Roban en Torrecampo un ‘adoquín de la memoria’ en nombre de Juan Romero, superviviente de Mauthausen

La alcaldesa confía en que el autor del acto vandálico “dé marcha atrás” y devuelva la piedra Stolpersteine

Ángel Robles 26 Junio, 2021 – 18:13h

La alcaldesa de Torrecampo, Francisca Alamillo (PSOE), ha denunciado este sábado ante la Guardia Civil la “desaparición” de un adoquín de la memoria en homenaje a Juan Romero, último superviviente español de Mauthausen, que acababa de ser instalado en la localidad durante unas jornadas de memoria histórica. “No llevaba ni media hora ubicado y ha desaparecido”, ha censurado la regidora, quien ha confiado en que el responsable de este acto vandálico “dé marcha atrás”.

La placa, perteneciente a la red Stolpersteine, había sido instalada en el número 23 de la calle Santiago. “Se demuestra que el adoquín tiene más conocimiento que muchas cabezas“, ha ironizado Alamillo. Este sábado se han colocado seis adoquines en el municipio en recuerdo a otros tantos torrecampeños deportados a los campos de concentración nazis, pero la correspondiente a Juan Romero Romero apenas ha durado media hora instalada. Nacido en Torrecampo, Juan Romero pasó su infancia en Córdoba y luego trabajó como peón en un cortijo, donde le sorprendió la guerra. Se alistó en las filas republicanas y luchó en los frentes de Guadarrama, Brunete, Guadalajara y Teruel. “Teruel fue lo más terrible”, recordaba este torrecampeño, fallecido el pasado octubre a los 101 años.

“No quería que Franco me atrapara”, decía Romero el día de su homenaje. Se fue a Francia y se alistó en la Legión Extranjera, que le llevó a Argelia, donde de nuevo le persiguió el fantasma de la guerra, esta vez la Mundial. Y de nuevo el compromiso y el combate contra el fascismo, esta vez con la bandera gamada que acabó por apresarle y llevarle a otro calvario.

Juan Romero, durante el homenaje del año pasado. 

Juan Romero, durante el homenaje del año pasado. / Efe

Salvó la vida en prisión gracias a un soldado alsaciano que convenció a los captores nazis que no había sido él quien había dibujado una hoz y un martillo en los baños, pese a que su pasado de republicano español le convertía en el principal sospechoso. Pero no le libró del campo de Mauthansen, donde fue destinado al servicio de acogida de los nuevos arrestados. “Yo veía a toda la gente que entraba en las cámaras de gas”, rememoraba. Algunos pasaban primero por el campo de concentración, pero otros les llevaban a las duchas directamente desde el tren.

Es el caso de una niña cuya mirada inocente no se borró nunca de su memoria. “Me sonrió, la pobre, no sabía dónde iba. Yo tenía ganas de abrazarla, de besarla, pero sabía que si lo hacía, yo iba con ella a la cámara de gas. Eran criminales”. “Ese recuerdo me ha perseguido toda la vida”, aseguraba, con los ojos llorosos.

Romero sobrevivió a la masacre y tras la liberación del campo se instaló en Francia. Como muchos otros compatriotas, encontró una vida en la Champaña, donde conoció a su esposa y donde trabajó para una de las grandes casas del conocido espumoso. Allí se refugiaron otros republicanos españoles, hasta el punto de formar una nutrida comunidad que, poco a poco, se ha ido diezmando. “He ido perdiendo a los amigos españoles, me quedo el último”, señaló el cordobés, fallecido en octubre. Meses antes había recibido un homenaje del Gobierno con una visita de la vicepresidenta, Carmen Calvo.

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