¿Una industria de mentiras? La [des]información de la prensa extranjera durante la Guerra Civil Española
El 18 de noviembre de 1936, mientras la aviación franquista bombardeaba Madrid sin tregua, Francia se veía envuelta en una polémica de fake news. Aquel día, el diario comunista L’Humanité dedicaba su portada a las difamaciones ultraderechistas que habían abocado al suicidio a un ministro del gobierno francés, Roger Salengro. En los meses siguientes, el periódico llevó a cabo una campaña virulenta contra la prensa comercial, calificándola de “la industria de mentiras”, y sus ataques constituían una parte integral de su cobertura de la guerra civil. A lo largo de los años, fue un lugar común señalar la mendacidad de los periodistas que reportaban sobre España. En 1942, en un texto retrospectivo, George Orwell se refería a “reportajes periodísticos que no guardaban relación alguna con los acontecimientos, ni siquiera la relación que es implícita en una mentira ordinaria”.
Un dossier sobre las mentiras y engaños en torno a la Guerra Civil Española podría llenar una biblioteca. El historiador estadounidense Herbert Southworth desmontó magistralmente las persistentes falsificaciones acerca de la destrucción de Gernika, junto con otras narrativas promovidas por los partidarios de Franco. Inevitablemente, la lógica militar dio forma a la información periodística. Además de ejercer una censura sobre los periodistas españoles y extranjeros, tanto las autoridades republicanas como las franquistas invirtieron ingentes sumas de dinero en iniciativas de prensa y propaganda dentro de España y para con la audiencia internacional. El flujo incesante de información –o desinformación– incluía dudosos folletos oficiales y también triunfantes emisiones radiofónicas destinadas a encender a los partidarios y hundir la moral en territorio enemigo. Nuestro lado celebraba victoria tras victoria, algunas reales y otras fantasiosas. Pongamos por ejemplo el caso, a principios de agosto de 1936, de Radio Sevilla, en manos de los sublevados, que reivindicaba que las fuerzas del general Mola habían alcanzado los suburbios de Madrid cuando en realidad no estaban ni cerca. Dicha emisora difundió la noticia de que los edificios colgaban sábanas blancas en señal de rendición. A pesar de que la afirmación era totalmente infundada, consiguió colarse en la prensa internacional.

Pero no solo en suelo español florecían las falsedades. De hecho, el engaño oficial era inherente a la política misma de No Intervención. ¿Cómo podría la prensa británica y francesa aportar una información fehaciente sobre la implicación militar germana e italiana cuando sus propios gobiernos se mostraban tan equívocos cuando trataban de España? Los informes periodísticos sobre la guerra hacían referencia tímidamente a los “aviones enemigos” en vez de identificar a qué nacionalidad pertenecían. En septiembre de 1936, cuando la agencia de noticias Reuters, con sede en Londres, chequeó con el gobierno británico cómo informar del papel militar italiano en Mallorca, se le pidió discreción. Aun así, la presencia italiana se volvería un problema duradero con posibles repercusiones diplomáticas.
A pesar de estos esfuerzos de contención, la cobertura de la prensa, con su insaciable demanda de noticias de todo tipo, tenía su propia dinámica, que los medios luchaban por controlar. Prácticamente en todas partes, los lectores se interesaban muchísimo por los acontecimientos españoles. Para algunos, España era un campo de batalla contra el fascismo; para otros, una cruzada por la civilización cristiana. Esta reacción emocional y política del público propició la respuesta de la prensa que se volcó con el tema español.


En aquellos años en Francia y Gran Bretaña la prensa escrita estaba en su apogeo: quince periódicos de París alcanzaban cifras de difusión superiores a los 100.000 ejemplares, mientras dos de ellos –y varios diarios londinenses– superaban el millón de copias vendidas al día. Muchos de los periódicos se decantaban por un bando u otro, pero los de mayor tirada ponían atención en no enemistarse con sus potenciales lectores. Con motivo de esta decisión, los periódicos franceses de mayor circulación ofrecían, de forma simétrica, unas columnas equilibradas con versiones contrastadas: “Madrid afirma…”, “Burgos dice…”. Tal ostentosa equidistancia ejercía de potente contrapeso a la evidente toma de postura política en el resto de la prensa. Los periódicos de circulación masiva funcionaban como los modernos agregadores de noticias, al publicar una amalgama de textos procedentes de teletipos de agencias, de emisiones de radio o de comunicados oficiales, así como de sus propios corresponsales. Estas fuentes se contradecían a menudo, y su coherencia se veía socavada por la tardía transmisión de imágenes. Por ejemplo, el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid tuvo lugar el 20 de julio de 1936, sin embargo, las primeras y dramáticas fotos no aparecieron en la prensa internacional sino tres o cuatro días después. Igualmente, la cobertura del intento de insurrección en Barcelona siguió un calendario similar. Eran aquellos unos acontecimientos dramáticos, pero los lectores no podían seguirlos en tiempo real.
