Estoy satisfecho del país que dejo a mis nietos (Entrevista a Leopoldo Iglesias Macarro)

El pasado 16 de febrero, tuvo lugar la última visita a la prisión Sevilla I, más conocida como La Ranilla, antes de que la piqueta ejerza su fuerza y haga desaparecer este edificio de gran importancia para la memoria histórica de Sevilla. Leopoldo Iglesias, como muchos otros, no ha querido perder la oportunidad de despedirse de estas inmediaciones a sus ochenta años y, acompañado por su mujer y nietos, ha hecho de guía por el lugar en que pasó casi tres años de su juventud en condiciones ínfimas.

¿Está contento de que este edificio, que tan malos recuerdos le trae, pase a la historia?

No, porque no se debería olvidar lo que allí sucedió. Este sitio recuerda nuestra lucha y el por qué estuvimos presos. Si esto no se derribó antes de mi detención, que hubiera sido lo mejor, ahora más que nunca no tiene sentido.

¿ Cuál fue la causa por la que le apresaron?

En la sentencia que se me aplicó, según el testimonio de condena, se me acusaba de “actividades subversivas y auxilio a la rebelión militar”. Paradójicamente, los verdaderamente rebeldes fueron los que me tildaron a mí de rebelde. Yo pertenecía al Partido Comunista, que estaba luchando en la clandestinidad haciendo lo que se podía.

¿ Y qué se podía hacer en aquella época?

Demostrarle al régimen franquista que no había vencido totalmente: hacer pintadas en los muros contra la dictadura, colgar banderas republicanas en los cables de alta tensión, hacer octavillas y repartirlas de forma discreta en los vestuarios de las fábricas.

¿Qué edad tenía cuando empezó a formar parte del Partido Comunista?

Si fui detenido con 22 años, supongo que entre los 15 o 16 años ya estaba funcionando. Fusilaron y detuvieron a familiares de mi madre y verla sufrir creó en mi una oposición y un odio que de alguna manera tenía que salir.

¿Y qué cargo tenía cuando le detuvieron tan joven?

A mi me acusaron de haber sido responsable de organización del PC Provincial de Sevilla. Y estaban en lo cierto. Yo controlaba a los militantes de la provincia y me pillaron porque alguien dio alguna pista sobre mí, Indagaron y comprobaron que había cambiado de nombre varias veces.

Como presos políticos en un régimen dictactorial, ¿en qué condiciones estuvieron en la cárcel?

La Ranilla tenía capacidad para 300 o 400 personas y yo te puedo asegurar que cuando entré en el año 1949 allí habían más de 3000 personas. Para que te hagas una idea, en las celdas, que en principio eran individuales, podían llegar a haber 7 o 8 presos. Sin muebles, dormíamos en el suelo y sólo contábamos con un agujero en una esquina para hacer nuestras necesidades a la vista del resto.

¿Y cómo logró sobrevivir?

Gracias a la comida que nos enviaban de fuera y a la Organización Socorro Popular Antifranquista, que evitó por todos los medios que ninguno de los presos políticos muriéramos de hambre.

¿Cuál es su peor recuerdo que tiene de allí?

El día en que descubrí vacías las celdas 44, 45 y 46, donde estaban José Mayo, Manuel López Castro y Luis Campos. Habían sido compañeros míos en la calle, pero con más responsabilidad que yo. Participaron en la guerra civil, en la resistencia francesa contra los alemanes y habían sido maquis incluso. Para mí eran héroes, ya que podrían haber dado detalles míos que hubieran influido en mi condena y no lo hicieron.

¿Y cuál fue su condena?

La idea que tenían conmigo era aplicarme la pena de muerte, pero luego estimaron condenarme a veinte años y un día de prisión. Pero, finalmente, la condena del Consejo de Guerra fue de tres años. Casualmente, hubo un Congreso Eucarístico el último año que dictó una especie de indulto y esto me permitió salir antes de cumplir toda la condena.

Supongo que el volver a la realidad de la calle no fue nada fácil.

