Algunos asuntos municipales durante la Segunda República en la ciudad de Sevilla.

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

No soy más que un modesto trabajador de la cultura, por supuesto marxista, de mentalidad comunista sin partido alguno, claramente alineado en la izquierda luchadora por la defensa de la clase trabajadora y no me atrevo a hacer un juicio de estos textos porque sé que sus lectores están capacitados para hacer crítica positiva de lo bueno y negativa de lo malo que permitieron.

Sólo apuntaré unas ligeras consideraciones y alguna observación de textos que investigué y que no he reproducido.

Creo, en primer lugar que, si la primera República española estuvo dispuesta a elegir en las Cortes un Rey aunque fuese italiano, la segunda su primer acierto fue permitir que el mismo Rey huyese del país y desterrar todos los símbolos monárquicos.

La Constitución de la Segunda República pretendía que este país fuese de trabajadores de todas clases, pero olvidó que la Iglesia Católica y el Ejercito, sálvese quien pueda, junto a la clase capitalista estaba formado por una masa de creyentes cuyos dirigentes, la Jerarquía católica y la cúpula militar “trabajaban contra los intereses de la mayoría de la población” y habían ennegrecido sus espíritus contra el alma del Evangelio y de toda ética del Antiguo Testamento del no matarás. O no supieron reducir esa amenaza.

Concretamente el Gobernador de Sevilla en el momento de la rebelión fascista, Valera Renduelles, tenía ordenes del Gobierno para detener a Queipo de Llano a su vuelta de Huelva, cuando se sabía que estaba maquinando contra la República, el día que asaltó los cuarteles militares en Sevilla. Ese Gobernador publicó un libro en el que contaba cómo la Guardia Civil esperaba detener en Sanlúcar La Mayor y, cuando se aproximaba en su coche le consulto si ejecutaban la detención, contestándole él que no, porque había hablado con el gobernador de Huelva y le había dicho éste que Queipo estaba a favor de la República. Cuando leí ese dato que no ocultaba yo me pregunté cómo se atrevió a desobedecer al Gobierno.¿Quién le nombró Gobernador confiando en su lealtad al Gobierno republicano? Lo consideré y considero también culpable de alta traición y de los crímenes posteriores de Queipo.

Hay un motivo expresado demasiado tarde por el Frente Popular en la última sesión (la del 18 de julio de 1936) en la que el responsable de la policía municipal, según recoge el acta correspondiente, propone “una nueva organización en los servicios que la Guardia municipal presta para atemperarlos a la verdadera finalidad de una guardia urbana, relevándola de los de vigilancia, sobre todo durante la noche, para los que ni los individuos tienen en muchos casos edad adecuada ni las condiciones precisas ni están provistos de los elementos necesarios”. (Pág. 141 de este libro)

La República llegó ante la indignación del pueblo español harto de monarquías y dictaduras. Y estalló rebelándose en las urnas de las grandes ciudades. Se acostó monárquico y despertó republicano, pero el poder económico del gran capital junto a los poderes fácticos a su alcance probó con Sanjurjo y otros generales que se estrelló en sus intentos, gracias a la actuación del pueblo sevillano. Pero ni la cúpula militar, ni la burguesía terrateniente, ni la iglesia católica estaban satisfechos. Corrían aires fascistas por toda Europa y el capitalismo, equivocado aliado del fascismo, se dejó corromper con sus sueños de imperio español, de cruzada religiosa y el NACIONAL-CATOLICISMO, con la experiencia del primer golpe fracasado de Sanjurjo, asestó un segundo golpe, esta vez dramáticamente victorioso, contra las fuerzas de la población de Sevilla y en la trágica y larga contienda de tres años sembrando de muerte los campos de batalla, y diezmando a las poblaciones con crímenes de lesa humanidad, a la vez que el supuesto “vencedor en las armas, no en la inteligencia y la humanidad”, imponía una larga posguerra plagada de asesinatos con una dictadura que intentó ocultar sus crímenes de Estado.

Estos textos que seleccioné de las actas capitulares sevillanas son suficientemente expresivas de lo hablado y actuado en los distintos cabildos, pero pueden considerarse cojas de una serie de servicios que no aparecen en este libro, como las farmacias municipales, albergues nocturnos de mendigos, oficinas de colocación obrera, laboratorio municipal, matadero, frontones, Universidad Popular, las innumerables obras que hicieron en Sevilla, los mensuales presupuestos…

He intentado modestamente aligerar a favor de su lectura, sin embargo, con el relato de algunas actuaciones un tanto anecdóticas por no decir jocosas como la del mono Fernando y la de una panadería en la que se invirtió bastante dinero, y que nunca se abrió y fue a parar, como último y actual propietario, a la Caja Rural de Sevilla.

Este trabajo lo completaré con otros tres más extensos dedicados también a los 29 libros de Actas Capitulares y a maestros que suponían una gran preparación para el ejercicio de su profesión y que dejaron escrito sus diarios de aula y su pensamiento verdaderamente de progreso científico. Ojalá hubiesen sido así la inmensa mayoría de los enseñantes de la II República de España.

Jesús Ruiz Carnal

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