Reus (Barcelona). Se buscan los restos de Cipriano Martos 49 años después

El militante antifranquista fue torturado y asesinado por la Guardia Civil. Gracias al empeño de su hermano Antonio y a una investigación periodística, ha comenzado la exhumación en una fosa de beneficencia del cementerio de Reus

Guillermo Martínez 17/12/2022

Foto: Lapida de Cipriano

Cipriano Martos llevaba 21 días ingresado en el hospital Sant Joan de Reus, pero nadie había avisado a su familia. Desconocían que su querido hijo y hermano se había visto obligado a ingerir, durante el interrogatorio en el cuartel de la Guardia Civil, el ácido sulfúrico que encontraron en su casa cuando fue detenido el 25 de agosto de 1973. Este treintañero murió de la misma forma que vivió sus últimos años: militando en el Partido Comunista de España Marxista-Leninista (PCE ML) y el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). Esta vez, la Guardia Civil le había detenido por repartir propaganda contra el régimen franquista.

Su familia jamás pudo ver el cadáver, que fue enterrado en una fosa de beneficencia del cementerio de Reus. El crimen fue silenciado por la dictadura y apenas tuvo repercusión entre los grupos de la clandestinidad. Ahora, el Departamento de Justícia, Drets i Memòria de la Generalitat de Catalunya ha iniciado los trabajos de exhumación de su cuerpo.

Natural de un núcleo de casas cercano a Loja, en Granada, Martos provenía de una familia de campesinos pobres, marcados por el analfabetismo. Cuando nació, en 1942, el hambre de la posguerra azotaba el sur. En 1969 decidió migrar a Sabadell junto a su hermano Antonio para dedicarse a la construcción. Una nueva vida empezaría para él: la combatividad de la ciudad y su fuerte movimiento sindical, junto a las nuevas opciones culturales y sociales que se encontró, le terminarían de alejar de sus raíces.

Férrea oposición al régimen

Roger Mateos es el periodista e investigador que más sabe de la historia. Autor de El caso Cipriano Martos (Anagrama, 2018), así relata el comienzo de su politización: “Por aquellos años había muchas siglas entre las que elegir de oposición antifranquista. Él cayó en una de las más duras, el PCE ML, lo que fue el núcleo político del FRAP”. Tal era la dedicación del joven a las labores del partido, que en 1973 fue destinado a Reus. Según Mateos, “en aquella célula comenzó a conocer bien a sus compañeros, con los que hacía repartos de propaganda”. Las acciones, en ocasiones, iban algo más allá, como el lanzamiento de cócteles molotov contra campings para denunciar el turismo financiado por el franquismo.

Antonio Martos es el mayor de los seis hermanos y tenía 32 años cuando ocurrió todo. “Al principio vivíamos juntos en Sabadell, pero él se empezó a distanciar más y más, y nos olíamos que se había metido en algún rollo”, explica a sus 81 años. Poco a poco, Cipriano se fue alejando de Antonio, hasta tal punto que este no conocía el paradero de su hermano en el momento de su boda a la que, evidentemente, Cipriano no acudió. “Yo creía que estaba metido en la iglesia evangélica, prohibida entonces. Le veía venir de madrugada cuando a lo mejor nos levantábamos a las 5 de la mañana para ir a trabajar. Así hasta que dejó la casa. Los últimos seis meses antes de su muerte, ni siquiera sabíamos dónde estaba”, comenta el hermano.

Juan López Amorós fue militante del FRAP junto a Martos. Obrero de la construcción durante toda su vida, a sus 70 años recién cumplidos aún rompe a llorar cuando recuerda el asesinato de su compañero. “Yo le conocí en 1971, en Barcelona, en un aparato de propaganda. Al poco, a él le mandaron a Reus y a mí a Igualada”, relata. Pese a proceder los dos de Sabadell y de la construcción, hasta entonces no habían tenido noticia el uno del otro al moverse en la clandestinidad.