No, porque cuando salí de la cárcel no pude disfrutar de la libertad y hasta que Franco no se murió yo no pude vivir. La Brigada Político Social me tuvo completamente vigilado y me hizo la vida imposible. Cuando venía Franco a Sevilla, por ejemplo, me visitaban días antes para ver qué estaba haciendo. Ese cuerpo de policía me tenía bastante odio porque supongo que pensaban que me había burlado de ellos en la comisaría ocultando bastantes datos. Yo procuré que no se perjudicara a ningún militante ni al partido con mis declaraciones.

¿Y a qué se dedicó entonces?

Acabé o acabaron convenciéndome de que no podría trabajar por cuenta ajena o en una empresa grande. Comencé en los astilleros de Sevilla, pero un día que llegó un barco en el que iban los embajadores de Colombia de visita, al descubrir mis antecedentes, me echaron por peligroso. Tampoco estaba autorizado a viajar. Así que la única solución fue trabajar con mi cuenta dando clases particulares o haciendo encargos desde casa como montar cajas de cambios de automóviles para una empresa importante.

¿Y debió desvincularse del Partido Comunista?

Si, al menos al principio. No estaba tan loco y sabía lo que no podía hacer. Aunque no perdí el contacto con el partido ni nunca he dejado de hacer cosas en contra de las injusticias, tanto del Franquismo como en la época democrática.

Actualmente, ¿está implicado en alguna asociación o partido político?

Sí, formo parte de la Asociación de Expresos políticos. Además, estoy en la Plataforma por la Recuperación de la Memoria Histórica y en la Comisión Ciudadana que se ha creado para negociar con el Ayuntamiento la conservación de parte de esta cárcel. Finalmente, sólo hemos conseguido que se conservara la portada de la prisión, y las dos alas continuas, que albergarán un museo y el archivo histórico.

¿Continúa considerándose comunista?

Pues sí, y no he encontrado todavía razón para arrepentirme de ello. Muchos de los que se llamaban comunistas en aquella época han cambiado de camisa, como por ejemplo Federico Jiménez Lo Santos, bien buscando un pesebre donde comer o un cargo de responsabilidad política. Son muchos los diputados que lo han hecho, pero seguramente yo duermo más tranquilo que ellos. Estoy viviendo a contracorriente y me siento orgulloso de ello. O sea, que sigo siendo comunista y además pro cubano.

¿Está de acuerdo con la política que está llevando a cabo Fidel Castro?

Pues sí, y como he viajado muchas veces a Cuba, sé de qué estoy hablando. Si vas sin una idea preconcebida, verás que el pueblo cubano está con Fidel porque lo ha liberado de la dependencia yanqui. Precisamente yo, que he estado en prisión por estar en contra de unas ideas fascistas, no podría defender la dictadura que aquí nos venden de Cuba. Los cargos políticos son elegidos y si no cumplen con sus funciones, a los seis meses los restituyen. A Fidel Castro se lo han intentado cargar muchas veces y si no han podido, no es porque esté forrado de acero, sino porque el pueblo lo quiere. Y por ello hay que respetarlo, lo mismo que a la bandera del Che.

Bueno, en España ahora tampoco se vive tan mal…

Naturalmente, pero uno de los que ha conseguido esta democracia que tenemos soy yo. Y estoy satisfecho del país que dejo a mis nietos.

Por lo tanto, es de los que opina que la democracia no se da sino que se construye.

Claro, y se construye gracias a las personas y a los movimientos sociales, escuelas, Sanidad, Seguridad Social… no creo que hayamos perdido el tiempo reivindicando todo esto con pequeñas acciones, incluso cuando estaba Franco en el poder.

¿Un ejemplo?

En una de las empresas en las que trabajé antes de ingresar en prisión, nos ponían un panecillo minúsculo a la hora de comer. Yo organicé una insurrección en el comedor una mañana, que acabó convirtiéndose en una apedreada de pan, y al día siguiente ya teníamos en la mesa una ración más grande.

¿Y todo esto lo cuenta a sus nietos?

Si, porque me siento orgulloso al ver los resultados. La juventud de ahora no es como la antes, no saben lo que vale un peine, y tienen tanto que están alienados para reivindicar sus derechos.

(Publicado en Casco Antiguo, Sevilla, febrero-marzo 2007)

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