Recuerdo a quienes nos dejaron. 14 de Abril 2017

LUIS ANTONIO GARCÍA BRAVO | 30-3-2017.

Ya habíamos organizado el primer encuentro sobre la guerrilla antifascista en el Campo de Gibraltar entre los días 12 al 14 de abril del año 2002, cuando pasado unos días me llamaba mi gran amigo e investigador Jesús Castro, para presentarme a dos amigos, días después quedábamos en la terraza de una cafetería donde me fueron presentados, Benito Muñoz y Jerónimo Cózar, este último ya le conocía desde que yo era un niño.

Los dos, hijos de padres asesinados por el franquismo en aquellos años de guerra y posguerra que sufrió nuestro país tras el levantamiento de una parte del ejército, en 1936,. De aquella primera entrevista ya comenzaron los dos a aportarnos datos a través de sus testimonios orales, de cuánto les tocó de vivir a ellos y sus familiares, así nació una gran amistad y cariño, a la que apenas unos días después se vería incrementada con quien fue un gran luchador anarquista Francisco Serrano, todo un personaje quien también nos dejó un gran legado de lo que fue su vida cuando, ya había cumplido 101 año. Los tres aportaron con sus testimonios y vivencias, un gran legado a nuestra historia más reciente, a ellos unos como hijos y otro como combatiente en primera persona les estaremos siempre agradecidos y en deuda, para siempre y han quedado en mi recuerdo y en lo más profundo de mi corazón.

Es por lo que he querido en estas fechas tan cercanas al 14 de abril, recordarles con unos breves  apuntes. Cuando ya han pasado trece años de aquellas jornadas Histórico Cultural y homenaje a los fusilados republicanos, que tuvieron lugar en Algeciras (Cádiz), los días 24 y 25 de abril de 2004, y donde intervinieron los historiadores, Jesús Castro, José Manuel Algarbani y Francisco Sánchez Montoya, que culminó con el homenaje y la inauguración de un monumento a los fusilados republicanos, escultura realizada en piedra por el escultor Ignacio Márquez y donde han quedado inscritos para siempre algunos de los versos de nuestra querida poetisa Julia Guerra.

Y dentro de estos tres entrañables amigos hoy quiero empezar mi reseña con Jerónimo Cózar, por estar su historia muy relacionada con la aquella tragedia de la carretera de Málaga, lo que conocemos por “la huía” y de la que hace ya 80 años.

Jerónimo, nombre que tuvo que adoptar obligado por la prudencia, ya que el nombre que su padre escogió era el de Progreso. Su padre, anarquista, miembro de la CNT, y policía municipal, en la Villa de Los Barios (Cádiz), fue detenido el 23 de julio de 1936, por las tropas franquistas y recluido en el Cuartel de Escopeteros, en Algeciras. Sería fusilado el 31 de agosto de 1936, junto a otros cinco compañeros.

Cuando en una reunión se conocieron Francisco Serrano y Jerónimo Cózar, le contó Serrano, que coincidió con su padre en la cárcel de Algeciras, y que le llamó la atención el aspecto que traía y el mal estado físico, al parecer por la violencia que les fue aplicada en los interrogatorios, aquel relato le sorprendió a Jerónimo quien además de quedar impresionado quedo muy triste, él nunca supo que antes de ser asesinado, lo maltrataron de aquella manera tan cruel.

De esta forma la guerra dejo a un niño con apenas un año de edad huérfano de padre y sin nombre, al amparo de su querida madre viuda y señalada. Huyeron de Algeciras hacia Málaga y una vez más la tragedia siguió ensañándose con ellos, y tuvieron que huir como tantas familias por la carretera de Málaga a Almería, en lo que todos conocemos como “la huía”. Y contaba Jerónimo con los ojos llenos de lagrimas, como gracias a su querida madre  pudo salvar su vida, relatos que su madre le contaría cuando él ya pudo comprender y ante sus preguntas de porqué mataron a su padre, etc.

La madre herida por el dolor de la muerte de su marido, y ante los acontecimientos que sucedían una vez iban siendo los pueblos de la comarca del Campo de Gibraltar ocupado por las tropas rebeldes, y la represión que se ejercía contra la población civil, decidió huir hacia Málaga, que aún estaba en poder de la república, siempre con su hijo Jerónimo (Progreso) en brazos. A la llegada de las tropas rebeldes a la capital Malagueña, huyó hacia Almería por aquella carretera de muerte y desesperación, donde los barcos fascistas y la aviación se ensañaron con una población civil, cansada y hambrienta. Su madre se quedó sin leche para amantarlos, pero cuando podía, mientras caminaba cogía caña de azúcar y apartándose del camino, hacia una parada y con una piedra machacaba la caña de azúcar y el zumo se lo iba untando en sus pezones secos, acercándolo a mi boca para que chupara el zumo, así fue, decía Jerónimo como mi madre consiguió salvarme no sólo de las metrallas de las aviones fascistas y de los cañonazos de los barcos, también del hambre.

Aquel relato de la vida de mi amigo Jerónimo, me dejo impresionado y por eso decidí hacer este poema, para todas las madres que tuvieron que afrontar aquel camino de muerte y sin razón que fue la carretera de Málaga.

Caña de azúcar

A las madres coraje de la carretera de Málaga –Almería. “La Huía”

Zumo de caña de azúcar

Que la vida me salvaste

Seco los pechos mi madre tenía

Y conmigo en brazo corría

Secos por el llanto los ojos mi madre teñía

Y conmigo en brazo corría

Desesperada y con miedo al cielo y al mar miraba

Y marido ya no tenía

Pues muerto atrás quedó

Carretera de muertos sembrada

De niños solos y desesperados

Apartada del camino de muerte y dolor

Con el zumo de la caña de azúcar

Mi madre sus secos pezones mojaba

Y así mi llanto y hambre mi madre calmaba

Y conmigo en brazo corría

Cuánto te debo madre mía

Que la vida me salvaste