Navarra. Mujeres que sostuvieron la vida y la dignidad en Ezkaba

Amaia Kowasch Velasco, tras seis años de investigación y arduo trabajo, acaba de publicar, y por lo tanto hacer visible, la historia y los testimonios de aquellas mujeres que ayudaron a los presos del penal de San Cristóbal.

NOTICIAS DE NAVARRA | FERNANDO F. GARAYOA | 2-12-2017

“Lo que no se nombra no existe, y si no existe es muy difícil que podamos llegar a tener futuro. Por eso es importante poner nombre a estas mujeres”

LA AUTORA

Biografía. Amaia Kowasch Velasco nació en Pamplona en 1990. Es trabajadora social, título conseguido en la UPNA, estudió sexología en Madrid y es experta en género. También ha estudiado Antropología Social y es socia de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Durante los últimos años ha centrado su trabajo de investigación en el Fuerte de San Cristóbal. Además del libro presentado ayer ha escrito un artículo en la obra El Cementerio de las botellas y el libro titulado Juan Mari Pallín. Un testimonio inédito sobre la vida de la prisión en el Fuerte de San Cristóbal, Navarra (1937-1940). Además, ha impartido numerosas conferencias sobre este tema en distintas localidades de la Comarca de Pamplona.

EL LIBRO

Editado por el Gobierno foral. La edición de esta obra, promovida por el servicio de publicaciones del departamento de Relaciones Institucionales del Gobierno de Navarra, ha costado 8.600 euros. La tirada del libro, de 350 páginas, es de 500 ejemplares, que van a salir a la venta al precio de 15 euros.

Homenaje. Para Amaia Kowasch, su libro Tejiendo redes, “quiere convertirse en un homenaje a aquellas maravillosas mujeres que se organizaron, que tejieron redes de solidaridad y llevaron rayos de luz a donde pocos los esperaban. Asimismo, fueron capaces de transmitir esas vivencias a sus descendientes, y gracias eso, hoy existe este libro”.

Prólogo. El libro incluye un prólogo del médico forense Francisco Etxeberria, quien destaca el “valor indiscutible” que tiene “la aportación que hace Amaia Kowasch al adentrarse “en el mundo de la solidaridad con los presos republicanos y las mujeres organizadas en condiciones de extrema dificultad, perseguidas y humilladas por el propio régimen franquista y quienes lo aplaudieron. Mujeres que en este libro se convierten en protagonistas y sacan a la luz una historia enterrada, esta sí, con años de olvido e ignorancia”. Etxeberria también apunta que en Tejiendo redes, “se encierra una historia nueva que aflora y enriquece el espacio de la Memoria Histórica y ensancha el discurso de los Derechos Humanos, vulnerados y nunca atendidos ni reconocidos en estas mujeres y sus familias”.

Se ha hablado y escrito mucho, aunque no suficiente, sobre el penal de Ezkaba, sobre los presos que allí sufrieron y se dejaron la piel y la vida sometidos a condiciones infrahumanas, sobre la fuga acontecida el 22 de mayo de 1938… Pero nunca, hasta ahora, se había escrito sobre el papel que desempeñaron tanto las mujeres de los presos como otras tantas que, sin tener relación directa con los reos, visitaban regularmente el fuerte, convertido en cárcel desde 1934 y hasta 1945, para prestarles una ayuda que, de alguna forma, les animara a mantener la dignidad y la vida en unas condiciones en las que lo más fácil era abandonarla entre la miseria del hambre, los piojos y el frío que anegaba cada hueso.

Tejiendo redeses el libro que, tras seis años de investigación, la pamplonesa Amaia Kowasch Velasco acaba de publicar, de la mano del Gobierno de Navarra. Un volumen que recoge el testimonio, tanto directo como a través de familiares, y la historia de estas mujeres, que se convirtieron en el único hálito de esperanza para miles de presos. El libro fue presentado ayer por la autora, que estuvo acompañada por la consejera de Relaciones Ciudadanas e Institucionales, Ana Ollo, quien incidió en el carácter pionero de esta investigación y apuntó que, de cara al año que viene, 80 aniversario de la fuga del penal de Ezkaba, el Gobierno está impulsando un amplio programa actos de homenaje y recuerdo.

Testimonios y clandestinidad. Recorrido histórico

Alimentos, ropa, cartas… atravesaron barrotes y muros gracias a la valentía y el coraje de unas ángeles de la guarda, como algunos presos no dudaron en denominarlas. Mujeres que hasta ahora han sido invisibles para la historia… “Hace seis años que empecé con esta investigación, que un principio estaba destinada a dar forma a un trabajo que tenía que entregar en un título de experta en género que cursé. Pero seguí indagando y el resultado final es este libro”, apuntaba ayer Amaia. Un libro que se centra “en el fuerte de San Cristóbal, en el que entre 1934 y 1945, reconvertido en penal, fueron encarceladas miles de personas de diferentes ideologías. En esos mismos años cientos de mujeres subieron al monte Ezkaba para apoyar a estos presos, muchas veces sin ni siquiera conocerlos con anterioridad. Este libro está dedicado a estas mujeres, que tejieron redes y se organizaron. Mujeres que bien por su ideología y solidaridad, bien por sus lazos de parentesco, hicieron todo lo posible para ayudar a estos presos”, explicaba la autora para, a continuación, recordar que “este tema ha sido invisibilizado y que ha pasado inadvertido durante muchos años. Algunas obras sí que hacían referencia a las mujeres que ayudaban a los presos en este penal, pero ninguna les ha dado el protagonismo merecido. Las mujeres que aparecen en estas páginas como protagonistas, son mujeres que, ante la represión ejercida en 1934 y ante el golpe de estado militar se movilizaron para ayudar a los presos recluidos en San Cristóbal”.

