un consejo de guerra en Badajoz. Tenía 76 años de edad.

Juan Antonio Codes fue llevado primero al depósito municipal de Montijo y después trasladado, con fecha del 28 de febrero de 1938, a la cárcel de Almendralejo

Su consejo de guerra se encuentra en el Archivo General e Histórico de la Defensa[3]. La acusación era la de “Excitación a la rebelión”, algo habitual en este tipo de juicios sin garantías para los procesados. En su condena influyeron tanto su trayectoria vital, claramente entregada a la mejora social y económica de los más desfavorecidos, como la biblioteca de la que disponía, considerada por acusadores y testigos como de ideas revolucionarias, con textos pornográficos y libertinos. Frente a él testificaron aquellos vecinos que más saña tenían a las ideas de Codes, entre quienes destacó el párroco del pueblo, con solo dos testigos que le eximieron de toda culpa. Por sus acciones y sus ideas fue condenado a 12 años de prisión. La sentencia, que no tiene desperdicio, es muy interesante para conocer el espíritu reaccionario y vengativo de las nuevas autoridades impuestas por los golpistas:

“Resultando: Probado y así se declara que el procesado JUAN ANTONIO CODES RODRÍGUEZ, de 76 años, natural y vecino de Montijo, de mala conducta, sin antecedente penales, y de ideología marxista, afiliado a la secta masónica en una logia de Mérida, en la que ingresó como aprendiz con el nombre simbólico de Pericles, quedando después en calidad de durmiente, y que se había distinguido en todo tiempo en el pueblo de su vecindad combatiendo a la Iglesia, siendo el primero que contrajo matrimonio civil, dejando de administrar a sus hijos el Sacramento del Bautismo, grabando en la lápida que cubrió la fosa de uno fallecido signos masónicos, al proclamarse la República arreció en sus combates contra las ideas religiosas pidiendo expulsión de las monjas del convento, culminando la campaña de propaganda disolvente y revolucionaria al iniciarse el Glorioso Alzamiento Nacional, aconsejando a los marxistas y alentándolos a cometer desmanes y atropellos, y practicando un registro en su domicilio. Una vez liberado el pueblo le fue intervenida la biblioteca en la que existía gran cantidad de volúmenes, antirreligiosos, pornográficos[4], marxistas, masónicos, disolventes y revolucionarios por cuya tenencia le fue impuesta por la Autoridad Militar la multa de 10.000 pesetas, siendo detenido y trasladado a la Prisión de Almendralejo, en la que continuó haciendo campaña revolucionaria y propaganda marxista, viéndose obligado el Jefe de la Prisión a apartarle de los demás reclusos. (…). Se decreta el comiso de los libros, folletos, papeles intervenidos al procesado los que serán destruidos en forma establecida por la Ley… (…)”.

Juan Antonio Codes murió el 21 de mayo de 1939[5] en la prisión de Badajoz, en circunstancias poco claras. Según unas fuentes, por “bronconeumonía”, según otras, a causa de una “caída por las escaleras”. Como se desprende de este documento, incluso en prisión siguió haciendo defensa de su pensamiento, claramente anticlerical y democrático, un pensamiento que dejaría por escrito desde que tuvo uso de razón. El caso, sangrante, es que este librepensador, que dio su vida por sus ideales, fue enterrado en Montijo y en su sepultura se colocó una lápida con una cruz católica, como símbolo religioso. Un castigo post mórtem y una muestra de la victoria del nacionalcatolicismo, que no podía permitir que una persona librepensadora, es decir, aquella que es definida por defender una doctrina que reclama para la razón individual independencia absoluta de todo criterio sobrenatural (Diccionario de la RAE), fuera sepultada según sus propias creencias.En este artículo trataremos de fundamentar sus convicciones laicas como medio de demostrar que, a día de hoy, Juan Antonio Codes Rodríguez sigue enterrado bajo una lápida contraria a sus creencias y a la vida que inspiraron, algo que con toda seguridad va contra el deseo de sus últimas voluntades.

Un poco de historia sobre la trayectoria de Juan Antonio Codes Rodríguez

Se atribuye a Pericles (político, magistrado y militar ateniense en el siglo V antes de nuestra era) la conversión de Atenas en el centro académico y cultural de toda Grecia. Isaac Asimov dijo de él, en su Historia de los griegos, que “elogió la democracia por dar a cada hombre la libertad de conducirse como eligiese, por considerar a los hombres iguales y dar al pobre la oportunidad de gobernar, si se juzgaba que podía ayudar a la ciudad, por abrir a la ciudad a los forasteros y no ocultar nada, por creer en las cosas buenas de la vida, las fiestas, la alegría y el refinamiento, por no prepararse constantemente para la guerra, pero ser capaces de combatir con igual bravura cuando estallaba la guerra”[6].

Estas palabras definen muy bien cuál debía de ser el carácter de Juan Antonio Codes, nacido en Montijo (Badajoz), en 1863[7], un retrato del orador ateniense al que su contemporáneo Tucídides bautizó como “el primer ciudadano de Atenas”, por la defensa que hizo de la democracia frente a la aristocracia griega, y cuyo nombre, Pericles, adoptaría el montijano Juan Antonio Codes como nombre simbólico al ingresar en la masonería.

Sus ideas ilustradas y librepensadoras se forjaron durante su infancia y adolescencia en el seno de una familia de buena posición social. Su padre fue José de Codes Núñez, del Partido Demócrata, miembro de la Junta Revolucionaria de Badajoz en 1854 a favor de Espartero, y su madre Inés Rodríguez Gragera, hermana de un diputado conservador.

Sus ideas ilustradas y librepensadoras se forjaron durante su infancia y adolescencia en el seno de una familia de buena posición social

Durante el curso 1877-1878, con apenas 15 años de edad, realiza sus estudios en el Instituto Provincial de Badajoz[8], a cuyo claustro se acaba de incorporar como catedrático numerario de Física y Química don Máximo Fuertes Acebedo, quien poco después sería director del mismo instituto.

Fuertes Acebedo, profesor de Juan Antonio Codes, era de ideas avanzadas. En 1883 publicaría un libro, El darwinismo. Sus adversarios y defensores, que le costaría la misma dirección del Instituto, debido a la campaña orquestada contra él por el ultramontano periódico El Avisador de Badajoz, dirigida por el canónigo Ramiro Fernández Valbuena, quien se escondía en sus ataques contra el evolucionismo y los krausistas bajo el seudónimo de Clara Sintemores[9]. Aparte de Fuertes Acebedo, otros profesores de reconocido abolengo krausista y masónico, seguidores de la Institución Libre de Enseñanza, dan clases al joven Juan Antonio Codes, como Anselmo Arenas López o Tomás Romero de Castilla, con cuyo hijo, Francisco Romero de Castilla, coincidiría después en Montijo, donde este último sería maestro de primera enseñanza.

Después del Instituto Provincial, en 1880, Juan Antonio Codes marcha a Madrid, a la Universidad Central, donde inicia estudios de medicina, que no acabará[10]. Cuando llega a Madrid ya va imbuido de las ideas krausistas y liberales que abogan por un cambio político, social y cultural en la España de la Restauración. A buen seguro participaría en los sucesos conocidos como de “Santa Isabel”, cuando a principios de 1884 los estudiantes de la Universidad Central se echan a la calle en un tumulto para defender la libertad de cátedra.

Ese mismo año abandonaría sus estudios universitarios y regresaría a Montijo, donde comienza, en compañía de alguno de sus hermanos y otros jóvenes montijanos, a participar en la vida política y cultural del pueblo, con la reconstitución, en 1886, del Comité Local Republicano, en compañía de Alonso Barragán Reinoso y Bernabé Rodríguez Mesa, ambos naturales de Lobón y afincados en Montijo. Este núcleo republicano, laicista, critica la usura de la Iglesia, tal y como se desprende del ataque que contra él y el ya mencionado maestro Francisco Romero dirige el semanario católico de Badajoz El Avisador, en sus ediciones del 12 y el 19 de abril de 1888, a raíz de un artículo publicado previamente por estos en el Diario de Badajoz. El Avisador califica a los librepensadores de Montijo de “vientecillos de la universidad”, judaicos y calumniadores. Como curiosidad, cabe decir que el mismo periódico del 19 incluye un artículo del Obispo de Gratz (Austria) bajo el título “Al fuego los libros malos” en el que se incita no sólo a quemar libros sino también periódicos contrarios a la fe católica, “para evitar que el veneno entre en las casas”.

