La sublevación de los acuartelamientos norteafricanos el diecisiete de julio de 1936 y en la península el día dieciocho, señalan el inicio del golpe de estado contra la República con desigual fortuna en el territorio peninsular; en aquellas ciudades donde triunfó la rebelión, las tropas salieron a la calle invocando la salvación de la nación y la regeneración de la República, induciendo así, de forma premeditada, al desconcierto y la confusión entre la población.
Conforme transcurren los primeros días, se vislumbra el fracaso del golpe militar y en consecuencia, el inicio de una guerra cuya duración se prevé corta; pero con el paso de las semanas se va generalizando la convicción de que la contienda iría para largo, debido a la actitud irrenunciable de los sublevados por llevar a cabo sus planes y la voluntad del gobierno republicano en hacer valer su legitimidad.
Según los planes elaborados por los golpistas se constituyó una Junta Militar para hacerse cargo del gobierno de la nación y dirigir las acciones bélicas, lo que deja patente la responsabilidad de la rebelión en el estamento militar . Esta Junta Militar, se dotaba de autoridad gubernativa en las zonas controladas del país al constituirse como Junta de Defensa Nacional a partir del Decreto de veinticuatro de julio de 1936, por la que se instituía como órgano colegiado de gobierno, asumiendo todos los poderes del Estado, así como la representación de éste ante las potencias extranjeras .