“La protesta en la Seat en los 70 fortaleció a la oposición antifranquista”
El periodista publica el cómic ‘La Seat: motor de llibertat’, con dibujos de Cristina Bueno y con epicentro en la huelga en la fábrica del 18 de octubre de 1971.
- Marc Font / Barcelona–
Utilizar el cómic para explicar un episodio concreto que ayuda a entender una época y su contexto. Esto es lo que hace La SEAT: motor de llibertat. Una lluita obrera a la Barcelona antifranquista, una obra editada por el Ayuntamiento de Barcelona con la coordinación editorial de Crític y que tiene como epicentro del relato la histórica huelga que tuvo lugar en la empresa el 18 de octubre de 1971. La protesta produjo una movilización extraordinaria de los trabajadores de la empresa y fue reprimida salvajemente por la Policía franquista, que llegó a asesinar a un obrero: Antonio Ruiz Villalba.
Con dibujos de Cristina Bueno (1983) y guion del periodista Jordi de Miguel (1980), nos encontramos con este último para hablar de lo que suponía la Seat en una época en la que llegó a tener 30.000 trabajadores. Profundizamos en la importancia de una huelga que traspasó las paredes de la fábrica y que tuvo un efecto contagio clave para estimular las movilizaciones obreras del tardofranquismo, uno de los factores fundamentales para impedir la continuidad de la dictadura.
Responde a cuestiones muy prácticas. Por un lado, Barcelona contaba con una tradición industrial potente, no solo en el sector del automóvil, sino que también tenía industrias auxiliares que podían contribuir a la fabricación de complementos, reparaciones o lo que fuera. Después, estaba conectada por mar con Turín, que es la sede de Fiat. Era el socio tecnológico de Seat y, por tanto, era necesario tener una buena conexión. Por otro lado, el puerto tenía exención de aranceles y salía a cuenta instalar la fábrica allí y, además, en la Zona Franca se disponía de un terreno donde ubicarla. Todo este conjunto de factores hizo que se decidiera instalarla en Barcelona.
Está planteada como una fábrica modélica del régimen, como uno de los símbolos de la modernización de la España de la época. Entre otras cosas, esto comportaba un fuerte control social y político de los trabajadores dentro de la fábrica. ¿Cómo se materializaba?
Con diferentes mecanismos de control. De entrada, se sitúa el estamento militar en lo alto de la jerarquía de la empresa. Inicialmente, los altos directivos son mandos militares y eso ya implica una serie de valores. Pero, por otro lado, a nivel básico, muchos de los guardias de seguridad vienen de las fuerzas de seguridad del régimen. El régimen tenía pánico de que una concentración obrera de tanta gente pudiera desembocar en una conflictividad laboral fuerte. Entonces, esta combinación de control por este lado, y luego el trabajo, evidentemente, del Sindicato Vertical, que está en connivencia absoluta con el régimen, hace que haya un control bastante cerrado de lo que pueda pasar dentro de la fábrica, que llega a tener infiltrada gente de la Brigada Político-Social.
La otra cara de esta pretensión de que fuese una fábrica modélica es un cierto paternalismo empresarial, porque los trabajadores de la Seat disfrutaban de servicios poco habituales en aquella época.
Sí, gozan de unos servicios que no tienen la mayoría de trabajadores de la época en Barcelona. Disponer de un barrio con pisos que estaban bien para la época, con escuelas de calidad, con unas instalaciones deportivas espectaculares, con un casino y centro social, donde se podían realizar un montón de actividades… También hay otros servicios que, lógicamente, sirven un poco para controlar la situación y, por ejemplo, contaba con su propia comisaría de Policía. Todo esto, por un lado, puede verse como unos beneficios, para cuidar al trabajador, pero, por otro lado, no hay que olvidar que tiene una doble cara, que es la de apretar al trabajador, ya que, en caso de que no esté conforme con su trabajo o proteste, corre el riesgo de perder todos estos servicios.
¿Qué era el barrio de la Seat y cómo surge?