El Avisador califica a los librepensadores de Montijo de “vientecillos de la universidad”, judaicos y calumniadores

El octubre de 1891 contrae matrimonio civil con su prima Fernanda Codes Ramas, en el que hasta ahora es el primer matrimonio civil y no religioso del que se tenga constancia en la historia de Montijo, lo cual es criticado de nuevo por El Avisador, que en un artículo lo define como “matrimonio perruno”, por no estar sujeto al dogma canónico. Juan Antonio Codes denuncia por ello al periódico ante los tribunales, por delitos de injurias contra él y contra su esposa, encargándose de la acusación particular el letrado de Badajoz, también krausista y republicano, Rubén Landa Coronado[11], sobrino de Carolina Coronado[12].

El juicio se vio en la Audiencia Provincial de Badajoz el 29 de noviembre de 1892. Se dictó sentencia contra Julián Martínez, director de El Avisador, por injurias y calumnias, con condena de un mes y 15 días de arresto mayor, 200 pesetas de multas y pago de la tercera parte de costas, asumiéndose de oficio el resto.

Sin embargo, Juan Antonio Codes y su esposa, Inés Codes, resultarían excomulgados por el Obispado de Badajoz, tal y como sabemos por los testimonios y pruebas presentadas en el consejo de guerra contra su persona.

Un miembro crítico y criticado por la oligarquía local

Montijo, situado estratégicamente entre Badajoz y Mérida, en el S. XIX producía cereales, aceite y vino, así como contaba con una importante presencia de la ganadería lanar, cabras, cerdos, vacuno y yeguar. El ferrocarril facilitaba las comunicaciones y el transporte de productos. Existían también algunos talleres artesanales y poco más. Como señala Molano Gragera[13], “La Desamortización de las tierras de la Iglesia y comunales a mediados del pasado siglo provocó una concentración de las dehesas en manos de las familias con mayor liquidez -los Valdivia, los Bootello, los Mendoza, los Rodríguez, los Piñero- e influencia política”. Por su parte, “Los campesinos expulsados de sus tierras comenzarían a pasar hambre y miseria, pues sólo había trabajo en verano. Los nuevos propietarios preferían contratar a jornaleros y segadores portugueses y castellanos, que aceptaban salarios inferiores, lo que provocó incendios de cosechas y de las casas de los propietarios”, así como hambre y motines frecuentes. Poco a poco, fueron apareciendo nuevas ideas como el liberalismo democrático, el republicanismo y el movimiento obrero, que se identificaba con una parte de la burguesía, los artesanos y los trabajadores frente a la clase caciquil defensora de la monarquía tradicional.

Poco a poco, fueron apareciendo nuevas ideas como el liberalismo democrático, el republicanismo y el movimiento obrero, que se identificaba con una parte de la burguesía, los artesanos y los trabajadores frente a la clase caciquil defensora de la monarquía tradicional

Juan Antonio Codes pertenecía a una familia de hacendados, propietarios de tierras y con negocios en diversos sectores, entre ellos, el de cobradores de impuestos, que contaban con un importante patrimonio económico. Estaba emparentado, por parte de padre y madre, con las familias más destacadas de la oligarquía local, como ya hemos señalado, algunas vinculadas políticamente con las ideas progresistas y otras, con las conservadoras. A pesar de estas relaciones sociales, debido a su compromiso político, que se salía de los cánones que se le suponían por su posición social, no dejó de ser atacado de forma feroz por sus detractores.

Uno de los ataques que sufrió fue como consecuencia de ser detenido y acusado de malversación y estafa, por una cuestión relacionada con el cobro de impuestos y contribuciones, si bien él afirmaba que se trataba de una persecución contra su persona por sus posturas políticas. Una práctica habitual en los sistemas de cobros de impuestos era que la Hacienda del Estado utilizara el arrendamiento de impuestos mediante el que una persona o empresa se encargaba de la recaudación. El mecanismo funcionaba, además, como un sistema de préstamo o adelanto de lo recaudado y con depósito de fianza para el caso en el que el cobrador no ingresara las cantidades acordadas. La contrapartida estaba en los beneficios que los arrendatarios obtenían con estas prácticas y el problema fundamental que presentaba este modelo era la diferencia entre lo que se recaudaba y lo que se entregaba en Hacienda.

En el caso de Juan Antonio Codes fue denunciado, junto a otros socios, por supuestas irregularidades en este tipo de prácticas. Fue a juicio en 1920[14] a cuenta de unos Arriendos para la recaudación de impuestos con Hacienda por la supuesta falta de ingresos en los plazos marcados, a pesar de que el Estado había cobrado dichas cantidades a partir de la fianza depositada y que finalmente recibió el veredicto de “inculpabilidad[15]”.

No obstante, a pesar de no ser declarado culpable, esta cuestión sería utilizada en contra de su persona de forma recurrente por sus enemigos políticos, incluso en el consejo de guerra que sufriría durante el franquismo para su condena.

La defensa de los valores cívicos y librepensadores

Del matrimonio civil de Juan Antonio y Fernanda, cuya dignidad Codes supo defender, saldrían tres hijos, Virgilio, Lealtad y Sócrates, nombres laicos con reminiscencias masónicas que no constan en el santoral cristiano y que para la época eran muy significativos. Ninguno de los tres fue bautizado tras nacer. Virgilio moriría muy joven, siendo apenas un niño. El 28 de marzo de 1903 fue enterrado en el cementerio de Montijo, mediante una ceremonia puramente civil a cuyo cortejo asistió todo el vecindario, incluso una representación de los centros obreros de Puebla y Montijo, tal y como informó en una reseña mortuoria su amigo Bernabé Rodríguez Mesa, quien se lamentaba de que en un pueblo como Montijo la conducta de Codes no tuviera más imitadores, pues con éste, según el informante, eran ya cinco los actos civiles llevados a cabo por Juan Antonio Codes[16]. Se trataba de actos revolucionarios y de un ejercicio de la libertad ideológica que venían a cuestionar los cánones de la época, en los que toda la vida social estaba supeditada al control de la moral que imponía la Iglesia católica.

Se trataba de actos revolucionarios y de un ejercicio de la libertad ideológica que venían a cuestionar los cánones de la época, en los que toda la vida social estaba supeditada al control de la moral que imponía la Iglesia católica

Las ideas librepensadoras y progresistas se iban asentando poco a poco, aportando otras formas de ver la vida, cuestión que, lógicamente, no estaban dispuestos a permitir los defensores de las ideas reaccionarias y las oligarquías conservadoras locales. Por todo ello, sería excomulgado por el obispo de la Iglesia católica en 1891.

Juan Antonio Codes y Bernabé Rodríguez, de acuerdo con sus convicciones, actuaron como testigos en el matrimonio civil[17] del librepensador Francisco Salomé Rodríguez con Isidora Práxedes del Cubo. Al acto, que fue en el juzgado municipal, asistieron amigos y correligionarios. “Estos actos, tan vituperados por el clero, beatas y fanáticos católicos, van siendo algo frecuentes en este noble pueblo, tan levítico y fanatizado”. Actuó como juez el suplente, D. Remigio Fernández, por haber pedido licencia el titular “tal vez porque, dadas sus ideas religiosas, le repugnaba celebrar un acto del que en su caletre[18] caciquil se creería relegado”. Posteriormente, este matrimonio tuvo una hija, que también fue bautizada en un acto civil, en el que se le puso el nombre de Justicia[19], del que también fueron testigos Codes y Bernabé, señalando que eran ya siete los actos de este tipo en Montijo. Otra de las facetas en las que se involucró Juan Antonio Codes, junto al también montijano, Sebastián Garay, eran en actividades de difusión de las ideas progresistas. Así, participan en una recaudación de fondos para traer a Belén Sárraga[20] y otros propagandistas a Badajoz.