A diferencia de gran parte de la prensa británica, los periódicos franceses ofrecían noticias en portada, lo que nos permite medir en un sentido estricto el largo en centímetros de las columnas. Y a su vez el extraordinario impacto de la Guerra Civil Española entre finales de julio y principios de septiembre de 1936. En los años 30, el fotoperiodismo había cobrado importancia, sobre todo en aquellos periódicos destinados al mercado de masas, que ofrecían un amplio abanico de fotos en las portadas y a toda página. Estos reportajes gráficos eran la noticia ideal de verano, plasmando un drama humano en paisajes espectaculares. Incluso para los lectores no comprometidos políticamente, España ofrecía el trágico, pero apasionante, espectáculo del primer conflicto a gran escala en Europa desde principios de los años veinte. Pero la medida de las columnas sentido decreciente ilustra sin lugar a dudas que la cobertura bajó de intensidad a partir de mediados de septiembre de 1936, excepto cuando ocurrían como acontecimientos especialmente relevantes, como en Toledo, Madrid o Gernika. Al tiempo que se empezaba a percibirse cierta saturación por la prolongación de la guerra, la agencia de noticias Havas, basada en París, informó en octubre de 1937 de que había recibido quejas sobre la escasa inteligibilidad de las operaciones militares.
Sólo un selecto club de empresas informativas contaba con los recursos para mantener un servicio diario de información tanto en la España republicana como en la zona nacional, donde además tenía que contar con su complacencia. Los principales proveedores de noticias eran agencias como Havas en Francia, Reuters en el Reino Unido, o Associated Press y United Press en Norteamérica. También recogían su propia información algunos periódicos prestigiosos de cuyos reportajes se hacían eco ampliamente en todas partes. Otros periódicos se alimentaban de esas mismas fuentes, que complementaban con contribuciones de algunos corresponsales especiales o de columnistas de opinión. Los redactores daban a los reportajes su sabor singular a través de los titulares. En un entorno informativo competitivo, los periódicos luchaban por ser los primeros en dar la noticia, mientras los diarios más politizados vendían optimismo al pregonar nuestras victorias. En dos casos notorios, el Alcázar de Toledo y la Batalla de Madrid, los redactores en la sede central tomaron decisiones clave sobre la interpretación de los acontecimientos, lejos del campo de batalla.
A pesar de despertar un interés temprano en la prensa, la suerte de los rebeldes asediados en el Alcázar de Toledo no llegó a protagonizar una noticia mayúscula hasta septiembre de 1936 porque, para esa fecha, el nuevo jefe del gobierno republicano, Francisco Largo Caballero, decidió promover y publicitar una victoria que levantara la moral de los republicanos. El 18 de aquel mes, unos explosivos colocados en unos túneles dinamitaron el Alcázar. Una explosión espectacular derribó la torre suroeste, provocando una enorme columna de fuego y humo. La caída de los escombros proporcionó inopinados parapetos desde donde los defensores pudieron resguardarse con éxito. Pero la importancia de dicho suceso no se vislumbró inmediatamente. Varios periódicos extranjeros llegaron a anunciar que la Bandera Roja [sic] estaba enarbolada en lo alto de las ruinas del Alcázar. Muchos corresponsales habían enviado informes exactos en mayor medida de lo ocurrido, pero quienes redactaron los titulares tenían miedo a dejar de lado las grandes noticias. En cambio, la conquista franquista de Toledo de los 27 y 28 de septiembre fue, desde un enfoque periodístico, un asunto estrictamente reservado, ya que los franquistas se aseguraron de que los corresponsales sólo pudieran ver los combates desde un cerro lejano. Muchos periodistas vieron pruebas de matanzas a amplia escala cuando pudieron entrar después en Toledo, pero aquellas muertes fueron parte de un no-acontecimiento: no hubo Batalla de Toledo ni causa célebre. La decisión franquista de cerrar el grifo desde el surtidor, desde la misma fuente de la información, puede considerarse que fue brutalmente eficaz. Franco había aprendido del error cometido en Badajoz, donde varios corresponsales extranjeros habían dado fe de las matanzas de civiles cometidas por los sublevados. Así que esta vez sólo autorizó que un grupo de periodistas de derechas cuidadosamente seleccionado visitara el Alcázar después de que el polvo se hubiera asentado.
