Ramón Acín, el productor anarquista que fusilaron y borraron de ‘Las Hurdes’ de Buñuel

La película de animación ‘Buñuel, en el laberinto de las tortugas’ recrea el rodaje de la tercera cinta del genio a través de su amistad con Ramón Acín, el profesor, activista e intelectual que invirtió parte del premio de la Lotería en la producción y fue asesinado por el régimen franquista en 1936.

KAOSENLARED.NET | PEPA BLANES – JOSÉ M. ROMERO | 28-4-2019

Ramón Acín lo fusilaron apenas veinte días después del alzamiento militar de 1936. El activista y profesor anarquista creía firmemente en la educación y la cultura para cambiar el mundo ante un fascismo que abominaba la intelectualidad y el conocimiento. “Cuando lo mataron tenía 48 años, una edad de fertilidad artística, él era pintor, escultor, ilustrador… Cuando lo asesinaron, fue un acontecimiento. Lo mataron al inicio de la guerra, el 18 de julio fue el levantamiento y el 6 de agosto lo mataron a él y el 23 de agosto a su esposa. Fue una especie de santo, en Cataluña, por ejemplo, la CNT puso a calles el nombre de Ramón Acín porque se convirtió en el mártir, en una bandera…”, recuerda su nieto Ramón García-Bragado Acín, cuya familia ha recuperado la vida y obra de una de las personalidades más influyentes de los años 30.

Siempre se habían acercado a su figura como un personaje histórico. Hasta ahora, donde cobra vida en la pantalla a través de la ficción. Salvador Simó dirige ‘Buñuel, en el laberinto de las tortugas’, una cinta de animación que recrea la amistad entre el cineasta y Acín, productor de su tercera película, el documental ‘Las Hurdes, tierra sin pan’. “Para nosotros es una conmoción, es una figura que tenemos muy determinada por la imagen que nos trasladó mi madre y mi tía, las hijas de Ramón. Solo lo habíamos visto en fotografías, casi como un personaje histórico. Verlo con vida, moverse, verlo hablar, con vida, discutir, actuar… para mí fue un auténtico shock. No estamos acostumbrados a verlo como un personaje de ficción y nos tenemos que acostumbrar a verlo desde ese punto de vista”, explica García-Bragado, quien tras su paso por el Festival de Málaga, dice, tuvo que procesar lo que había visto. “Creía que no le había gustado”, temió el realizador.

El largometraje es un homenaje a dos hombres que intentaron cambiar su tiempo, que disfrutaban debatiendo y que confiaban en el poder del arte como herramienta de denuncia social. Buñuel no pasa una buena época. Su segunda película, ‘La edad de oro’, había provocado un monumental escándalo en París. Sumido en una crisis, a sus manos llegó la historia de Las Hurdes, la situación de esa comarca extremeña desamparada e instalada en una pobreza crónica. Acín pertenecía una familia humilde y prometió a su amigo Luis financiarle su locura si ganaba el Gordo de la Lotería. Y le tocó. Hombre de palabra, se comprometió con un proyecto que ha quedado marcado en el imaginario colectivo y que sacó los colores a los gobernantes de esos años pese a las trabas para su estreno.

“Los dos estaban muy identificados con las vanguardias de preguerra. El primer tercio del siglo XX español fue una cosa extraordinaria y descomunal, igual que era amigo de García Lorca y de la élite cultural de aquella época, de la intelectualidad… Pero además mi abuelo tenía una gran fe en el cine. Cuando rascamos en la historia, no nos extrañó nada que apostara por el cine, él mismo había hecho algún pinito. Le atraía mucho la técnica del cine para explicar historias. Se juntó la amistad de Buñuel, ir a Las Hurdes para poner de manifiesto lo que estaba pasando -él ya había estado en las escuelas de esa zona- y luego se junta esa confianza en el cine como un elemento para cambiar el mundo. Por eso financió la película, si crees en una cosa, lo echas todo allí”. Ambos pasaron varias semanas en la comarca, rodaron del 23 de abril al 22 de mayo de 1932, una experiencia que la cinta, basada en la novela gráfica de Fermín Solís, aborda con ternura y humor.