Juan Antonio Codes, defendió, como padre y como librepensador, no imponer sus ideas ni oponerse a las de sus hijos, en el sentido de que las creencias debían formarse sobre la base de la lógica y la razón en lugar de la autoridad, la tradición o algún dogma. En este sentido, respetó a sus hijos cuando fueron conscientes de las ideas que estaban dispuestos a profesar, fueran religiosas o no. Así, Lealtad Codes y Codes recibiría bautizo por voluntad propia entre 1908 y 1913[21], adoptando el nombre de Inés, y, en el caso de Sócrates recibió también bautizo, aunque este caso es diferente, pues intuimos que posiblemente fue obligado por las circunstancias y la presión del nacionalcatolicismo, ya tomado el pueblo de Montijo por los fascistas tras 1936, adoptando el nombre de Fernando-Sócrates.

Dentro de su extraordinaria personalidad, se mostró, además, como defensor de la naturaleza y el respeto a la misma. En una denuncia sobre la tala de árboles en San Juan (Badajoz), en un artículo afirma que “Soy partidario entusiasta y decidido de los árboles[22], los quiero y los reverencio, entre otras muchas particularidades, por el hermoso complemento que con nosotros toma en el fenómeno fisiológico de la respiración. Nosotros devolvemos y arrojamos lo que nos molesta, perjudica y mata; el carbono. Ellos, amorosos y buenos siempre, lo recogen; y nos dan lo que nos agrada, beneficia y da vida; el oxígeno. Hay que inculcar a los niños y a los hombres el amor a los árboles”. Acaba el artículo señalando que donde hacen mucha falta los árboles es “en las orillas del Rivillas y Guadiana, desde un kilómetro más arriba de Badajoz hasta un kilómetro más abajo, y si puede ser más arriba y más abajo, mejor”.

En el ideario de Codes estaba la voluntad de respetar las ideas de los demás, aunque fueran contrarias a las suyas. Sin embargo, como veremos en un siguiente artículo, a día de hoy son las suyas las ideas que aún falta por considerar, enterrado bajo unos signos en contra de su voluntad.

Bibliografía

[1] Se suele señalar como el origen de la masonería los gremios de los oficios medievales donde comenzó la organización de las Logias, para enseñar, transmitir y mantener el secreto de los oficios. “La masonería es una organización iniciática, de perfeccionamiento personal de los hombres y mujeres que pertenecen a estas asociaciones centenarias. Pero también es una escuela de pensamiento libre, una fábrica de ideas, las cuales, durante sus más de trescientos años de existencia, han contribuido al progreso de la humanidad, implementando en la sociedad sus tres divisas fundamentales, la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad”. José Alberto Hidalgo Piñero. https://www.propronews.es/trabajo-los-masones-1/

[2] Citado por Espinosa Maestre, F. Por la Sagrada Causa Nacional. Historias de nuestro tiempo. Crítica, 2021, pp 217/221.

[3] Consejo de Guerra. TMT1. Madrid | Sumario 23 | Legajo 6068. CODER RODRIGUEZ, Juan Antonio. Agradecemos a Irene Olmedo del Sol que nos facilitara el acceso al consejo de guerra.

[4] Era habitual que una persona tan culta e interesada por todas las ciencias tuviera un amplio repertorio en su biblioteca. En aquella época, era frecuente que revistas de medicinas o del ámbito naturista llevaran fotos o dibujos de personas desnudas, lo que era interpretado por mentes inquisidoras y tan estrechas como “pornografía”.

[5] Aunque en su lápida consta como año de fallecimiento 1938, diversos documentos del consejo de guerra y su certificado de defunción fijan la fecha de la muerte en 1939. En unos se señala el 21 y en otros el 22 de mayo de dicho año. Agradecemos a Vicenta Álvarez Rodríguez que nos facilitara el certificado de defunción.

[6] Isaac Asimov, Los griegos. Una gran aventura, Alianza Editorial, Madrid, 1982, traducción de Néstor Míguez.

[7] Las fechas y edad varían según los documentos. Si atendemos al certificado de nacimiento incluido en el consejo de guerra, nació el 17 de enero de 1863, en la Calle de la cárcel, nº 3, hijo de José de Codes, de profesión hacendado, y de Inés Rodríguez, nieto de Diego Ángel de Codes García (El Rasillo de Cameros/Logroño) y de Josefa Núñez, maternos, Juan Rodríguez Gragera y Catalina Bautista.

[8] Resumen del Estado del Instituto Provincial de Badajoz durante el año académico de 1877 a 1878, Badajoz, 1878, Imprenta de la Viuda de Arteaga.

[9] “El darwinismo y unos cuantos beatos de Badajoz”, en Chema Álvarez Rodríguez, Extremadura anarquista. Siglo y medio de movimiento libertario, represión y contracultura, Mérida, Ed. Jarramplas, 2022.

[10] Su expediente académico como alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central entre 1880 y 1884 consta en el Archivo Histórico Nacional, Signatura UNIVERSIDADES,5440, Exp.5.

[11] Rubén Landa Coronado (Badajoz, 1849-1923), sobrino de la escritora Carolina Coronado. Fue abogado y Decano del Colegio de Abogados. Krausista y masón. Fue Jefe provincial del partido republicano. Su participación en el apoyo al levantamiento prorrepublicano en Santo Domingo de la Calzada le obligó al exilio hasta 1885. Dirigió el periódico LA CRÓNICA. Su hija, Matilde Landa Vaz, (Badajoz, 1904/Palma de Mallorca, 1942). Matilde no había sido bautizada, conforme a las ideas librepensadora de sus padres, y posteriormente tampoco quiso ella por su compromiso político con el partido comunista. Detenida por los franquistas, el sábado 26 de septiembre de 1942, día que estaba prevista la ceremonia de bautismo, con 38 años, se lanzó desde una galería de la prisión, falleciendo. Se apunta como causa más probable del suicidio la terrible situación de presión a que estaba siendo sometida por parte de las autoridades penitenciarias y eclesiásticas para ser bautizada.

[12] La Crónica, Badajoz, 13-11-1891, p. 2

[13] Molano Gragera, J.C. “El triángulo «Lealtad masónica» de Montijo. Su proyección en la vida cultural y social de la villa” https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/961400.pdf

[14] Correo de la mañana, Año VII Número 2115 – 1 de agosto de 1920

[15] La inculpabilidad es la ausencia de culpabilidad; significa la falta de reprochabilidad ante el derecho penal, por faltar la voluntad o el conocimiento del hecho. Esto tiene una relación estrecha con la imputabilidad; así, no puede ser culpable de un delito quien no es imputable.

[16] La Región Extremeña, 4.4.1903, p. 2.

[17] La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXVI Número 3993, 17 de enero de 1899

[18] Habilidad mental, inteligencia, capacidad de comprender y discernir

[19] La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXXII Número 4335, 11 de marzo de 1900

[20] La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXVI Número 4246, 10 de noviembre de 1899. La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXVI Número 4246, 10 de noviembre de 1899. Belén de Sárraga Hernández (Valladolid, 1872 -Ciudad de México 1951)1. Belén Sárraga fue una periodista y oradora muy reconocida. Activista feminista y anarquista, defensora del laicismo y contra el clericalismo, murió en el exilio en Méjico. Sobre su visita a Badajoz, ver Chema Álvarez Rodríguez, Extremadura anarquista, Mérida, ed. Jarramplas, 2022, pp 59-71.

[21] Lealtad Sócrates aparece en diversas ocasiones mencionada como señorita muy bella en las noticias de sociedad de la prensa de Badajoz hasta 1908, si bien en 1913 se da noticia de su lista de regalos de boda con el nombre ya de Inés Codes y Codes (La Región Extremeña, 30-09-1913). Contrajo matrimonio con Luis Capote, hijo del acaudalado propietario de Montijo Rodrigo Capote Gutiérrez.

[22] La Región Extremeña, diario republicano, Año LIX Número 11541, 31 de enero de 1913.

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En reivindicación de una sepultura laica: Juan Antonio Codes (II)

Segunda parte del caso de Juan Antonio Codes, un republicano enterrado bajo un signo contrario a sus ideas. En reivindicación de una sepultura laica.
Ángel Olmedo Alonso ,  Historiador y coordinador-director de los Campos de trabajo de memoria histórica de la ARHMEX.
Chema Álvarez Rodríguez , Autor de ‘Extremadura anarquista. Siglo y medio de movimiento libertario, represión y contracultura’
22 jun 2023 07:00

El primer entierro civil en Montijo fue el de Ana Mesa Caballero, en julio de 1897, mujer librepensadora y republicana, madre del también librepensador y masón, Bernabé Rodríguez Mesa. En un artículo de Juan Antonio Codes dedicado a su compañero Bernabé, refiriéndose a la muerte de su madre, escribe “prevenirse de antemano contra la intransigencia feroz y mezquino criterio de secta, realizado por el clero en muchas ocasiones, arrebatando a las familias los cadáveres de los que se morían fuera del gremio de la Iglesias, quiso realizar un acto público que le sirviese de escudo, abjurando del catolicismo y haciendo protesta de simpatía a los modernos ideales”.

Explica Codes que Ana Mesa, en cuanto se enteró de qué trataba el acto de entierro civil, mostró deseos de adherirse a lo solicitado por su hijo, “con tal empeño, que así consta en sesión celebrada por este Municipio en agosto de 1894; esto unido a declaraciones terminantes y espontáneas que hizo la finada antes de abandonar la mansión de los vivos, ha dado lugar a que se celebre en Montijo el primer sepelio, prescindiendo de las ceremonias religiosas”[1].

De esta forma se desarrolló el acto: a las diez de la mañana sacaron el cadáver de la casa mortuoria, contigua a la Plaza; ésta y las calles del tránsito estaban llenas de personas de todas las ideas y pertenecientes a todas las clases sociales, que se asociaron a la comitiva fúnebre, “en todos los semblantes se retrataba la impresión grande que producía el nuevo y trascendental acto que se llevaba a cabo; parecía que una fuerza invisible y misteriosa unía todos los corazones en un mismo y hermoso sentimiento, el del respeto mutuo y la mutua transigencia”.

De vez en cuando se paraba la marcha por ser muchos los amigos de la familia que deseaban cumplir con el deber de coger el ataúd; la manifestación de duelo fue calificada como “grandiosa, pacífica, imponente, ordenado y numerosa” aunque al llegar al cementerio, la zona reservada para los actos civiles era calificado como, “cuchitril miserable que sirve de cementerio laico (y gracias que tenemos eso), tan miserable y vergonzoso como el que sirve de reposo eterno a los católicos. De uno y otro he protestado con toda energía, y protestaré mientras no desaparezca tamaña afrenta para Montijo (…)”[2].

El ideario de republicano, progresista y masón

Encontramos la figura de Juan Antonio vinculada a los partidos republicanos, como, por ejemplo, su participación en el Comité de Coalición Republicana[3] que estaba formado por D. Alonso Barragán, como presidente, D. José Antonio García, vicepresidente, D. Bernabé Rodríguez, vicepresidente 2º, y los vocales: D. José Carretero, D. Juan Abadito. D. Aurelio Codes, D. Miguel Amores, D. Juan Hidalgo, D. Rafael Godoy, D, José Sánchez Bravo y D. Antonio Rodríguez Ramas, siendo secretarios: D. Casimiro Codes y D. Ángel Marín Antón y como delegado en el provincial: D. Juan Antonio Codes.

En mayo de 1895, en compañía del maestro Francisco Rodríguez y de su hermano Eustaquio Codes y otros, protagonizan una reunión en Montijo en la que deciden reavivar el Partido Republicano[4], reunión presidida por un retrato del pedagogo Joaquín Sama, profesor de la Institución Libre de Enseñanza, que acababa de fallecer.

Juan Antonio Codes fue impulsor de la asociación “La Defensa”, que el incipiente movimiento obrero estaba poniendo en marcha y con la que los viejos republicanos sentían cercanía y simpatía. Son frecuentes sus charlas y apoyo a esta entidad

En 1896 ingresa en la logia masónica de Mérida “Emérita Augusta”[5], y al año siguiente contribuye a crear el triángulo montijano “Lealtad masónica”, donde alcanza el Grado 3º de Maestro. Su nombre simbólico en estas logias sería el de Pericles, “el primer ciudadano de Atenas”. No en vano le puso a su hija Lealtad el mismo nombre del triángulo montijano al que perteneció, y en la lápida de su hijo Virgilio, que estaba en el cementerio civil nuevo, ya después de 1914, figuraba el signo masónico de la escuadra y el compás. A día de hoy esta lápida está desaparecida, si bien por información de un familiar y por la documentación que aparece en el consejo de guerra contra él, creemos que se encuentra dentro del actual nicho de Juan Antonio Codes.

La visión sobre la sociedad montijana del momento es muy crítica por parte de Codes, anclada en el pasado, sin pulso ni inquietudes por avanzar, con unas instituciones locales inoperantes. Sobre los componentes del Ayuntamiento y el tipo de personas que lo formaban señalaba en 1902 que “El nuevo Ayuntamiento constituido hoy lo componen diez pachequistas[6] y cuatro albarrañistas. No especifica el color político porque carecen de él y porque les es desconocido: aquí nunca se ha luchado por ideas ni los principios, siempre se ha hecho por el personalismo y la peseta”[7]

Juan Antonio Codes fue impulsor de la asociación “La Defensa”, que el incipiente movimiento obrero estaba poniendo en marcha y con la que los viejos republicanos sentían cercanía y simpatía. Son frecuentes sus charlas y apoyo a esta entidad, así como la plasmación más tarde de una coalición republicano socialista para las elecciones de concejales para el ayuntamiento de Montijo. En su implicación con el movimiento obrero, hay crónicas en la prensa regional sobre el Primero de Mayo, tanto de Codes como de su compañero Bernabé Rodríguez Mesa[8], en las que hablan de la primera celebración en Montijo, en el año 1902, en la que participaron en la manifestación 1.000 personas de los 1.200 socios que tenía la sociedad obrera La Defensa. Llama la atención que se destaque el hecho que ninguno de los obreros fuera embriagado[9] y hacía constar que esto era también gracias al trabajo de la asociación: “Esto prueba que no solamente se benefician los intereses materiales del proletariado con estas asociaciones, sino que también se moralizan y corrigen en sus vicios y costumbres”.

La manifestación se organizó de la forma siguiente: Formando dos filas de a dos[10] iban los mil manifestantes. En medio de estas dos filas y a la cabecera ondeaba una bandera blanca. A la mitad del séquito se ostentaba otra bandera gualda con la inscripción siguiente:

“¡Paz Universal! 8 horas de trabajo. 8 horas de instrucción y recreo. 8 horas de descanso. ¡Loor a los mártires del trabajo!”.

Cerraba la marcha la banda de música. La manifestación recorrió varias calles y luego se desplazó hasta las eras comunales, donde se formó un gran círculo con todos los asistentes, para luego volver a la localidad.

Dentro de su compromiso social por transformar la sociedad, la participación de Codes en la vida política institucional de Montijo consta desde el año 1891, con el cargo de concejal. Entre sus intervenciones municipales destaca el empeño en la edificación de un cementerio nuevo, alejado de la población. Como miembro de la Comisión de Instrucción Pública y de Sanidad[11] de 1894, reclama la construcción de un nuevo cementerio en las afueras de Montijo, que incluya uno civil, pues el actual, que se encuentra muy cercano a la población, en lo que en nuestros días es el Parque Municipal, “no da abasto para más entierros y es un foco de infección”. Su empeño le lleva a denunciar la situación en una carta al director publicada en La Región Extremeña, en la que dice:

“Aquí no existe cementerio civil, ni se ha hecho en el católico el apartado o la ampliación para los que mueran fuera de la comunión católica, como está mandado repetidas veces, y algunas con carácter apremiante. De modo que el día que muera un maldito hereje de los poquitos que por desgracia en ésta estamos, que lo echen a los perros. No hay más que un cementerio, propiedad de la santísima madre la Iglesia, y con decir que es de la Iglesia está dicho todo; más que lugar conveniente y decoroso para que reposen los sagrados restos de nuestros progenitores y semejantes, es un basurero o pocilga, de todo junto, impropio e inservible al alto fin que se destina”[12].

