La madre de Juan Mañas se va sin saber por qué torturaron y mataron a los tres jóvenes
María Morales Mañas (El Alquián, Almería, 1935), madre de Juan Mañas, siempre fue amable conmigo. Tras sus muecas de dolor, sacaba gestos de bondad para aquel que se acercaba a consolarla o a preguntar por su Juan. El día 10 de mayo de 1981, cuando el telediario de mediodía informó del fallecimiento de tres personas en Almería, y presuntos terroristas de ETA, María supo de inmediato dos cosas: que su hijo y sus amigos eran los fallecidos, después de más de un día sin saber de su paradero, y que había una gran mentira o un gran error, o ambos, puesto que su hijo no era terrorista ni tendría amigos de esa calaña. También en ese momento le sacudió un escalofrío de tristeza que la inundó para siempre, indeleble y perdurable hasta que le llegara su propia muerte. Su marido, José Mañas Cazorla (Pechina, Almería, 1930 – 2011), salió apresuradamente de casa para buscarlos y poner sendas, e inútiles ya, denuncias de desaparición en la comisaría y en la comandancia. “¡Ay mi Juan, que me lo han matado!” Ese era el grito constante de María en el velatorio de su hijo, que se realizó en un almacén familiar en Pechina; ese era el escalofrío que se quedó para siempre en su alma. Y en lugar de ser sofocado, ese dolor fue a más, como leña al fuego, porque María sentía que su hijo no había muerto, sino que lo habían asesinado, que lo habían calumniado y que ahora lo querían enterrar con la mentira como sudario. Tres veces se lo habían matado, a palos, a tiros y quemado. Insoportable para una madre. El día que enterraron a su hijo también la enterraron a ella en vida, pero quedaba un hilo de fuerza que la mantenía en el velatorio, la justicia y una reparación digna, con una frase constante que añadía a su desgarro durante aquellas horas previas al sepelio: “Tengo que ir a Almería para conocer a los criminales que me han quitado a mi hijo”.
La madre de Juan Mañas no dejó de pedir justicia para su hijo y sus compañeros ante las puertas de la Audiencia. “Yo no digo que todos son culpables, pero aquellos que lo hayan hecho deben pagar con lo que establece la ley. Que no se tapen con dinero ni con ningún otro engaño”, solía añadir María Morales.
Al conocer la sentencia mostró su enfado porque no hubo calificación de asesinato y porque “esperaba más años de penas”. Luego soltó una bravuconada desesperada, como el que lanza un puñetazo al aire aun a sabiendas que no va a ningún sitio: “Es preferible que suelten a los guardias civiles. La familia se hará cargo de ellos”. Esa desafortunada frase la matizó, para suavizarla, en una especie de arrepentimiento cinco años después. No obstante, los años pasaban, pero permanecía el martillo de la injusticia en la cabeza de María. En mayo de 1991 volvía su reivindicación: “Todavía hay gente fuera que participó en el crimen y que debe pagar por ello”
El reportaje elaborado para Los Reporteros, de Canal Sur Televisión, la periodista Antonia Álvarez Delgado entrevistó a los padres de Juan Mañas, distintos personajes, testigos y a varios periodistas como el añorado Antonio Ramos, autor de El Caso Almería: abierto para la historia, a Miguel Ángel Blanco, autor del prólogo del último libro de Ramos y a este autor, entre otros. Antonia Álvarez: “Todavía sigo acordándome de María, la madre, y no se me va de la cabeza cuando nos mostró un trozo del cráneo de su hijo. Esos muchachos debieron pensar que era un sueño al no buscarle razón al sufrimiento que tuvieron. Murieron sin saber por qué. Ese reportaje, me ha marcado o cuando te hicimos una entrevista en la sala de autopsias del cementerio y nos dijiste una expresión inolvidable, cuerpos que parecían colañas, piezas de madera de color negro”.
La Madre Coraje tiró todos los recortes de periódico, grabaciones de las emisoras de radio y de televisión. Quemó ropa, pero siempre le quedó la ilusión de que un día le visitara uno de los 11 guardias civiles que formaban la caravana de la muerte y le diera explicaciones y pidieran perdón. En la conciencia lo llevan. Siempre hay esperanza comentan, especialmente la hermana Mari Carmen Mañas que presenció un día como su madre quemó casi todo. No le curaron el alma, ni el dolor de una madre. Solo le faltaba la confesión de uno de los testigos para conocer más. Yo también lo espero para un libro que está en imprenta y debemos levantar. Hay tiempo para la verdad, siempre.