Detención, torturas y asesinato

En Reus, Martos trabajaba en el campo para ganarse la vida. En ningún momento dejó atrás su militancia comunista y antifranquista. “Como eran pueblos relativamente pequeños, lo que hacíamos era intercambiar las células de la organización, así que la mía de Igualada hacía propaganda en Reus, y la suya de Reus venía a tirar y repartir propaganda a Igualada”, explica este antiguo militante del FRAP.

La primera fecha clave en esta historia es el 25 de agosto de 1973, el día en el que la Guardia Civil le detiene después de que la célula de Martos hiciera un reparto de propaganda en Igualada. “Les calaron la matrícula del coche y tras un primer detenido, el segundo en caer fue Martos. Le trasladaron al cuartel de la Guardia Civil en Reus y le interrogaron a lo largo de unas 50 horas, aproximadamente. Ahí vivió un infierno. Según testimonios de otros detenidos que coincidieron con él en el cuartel, llegaron a verle gravemente magullado por las torturas que estaba sufriendo”, detalla Mateos en su libro.

Le trasladaron al cuartel de la Guardia Civil en Reus y le interrogaron a lo largo de unas 50 horas, aproximadamente. Ahí vivió un infierno

Dos días después terminó abruptamente el interrogatorio: Martos había ingerido el ácido sulfúrico que días antes la Guardia Civil había encontrado en su piso. “Con el tubo digestivo en llamas, le tuvieron que hospitalizar. Ingresa como detenido e, inicialmente, sobrevive, pero agoniza durante 21 días”, continúa el investigador. Y aquí la segunda fecha crucial: el 17 de septiembre de 1973, Martos reposa sin vida en la cama del hospital, todavía flanqueado por una pareja de guardias civiles.

Sin clemencia para la familia

Mateos explica que “en aquel momento, las autoridades franquistas tenían un problema, porque incluso 23 días después de la detención nadie había comunicado nada a su familia”. Una vez avisados, la madre y dos hermanos cruzaron España entera para poder ver el cadáver, aunque jamás lo consiguieron. Los guardias civiles que custodiaban su habitación del hospital, ante los lamentos de la madre, no dieron su fusil a torcer.

Antonio, el hermano de Cipriano Martos, recuerda bien aquellas horas: “Yo no tenía ni teléfono en casa, a diferencia de la mayoría, así que mis padres o cualquiera que llamaba lo hacía a algún vecino y nos avisaba. Alguien llamó preguntando por mí, pero yo estaba trabajando. Cuando devolví la llamada, solo me dijeron que algo grave había pasado en la familia, así que llamé al bar del pueblo de mis padres, que ellos tampoco tenían teléfono en su casa, para avisarles”, ilustra.

“Mi madre decía que quería ver a su hijo, muerto o vivo. Estaba desesperada, llorando, de rodillas, y le pegaron hasta patadas”, relata el hermano de Cipriano Martos

El mismo Antonio continúa: “Lo primero que me dijeron es que mi hermano había tenido un accidente de trabajo en Cubero, una constructora, en Reus, así que un conocido se ofreció a llevarnos a Reus para ver qué había pasado”. Su madre se dirigió directamente al cuartel de la Guardia Civil de la misma localidad, donde le dijeron que no sabían nada, que se fuera al hospital. “Tras hacernos identificarnos, no nos dejaron pasar. Mi madre decía que quería ver a su hijo, muerto o vivo. Estaba desesperada, llorando, de rodillas, y le pegaron hasta patadas”, relata el hermano de Cipriano Martos.

Un bulto en la fosa de beneficencia

Pasados unos 20 minutos de aquello, la familia vio que los guardias civiles se retiraban y que de la habitación salía un grupo de varias personas que portaba un bulto envuelto en sábanas. “Cuando llegamos al cementerio solo vimos la tierra fresca, como que acababan de enterrar a alguien, pero allí no había Guardia Civil ni nada”, explica Antonio.

Así, el cuerpo terminó inhumado en una fosa de beneficencia del cementerio de Reus, el lugar en el que reposan los cadáveres de aquellas personas que no pueden pagar un nicho propio. El registro municipal del cementerio contiene el día y la localización exacta en la que fue enterrado, según descubrió el periodista Roger Mateos.