Todas las miradas se dirigieron a Madrid mientras las fuerzas franquistas aparentemente invencibles avanzaban sobre la ciudad; y el 8 de noviembre de 1936 varios periódicos anunciaron erróneamente su triunfo. Esta debacle de la prensa debía mucho a la necesidad de cumplir los plazos y la hora de cierre de las ediciones, pero en Francia en especial se daba una clara fractura entre frentes ideológicos. Para los de izquierda, significaba la línea del frente de resistencia mundial frente al fascismo internacional, y era impensable enterrar esta causa de forma prematura. Los cuatro grandes periódicos progresistas de Francia se negaron en hacerlo a diferencia de los diarios de derechas. Hasta el centrista Le Petit Parisien publicó este titular: “Las fuerzas de Franco han entrado en Madrid”.
Demasiados periodistas se encontraban en el lugar erróneo, en especial los del lado del bando nacional, y pocos en la línea del frente. Según acusaba L’Humanité, los informes publicados por la gran prensa los cocinaban en Salamanca o en Hendaya los corresponsales, como por ejemplo un periodista de Le Matin, que lo redactaba desde la habitación de su hotel, en zapatillas, mientras escuchaba la radio. Del lado republicano, muchos periodistas se habían ido a Valencia, de forma que las voces de aquellos que estaban bien informados porque se habían quedado en Madrid no llegaron a ser escuchadas. Así, los excelentes escritos de Henry Buckley para el conservador Daily Telegraph tenían que pelear por el espacio con una multitud de textos sin autentificar.

En términos de impacto internacional, ninguna noticia superó el bombardeo aéreo del pueblo vasco de Gernika el 26 de abril de 1937. Pero se convirtió en un hecho periodístico distinto en el Reino Unido y en Francia. La antigua fascinación de Gran Bretaña por el País Vasco, debida en parte a las relaciones económicas de la región con Inglaterra, propició que unos periodistas basados en el Reino Unido ya se encontraran en Bilbao para cubrir el bloqueo naval de Franco y pudieran acudir rápidamente a la localidad bombardeada. Esa circunstancia dio lugar a una cobertura periodística excepcional con unos telegramas iniciales y los primeros reportajes que aparecieron ya en la tarde del 27 de abril y que se complementaron rápidamente el día 28 con informes particularmente extensos.
En cambio, la cobertura francesa fue de lo más confusa. Havas presionó a su corresponsal para conseguir el mismo tipo de material que lo publicado por The Times. Ce Soir recibió un reportaje original acerca del bombardeo de un pueblo vasco totalmente diferente y lo maquilló para referirse a él como Gernika. Pero no hubo muro de silencio alguno: el acontecimiento figuró de forma destacada en los diarios de mayor tirada. Otros periódicos optaron por versiones más politizadas para celebrar por primera vez el Día Internacional de los Trabajadores bajo un gobierno del Frente Popular (1º de mayo de 1937). Los periódicos franceses de izquierdas no ignoraron Gernika, pero se dedicaron a crear un relato antifascista más amplio, que se decantaba como una campaña en favor de Bilbao, supuestamente la siguiente ciudad mártir.

A nivel internacional, el trabajo combinado de un prestigioso periódico del establishment, The Times y de la agencia de noticias más importante, Reuters, fue decisivo para el convertir el bombardeo de Gernika en una causa célebre, un verdadero acontecimiento mundial. Cuando un relato ha cuajado, viene a ser especialmente difícil dar marcha atrás. En mayo de 1937, los bulos franquistas que achacaban la destrucción de Gernika a acciones incendiarias vascas fueron recogidas, aunque con la boca pequeña, por la prensa francesa de derechas, lo cual sorprende si tenemos en cuenta el acceso excepcional y privilegiado a la máquina de propaganda nacional del que gozaban. En Francia, una combinación comparable entre un periódico y una agencia de noticias, ambos respetados (Le Temps y Havas) había otorgado credibilidad a los reportajes de matanzas desatadas por las tropas de Franco en Badajoz en agosto de 1936. Lo deja claro que el mismo diario comunista L’Humanité considerara el testimonio de los corresponsales liberales o conservadores como totalmente aceptable. Lo ilustra el que, acerca de los sangrientos bombardeos de Madrid en noviembre de 1936, volviera a publicar a Louis Delaprée, que escribía para el conservador Paris-soir; o que también sobre Gernika recurriera a George Steer, periodista perteneciente al londinense The Times.
