La hija de Larissa Swirski, a sus 92 años, y el escritor Wayne Jamison recrean las peripecias de la única agente triple de su tiempo en un libro que cuestiona la neutralidad de España en la II Guerra Mundial

La llamaban Queen of hearts o La reina de corazones, pero su verdadero nombre era Larissa Swirski. Descendía de aristócratas rusos, llegó a España huyendo de la revolución bolchevique y se convirtió en espía en los convulsos años de la II Guerra Mundial para cambiar el rumbo de la Historia. Ahora su hija, Liana Romero, en estrecha colaboración con el escritor Wayne Jamison, ha recreado sus peripecias en clave de novela en Reina de corazones, recién publicado por Edhasa.
Una guerra sibilina
Una de las cosas que pone de manifiesto esta figura es, como Jamison ha defendido en otros títulos anteriores, el cuestionamiento de la neutralidad de España en la II Guerra Mundial. “El acceso al Peñón de Gibraltar y al Estrecho se vuelve un asunto de suma importancia en un momento en que los alemanes habían sometido a toda Europa y solo les faltaba derrotar a los británicos”, comenta el escritor. “Se produce aquí una guerra silenciosa, sibilina, donde no todo es la fuerza militar, sino también la información; por ejemplo, sobre las entradas y salidas de buques y submarinos. Quien tenía esos datos, tenía mucho ganado, y en ese contexto Larissa fue una figura clave”.

Pero las aventuras de La reina de corazones empiezan mucho antes, cuando su familia, una rama bastarda de los Romanov, huyó de Odesa tras la revolución de 1917. Sus padres murieron, pero ella logró llegar al occidente europeo con sus abuelos. Se casó con un oficial de la Marina que, tras la Guerra Civil, fue destinado primero a Ceuta y luego a Puente Mayorga, en el Campo de Gibraltar, entonces epicentro del espionaje de la época. “Era idónea para este trabajo, se manejaba en seis idiomas y tenía un perfil discreto, además de estar casada con un militar de Franco. Así es como empieza trabajando para los alemanes, que le prometen restituirle todo lo que le habían arrebatado en Rusia”.
Espías por dinero
A la hora de dar forma de novela a esta alucinante historia, Wayne Jamison ha optado por el rigor histórico por encima de todo: “Podríamos decir que entre el 85 y el 90% de lo que contamos es totalmente cierto. Hemos recurrido a la ficción como herramienta para que la trama tenga continuidad y no quede en una mera sucesión de sketches y escenas. Por ejemplo, sabiendo que tuvo relación con Ian Fleming, hemos tenido que ficcionalizarla. ¿Cómo? Fleming frecuentaba el casino de Estoril, y nos pareció un lugar plausible para que se encontraran y tuvieran una conversación que recreamos”.
Para Jamison, la figura de Swirski viene a recordarnos que “una de las grandes batallas de la II Guerra Mundial fue la que se libró en un país neutral como España, cuyo papel no se ha destacado lo suficiente, en parte porque al principio no interesaba. Por eso la información se ha desclasificado con cuentagotas, y al final queda demostrado que esa batalla se libró en lo que yo llamo el sur del sur. Y si Hitler se hubiera hecho con el Peñón, todo habría sido diferente”.
Por otro lado, los autores de Reina de corazones reconocen que, junto a figuras más o menos intrépidas, “hubo un poco de todo, también espías a lo Mortadelo y Filemón. Fueron agentes de siete países diferentes operando a la vez en un territorio muy reducido, incluidos los japoneses”, subraya. “En cuanto a sus motivaciones, también eran muy diversas, pero a menudo se limitaban a lo económico: meter una bomba lapa en un depósito de combustible podía llegar a pagarse con 100.000 pesetas de la época, que no era poco”.
El arquetipo de James Bond no era, de hecho, lo que más se llevaba. Sí había numerosos saboteadores, la mayoría españoles corrientes encantados de sacar un dinero extra poniéndose al servicio de quien pagara. Abundaban asimismo los informantes de todo pelaje y no pocos pescadores dispuestos a llevar a cualquiera a África en sus barcos de faena. Pero La reina de corazones pertenecía a una estirpe más sofisticada, hasta el punto de que el propio Ian Fleming se inspiró en ella para diseñar personajes femeninos de su novela Casino royale.