María del Carmen Piñero López. ¿Genio o infame? El dilema de la memoria histórica y la condición humana

¿Genio o infame? El dilema de la memoria histórica y la condición humana

Mª del Carmen Piñero López

A lo largo de la historia, hemos admirado a figuras destacadas en la ciencia, el arte o la literatura; personas cuya creatividad y talento han dejado una huella imborrable en la humanidad. Sin embargo, no pocas veces esas mismas personas han sostenido actitudes o comportamientos profundamente cuestionables: xenofobia, misoginia, abuso de poder. Nos enfrentamos, entonces, a una disyuntiva incómoda: ¿debemos admirar su obra pese a condenar su vida personal? ¿Hasta qué punto pueden —o deben— separarse la genialidad y la ética?

Este dilema me genera inquietud. Por una parte, admiro el talento de estas figuras históricas. Por otra, me repelen profundamente sus acciones y creencias personales. ¿Qué hacer, entonces, con los monumentos que conmemoran a personajes cuya grandeza estuvo teñida de violencia e injusticia? ¿Deben desaparecer sus estatuas? ¿O debemos conservarlas en nombre del respeto a la historia?

Hay quienes sostienen que no debemos borrar nada, que la historia debe preservarse tal como fue. Sin embargo, también es cierto que muchas de las acciones del pasado —por muy comunes que fueran en su contexto— hoy nos resultan moralmente inaceptables. El caso de la conquista de América es un claro ejemplo: bajo la bandera de la civilización, se cometieron atrocidades irreparables. Comprender el contexto no significa justificar lo injustificable.

No podemos seguir rindiendo homenaje público a quienes causaron sufrimiento, según criterios que hoy consideramos inaceptables

Si se me pidiera tomar una decisión, probablemente optaría por retirar esas esculturas. No porque quiera negar el pasado, sino porque creo que no podemos seguir rindiendo homenaje público a quienes causaron sufrimiento, según criterios que hoy consideramos inaceptables. La violencia fue parte de otra época, sí, pero no por ello debe ser celebrada.

Quizá algún día logremos separar el valor intelectual de una figura de sus errores éticos, no para justificar conductas reprobables, sino para comprender mejor la complejidad de la condición humana. Aún estamos en una etapa temprana de entendimiento sobre la relación entre cuerpo, mente y moral. Pero ese entendimiento crecerá si asumimos nuestras limitaciones y trabajamos conscientemente para superarlas. Un mundo más tolerante y comprensivo es posible. Pero para ello, como siempre sostengo, necesitamos sin lugar a dudas la ciencia, la educación y una visión humanista y esperanzadora.

¿Genio o infame? El dilema de la memoria histórica y la condición humana

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