Una de las consecuencias más dolorosas de la guerra civil de 1936 y la larga posguerra es el impresionante reguero de fosas clandestinas que dejó por los campos de este país y cuya ubicación exacta se desconoce. La necesidad que tienen los familiares de las víctimas del franquismo de hallar esas fosas choca con las escasas medidas que se han puesto en marcha para detectar, exhumar y reinhumar los restos. El modo en que se gestionó el asunto en la transición política (época donde al parecer se decidió no traer al espacio público el recuerdo de la guerra pero en el que la memoria franquista y la de las víctimas de la dictadura tuvieron una presencia desequilibrada) ha condicionado los intentos de solución que se han ensayado, como la llamada ley de memoria histórica, norma que no colma las demandas de unos familiares que llevan décadas esperando pasar página.