Los primeros pisos comienzan a levantarse en 1953, cuando sale el primer automóvil de la fábrica, aunque tanto la factoría como los edificios no se inauguran oficialmente por Franco hasta 1955. Entonces el barrio ya está organizado con estos servicios que irán incrementándose. El barrio se crea con la fábrica, antes no existía. Había pequeñas barriadas, como las casas baratas de Eduard Aunós o el Plus Ultra, pequeños núcleos dispersos, pero el resto básicamente eran prados. Entonces estos edificios se ampliarán y en 1971 se llega al pico, con unos 1.700 pisos.
En 1994 se detecta aluminosis en una parte de los primeros pisos que se habían construido y deben demolerse. En cierto modo, el barrio se empequeñece. Y ahora estamos en un momento en el que ese rastro de la Seat es cada vez más pequeño y contrasta de forma radical con la modernización del barrio, con la llegada de edificios públicos, oficinas, grandes empresas, la Fira… Realmente vas ahora a la plaza del Moviment Obrer y dices que aquí no queda rastro de la Seat.
A nivel de sueldo, era un buen salario para la época. Trabajar en la Seat era una garantía, sobre todo para la gente que venía de fuera, que venía del campo. No debemos olvidar que funciona con un nuevo orden de trabajo, con una cadena de montaje, y eso facilita que venga gente del campo que puede trabajar allí. Y para ellos las condiciones laborales son un salto cualitativo muy importante.
Ahora bien, dentro de la fábrica, igualmente había tensiones a nivel sindical porque cuando comienzan a trabajar allí las Comisiones Obreras hay una serie de reivindicaciones en materia de salud y accidentes laborales, que los había y que la empresa no responde como los trabajadores creen que debe responder. Cuando esas demandas se ponen sobre la mesa, el Sindicato Vertical no permite que vayan a más y la dirección también se cierra en banda.
Decía que una de las pretensiones de la empresa era que hubiera un fuerte control social en la fábrica para evitar que fuese un espacio de organización y movilizaciones obreras. Pero la realidad es que en la Seat habrá muchas huelgas y será un epicentro de lucha obrera. ¿Hay un factor generacional que impulse estas protestas, con la entrada de trabajadores jóvenes a finales de los 60?
Huelgas las hubo siempre, las primeras fueron a finales de los años 50. Las Comisiones Obreras ya estaban actuando entonces. Huelgas y protestas las había, lo que pasa es que, según Carles Vallejo, el cambio se produce efectivamente con la generación del 68. Entran en la fábrica trabajadores jóvenes que reciben la directriz del PSUC de que ese trabajo clandestino que estaban haciendo las Comisiones Obreras de los 50 y 60 no llegaba lo suficiente a los trabajadores y que, de algún modo, había que arriesgar un poco más el tipo y hacer un trabajo más abierto.
Y esto es lo que hacen esa serie de trabajadores jóvenes vinculados sobre todo al PSUC [Partit Socialista Unificat de Catalunya, la principal formación antifranquista en este territorio]. Comienzan a hacer un trabajo clandestino, porque evidentemente no pueden decir que forman parte del partido, por la represalia que supondría, pero empiezan a trabajar de forma más abierta, más visible para el resto de trabajadores, haciendo pequeñas asambleas a la hora del bocadillo. Comportaba unos riesgos mucho más altos pero, según Vallejo, creen que esto permitió que se ampliase mucho más la lucha y que después la solidaridad respondiese de forma automática a la primera represión que hubiera.
Precisamente Carles Vallejo es un ejemplo claro de esta represión, porque fue detenido por su actividad sindical dentro de la Seat, fue torturado durante 20 días en la prefectura de Vía Laietana y después acabó en la cárcel Model. ¿Casos como el suyo fueron relativamente habituales?
No sabría decir si fue tan habitual, pero está clarísimo que no fue el único. De hecho, Vallejo entra en prisión con Silvestre Gilaberte y Armando Varo, que son también del PSUC y trabajadores de la Seat que caen. Era un paso relativamente habitual, no era extraño que cayesen trabajadores, sobre todo cuando también eran militantes del PSUC.
Seguramente el máximo ejemplo de solidaridad entre trabajadores es lo que ocurre el 18 de octubre de 1971, cuando se inicia una huelga general para pedir la readmisión de representantes sindicales despedidos. El libro dedica una parte importante a este hecho concreto, que acaba con el asesinato de un trabajador, Antonio Ruiz Villalba, por parte de un policía. ¿Cómo se llega a esta situación explosiva, en la que se movilizaron hasta 10.000 trabajadores?