López, el antiguo compañero de militancia de Martos, recuerda que la noticia de su muerte no le llegó por los canales oficiales, sino al ver lo que sucedía a su alrededor: “Empezó a haber caídas raras, sobre finales de septiembre, y muchos seguimientos y controles en Igualada. Sabíamos que algo había pasado, pero no el qué. Cuando me enteré de su muerte sentí una impotencia increíble, vi que lo único que podía hacer era seguir trabajando y haciendo propaganda para denunciar las injusticias del régimen”, recuerda emocionado. Él, finalmente, tuvo que refugiarse en Francia, y no volvió a España hasta el 31 de diciembre de 1975, momento en el que pudo celebrar la Nochevieja con su familia, a la que llevaba sin ver casi dos años.

Sin apenas consecuencias para la dictadura

El crimen que sufrió Cipriano Martos fue silenciado por el régimen franquista, que nunca se pronunció oficialmente sobre lo sucedido. La dictadura, en el caso Martos, ni siquiera gastó sus habituales mentiras. Los hechos de los que fue protagonista este joven obrero granadino contrastan con lo ocurrido en las mismas fechas con Salvador Puig Antich. El 25 de septiembre de 1973, el militante anticapitalista fue detenido en un tiroteo contra la Policía. Terminaría ejecutado a garrote vil en marzo del año siguiente. En esta ocasión, el conflicto se pudo internacionalizar, incluso el Papa intentó interceder por su vida, aunque sin éxito.

“El FRAP sí que hizo un comunicado que distribuyó mediante su propia agencia de prensa, pero con un eco muy limitado. Se publicó un breve en Le Monde y alguna información más en algún medio internacional, pero todo muy telegráfico. Desde luego, ningún periódico español habló sobre ello, aunque sí lo hizo la prensa adscrita al PCE”, cuenta Mateos. La respuesta por parte del PCE ML y el FRAP se limitó a pintadas y acciones de agitación y protesta en los días venideros, y el caso cayó en el silencio más absoluto durante muchos años. El siguiente movimiento importante en esta historia no llegaría hasta la segunda década del siglo XXI, cuando gracias al empeño de Antonio Martos el caso fue incluido en la querella argentina que investiga los crímenes del franquismo y los primeros años de la Transición.

La exhumación, la memoria

Han tenido que pasar 49 años para que el cuerpo de Cipriano Martos pueda ser devuelto a su familia

Alfons Aragoneses, director general de Memoria Democrática de Catalunya, explica que “se trata de un obrero de origen granadino lanzado al olvido, que desaparece del relato oficial”. Asimismo, certifica que está documentado quiénes le interrogaron en el cuartel de la Guardia Civil de Reus. “Uno de ellos falleció, pero los demás podrían estar vivos. Nosotros, siempre que exhumamos un cuerpo del que tenemos sospechas de que ha podido ser una víctima de un delito, lo ponemos en conocimiento de la autoridad judicial, aunque la justicia archiva la mayoría de los casos por interpretaciones, a mi juicio, poco correctas de la Ley de Amnistía de 1977”, agrega.

Han tenido que pasar 49 años para que el cuerpo de Cipriano Martos pueda ser devuelto a su familia, aunque nada de esto hubiera sido posible sin el empeño de su hermano Antonio y la investigación publicada por Mateos. El cuerpo, ahora sí, podrá ser enterrado junto a su familia en el cementerio de su localidad natal tras la identificación de los restos. “Esto es un ejemplo de cómo la memoria avanza, es algo dinámico y vivo. Sin la revolución de los nietos a finales del siglo XX e investigaciones como la de Mateos, y sin asociaciones que lo reivindiquen, no estaríamos aquí”, apunta el propio Aragoneses, quien afirma que es la primera vez que se exhuma una fosa del tardofranquismo en Catalunya.

El trabajo de exhumación, en este caso, es más complicado que otros debido a la fosa de beneficencia en la que se encuentra el cuerpo. “Para llegar al de Cipriano Martos, tendremos que tocar entre 25 y 50 cuerpos más, que serán tratados con la dignidad y el respeto que merecen. Los recolocaremos de tal manera que facilitará su exhumación si así alguien lo reclama en el futuro”, concluye el director general.

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