El estudiante fue asesinado el 12 de diciembre de 1977, cuando varios agentes comenzaron a disparar en la Universidad de La Laguna durante una huelga general.

12 de diciembre de 1977. La isla de Tenerife vive una huelga general marcada por la incertidumbre de una Transición donde la represión sigue muy presente. Muchos sectores se unen a la protesta, incluidos los estudiantes. Sobre las dos de la tarde, la Guardia Civil entra en la Universidad de La Laguna (ULL) y comienza a disparar. Una de las balas acaba matando a Javier Fernández Quesada mientras huía por unas escalinatas. Casi 50 años después, no hay culpables.
Javier Fernández Quesada no era ni un líder político ni una persona destacada en los movimientos sociales, solo un estudiante de Biología de 22 años que, como la mayoría de sus compañeros, participó en la movilización. “Sin quererlo ni beberlo se encontró con la muerte”, resume Iván López, director del documental sobre el caso Quesada. La verdad del silencio (2023).
Este crimen se convertiría en uno de los últimos casos de represión del posfranquismo. En un principio, la Ley de Memoria Histórica de 2007—ahora Ley de Memoria Democrática— no incluyó a Fernández Quesada al abarcar solo los casos ocurridos hasta octubre de 1977, pero un cambio en la normativa casi un año después permitió su reconocimiento como víctima de la dictadura.
Un momento de “explosión popular” en Canarias
“En ese momento, Tenerife se encontraba en el momento más huelguístico de toda la Transición”, explica Domingo Garí, profesor de Historia de la ULL y autor del libro Tenerife en rojo (2010). Antes de Fernández Quesada, los asesinatos de Antonio González Ramos y Antonio Padilla de Corona a manos de la Policía franquista en octubre de 1975, un mes antes de la muerte del dictador, y el de Bartolomé García Lorenzo en 1976 encendieron una protesta que llegaría a su auge en 1977.
Bartolomé fue asesinado por la Policía en septiembre de 1976. En un operativo de esta brigada en un barrio obrero de Santa Cruz de Tenerife, ametrallaron una vivienda que acabaría con la vida de este estudiante de Magisterio. “Esto provocó una explosión popular tremenda en toda Canarias, pero sobre todo en la isla de Tenerife”, explica Garí. “Decenas de miles de personas estuvieron saliendo a la calle y confrontando con la Policía”, añade. Consignas como “Viva Canarias libre” llenaban las calles de la isla y, como consecuencia, la represión policial también fue en aumento.
En un contexto global marcado por la crisis del petróleo, que comenzó en 1973, a este descontento se unió una fuerte subida de los precios. En 1977, el país alcanzó una inflación del 28%, llevando a las asambleas de trabajadores de Tenerife a convocar una huelga general el lunes 12 de diciembre de ese año. Miles de panfletos sobrevolaron la isla alertando de “una situación insostenible” —como recoge Garí en su libro— y llevando a unirse a la protesta a numerosos sectores, incluido el de los estudiantes de la ULL. “Los que lo conocían cuentan que, aunque Javier no era muy activo políticamente, sí era alguien comprometido. Cuando salió de la facultad de Biología, estuvo allí hasta que entró la Policía“, explica López.
“Era un tío de escándalo, deportista, atractivo…”. Ricardo Alvarado Quesada, primo de Javier, habla de él como alguien muy querido. Nacido en Gran Canaria, Javier se había mudado a la isla de Tenerife para estudiar Biología en La Laguna. “Era un amante de la naturaleza y del ser humano, alguien muy afable y sobre todo un idealista”, cuenta Iván López tras haber estado muy cerca de su familia para realizar el documental. Ricardo aún recuerda su pasión por el senderismo, los animales y la flora de las Islas Canarias.
Javier había perdido el sistema de prórrogas para aplazar su incorporación al servicio militar. Durante más de un año, tuvo que mudarse a la península y paralizar sus estudios. En ese momento, acababa de retomar el grado tras volver a Tenerife, un grado que jamás conseguiría finalizar.
Uno de los estudiantes sacó una bandera blanca y dijo: ‘Hay un herido, hay un herido’. Ahí la Guardia Civil dejó de disparar
“La jornada transcurrió con piquetes y manifestaciones. A la hora del mediodía, cuando la protesta estaba en un momento de descanso, la Guardia Civil entró en el campus de la universidad para hacer un operativo y ametralló aleatoriamente a los estudiantes que estaban en la entrada del Paraninfo”, explica Garí. El primo de Javier no estuvo allí ese día, pero tiene muy presente lo ocurrido. A lo largo de estos años, muchos testigos le han contado lo que vivieron: “Todos empezaron a huir. Uno de los estudiantes sacó una bandera blanca y dijo: Hay un herido, hay un herido. Ahí la Guardia Civil dejó de disparar”. Javier recibió uno de los disparos y murió poco después.
“¡Han matado a un compañero, únete!”
“Mi marido entra por esa puerta y dice: Le han pegado un tiro en el corazón. Y yo puedo jurar que ese tiro lo sentí dentro”, recuerda María Dolores Quesada Macia, la madre de Javier, en el documental Quesada: la verdad del silencio. Mientras todo ocurría, su primo Ricardo, en su momento un estudiante en su último año de Medicina, estaba en el hospital realizando prácticas. “Estaba apunto de irme cuando dijeron: Han herido a un estudiante en La Laguna”, explica. Se marcharía antes de que la propia Guardia Civil llevara su cuerpo al hospital. Tras horas de confusión en los medios de comunicación, Ricardo se enteró de que su primo había fallecido. “Por la noche fui al cementerio a verlo porque no me lo acaba de creer”, detalla.
“¡Han matado a un compañero, únete!”: el documental de López recoge imágenes de la respuesta social tras el fallecimiento de Javier. “Los tres días posteriores, La Laguna se convirtió en una ciudad en estado de sitio”, explica. Los estudiantes convocaron movilizaciones en todo el país, pero sobre todo en Tenerife. “La muerte de Javier volvió otra vez a despertar en la isla lo que había pasado un año antes con Bartolomé”, añade Garí.

Según López, la respuesta de la Policía fue enviar a más de un centenar de agentes de la península, reprimir las protestas con disparos de gas e imponer prácticamente un toque de queda. Los vecinos intentaron poner crespones negros en sus casas en señal de luto, pero tampoco lo permitieron: “Mucha gente me ha dicho que les disparaban a las ventanas para evitarlo”. Al día siguiente, el 13 de diciembre, el cuerpo de Javier fue trasladado a Las Palmas de Gran Canaria. Durante esa tarde, unas dos mil personas acompañaron a su familia durante el entierro, como contó Diario 16 en una crónica recuperada por el Archivo Linz de la Transición española.
Un sumario “demencial” que no buscó autores
A pesar de la movilización, la respuesta institucional fue prácticamente nula. Así lo resume Rosa Burgos, Letrada de la Administración de Justicia ya retirada y autora de dos libros sobre el caso: El sumario Fernández Quesada, ¿una transición modélica? (2008) y La bala que cayó del cielo (2012). Poco después de la muerte de Javier, el Congreso inició una Comisión de Encuesta centrada en buscar responsabilidades políticas. Además, se abrieron dos sumarios judiciales por parte del Juzgado de Instrucción número 2 de La Laguna y el Juzgado Militar de Santa Cruz de Tenerife —al que fue transferido el caso—. Sin embargo, acabó sobreseído por la imposibilidad de encontrar a los autores.
Todo se hizo sin la intención real de buscar a un culpable. No se buscó saber lo que sucedió
“Todo se hizo sin la intención real de buscar a un culpable. En el sumario, las preguntas que hacen los jueces a los testigos parecen de patio de colegio. No se busca saber lo que sucedió, sino cumplir el expediente y dar por zanjado el tema“, añade López, que ha investigado los procesos judiciales para realizar su documental. “Las declaraciones son muy superficiales y no se hizo prueba de balística, fue algo demencial”, explica Burgos. Según ella, la manera en la que se realizó la investigación imposibilita encontrar al autor del disparo que asesinó a Javier: “Se encargaron muy bien de enmarañarlo todo”.
“Para nosotros [la familia], estaba clarísimo que la responsabilidad era del gobernador civil, Luis Mardones Sevilla, que fue el que mandó a la Guardia Civil”, añade el primo de Javier. “Había una orden de disparar, y no al cielo ni al aire”. Esta opinión es compartida por la ex letrada judicial, que ve a Mardones como “el único al que se le podía exigir responsabilidad política”. Pero esto jamás ocurrió. El que fue gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife, que falleció en 2018, acabaría siendo diputado en el Congreso por Unión de Centro Democrático (UCD) y Coalición Canaria durante 25 años, hasta 2008. Público se ha puesto en contacto con el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática para saber si está investigando el caso, pero a la hora de publicarse este artículo no ha recibido respuesta.
Víctima de una Transición “supuestamente modélica”
Ricardo Alvarado Quesada tardó años en asimilar el asesinato de su primo: “Había sido tan duro desde el punto de vista psicológico que a veces necesitaba hablarlo con los demás para entender que realmente lo vivimos”. El primer libro de Rosa Burgos sobre el caso de Fernández Quesada, publicado en 2008, recuperó este crimen tres décadas después, tras los intentos fallidos de la familia de reabrir el caso judicialmente. “Fue una bendición, ya dábamos por hecho que nunca se sabría nada de su historia”, cuenta Alvarado. Para él, lo sucedido fue una de las medidas que ocurrieron durante una Transición “supuestamente modélica” que no lo fue tanto.
La Ley de Amnistía paralizó todos los procesos que había abierto contra policías asesinos. No ha habido nunca una depuración
Rosa Burgos recuerda esos años de la Transición donde, al igual que en el franquismo, la impunidad de las fuerzas de orden público era “lo normal”. “Muchos casos como el de Javier acabaron sin exigir responsabilidades”, explica. Según ella, la Ley de Amnistía aprobada en 1977 “paralizó todos los procesos que había abiertos contra policías asesinos. No ha habido nunca una depuración “.
El caso de Fernández Quesada se asemeja a otros como el de Manuel José García Caparrós. El sindicalista malagueño fue asesinado, como Javier, por un disparo de la Policía. Este crimen ocurrió durante la manifestación por la autonomía de Andalucía el 4 de diciembre de 1977, tan solo una semana antes que el del canario. “Ambos casos terminaron exactamente igual, sin exigir responsabilidades”, recuerda Rosa Burgos, que también ha investigado lo sucedido con Caparrós.
El pasado julio, el Consejo de Ministros aprobó la Ley de Información Clasificada, un proyecto de ley que sustituye la normativa de Secretos Oficiales del franquismo, del año 1968. Esta reforma establece la desclasificación automática de información en plazos determinados, con un tiempo máximo de 45 años. Además, el pasado martes 18 de noviembre, la familia de Caparrós accedió a los documentos clasificados sobre su muerte. Tras décadas de reivindicación, una solicitud al Congreso ha permitido la desclasificación de los archivos.
Un crimen que sigue vivo
“Si vas por la calle aquí en Tenerife, en cualquier lugar, y hablas de Javier, saben quién es y lo que ocurrió. Muchos te dicen: Yo estuve allí o Me acuerdo de eso“, explica el autor del documental. El legado de Fernández Quesada sigue vivo. Cada año, sindicatos y colectivos sociales le homenajean y diversas placas en la localidad de La Laguna y la ULL recuerdan su caso. Iván López comenzó a grabar su obra en 2008, cuando se inauguró una plaza con el nombre de Javier. “Allí encontré a su familia y a su madre. Los acompañé y empezaron a recordar”, explica.
Nunca vamos a ser capaces de borrar de nuestra mente el asesinato de una persona que simplemente defendía la justicia
Incluso los más jóvenes, aquellos estudiantes que no vivieron la muerte de Javier pero hoy recorren los mismos pasillos, tienen presente su figura. “Nunca vamos a ser capaces de borrar de nuestra mente el asesinato de una persona que simplemente defendía la justicia y la dignidad”, afirma Andrés Paz Pais, portavoz de la Asociación Canaria de Estudiantes (ACE) de la ULL.
“Tratamos no solo de recordar su figura tan importante para el antifascismo y para el movimiento estudiantil, sino también qué supuso su asesinato”, añaden desde la ACE. Cada 12 de diciembre, realizan un homenaje en la universidad en el aniversario de su muerte: “Creemos que es algo que va a permanecer siempre”.
Tras contar su historia en el documental Quesada: la verdad del silencio, la madre de Javier, Dolores Quesada, murió en 2023 sin conocer quién mató a su hijo. Casi 48 años después, los disparos que acabaron con su vida siguen presentes en la memoria de muchos, al igual que en las paredes de su universidad. Aún pueden verse en la entrada del Paraninfo de la ULL los impactos de las balas, como cuenta Domingo Garí. “Nos cambió la vida a todos los de aquella generación. La historia de Javier ya no pertenece a su familia, pertenece al pueblo canario“, concluye Ricardo Alvarado.