Por un lado, porque todas aquellas demandas que te comentaba de mayor seguridad y salud encuentran un tope y no tienen salida. Pero lo que ocurre, sobre todo, es que hay unas elecciones sindicales en 1971, y las Comisiones Obreras, que han estado trabajando desde finales de los 60 de cara al convenio colectivo, entran a participar infiltrándose en las candidaturas. Entonces ya se había producido la detención de Vallejo y de otros trabajadores, el estado de excepción [de diciembre de 1970] y todo esto conmueve y tiene un eco muy fuerte en la fábrica.
Desde la cárcel, estos tres presos [Vallejo, Gilaberte y Varo] se postulan como representantes sindicales para las elecciones. Son votados y ganan junto a otras candidaturas demócratas de esta plataforma reivindicativa, que es el trabajo que ha hecho la Comisión Obrera dentro de la fábrica para presentar candidaturas demócratas infiltradas. Ganan las elecciones de forma clara, pero al poco tiempo muchos de esos sindicalistas son despedidos en el ejercicio de la defensa de los derechos de los trabajadores. También justo después de las elecciones hay un cambio de turno, un turno de noche que los trabajadores de un taller no aceptan y protestan, y los nuevos representantes sindicales se ponen al frente para reclamar a la dirección de la empresa y directamente también son despedidos.
Hay una serie de despidos a raíz de las elecciones del 71 y de las nuevas protestas que se generan que colman la paciencia de los trabajadores, que dicen “hasta aquí hemos llegado, necesitamos hacer una protesta lo suficientemente fuerte como para que la dirección escuche y readmita a los trabajadores despedidos”. No se imaginaban todo lo que pasaría después, ni mucho menos. Cuando miles de trabajadores que han parado su trabajo se plantan delante de las oficinas centrales el 18 de octubre del 71 para demandar eso, se encuentran con que la empresa dice que “no” de forma tajante, y que amenaza con hacer entrar a la Policía para desalojar la protesta. Esto comporta una batalla campal.
Los trabajadores siempre dicen que no son ellos los que ocuparon la fábrica, sino que fue la Policía, porque “nosotros estábamos en nuestro puesto de trabajo y simplemente hicimos una protesta ante las oficinas centrales para forzar la negociación con la empresa”, pero la dirección, según Vallejo por directrices de Madrid, decide desalojar con violencia.
Supongo que la fuerte represión es lo que explica que al final la protesta desborde las paredes de la fábrica y llegue a otras empresas y a los propios barrios de los trabajadores.
Sí, por un lado, el mismo día cuando huyen los trabajadores evidentemente se activan todas las redes de solidaridad que ya estaban latentes en los barrios donde vivían. Había puntos de encuentro de los trabajadores que ya estaban acordados para que se activase allí la solidaridad en caso de que pasara algo. Pero es que el espíritu de rabia, rebelión e indignación por lo ocurrido, por la respuesta del régimen ante una protesta pacífica, hace que esos trabajadores que viven no solo en el barrio de la Seat sino también en Bellvitge, en l’Hospitalet y en otros barrios periféricos, lleven esa indignación a la cotidianeidad de sus barrios, la emparenten con los problemas que sufren los propios barrios bajo el franquismo.
La indignación por la respuesta del régimen ante una protesta pacífica llegó a los barrios de los trabajadores
En un libro publicado hace unos años, el historiador Xavier Domènech concluye que la movilización en la calle, especialmente la lucha obrera, hace imposible la continuidad de la dictadura franquista. En este contexto, ¿los trabajadores de la Seat tienen un papel importante?
Hay aquel dicho famoso que decía “Cuando la Seat estornuda, España se resfría”. Es una frase que evidentemente en sus inicios hace referencia a la importancia económica de la empresa: si iba mal, la economía española iba mal, y al contrario. Pero a raíz de lo ocurrido en 1971 tiene una connotación que va más allá y que se refiere más a la lucha obrera y al contagio que provoca una reivindicación de este tipo en otras luchas obreras. No solo en las luchas obreras de otras fábricas de Barcelona y del Baix Llobregat, donde hay una respuesta muy fuerte desde entonces, sino en general en la lucha antifranquista.
La muerta de Ruiz Villalba aceleró la reunión fundacional de la Assemblea de Catalunya
Siempre se explica que, según Vallejo, la muerte de Ruiz Villalba, que se produce 15 días después de ser herido, aceleró la reunión fundacional de la Assemblea de Catalunya. Se hace el 7 de noviembre, y él muere el 1 de noviembre, y se guarda un minuto de silencio —o cinco, he leído en otros sitios— en memoria de Ruiz Villalba al inicio de la sesión. En cierto modo, la protesta en la Seat fortalece a la oposición antifranquista. Y, además, inicia un ciclo de conflictividad que dentro de la fábrica ya no se detiene. La empresa ve que los trabajadores tienen un poder y estos también lo ven y, por tanto, no ceden fácilmente, y se inaugura un ciclo de conflictividad non-stop latente y que no tiene freno hasta la democracia.
En la primera mitad de los 70, la Seat llegó a tener unos 30.000 trabajadores, ahora tiene unos 14.000. ¿Queda algo de aquel espíritu de lucha, de solidaridad y de movilización que tenía la Seat de la época?
La verdad, no me atrevo a decirlo. Me gustaría decir que sí. También es verdad que cada 18 de octubre se hace un acto de homenaje a Ruiz Villalba y la mayoría son extrabajadores, gente mayor, aunque sí vienen algunos trabajadores de otra generación. La Seat sigue siendo una de las empresas con mayor afiliación sindical de todo el estado. Algo que tiene que ver con toda esta historia de luchas.
Lo que sí muestran estas protestas y estas oleadas de solidaridad es la existencia de un espíritu colectivo que iba más allá del individuo y que seguramente sería interesante recuperar ahora, porque evidencian la importancia de las luchas colectivas para conquistar derechos.
Totalmente. Pedro López Provencio, que fue uno de los líderes de la huelga dentro de la fábrica, lo explica mucho, que entonces la palabra era “solidaridad”. Tú sabías que cada trabajador se solidarizaba con otras luchas, no solo dentro de la fábrica, y sabías que tu compañero, si tú dabas el paso, estaría a tu lado. Y ese sentimiento de unión, de hacer piña contra un enemigo común, es lo que hace de esta historia una historia particular. En la presentación [del libro, celebrada el lunes 24 de noviembre en la Biblioteca Francesc Candel de Barcelona, que se llenó] se notaba esa piña y ese sentimiento de solidaridad y creo que es lo que podemos rescatar y actualizar hoy en día. Evidentemente el tejido productivo no tiene nada que ver y las condiciones laborales tampoco, pero ese movilizarse juntos detrás de un objetivo común lógicamente es recuperable.
La palabra era ‘solidaridad’, los trabajadores sabían que si daban el paso, su compañero estaría al lado
Ha sido guionista de otros cómics de memoria histórica, como la adaptación a novela gráfica de ‘Homenaje a Cataluña’, de George Orwell, o ‘Històries de la Model’. ¿Hasta qué punto el cómic puede ser una herramienta potente para hacer llegar esta memoria democrática y este espíritu de lucha a las generaciones más jóvenes que, en parte, están basculando hacia una extrema derecha que justamente cuestiona estas memorias?
El cómic te permite hacer accesible una historia con el mismo rigor que en un ensayo
Yo creo que sí, el cómic te permite jugar con muchos lenguajes y te permite hacer accesible una historia con el mismo rigor y los mismos contenidos que un ensayo durísimo de 400 páginas que cuesta de tragar. Con un cómic tienes una puerta de entrada a una historia sin hacerla necesariamente pueril. Puedes tratar algo con rigor y con mucha seriedad, solo hace falta ver que en Francia los libros más vendidos son ensayos en formato cómic sobre el cambio climático. ¿Por qué no podemos hacer eso aquí y trasladar a generaciones más jóvenes, y no tan jóvenes, historias que quizá en un ensayo nos costaría más? Creo que entre las luchas obreras hay un montón de historias interesantísimas que se pueden explicar y que pueden encontrar en el cómic un filón, un camino para contarlas con rigor y de manera entretenida.