Según explicó Amaia, el libro, en lo que a testimonios se refiere, está dividido por años. “La red de solidaridad fue muy diferente en 1934 y a partir de 1936”. En esos dos primeros años, “la ayuda fundamental era lavar la ropa, llevar comida, tabaco, visitarles, escribirles cartas y servirles de enlace con sus familiares. A partir de 1936, muchas de estas mujeres son detenidas precisamente por realizar esa labor y la ayuda se realiza desde una forma clandestina y con mucho más riesgo. De este periodo, la documentación principal es de Emakume Abertzale Batza, que principalmente ayudaban a los gudaris, aunque también a otros presos. Y la ayuda consistía también en llevarles cartas, lavar la ropa, visitarles… era como una ráfaga de que alguien todavía les consideraba personas. De hecho, el último capítulo está dedicado a los presos que en sus memorias hablaron de estas mujeres y cómo lo hicieron, ya que gracias a ellas muchos salieron del penal. Para acceder a los presos, se cambiaban los apellidos para poder figurar como familiares”.

Kowasch también resaltó cómo a la hora de recoger testimonios (cada uno figura datado) se encontraba con frases como “yo no sé nada” o con actitudes como la de no darle importancia a lo que hicieron. “Y es que las preguntas que se les han hecho siempre eran sobre ellos, sobre qué sabían de los presos: nadie les había preguntado y tú qué hiciste”. La investigación para recabar testimonios y encontrar los nombres de las mujeres que prestaron ayuda ha sido detectivesca, pero Amaia destacó el papel de Carmen Fleta, de 106 años “con una memoria prodigiosa” que le hizo una lista de las que subían con ella a Ezkaba.

“Lo que no se nombra, no existe’. Mujeres ‘invisibles’

“Fueron las mujeres de Pamplona las primeras en organizarse, en 1934, ante la represión iniciada por el Gobierno republicano radical cedista. Aquel año, cientos de presos fueron trasladados desde diferentes lugares del Estado al fuerte de San Cristóbal, que se reconvirtió en penal. Posteriormente, tras el golpe militar, que derivó en la Guerra Civil, las mujeres que no entraban en los estrechos moldes de este ideario sufrieron una gran represión”, relató Kowasch, “a pesar de ello, muchas de ellas, motivadas por su conciencia política y social, se mantuvieron en su rechazo al fascismo y en la defensa de los derechos sociales y políticos conquistados en la segunda república, desempeñando un importante papel en la organización de la solidaridad, creando un extensa red de enlace y apoyo para personas presas;este es el caso concreto de Pamplona y Ezkaba”.

Amaia, según explicaba ayer, se ha encontrado con dos importantes desafíos a la hora de desarrollar su investigación. “El primero, que escribir sobre la participación y la historia de las mujeres durante este periodo histórico es muy complejo, y en este caso implica la recuperación de la memoria de estas mujeres, por eso en este libro están todos sus testimonios. Es llamativo que, pese a representar en el mundo más de la mitad de la población, las mujeres hemos sido excluidas, borradas de la historia, en una especie de invisibilidad que todavía hoy perdura. De hecho, siguen prevaleciendo las investigaciones centradas en la historia de los hombres y en sus roles. Hay que tener en cuenta que lo que no se nombra, no existe, y si no existe es muy difícil que podamos llegar a tener futuro. Por eso es importante poner nombre a estas mujeres, recuperar sus recuerdos y vivencias para así comprender nuestra historia desde una perspectiva de género”.

El segundo desafío al que se enfrentó Amaia fue “el periódico histórico en el que se centra el libro (desde 1934 hasta la posguerra), lo que dificulta la recuperación de esta voces enterradas de las mujeres. Y esto es así porque las personas que se alzaron contra la segunda república española consiguieron, tras duros años de represión, asentar un régimen militar dictatorial que se impuso durante 36 años. Una dictadura que construyó su historia e intento borrar el significado que tuvo el siglo XX para las mujeres (derecho a voto, acceso a la educación…), en el que comenzaron a tener voz pero aquí fueron brutalmente acalladas. Si es complicado recuperar la historia de la Guerra Civil, aun es más complejo conocer la participación de las mujeres. La invisibilidad que impuso el régimen dictatorial es hoy un gran desafío”.

http://www.noticiasdenavarra.com/2017/12/02/ocio-y-cultura/cultura/tejiendo-redes-mujeres-que-sostuvieron-la-vida-y-la-dignidad-en-ezkaba