Málaga. Carlos Arias Navarro, “El Carnicerito de Málaga”

CARLOS ARIAS NAVARRO, “EL CARNICERITO DE MÁLAGA”

Paco Barreiro / 15.03.2023 / (1) Paco Barreira | Facebook
Consigue por concurso público el cargo de fiscal y es destinado a Málaga en 1933 cuando ya estaba proclamada la República en España. Tres años llevaba en su lugar de trabajo, cuando aquel 18 de julio, sus correligionarios se sublevaron en armas contra la República. Debido a sus ideas y a su afinidad con los sublevados, fue sustituido del cargo de fiscal. Para evitar su detención y poniendo en marcha su avispado cerebro, pensó que para seguir manteniéndose en territorio hostil, la mejor manera era la de unirse al enemigo.
Para ello y anteponiendo su odio visceral a otras corrientes ideológicas que no fueran las que él consideraba puras, meditó que la forma más segura de subsistir en zona roja era teñiéndose con disfraz de anarquista. Con su falsa máscara, en los días siguientes a aquel fatídico 18 de julio, se hizo ver en varias ocasiones, acompañando a patrullas anarquistas de orden público, fingiendo ser un miembro más de ellas. (Declaraciones de D. Cristóbal Criado Moreno, “El PCE que viví en Málaga”. Artigraf. p.91 y Documental “A sangre y fuego; Málaga 1936”, de Antonio David Bravo Carrasco, Fco. Javier Sánchez García, Ezequiel Caldas y J.A.S Martín).
Además Arias Navarro se había ganado la amistad de bastantes personas de influencia entre partidos y sindicatos, entre ellas la de un camarero que pertenecía a la CNT y que tenía gran reputación dentro de la Federación. Otro de los amigos de Arias Navarro, era un miembro anarquista componente de una de las patrullas que actuaron al inicio de la Guerra: el cenetista Juan Castro, al que acompañó Arias Navarro varios días en las salidas encubiertas que realizaba el joven fiscal disfrazado como uno más de sus miembros. Con esta simulación y disfraz de anarquista, se dedicaba a realizar periódicamente transmisiones de radio a sus compañeros en Sevilla, estos informaban personalmente a Queipo de Llano de los acontecimientos en la ciudad, la actividad portuaria y objetivos para ser bombardeados, por lo que el general sabía de muchos de los movimientos que se desarrollaban en Málaga (Documental “A sangre y fuego”, declaraciones de D. Cristóbal Criado Moreno).
A Carlos Arias Navarro le acompañaba la fortuna. Cuando se vio en peligro, le pidió ayuda a su amigo republicano, el presidente de la Audiencia de Málaga D. Atilano Lorente González, que lo mantuvo escondido en una pensión situada en el centro de la capital, hasta que el 23 de octubre y a consecuencia del bombardeo que destruyó varios edificios, entre ellos los famosos Almacenes Masó, tuvo que salir por temor al derrumbe del edificio donde se encontraba, ya en la calle, tuvo la fatalidad de ser reconocido por un grupo de milicianos de la FAI. En esta ocasión también logró huir y D. Atilano, para mantenerlo alejado de la situación bélica de la ciudad, le buscó refugio por medio del juez D. Felipe Varea Viniegra, éste le ofreció alojamiento en el municipio de Pizarra, en casa de su hijo D. Pelayo Varea Rodríguez, que ocupaba el cargo de secretario municipal en este pueblo de la comarca del Guadalhorce.
En diciembre de 1936 Arias Navarro fue descubierto; detenido por un grupo de milicias es conducido a Málaga, en el viaje hasta la capital le acompañaba Pelayo Varea para evitar, según Arias Navarro, que fuese asesinado en el camino por los anarquistas.
En su breve estancia en prisión es conocido por su amigo el camarero anarquista, el cual intercede por él y es puesto en libertad. Entonces Arias Navarro desaparece del panorama de la ciudad hasta febrero de 1937.
Cuando Málaga fue ocupada, el anarquista Juan Castro fue detenido por las tropas franquistas. El cenetista se quedó estupefacto al ver a su amigo y compañero de patrulla anarquista ocupando el cargo de capitán honorario adscrito al cuerpo jurídico militar del ejercito franquista, firmando innumerables sentencias de muerte (Cristobal Criado Moreno. “El PCE que viví en Málaga” Artigraf.p.91) .El acompañante salvador de Arias Navarro desde Pizarra hasta Málaga también fue detenido, nadie intercedió por él. D. Pelayo Varea Rodríguez fue condenado a pena de muerte, notificándose la sentencia en la cárcel de Málaga el 26 de febrero de 1937; a las doce de la noche del 2 de marzo fue fusilado.
Arias Navarro, este singular personaje, que ostentó el título de marqués, llegando a ser nombrado por Franco gobernador civil de León en 1944, director general de Seguridad en 1957, alcalde de Madrid en 1965 y presidente del Gobierno al final de la dictadura franquista, que con tanta pena lloró la muerte del dictador en TVE, es conocido en la capital andaluza con el apodo de “Carnicerito de Málaga”, calificativo escogido por la idiosincrasia del pueblo andaluz o por la chispa de algún periodista, debido al cierto aspecto de torero, con su bigotillo y su mirada fría, todo ello unido a la facilidad con que le daba trabajo a los sepultureros, con los cuerpos de los indeseables para con el Glorioso Alzamiento Nacional.
En los Consejos de Guerra en los que actuaba de fiscal, se cuenta que en algunas ocasiones y debido al enorme trabajo por los cientos de procesos pendientes, cuando se le hacía tarde, levantando la voz decía:
“Como es muy tarde y no tenemos tiempo de deliberar, pena de muerte para los restantes.”
Por declaraciones del cónsul mexicano Sr. Smerdou, se puede comprobar el poco valor que le daba este personaje a la vida humana de los demás. En la Málaga ocupada, D. Porfirio Smerdou quiso interceder por su amigo el alcalde republicano D. Eugenio Entrambasaguas Caracuel, por ello le pidió audiencia y el fiscal le recibió en una actitud muy cordial. El cónsul le expuso con todo lujo de detalles la ayuda que había prestado el alcalde a muchas personas amenazadas de ideologías de derechas, ayudando incluso a familias enteras a abandonar la ciudad, sobre todo a través del puerto; le detalló el rechazo social del edil a la violencia criminal y sobre todo que sus manos no estaban manchadas de sangre. Arias Navarro escuchó atentamente, llegando a convencer a Porfirio de que sus argumentos estaban dando resultado; al final de su alocución el fiscal le sonrió, moviendo la cabeza de derecha a izquierda y respondió:
“Le entiendo señor Smerdou, pero nada puedo hacer. El alcalde de Málaga es una persona fusilable de oficio.” (Diego Carcedo, El Schindler español. p. 230)
El alcalde de Málaga fue fusilado el día 6 de marzo de 1937 junto a 93 personas más.