Motril. De los campos de la costa a los campos de concentración

El investigador Fermín Mayorga relata la terrible historia de los treinta vecinos de la Costa Tropical que acabaron en Mauthausen

ideal.es | Fermín Anguita | Motril | 10-2-2015

Seguramente, muchos motrileños recibieron anoche una revelación de profunda repercusión humana. Aquel familiar cercano del que se perdió toda pista hace más de setenta años, aquel joven de veintitantos que huyó a Francia temiendo ser represaliado tras el fin de la Guerra Civil… no rehizo su vida en el país vecino.

Las noticias no cesaron simplemente por miedo o a causa de una nueva existencia en tierras galas, sino que terminaron sus días masacrados tras los muros del campo de concentración alemán de Mauthausen: uno de los peores escenarios del horror nazi y donde dieron con sus cuerpos, y con toda su tragedia, treinta vecinos de la costa de Granada. Entre ellos veintiún motrileños, tres de Salobreña, tres jóvenes de Almuñécar y uno de Calahonda. Anoche, descendientes de estas víctimas se enteraron del terrible destino de sus seres queridos.

De los veintiún motrileños, solo hubo dos sobrevivientes que aguantaron de manera sobrehumana hasta la liberación por las fuerzas aliadas, en 1945. Fueron Salvador Pérez García, que en el momento de su exilio contaba con 22 años de edad y Francisco Casares Rodríguez, de 27. Se tiene dudas sobre una tercera persona, pero el tiempo ha diluido su auténtico paradero.

«En realidad, los primeros en sufrir el terror de los campos de concentración nazis fueron precisamente los españoles», insiste en afirmar Fermín Mayorga, uno de los investigadores que más ha profundizado en la dramática historia de los españoles que tuvieron que huir de España ante el temor a que, por motivos políticos, pudieran perder la vida. «Lo que no sabían -relata Mayorga- es que el curso de los acontecimientos les tenía reservado algo aún peor». El investigador madrileño, colaborador habitual del programa televisivo IV Milenio, dejó este sábado atónito y ciertamente conmovido al auditorio de Teatro Calderón de la Barca de Motril, donde se aguantaron no pocas lágrimas y donde los nombres de los motrileños, salobreñeros o sexitanos que posiblemente murieron de una forma atroz en Mauthausen fueron apareciendo, uno detrás de otro, como una letanía del peor holocausto que ha conocido la humanidad.

El acto, organizado con acierto y extraordinario poder de convocatoria por la asociación Misterios al Sur (Masip) de Motril, tuvo mucho de historia pero también de sentimientos. «Puede parecer increíble y hasta paradójico como los nazis llevaban un control tan exhaustivo y milimétrico de los prisioneros», comentaba Fermín Mayorga. Es más, los archivos alemanes de los campos de concentración eran tan meticulosos que ofrecían una radiografía cruel de la procedencia, edad, deportaciones y el terrible número que se les estampaba como un marchamo de muerte inevitable. La sola lectura de los nombres, plenamente identificables en familias actuales de cualquiera de las citadas poblaciones costeras, provocó escalofríos y una inevitable sensación de tristeza e impotencia.

Anoche, apenas pocos meses antes de que se cumpla el setenta aniversario de la liberación de Mauthausen (el 5 de mayo de 1945), el investigador Mayorga volvió a insistir en la promesa que se hicieron los españoles que tuvieron la desgracia de ‘inaugurar’ aquel campo de exterminio: «Firmaron un pacto y se prometieron contar esto al mundo, pasara lo que pasara». Esa promesa sigue haciéndose realidad en quienes han tomado el testigo y se han apoyado en numerosas fuentes documentales para explicar a la sociedad actual que el horror tomó la peor forma posible hace, en realidad, dos días.

Más de una treintena de imágenes acompañaron este sábado el testimonio de este investigador que acumula en su haber nueve libros sobre la Santa Inquisición, así como un destacado bagaje en el tema que centró su conferencia motrileña.

Mayorga relató que miles de personas cruzaron los Pirineos huyendo de la persecución contra quienes habían apoyado o simpatizado con el bando republicano, durante la Guerra Civil española. De cuantos habitantes del litoral terminaron en el campo de concentración, los motrileños se llevaron la peor parte y de la capital de la provincia se tiene constancia de algo más de cuarenta exiliados que se dieron de bruces con el exterminio.

Antes, mucho antes, miles de españoles llegaron a suelo francés donde hubieron de permanecer en los campos de refugiados; para poco después tener la opción de integrarse en las filas del ejército galo o bien como peones en las obras públicas del país vecino; precisamente, a consecuencia del temor a la invasión de la Alemania nazi es por lo que se levanta la famosa Línea Maginot, en cuya construcción participó no poca mano de obra española, una participación que se convirtió en sentencia condenatoria cuando las fuerzas hitlerianas invaden Francia «y apresan rápidamente a cuantos se encontraban en primera fila en la zona, entre ellos los españoles».

Aquí comenzó un calvario iniciado, en primera instancia, en las propias prisiones de lugares ocupados por el dictador, «quien termina por considerar a esos presos como una carga pesada de la que España no se quería ocupar por considerarlos apátridas» y a los que se les aplicó la ‘solución final’ que serviría de soporte ideológico del fascismo alemán para exterminar más tarde al pueblo judío. El resultado fue que más de nueve mil quinientos españoles nutrieron la maquinaria asesina de Mauthausen.

A partir de este punto, el público que acudió al teatro Calderón de Motril escuchó el relato y la sucesión de las peores atrocidades posibles engendradas por el ser humano contra el ser humano; y como las vidas se esfumaban en la mayor de las suertes con un tiro en la nuca o muertos en las verjas electrificadas y en la peor de las veces empujados por un tajo en la ‘cantera de la muerte’, aplastados bajo el peso de pedruscos enormes, ajusticiados en la horca o el terrorífico pase por las cámaras de gas, además del sometimiento a inconfesables experimentos médicos u otros martirios.

«Los más envejecidos o con algún tipo de secuela eran exterminados sobre la marcha, mientras que el resto eran sometidos a una larga e infernal tortura», relató el investigador.

http://www.ideal.es/granada/costa/201502/10/campos-costa-campos-concentracion-20150209213242.html