Ramón Acín se convierte entonces en esa especie de ‘Pepito Grillo’ que guía y conduce los impulsos surrealistas de Buñuel, seducido por la realidad deformada. “El papel de Ramón no solo es la relación de amistad, sino el hecho de su compromiso social, él iba allí para intentar cambiar las cosas, a Buñuel se le ponían sus conflictos de artistas en el camino, y Ramón estaba allí para recordárselo, ese conflicto entre director y productor. Se vuelve la conciencia y esa es la parte también bonita de la película al mostrar a Ramón”. Y fue mucho más que un productor, su rastro está en la película. “Sabíamos que había formado parte de la historia de forma relevante. La idea de los niños de Las Hurdes escribiendo en una pizarra ‘hay que respetar los bienes ajenos’, eso solo lo puede concebir un anarquista. Es obvio que estaba por allí e influía en el discurso”.

En este homenaje, el cine dentro del cine, Simó mezcla la animación con material inédito del rodaje en Las Hurdes. Casi 22 minutos de descartes que Buñuel dejó tras editar la cinta en la cocina de su casa con la luz de una bombilla. Más allá de un cascarrabias y un cabezón, el autor de obras maestras como ‘Un perro andaluz’ o ‘Viridiana’ era alguien tremendamente sensible, dicen quienes le conocían y explica Simó. “Tenía una sensibilidad especial, como muestran muchas de sus películas. Hay muchas dimensiones en el personaje, y más en alguien así, con contradicciones, traumas… pero con esa ternura se entiende su dimensión de forma más completa”. El asesinato de Acín fue un tormento para él. El hijo de Buñuel recordaba que se le cortaba la voz cuando lo mencionaba. “Reapareció en la vida de mi madre y de mi tía, les devolvió el dinero de la producción… Mi madre tiene unas cartas a Buñuel valorando su calidad humana, el gesto de Buñuel de comercializar la película en los 60 en Francia y devolverle el dinero dice mucho de él. Cascarrabias pero un hombre cabal”, añade Ramón García-Bragado.

Productor, profesor, pedagogo, activista, escultor, pintor, ilustrador, escritor… Acín fue un punto de referencia. “En ese tiempo, con el tráfico de intelectuales que iban y venían a París, muchos se paraban en Huesca a verlo. El golpe militar en Portugal fue unos años antes que en España, Oliviera Salazar dio el golpe fascista antes que Franco. Los portugueses se exiliaron antes, se iban a París y pasaban por España. Y todos traían en la cartera la referencia de Acín, de Huesca. Antes de cruzar la frontera, se paraban en su casa. Mi madre se acuerda de las tertulias con los exiliados portugueses, era un punto de referencia cultural. Era el mecanismo de transmisión de las ideas avanzadas”. Por eso, fue uno de los primeros objetivos del franquismo.

 “Mis abuelos y mis padres son el siglo XX español, y hubo una época extraordinaria, la década de los 30, hasta que los faciosos declararon la guerra a la cultura y la democracia y se llevaron por delante a mucha gente. Además de a mis abuelos, liquidaron el magisterio español. Mi abuelo era profesor de magisterio y el aspecto más emotivo eran sus alumnos, que eran maestros y todos fueron asesinados porque se persiguió con saña a los maestros. Era un hombre que lo tocaba todo, un hombre de la CNT, iba a los congresos a Madrid, pintaba y aprovecha para hacer una exposición en el Ateneo… Se ganaba la vida como profesor y además era una persona inquieta. En la riqueza de ese momento cultural, Ramón Acín es parte e impulsor de eso”, concluye su nieto sobre una figura que la memoria histórica no ha colocado en el centro. Borrado de los créditos del documental durante décadas, Buñuel reparó su honor en los 60.

Tras competir en sección oficial en el Festival de Málaga, ‘Buñuel, en el laberinto de las tortugas’ inicia un recorrido internacional que aspira a colocar a la animación española en la cima. Vendida en 35 países, premiada en Los Ángeles, la película pasará por el certamen de animación más importante del mundo y se estrenará en EEUU de la mano de GKids, distribuidora independiente con varias nominaciones a los Oscar. El camino es largo pero esperanzador para una cinta especial, hermosa, con una deliciosa banda sonora y un amor por el cine que se mira con nostalgia. “Estamos picando piedra para llevarla a cuanto más público, mejor”, resume ilusionado Salvador Simó.

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