Las fosas comunes de La Soledad revelan la dimensión de la represión franquista en Huelva

El equipo de la Universidad de Granada y la empresa TCA avanzan en la exhumación de víctimas de la represión franquista fusiladas y arrojadas a las fosas comunes de La Soledad. Decenas de familiares se acercan al cementerio para aportar datos y pruebas y ver el esfuerzo de los investigadores. La Soledad acogerá un gran memorial que recordará con nombres y apellidos a las víctimas.

A las once de la mañana del día 29 de julio de 1936 el capitán golpista Gumersindo Varela comunicó a la Sevilla de Queipo de Llano la ocupación de la capital onubense. Seguidamente quedaba declarado el Estado de Guerra en toda la provincia, prohibido el intento de huelga y se ordenaba la desaparición de todos los emblemas y letreros considerados marxistas. Y de paso se daba luz verde a pasar por las armas a todos los contraventores (los que desobedecieran la orden militar) sin previo juicio.

65 días después del 18 de julio de 1936 los franquistas daban por conquistado hasta el último pueblo onubense.

Comenzaba entonces la gran represión que dejó más de 120 fosas comunes repletas de cadáveres, de hombres y mujeres, repartidas por todos los pueblos que jalonaban la geografía provincial.

Una de esas fosas, la más enorme junto a las de la Cuenca Minera, se iba a ir llenando de fusilados, de represaliados desde lo que se conoce como los meses del terror caliente, del verano del 36 en adelante, hasta los posteriores años en aplicación de consejos de guerra sumarísimos sin garantía alguna para los detenidos o los republicanos que volvieron a sus casas y pueblos y se entregaron a los golpistas tras sus falsas promesas de respetarles la vida.

Era la gran fosa común (varias) del recién inaugurado cementerio de La Soledad de Huelva capital. Ubicado entonces lejos del casco urbano, hoy junto a La Orden, fue el lugar elegido por los franquistas y toda su cohorte de colaboradores militares y civiles para enterrar a gran parte de las miles de víctimas causadas en Huelva.

Más de 1.240 cadáveres de represaliados, de los más de 6.500 contabilizados en toda la provincia, yacen aun hoy en La Soledad, tapados por enormes praderas verdes de césped de entre 60 metros de largo por 15 de ancho y repartidos por casi todos los sectores del camposanto de la capital.

Estos días y hasta finales de agosto en primera instancia, un equipo multidisciplinar de la Universidad de Granada (UGR), encabezados por los científicos e investigadores Francisco Carrión y Daniel Quiroga junto a la empresa TCA Cartografía y Geomática  adjudicataria del proyecto, ha comenzado a arrojar luz, poner nombres y rostros y a intentar identificar incluso por técnicas de laboratorio por ADN a cada una de estas personas fusiladas y arrojadas, amontonadas, a las fosas comunes, y también a las que fueron fusiladas tras consejo de guerra sumarísimo y pasados por las armas en el muro del Parque Moret y el muro de La Soledad que separa la zona del cementerio inglés. Muchos procedentes de la prisión provincial y otros de los campos de concentración de prisioneros instalados en San Juan del Puerto, Peguerillas, Puerto Pesquero de Huelva y la Isla Saltés.

Hasta La Soledad se han desplazado ya más de 60 familiares de estas víctimas de la represión franquista procedentes de la misma capital y de pueblos como Valverde, Nerva, Gibraleón, Cortegana… en un goteo constante para aportar datos de sus padres, madres, abuelos y abuelas que fueron fusilados.

El equipo que dirigen Carrión y Quiroga ha recogido ya unas 25 pruebas de ADN de las consideradas útiles. Muy pocos hijos de las víctimas, tres que tienen casi 90 años, y el resto nietos y nietas que buscan poner fin a un duelo inacabado presente en el corazón de la familia todo este tiempo.

A pesar de que el estado de conservación de los restos es bueno el proceso es tremendamente laborioso. Y los huesos comienzan a hablar, a contar lo que pasó y cómo sucedió.

Sexo, edad, detección de patologías que tenían en vida, secuelas de enfermedades que dejaron sus marcas (polio, prótesis), evidencias perimortem… hasta su causa. Carrión lo expresa con claridad: “los huesos nos dicen si hubo torturas, golpes, contusiones y, por supuesto, el impacto de proyectiles”. Allí mismo había ya analizados cráneos con impactos de balas.

Una vez detalladas las características de cada individuo se toman muestras del hueso petroso ubicado detrás de la oreja. El que más ayuda a la identificación por ADN, luego las piezas molares, descartando las muy desgastadas o con caries, y finalmente un corte de fémur de unos 10 cm. Todas pasan por un horno ultravioleta para eliminar bacterias y evitar contaminación cruzada. Y tras este lento, cuidado y laborioso proceso que se realiza por parte del equipo científico estos restos son enviados a los laboratorios de la Universidad de Granada.

Pruebas que se unen a los hisopos obtenidos de los familiares que han ido pasando por el cementerio de La Soledad, donde se han instalado carpas sobre las fosas para controlar en lo posible hasta la temperatura y un gran laboratorio de campo donde el equipo trabaja sin descanso desde el alba hasta más de mediodía.

Hay ya en Granada acumulados datos de más de 3.000 personas represaliadas en toda Andalucía. Es el denominado Banco de Pruebas de ADN.

El profesor Carrión es realista con los datos y las dificultades. Considera un éxito identificar al 10% de las víctimas del llamado terror caliente. Porque el resto, al tener datos previos de los fusilamientos por fecha y lugar de enterramiento será más fácil.

Cuando acabe este trabajo, que llevará varias campañas como la que se está realizando este año, y previa custodia de todos los restos encontrados, se realizará en Huelva un gran acto público de entrega a sus familiares de esos restos y se construirá en el lugar (cementerio de La Soledad) un mausoleo un gran memorial donde sean dignificadas todas estas personas que llevan décadas enterradas sin ningún miramiento.

La Soledad tendrá un monumento a todas estas víctimas con nombres y apellidos. Tendrán rostro.

El doctor Daniel Quiroga junto a sus colaboradores ha ido desgranando ya los datos que guardan las fosas, de las que van saliendo botones, hebillas, calzado (suelas de caucho), corchetes, cinturones, alambres y, por supuesto, los proyectiles usados para su fusilamiento.

Quiroga señala que en los cortes de terreno en el interior de las grandes fosas, de unos dos metros de largo por 80 cm de ancho, han aparecido ya hasta 8 personas amontonadas arrojadas a ese pequeño espacio. Hasta ahora, hay ya 14 víctimas datadas en esta parte.

Esta fase es solo el principio de un arduo trabajo que necesitará más actuaciones y excavaciones de carácter científico  para poder concluir la ingente tarea de devolver la dignidad que le fue arrebatada a todas estas víctimas y poner fin al duelo inacabado de sus familias.

Carríon y Quiroga confían en avanzar en las investigaciones. Y lo hacen junto a un equipo científico formado por José A. Merino, René Palacios, Javiera Bravo, Laura Gutiérrez, Eric Borja,, Juan Francisco Coto, María José Gámez, Rafa Roldán e Isabel González, entre otros.

https://www.diariodehuelva.es/articulo/area-metropolitana/fosa/20240731132623318965.html