El trabajo esclavo en el franquismo. Por Marisa Masera

Para TLN. Marisa Masera / 09/11/2023.
Foto: Presos en Nanclares de Oca.
Pedro Masera Pérez, mi padre, era natural de El Cerro de Andévalo -Huelva-, militante de la C.N.T.. Al entrar los nacionales en el pueblo, él con otros compañeros, para salvar la vida, se escondieron en la sierra, sobre todo en las minas abandonadas. Llegó un momento en el que al estar rodeados de patrullas
falangistas, decidieron ir a Madrid campo a través -salvo en los trayectos comprendidos en zona republicana que podían hacerse en tren- .
Una vez allí el comité regional de la C.N.T. le mandó en primer lugar al frente de la Ciudad Universitaria. Cuando se aseguró la defensa de Madrid le dieron destino en Aranjuez y frentes limítrofes.
Al terminar la guerra marchó a Alicante, con un pasaporte expedido por el gobierno de la República, para embarcar en el puerto con destino a Veracruz -México-, ya que algunos gobiernos europeos habían prometido a la República barcos para evacuar a cuantas personas pudieran. La promesa no se cumplió y las tropas
franquistas entraron en la ciudad apresando a cuantos se hallaban en el puerto, ingresándolos en campamentos improvisados como el de Los Almendros, donde permaneció mi padre hasta ser trasladado a Huelva, donde fue juzgado por Rebelión y Adhesión. La sentencia fue a muerte y a los dieciocho meses conmutada por cadena perpetua -30 años y un día-.
En 1942 fue trasladado a Las Colonias Penitenciarias de Toledo para cumplir condena en la restauración de la Escuela de Infantería, como trabajador esclavo. En 1945 fue puesto en libertad provisional y sin una sola peseta, a pesar de que sobre el papel se contemplaba un sueldo mínimo. El beneficio de tanto sufrimiento
consistió en un billete de tren con destino a Aranjuez, donde fijó su residencia.
Como recuerdo de semejante infierno una pleuresía mal curada, y una bronquitis crónica que le fue esclerosando el pulmón y provocando una angina de pecho fulminante a la edad de 75 años, según el diagnóstico médico.
Pero con todo no consiguieron su propósito: extirpar el “gen rojo”, como lo calificó Vallejo Nájera.