La edición en Cátedra de la poesía completa de Mariluz Escribano da a conocer a muchos lectores una figura que reivindicó sin rencor la memoria de los vencidos de la Guerra Civil
Fusilamiento y destierro
Cuando en 1936 éste toma el poder como gobernador civil, una de sus primeras iniciativas es dictar orden de detención contra Escribano. “El profesor se había marchado de Granada unos días, como esperando que se calmaran los ánimos. Pero tenía una hija de 11 meses y, además, sabía que no tenía nada que esconder ni de lo que arrepentirse, por lo que volvió a Granada. Allí fue detenido y fusilado el 12 de septiembre de 1936”, recuerda Sánchez. “Una de las cosas que marcarán a Mariluz, además de esta tragedia, es el hecho de que el asesino de Lorca, Ramón Ruiz Alonso, conocido como el obrero amaestrado, intentara salvarle la vida, sin éxito”.
La suerte de Luisa tras la pérdida de su marido fue igualmente terrible. Fue acusada de colaboracionismo con la República, despojada de su trabajo y de su casa y enviada con su hija a Palencia, donde cumplió tres años de destierro antes de poder regresar a Granada. “Además, le imponen una multa de 2.000 pesetas, que tiene que ir pagando poco a poco con mucho esfuerzo”, añade la estudiosa. “El caso es que Mariluz nunca me dijo nada de esto, fueron cosas que averigüé investigando en archivos”.
La propia Mariluz Escribano vivió en propia carne, como una herencia maldita, el revanchismo del bando ganador. Tras formarse en la misma disciplina que su padre, Geografía e Historia, entiende que sus puertas profesionales están cerradas y decida marcharse a Estados Unidos. Allí, en el Antioch College de la Universidad de Ohio, se ganará la vida como profesora entre 1964 y 1967. “Fue el primer college donde blancos y afroamericanos compartían las mismas aulas, y hasta Coretta Scott King, la esposa de Martin Luther King, fue estudiante allí en aquellos años”, subraya Sánchez. “Aquel espíritu de defensa de los derechos civiles, de alguna forma lo relacionó Mariluz con lo que había sucedido en España. Empieza a establecer conexiones y a reivindicar una memoria que, en aquella época, el canon imperante en las letras españolas no estaba dispuesto a reconocer”.
Regreso a España
Con este bagaje, una Escribano de 45 años de vuelta a España empieza a trabajar, por fin, como profesora en su país. La primera foto a su regreso la muestra en la Huerta de San Vicente junto a su madre enlutada, justo en el lugar en el que hoy se yergue su estatua. Pero como no parecía dispuesta a callar sus verdades, publicó en el periódico falangista Patria un artículo titulado No nos debes nada, Federico, donde ofrecía una perspectiva universalista de la figura de García Lorca. El revuelo subsiguiente provocó su expulsión de Patria, pasando a firmar en el Ideal de Granada, donde acabaría convirtiéndose en la columnista más veterana de la prensa española: firmó ininterrumpidamente hasta su muerte, en 2019.
Pero, ¿y su poesía? Se sabe que Escribano había escrito desde muy joven, pero demoró décadas en dar a conocer sus versos. Siendo estudiante había ganado el premio de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, pero su madre, aterrorizada, le rogó encarecidamente que no fuera a recogerlo. Ya adulta e integrada en la universidad, siguió escribiendo en secreto, mientras encabezaba iniciativas ciudadanas como la preservación del Carmen de los Mártires granadino, que en el año 74 estuvo a punto de convertirse en un hotel de cinco estrellas. “Se inventó un colectivo de Mujeres Universitarias y escribió numerosos artículos contra aquella construcción, que iban firmando entre varias amigas suyas para no señalarse demasiado”, dice Sánchez.
Su primer poemario, Sonetos del alba, no ve la luz hasta 1991. La edición se agota, pero el silencio de la crítica es compacto. La misma suerte correrían sucesivos títulos como Desde un mar de silencio o Canciones de la tarde. “En los 80 y los 90 se había hecho una reconstrucción de la identidad en la poesía española que dejaba fuera a mucha gente que no cabía entre los culturalistas, los poetas del silencio y los de la experiencia. No estaban preparados para una poesía que hablara tan claramente de la memoria de los vencidos”, explica la estudiosa. “Mariluz ya escribía sobre la importancia de Federico y sobre la memoria, pero lo hace sin rencor, desde un tiempo anclado en lo remoto para que no repitamos los errores del pasado. Su actitud la convierte en la poeta de la reconciliación”.
Manuscrito encontrado
Por lo demás, Mariluz Escribano estaba convencida del nulo interés de su faena poética. Hasta que, tras 20 años encerrado en un cajón, ve la luz Umbrales de otoño. “Es la historia del manuscrito encontrado”, asegura Remedios Sánchez. “Mariluz dirigía la revista Entreríos y me pidió que buscara unos papeles para pedir una subvención. Allí, junto a los pliegos, había una funda con textos escritos. ¿Y esto?, le pregunté. Sonrió. ‘Unos poemas que no interesan a nadie’, me dijo”.
Pero el 2013 en que por fin fueron publicados por la editorial Hiperión, algo había cambiado. Seis años antes, la Ley de memoria histórica impulsada por el presidente Zapatero había supuesto un revulsivo: los perdedores, que hasta entonces y durante 70 años habían hablado de sus muertos en voz baja, empezaron a hacerlo con claridad y serenidad de manera masiva. Cuando el Premio de la Crítica andaluza recayó sobre Umbrales de otoño, el desconcierto de la parroquia poética fue total. “¿Quién se atreve a ganar un premio así con 78 años y sin que la tengamos identificada?”, se preguntaron. Mariluz no respondía a los patrones conocidos. No pertenecía a ningún grupo, no venía avalada por ningún referente… ¡Y además era una mujer! Además, vino a ocupar un espacio que otras poetas, las de aquellos primeros 2000, consideraban como suyo. Pero Mariluz trascendía su dolor personal para ser un reflejo del dolor de todos“, añade la profesora.
El premio actuó en ella como una potente inyección de moral. Sentía que se le había ido mucho tiempo, quizá podía haber escrito más, pero por fin le hacían caso. La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, se volcó en su figura y en 2019, el mismo año de su fallecimiento, le entregó el X Premio de las Letras Elio Antonio de Nebrija. Quienes la acompañaron en sus últimos meses aseguran que su preocupación mayor no era la enfermedad motriz que padecía y que acabó con su vida, sino el afloramiento de los radicalismos en España. “Soñaba con una reconciliación nacional verdadera, sin cierres en falso, y celebró las primeras victorias que se iban consiguiendo en ese sentido”, evoca Sánchez. “Yo le decía que no se preocupara, que su historia no se iba a olvidar, porque no era solo suya, era de mucha gente”.
El Centro Andaluz de las Letras la designó autora clásica para el año 2021, pero la pandemia difuminó el homenaje. El año pasado, con la edición de Cátedra –la única poesía completa dedicada a una mujer en la prestigiosa colección, junto a la de María Victoria Atencia y Gabriela Mistral– hizo de ella un nombre ineludible. La poeta que pidió el perdón del mundo para todos descansa con su legado a salvo, y más leída que nunca.