“Aquí no existe cementerio civil, ni se ha hecho en el católico el apartado o la ampliación para los que mueran fuera de la comunión católica, como está mandado repetidas veces, y algunas con carácter apremiante”

Un día después de publicada esta carta, la noche del 15 de julio, ardió el osario de este cementerio, junto con algunos cadáveres que estaban sin enterrar, por no disponer de sitio. Según informó La Región Extremeña, “el olor que se extendió por toda la localidad fue tan nauseabundo, que muchas personas se vieron acometidas de vómitos”[13]. En la misma noticia se informaba de que un vecino de Montijo, probablemente Codes, había presentado un escrito al Gobernador Civil, secundado por numerosas firmas de paisanos, para que tomara cartas en el asunto, pues desde abril habían muerto más de 200 niños en la localidad, posiblemente debido a infecciones emanadas del cementerio, sin que el Ayuntamiento hubiera hecho nada por paliar el problema, salvo añadir una pequeña cantidad de terreno al campo santo para enterramientos, justo en la parte más cercana a las calles del pueblo, lo cual empeoraba la situación. Codes recordó al Ayuntamiento en varias ocasiones, en los plenos, que a principios de 1892 se había destinado en los presupuestos municipales una cantidad para edificar el nuevo cementerio, y acusó en diversas ocasiones a la Iglesia[14] de escurrir el bulto frente al asunto, cuando el actual cementerio era de su propiedad[15].

Sin embargo, hasta 1914 no se edificaría el nuevo cementerio de Montijo, en las afueras de la población, en su localización actual.

Aunque la actitud de Codes pueda parecer de un anticlericalismo radical, le movía más su convicción laicista. Tanto es así que no se niega como concejal a que la corporación municipal participe en actos de festividades religiosas cuando ésta es invitada por la Iglesia, como se desprende de algunas actas de pleno[16].

Como vemos, el laicismo de Codes, fundamentado en la separación entre lo civil y lo religioso, cunde pronto ejemplo en el pueblo de Montijo, fundamentado en actos como la inscripción en el registro civil de Justicia Salomé del Cubo o el entierro laico de Ana Mesa, madre de su inseparable amigo Bernabé Rodríguez.

La prensa como herramienta de difusión del pensamiento

Ya antes, en enero de 1895 ambos amigos habían fundado La Cotorra, “para defender lo bueno en todas sus múltiples variaciones”, la que hasta ahora es la primera revista impresa de la historia de Montijo. Aunque dura solo un año, esta publicación imprime un carácter laico a la cultura montijana, con la colaboración en sus páginas de muchos republicanos, la mayoría de las veces bajo seudónimo. Codes dejaría también huella en otras publicaciones de carácter laico de Montijo, que seguirían a La Cotorra, como Gente Nueva (1920), Labor, Moysa (1934) o El Avance (1933), de la que fue director.

Del mismo modo, la colaboración de Juan Antonio Codes en la prensa regional es profusa entre los últimos años del XIX y principios del XX, a veces firmando con su propio nombre y otras bajo el seudónimo de Pericles, su nombre simbólico masón. En tales colaboraciones, en periódicos republicanos, aboga por una instrucción adecuada de los niños y niñas de Montijo, reclamando unas escuelas dignas y unos maestros y maestras laicos y laicas, como lo expresado en La Región Extremeña del 19 de mayo de 1913, donde critica la dejadez que hay en este sentido en el pueblo, al que le corresponden, por volumen del vecindario, siete escuelas titulares y solo hay dos, una para cada sexo, en las que algunos niños y niñas tienen que sentarse en el suelo por no haber suficiente sitio. “Es una verdadera desgracia que sean los incultos los que rigen los designios de Montijo”, dice, y compara la situación con la de Puebla de la Calzada, la villa aledaña, donde “las clases directoras no han tenido dinero para terminar la ermita de su querida patrona y sí lo tuvieron para levantar un templo a la primera enseñanza, donde los niños reciben el pan de la ciencia”. Recuerda que, “lo que más preocupa a los grandes estadistas es la despensa y la escuela, como pedía Costa, el gran estadista”, en clara alusión al Regeneracionismo de Joaquín Costa y su esencial obra.

Hombre especialmente culto, cuyo placer por la cultura y los libros debió de compartir con su esposa, Fernanda Codes Ramas, disponía de una abultada biblioteca que, además, implanta también en el Círculo Recreativo Republicano, que ayuda a fundar en 1934

Hombre especialmente culto, cuyo placer por la cultura y los libros debió de compartir con su esposa, Fernanda Codes Ramas, disponía de una abultada biblioteca que, además, implanta también en el Círculo Recreativo Republicano, que ayuda a fundar en 1934, en una casa que pertenecía a su hermano Eustaquio Codes, junto al edificio del consistorio municipal, en la plaza del pueblo, biblioteca abierta no solo a los socios del mismo, sino a quien desease hacer uso de los mismos, para la propia instrucción o deleite.

Con la llegada de los golpistas a Montijo, en agosto de 1936, Juan Antonio Codes no sólo sería condenado por sus actos en beneficio de sus vecinos y vecinas. También lo fue por sus lecturas, por su biblioteca, tal y como se desprende la sentencia de su consejo de guerra, donde se dice que se le intervino “la biblioteca en la que existía gran cantidad de volúmenes, antirreligiosos, pornográficos, marxistas, masónicos, disolventes y revolucionarios”.

Detención de un sujeto por Masón, Marxista revolucionario y desafecto al glorioso Movimiento Nacional

Autores como Paul Preston han señalado que el odio de Franco contra la masonería fue, precisamente, por no permitirle ingresar en la misma. Al poco de iniciarse el golpe de Estado contra la II República, en la zona controlada por los rebeldes, comenzaron a dictarse normas y leyes en contra de la masonería, las organizaciones obreras y republicanas que eran declaradas contrarias a la ley y consideradas como rebeldes. Terminada la guerra, el 1 de marzo de 1940, Franco firmó la “Ley para la represión de la masonería y el comunismo” y demás “sociedades secretas”, que fue el origen del “Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo”, una de cuyas funciones fue la requisa de los archivos, bibliotecas y editoriales contrarias al régimen. Se puso en marcha todo un proceso de justificación en base a teorías conspirativas increíbles, como el “contubernio judeo-masónico-marxista”, en las que se acusaba de todos los males del país a estas organizaciones que habían sido legales durante la II República y que pasaron a ser perseguidas y aniquiladas durante la dictadura con una terrible represión sobre estas personas consideradas desafectas al régimen.

En los procedimientos judiciales franquistas contra los acusados de defender la República, “la justicia al revés” como fue definida, podemos obtener algunos datos interesantes de estos procesos en los que se ofrece la particular visión de los vencedores y su ideología falangista, a veces también denominada como “nacionalcatolicismo”. Esta era una de las señas de identidad ideológica del franquismo, por la unión de los valores de la Iglesia tradicionalista y el Estado franquista.

La falta de rigor y de pruebas era lo habitual en las acusaciones contra estas personas, como en el caso de Juan Antonio Codes, que representaba todo los contrario a un régimen dictatorial, que consideró la guerra como una “cruzada” para exterminar cualquier tipo de oposición a sus valores católicos. Todo este tipo de procedimientos no dejaba de ser una pieza más en el engranaje represivo puesto en marcha por los insurgentes para ir modelando el nuevo Estado de la dictadura franquista.

La maquinaria represiva franquista

Como ya hemos comentado, el 10 de enero de 1938 fue detenido en Montijo Juan Antonio Codes. Inmediatamente quedó incomunicado y a disposición de las autoridades golpistas. En el informe incluido en el consejo de guerra se explicaba que “es sujeto de antecedentes dudosos, por haber sido excomulgado de la Iglesia por orden del Obispado en el año 1890, estar casado civilmente, no haberse bautizado sus hijos hasta que no han llegado a ser mayores de edad y haber estado en la cárcel por malversación a la Hacienda”. Fue practicado un registro en el domicilio que dio por resultado encontrar fotografías, cuadros antirreligiosos, libros pornográficos, libros políticos, revolucionarios, prensa, propaganda, escritos, correspondencia y demás documentos que se detallan en la relación que se adjunta[17], por lo que puede apreciarse que este individuo es Masón, Marxista, revolucionario y, por tanto, desafecto al glorioso Movimiento Nacional”.

El cura de la parroquia de San Pedro Apostol de Montijo, D. Juan Pérez Amaya, certificaba que “D. Juan Antonio Codes Rodríguez siempre ha sido de costumbres inmorales, revolucionario y antirreligioso, opuesto al Movimiento Nacional”

En base a todo ello el Asesor jurídico militar de los golpistas, perteneciente al Gobierno Militar de Badajoz, calificaba los hechos como constitutivos de un delito de “Auxilio a la rebelión”[18] y pedía que se instruyera el proceso para esclarecer las “responsabilidades de carácter criminal” a través de juicio sumarísimo de urgencia[19] en consejo de guerra. Además, solicitaba que se le impusiera una multa de 10.000 pesetas, así como que se enviara todo el material incautado en casa de Juan Antonio Codes al Gobierno Militar de Badajoz.

El caso se adjudicó al juez militar Luis Torres-Cabrera, en Almendralejo (Badajoz), quien en una providencia del 28 de enero de 1938 solicitaba informes sobre Juan Antonio Codes al Comandante del Puesto de la Guardia Civil de Montijo, al Alcalde, al Jefe de Falange, al cura Párroco y al juez municipal, así como que se tomara declaración a “tres personas de solvencia moral y de orden”, es decir, de derechas o afines a los golpistas para averiguar sobre las actividades políticas antes y después del “Glorioso Movimiento Nacional”.

En la misma providencia se pedía que Juan Antonio Codes fuera trasladado desde la cárcel de Montijo a la Prisión Colonia habilitada de Almendralejo, en la que ingresó el 1 de febrero de 1938.

Un proceso judicial sin garantías para el acusado

El cura de la parroquia de San Pedro Apostol de Montijo, D. Juan Pérez Amaya, certificaba que “D. Juan Antonio Codes Rodríguez siempre ha sido de costumbres inmorales, revolucionario y antirreligioso, opuesto al Movimiento Nacional”, a lo que añadía que “si no intervino en el (movimiento) marxista fue porque aún para éstos era indeseable; negándoles la intervención cuando se la pedían, pues hasta tal punto había llegado su degradación; perteneció a la masonería, aunque hoy se encuentra entre los que la secta llama durmientes”.

Por su parte, en el informe emitido por Falange se hace constar que antes del “Glorioso Movimiento Nacional”, era de izquierdas, fue uno de los fundadores de la Casa del Pueblo, “durante el dominio marxista, aunque no fue visto con armas, pero sí excitaba a las masas; hay fundamentos para creer que pertenecía a la masonería, tiene enterrado a un hijo en el cementerio civil de Montijo en cuya lápida tiene los signos masónicos; ha sido excomulgado por la Santa Iglesia Católica, contrajo matrimonio civil en el año de 1891, es antimilitarista y en uno de los años de la República, estando los socialistas en el Ayuntamiento, elevó un escrito solicitando la disolución del convento de las monjas; su conducta moral, detestable”.

El alcalde de Montijo, puesto por los rebeldes, Francisco Rodríguez, repetía los mismos argumentos, señalando que “este señor es de espíritu revolucionario y si bien por su avanzada edad no se le vio con armas si era propagandista de ideas revolucionarias”

Por su parte, el alcalde de Montijo, puesto por los rebeldes, Francisco Rodríguez, repetía los mismos argumentos, señalando que “Este señor es de espíritu revolucionario y si bien por su avanzada edad no se le vio con armas si era propagandista de ideas revolucionarias”.

Las tres personas “de solvencia moral y de orden” citadas para declarar sobre Codes fueron el médico, Manuel Zúñiga López, Alfonso Barco y Barco y Julio García Pérez, este último, de la Sociedad de Labradores, que había estado preso por los republicanos. Estos, en su declaración, no cargan las tintas con una persona que seguramente, por su posición social, había tenido trato con ellos, aunque sí destacan las ideas izquierdistas y la pertenencia a la masonería de su vecino, Juan Antonio Codes. Por su parte, el juez municipal, Pedro Movilla, dice que no conoce mucho pues tuvo que ausentarse, aunque Juan Antonio Codes era “de ideas protestantes a la Religión Católica, Apostólica y Romana”. Como testigos de la defensa se pidió declaración a Francisco González-Piñero Rodríguez y Pedro Gragera Quintana, propietario y abogado, quienes vienen a decir que era persona de izquierda, pero que, por su edad, era inofensivo.

Por su parte, existe un escrito de descargo, del 14 de marzo de 1938, del propio Juan Antonio Codes dirigido al juez militar, en el que intentaba rebatir o rebajar las acusaciones de las que era objeto. Hay que tener en cuenta el contexto en el que se desarrollaba el proceso, la dureza de la justicia militar y los miles de muertos de la represión franquista (más de un centenar en Montijo, frente a cero de la represión republicana), y viendo cómo sus compañeros de la prisión en Almendralejo eran condenados a muerte y fusilados por acusaciones sin base ninguna. Juan Antonio Codes, sabedor de su significación política de izquierdas y trayectoria vital, debía de sentir a ciencia cierta la cercanía de la pena de muerte.

“En cuanto a sus ideas se ha manifestado completamente marxista, hasta el punto de llegar a propagarla entre los demás reclusos, en vista de lo cual, me vi precisado a separarlo de los restantes detenidos para evitar la contaminación o efectos que en su caso pudiera producir esa propaganda”

Así, en el escrito del 14 de marzo trata de justificar las acusaciones de las que era objeto. Con el tema de la masonería señala que había sido un tema de juventud, de hacía 45 años. Con respecto a la acusación de su matrimonio civil, dice que se debió a que había impedimento por la Iglesia para un matrimonio religioso por ser familia él y su mujer, aunque, con cierta sorna, añade que este impedimento no se le puso al rey Alfonso XII. Con respecto al no bautizo católico de sus hijos, dice que se debió al hecho mismo del matrimonio, aunque nunca impidió a sus hijos que se bautizaran, de forma que nunca se opuso a que tuvieran signos religiosos en sus habitaciones y “como hombre instruido y educado fui siempre en extremo tolerante, concurrían con sus amiguitas del colegio a las iglesias y procesiones”.

Con respecto a la extensa colección de libros de todas las ideologías encontrados en su biblioteca, afirma que “de nada soy autor y el hombre no debe responder más que de sus actos”, que la mayoría de libros llevaban allí más de cincuenta años y que él los compró libremente: “Opino que cuando los vendían en librerías, estarían autorizados y que nunca fuera delito comprar lo que era lícito vender”. También, con respecto a la ideología del nuevo régimen, totalmente opuesta a las ideas avanzadas del acusado, con un cierto “retintín”, añadía sobre la formación cultural de los golpistas: “Aseguro que el glorioso caudillo de la España grande que nace, ha de desear que todos sus súbditos sean instruidos, cultos, sabios y aún, eruditos. Así no podrán los farsantes engañar a los ignorantes. Sí, sí, es de absoluta necesidad conocer todos los ideales filosóficos, religiosos, políticos, sociales, económicos…, pues en todos hay personas cultísimas que los defiende como buenos, honradamente; porque… ¿cómo vamos a defender un ideal que creemos justo y santo si no se conoce? Y ¿cómo vamos a rebatir y atacar otro que creemos funesto y perjudicial si lo ignoramos. En todas las Bibliotecas de todos los países civilizados existen obras literarias de toda clase que admiten y aprueban todos los eximios Menéndez Pelayo de toda la tierra”.

Termina su escrito diciendo que lleva setenta días en prisión y que no representa un peligro para el nuevo régimen, por su edad, y que ya ha sido castigado con la multa de las 10.000 pesetas y su familia duramente castigada, por lo que pide ser liberado y está dispuesto a trabajar gratis para el municipio.

En otro documento, en su declaración ante el juez, Juan Antonio Codes, de 76 años, con domicilio en la Plaza Piñeros 13 (luego cambiado el nombre por la de “Queipo de Llanos”), de 1,560 de estatura, rubio, ojos castaños, canoso, nariz regular, boca regular, afirmó que no había estado afiliado a ningún partido político de izquierdas y que fue uno de los fundadores de la Casa del pueblo en 1901.

Condenado de antemano

A pesar del escrito de descargo y su declaración, en el documento de Auto resumen de la acusación, con fecha 16 de marzo de 1938, en el “resultando” se hace constar que Juan Antonio Codes es calificado de antecedentes “dudosos” por haber sido excomulgado, estar casado civilmente, no haber bautizado a sus hijos hasta que fueron mayores de edad, pertenecer a la masonería, que fue de los fundadores de la Casa del Pueblo en 1901, que dirigió un escrito al ayuntamiento de Montijo en 1931, pidiendo no que fueran expulsadas las monjas, y sí que fuera cedido al pueblo el convento y que en el registro en su casa los libros prohibidos se debía a que desconocía el Bando[20] de guerra que prohibía los mismos, que era de ideas republicanas. Así mismo se hacía constar que durante su tiempo de prisión en Almendralejo había seguido predicando sus ideas entre los presos. En consecuencia, se concluye que su actividad está penada dentro de los preceptos que recogía el Código de Justicia Militar, por lo que era procesado. Por todo ello y por ser incorregible y no renegar, es por lo que el juez militar de Almendralejo, Luis Torres Cabrera, solicita su traslado a la prisión en Badajoz y el traslado del expediente para ser allí juzgado.

En un escrito firmado por el encargado de la prisión de Almendralejo, Miguel González, el 23 de febrero de 1938, dice que “en cuanto a sus ideas se ha manifestado completamente marxista, hasta el punto de llegar a propagarla entre los demás reclusos, en vista de lo cual, me vi precisado a separarlo de los restantes detenidos para evitar la contaminación o efectos que en su caso pudiera producir esa propaganda”.

Celebración de la farsa del Consejo de guerra y aplicación de la “justicia militar”

El Consejo de guerra contra Juan Antonio Codes Rodríguez se celebró en Badajoz el 21 de marzo de 1938, acusado de “Excitación a la rebelión”, actuando como presidente el teniente coronel de artillería, Juan Membrillera Beltrán y con la asistencia de los capitanes Máximo Trigueros Calcerrada, Agapito Rodríguez Corva y Francisco Moreno Núñez, como ponente el capitán Antonio Lena López, como fiscal, el teniente Manuel Jiménez Cierva y como defensor, el alférez, Ángel Suárez Barcena Llera. El fiscal narra los hechos y dice que el acusado no se haya arrepentido de sus ideas marxistas, pide 12 años de prisión, mientras el defensor pide 6 años. Finalmente, en el Fallo, fue condenado a 12 años de prisión por “Auxilio a la rebelión” y con el agravante de “responsabilidad criminal”.

Posteriormente se hace constar en un documento enviado al Juez Instructor Permanente, Enrique López Llinás, que los libros y documentación incautada a Juan Antonio Codes se envían a esa dirección y que “los que faltan han sido entregados al Excmo. Sr General Gobernador Militar de la Plaza, de orden de la superioridad, y por ser de carácter masónico”. Por una Providencia del 24 de mayo de 1938 se da la orden para la quema de los libros y folletos, a excepción de los libros masones que habían sido enviados al Gobernador Militar, acto que se lleva a cabo en el patio del cuartel militar por el secretario, auxiliado por el ordenanza de este juzgado, José Sánchez Caballero, firmando y sellando la certificación del cumplimiento de dicha orden.

Aún no conforme con la condena tan dura, con fecha 27 de mayo de 1938 se remite la misma a la Comisión Provincial de Incautación de Bienes para la aplicación de la Ley de responsabilidades políticas.

El contexto del fanatismo reaccionario contra los libros

El 1 de agosto de 1936 el periódico Arriba España, en su primer número, incitaba a la destrucción de libros: “Camarada, tienes obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas”. El nacionalcatolicismo recuperaba los “autos de fe”, que como es conocido, se trataba de un acto público organizado por la Inquisición en el que los condenados por el tribunal abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento, para que sirviera de lección a todos los fieles que se habían congregado en la plaza. Las proclamas de Millán-Astray contra los intelectuales, ejemplarizadas en el conocido caso de Unamuno y su oscuro fin, era una prueba del odio al pensamiento crítico que caracterizaba al fascismo español, siguiendo el modelo del nazismo alemán y del fascismo italiano.

No podemos olvidar que estas dos dictaduras fueron el soporte fundamental para la victoria de Franco en la guerra civil. Una destrucción deliberada del conocimiento a base de acabar con librerías, bibliotecas y a quienes defendían un espíritu crítico[21].

La extraña muerte de Juan Antonio Codes y su reparación moral

En un documento fechado en la prisión provincial de Badajoz, de fecha 27 de febrero de 1943, se hace constar que Juan Antonio Codes Rodríguez falleció en la enfermería del centro penitenciario. Por su parte, Rafael Goyeneche y Maz, letrado, Juez municipal en funciones de Badajoz, certificaba que en el folio 245, número 429 del libro 164, de la sección tercera de este registro civil, aparecía el acta de defunción de Juan Antonio Codes Rodríguez, nacido en Montijo, de 77 años, que “falleció en Badajoz el día 21 de mayo de 1939”. Algunas fuentes citan que la muerte se produjo por bronconeumonía, como se recogía en el documento oficial del registro civil. Otras versiones señalaban que se había “caído” por unas escaleras en prisión…

Lo que está claro es que murió en la cárcel y que su cuerpo, por el motivo que fuera, no fue a parar al cementerio de San Juan en Badajoz, donde acababan los fusilados republicanos o los muertos por enfermedad.

En un documento fechado en la prisión provincial de Badajoz, de fecha 27 de febrero de 1943, se hace constar que Juan Antonio Codes Rodríguez falleció en la enfermería del centro penitenciario

Quizás gracias a la gestión de algún familiar, lograron que su cadáver se llevara a Montijo, tal vez con la promesa de darle sepultura de modo acorde a las ideas del nuevo régimen. No hemos encontrado ninguna constancia documental de que Juan Antonio Codes Rodríguez renunciara a sus ideas. Tampoco mostró arrepentimiento, pues su última carta de descargo lo fue para justificar sus acciones, mediante un discurso rocambolesco ante la cercanía de una más que posible ejecución que no fue creíble ni por los mismos que le juzgaron.  Más bien, al contrario, en aquella carta última reconoce haber sido todo lo que fue y haber hecho todo lo que hizo, con un especial cariño a la biblioteca, tan culta, que siempre fue su tesoro.

Hoy día, quien desee visitarle, debe entrar en el cementerio de Montijo y seguir la pared de la derecha, que lleva al cementerio antiguo. A ras de suelo encontrará el nicho 256, con una lápida donde figura la inscripción:

“D. Juan Antonio Codes Rodríguez
Fcio. el 21 de mayo de 1938, a los 77 años.
Sus hijos y nietos no le olvidan”.

En el mismo nicho consta, según el registro municipal, que están los restos de su hijo Fernando-Sócrates Codes Codes, fallecido en 1974. Intuimos que también están los restos de su hijo Virgilio, junto a la lápida con signos masónicos.

Sobre su nombre, en la lápida, hay una cruz y las letras D.E.P.A, siglas del acrónimo católico “Descanse En Paz, Amén”. Tales símbolos, impuestos por la fuerza por quienes buscaban significar con ellos la vuelta al redil de la oveja descarriada

Sobre su nombre, en la lápida, hay una cruz y las letras D.E.P.A, siglas del acrónimo católico “Descanse En Paz, Amén”. Tales símbolos, impuestos por la fuerza por quienes buscaban significar con ellos la vuelta al redil de la oveja descarriada, suponen un agravio a la memoria de alguien como Juan Antonio Codes Rodríguez, vecino ejemplar de Montijo, librepensador, republicano y masón, defensor de los humildes y adalid de la Justicia. En el buen sentido de la palabra, un hombre bueno.

Como él, las víctimas del franquismo merecen una restitución moral y descansar acorde a las ideas por las que lucharon o fueron condenados. En la labor de asociaciones memorialistas como la ARMHEX (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura) está no solo tratar de restituir la dignidad de las víctimas mediante la localización de fosas y entierros dignos, sino dignificar la memoria y rescatar los deseos de quienes murieron de forma tan injusta, enterrados bajo el olvido y los signos contrarios a sus ideas.  Ya es hora de que se les restituyan las voluntades de toda una vida. Verdad, Justicia y Reparación.

Bibliografía

[1] En el Acta Municipal del Ayuntamiento de Montijo referente a la sesión del 19/08/1894, Folio 74,

consta una instancia que dirigen al consistorio Ana Mesa y su hijo, Bernabé Rodríguez, “para poner en conocimiento del cuerpo municipal a fin de que conste un pronunciamiento público que renuncian en absoluto a la Religión Católica Apostólica Romana y que son de ideas librepensadoras. El Ayuntamiento se dio por enterado a la presentada instancia”.

[2] Juan Antonio Codes, Montijo 9 de julio de 1897. Carta de Montijo. La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXIV Número 3511, 11 de julio de 1897

[3] Crónica de Badajoz, periódico de intereses morales y materiales, de literatura, artes modas y anuncios, Año XXVII Número 2054, 8 de febrero de 1890

[4]La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXII Número 2935 – 1895 mayo 12,

[5]  La información sobre la masonería en Mérida en el siglo XIX parece que comienza a tener fuerza a partir de 1860. En sus inicios tuvieron que ver la presencia en la ciudad de franceses e ingleses ligados a la industria del corcho. Algunos de ellos eran masones, y a partir de ahí, se fueron sumando nuevos adeptos y conformando logias.

[6] Grupos locales que respondían los intereses de las oligarquías, tomando el nombre, muchas veces, de sus dirigentes y ajenos totalmente a las clases populares y sus problemas

[7] Artículo firmado por “Pericles”, (Juan Antonio Codes), La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXIX Número 4190, 3 de enero de 1902

[8] La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXIX Número 4296, 4 de mayo de 1902

[9] Era muy frecuente que los obreros al terminar la faena cobraran el jornal y muchos se lo gastaran en la taberna. La transformación social pasaba también por la transformación personal y el abandono de los elementos como el alcohol, que eran elementos que embrutecen a las personas, que suponía un despilfarro del dinero y que alejaba a la clase trabajadora de la lucha al ahogar sus penas en alcohol. Especialmente beligerantes en estos temas fueron las organizaciones anarquistas.

[10] Ley del derecho de reunión pacífica de 15 de junio de 1880 (Gaceta de Madrid, núm. 168, de 16 de junio de 1880) era muy restrictiva, regulaba todas las que fueran mayores de 20 personas y las autoridades podían suspender en cualquier momento, por lo que no se solía gritar o exhibir lemas contras las autoridades. (Quedaban excluidas de estas limitaciones las manifestaciones religiosas)

[11] Pleno de 7 de enero de 1894, Libro de Actas del Ayuntamiento de Montijo de 1894, folio 6.

[12] La Región Extremeña, 14-07-1894, p. 1.

[13] La Región Extremeña, 19-07-1894, p. 1.

[14] En consonancia con otros gobiernos democráticos europeos, la Constitución de 1931 de la II República española defendía la separación de la Iglesia y el Estado. Por otro lado, se procedió a la secularización de los cementerios, terminando con la diferenciación de cementerio “católico” y el “civil”, para evitar la discriminación por clase social, ideas religiosas o motivos de la muerte. Hasta aquel momento, los cementerios eran de la Iglesia, y cobraban por su uso, teniendo establecido, además, diferentes zonas para los no católicos, ateos, no bautizados o que se habían suicidado. Estos eran enterrados en zonas marginales, peor cuidadas y separadas, por lo que los ayuntamientos republicanos procedieron a derribar el muro que separaba ambas zonas. Para ello, además, convocó un acto público para asistir a un evento tan simbólico, como señal de avanzar en la igualdad, sin diferencias, también en cuestiones relativas a la muerte. El franquismo supuso de nuevo la vuelta atrás.

[15] Pleno de 15 de julio de 1894, Libro de Actas del Ayuntamiento de Montijo de 1894, folio 62.

[16] Pleno de 12 de junio de 1892, Libro de Actas del Ayuntamiento de Montijo de 1892, folio 72.

[17] Entre algunos de los documentos encontrados están los siguientes. CUADROS: una fotografía de la República, hecha en la litografía Justiniano de Madrid, tamaño 60X40.Dos fotografías de D. Nicolás Salmerón, tamaño 65 X 50. Una fotografía del periódico “El Motín”, agasajo por la suscripción a José Nakens, fecha 1 de enero de 1923. Tamaño 65 X 40. Una fotografía del mismo periódico de Rafael de Labra, tamaño 55 X 40. Otra del mismo periódico a de José Muro del mismo tamaño. Otra de Gumersindo Azcárate, lo mismo. Otra de Sixto Cámara, lo mismo. Otra de Emilio Castelar, lo mismo. Otra de Rafael del Riego, lo mismo. Otra de Manuel Pedregal, lo mismo. CUADRO ANTIRRELIGIOSO. Una fotografía del mismo periódico y tamaño cuyo título dice: “Guiordano Bruno. Lo quemó la Iglesia en el 1.600 y lo glorifica la ciencia y la libertad en 1885.  Otra del mismo periódico titulado: “Que viene un Cura. ¡Sálvese el que pueda!”. Otra del mismo diario titulada, según los dos cuadros en que aparece dividida: 1º cuadro: los que rezan por Oficio, 2º cuadro, los que roban y asesinan por devoción. OTROS CUADROS. Uno del mismo periódico “El Motín”, (…) LIBROS PORNOGRÁFICOS. Un portafolio del Desnudo que contiene 14 láminas en desnudo. Treinta y nueve libros pornográficos. LIBROS ANTIRRELIGIOSOS. Los que son de los Curas, por Juan Meslier. Artículos Religiosos y Morales por los Dominicales del libre pensamiento. El Solchantre de mi pueblo por Ginés Alverola (…).

[18] Las sentencias de los consejos de guerra, todas muy duras, se establecían en torno a tres delitos: “Adhesión a la rebelión”, las más graves, que conllevaba “pena de muerte” o cárcel entre 30 y 20 años y 1 día de reclusión mayor; el “Auxilio a la rebelión”, que conllevaba penas de entre 20 años y 1 día de reclusión menor y el mínimo de 1 año de prisión menor y en el caso de la tercera modalidad, de acusación por “Excitación a la rebelión”, las penas iban desde los 12 años de prisión mayor y hasta 6 meses de cárcel

[19] El Consejo de guerra sumarísimo de urgencia permitía acortar plazos y garantías para resolver de forma rápida la comisión de un delito grave tipificado en el Código de Justicia Militar y que no podía esperar a la justicia militar ordinaria. En este caso, se estimó que podía ir por la vía ordinaria, más lenta, pero, supuestamente, con más garantías por alargar los plazos, pero también conllevaba seguir en prisión.

 

[20] Un elemento fundamental de la declaración del “Estado de Guerra” era la publicación del correspondiente “Bando de Guerra”, que anulaba todos los derechos y libertades y las sustituía por unas pocas reglas de conducta básica. Además, quedaban destituidas todas las autoridades locales, siendo sustituidas por otras afines, se imponía la entrega inmediata de todas las armas que tuvieran los civiles, la prohibición de reunirse bajo pena de hacer fuego sobre el grupo, la obligación de acudir al trabajo y severas penas a los huelguistas, el toque de queda y el castigo inmediato de cualquier acto que se pudiera considerar contrario a las directrices de los golpistas.

[21] Para saber más sobre la quema de libros en Extremadura durante y después de la Guerra Civil, ver “El bibliocausto extremeño”, en Álvarez Rodríguez, Chema, Extremadura anarquista, Jarramplas, Mérida 2022.