El peso de dichas organizaciones periodísticas creó un cuerpo de noticias compartidas que cruzaban las fronteras internacionales e ideológicas. En el Estado Libre Irlandés, los tres diarios dublinenses más importantes echaron mano del reportaje de Reuters sobre la destrucción de Gernika en abril de 1937, a pesar de que sus simpatías divergentes se hacían eco en los titulares, la presentación y la inclusión de algunos pormenores. Más sorprendentemente, hasta Moscú y Berlín bebieron de esa misma fuente. La Alemania nazi contaba con una agencia propia de noticias, la Deutsches Nachrichtenbüro, pero no le perdían ojo a lo que se publicaba en el Reino Unido. Por ejemplo, el 21 de noviembre de 1936, a raíz de la publicación por el Daily Herald de un reportaje muy novedoso sobre las “famosas” Brigadas Internacionales, la prensa alemana denunció al “regimiento de franceses” que se dirigía al “frente bolchevique en España”, con una referencia explícita a la prensa británica. De forma comparable, justo antes de la caída de Toledo a finales de septiembre de 1936, el periódico Moscow Daily News citó las organizaciones de noticias británicas como el Daily Telegraph y The Times que aseguraban que el gobierno republicano tenía intención de inundar el valle del Tajo, lo que frenaría el avance de los sublevados.
En otras palabras, y para ir a lo esencial, digamos que un grupo de las organizaciones de noticias más importantes suplía los hechos aceptados, los cuales se verían mejorados, pregonados o ignorados por los demás medios. Además, las limitaciones de acceso geográfico y las contingencias de los reportajes tuvieron como consecuencia que únicamente las informaciones que se podían cubrir rápida y profundamente –como las matanzas de Badajoz (pero no las demás), el sitio de Toledo (pero no el de Oviedo), el bombardeo de Gernika (pero no el de Durango – entrarían en el gran relato de la guerra civil.
¿Qué se puede decir entonces de la “industria de mentiras”? L’Humanité relanzó su campaña contra las fake news en diciembre de 1936 y enero de 1937, al denunciar a Paris-soir por haber vaciado de contenido los reportajes de su propio corresponsal, Louis Delaprée, sobre los bombardeos aéreos de Madrid. L’Humanité se dedicó esencialmente a contrastar la gran verdad –el hecho de que las mujeres y los niños españoles estaban muriendo– con la cobertura selectiva o incompleta de los acontecimientos por parte de la prensa.
Para los lectores simpatizantes de L’Humanité el diario marcó un punto. En sus intensas descripciones de los efectos de la campaña de bombardeos franquistas sobre la población civil a Delaprée le interesaba menos los hechos que la explotación de la verdad emocional, como lo hizo al evocar a una mujer moribunda abrazada a su bebé muerto en una escena nocturna bañada por una extraña luz. (Creo que esta cobertura emocional de los bombardeos de Madrid despertó la inspiración de Picasso en el Guernica).
Sin embargo, lo que alimentaba la cobertura por la prensa era de otro orden: ¿Cuándo y dónde tenían lugar los ataques? ¿A cuánto ascendía el número de muertos? L’Humanité reconocía tácitamente que los errores más comunes de los periódicos franceses no eran verdaderas mentiras, ya que la cobertura de la prensa es por su naturaleza imperfecta y propensa a tropiezos. El antiguo corresponsal en Madrid, sir Geoffrey Cox, me comentó en 2005 que las noticias, al fin y al cabo, consisten en “¡la verdad como uno la ha establecido tal noche a las once!”, o sea a la hora tope de la entrega del reportaje.
Créditos de las fotos:
[Imagen A] Esta revista italiana dio por buena su fantasía al imaginar las tropas franquistas avanzando en la Plaza de Callao de Madrid, delante de las ventanas del Hotel Florida; en la realidad no entraron en Madrid. La tribuna illustrata, Roma, 22 de noviembre de 1936 (colección del autor).
[Imagen B] [Imagen C] El diario de gran tirada Paris-soir presentaba las reivindicaciones republicanas y ‘nacionales’ con idénticos términos: “La toma de…”. A las fotografías recién obtenidas en esa etapa de la guerra siempre se le daba gran preeminencia. Paris-soir, 6 de agosto de 1936, páginas 1 y 12 (colección del autor).
[Imagen D] “Las fuerzas de Franco han entrado en Madrid”, Le Petit Parisien, 8 de noviembre de 1936 (gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France).
[Imagen E] A continuación del bombardeo de Gernika, la atención de la prensa progresista francesa se volcó hacia la inminente amenaza a Bilbao. La imagen de Gernika incendiada mostraba lo que le esperaba a la capital vasca. Le Populaire, 4 de mayo de 1937 (gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France).
Para una versión en inglés de este texto: