Sevilla. ACTUALIZADO. Reyes Mate “Al ver a Rivera mofarse de la memoria, uno se pregunta qué clase de (in)cultura política tiene”.

“Al ver a Rivera mofarse de la memoria, uno se pregunta qué clase de (in)cultura política tiene”

El filósofo Manuel Reyes Mate, Premio Nacional de Literatura, es uno de los mayores expertos en memoria histórica de nuestro país. En su paso por las jornadas de Memoria y Comunicación de la Universidad Hispalense ha dejado clara la deuda que aún queda abierta con las víctimas de la dictadura 40 años después de su muerte. Y ello sin dejar de hablar del olvido de Europa, que nunca recordó “que el pueblo español luchó y murió combatiendo al fascismo”.

¿Qué deudas nos quedan pendientes con las víctimas de nuestra dictadura después de 40 años de la muerte de Franco?

Casi todas porque la transición política se hizo bajo el signo del olvido, es decir, de no querer reconocerles su condición de víctimas. Les seguimos debiendo verdad porque sobre ese pasado hay mucha mentira y también desconocimiento; les debemos justicia porque las víctimas son inocentes y eso significa que debemos reparar el daño injusto que se les hizo; y les debemos memoria porque es lo que nos permite traer ese pasado al presente y reconocerle su vigencia.

¿Cómo ha ayudado la reparación y la dignificación de las víctimas del régimen la ley de memoria del año 2007? ¿Se podía haber mucho más y y mucho antes?

Esa ley mal llamada de la memoria histórica fue un paso adelante. En el preámbulo se dice, por ejemplo, que la Segunda República “constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podemos contemplar al mirar nuestro pasado”. También que “la violencia fue un elemento estructural del franquismo”. Pero se quedó a medio camino al no entrar en la revisión de aquellas farsas que fueron los juicios sumarísimos ni asumir el Estado la tarea de exhumar las fosas, identificar los cadáveres y darles el reconocimiento debido. Con el Gobierno del PP se consumó el atropello…

¿Y Mariano Rajoy en particular?

Recientemente, el presidente Rajoy, preguntado que por qué no había abolido esta ley, tal y como había prometido, se jactaba de su maltrato al decirle al periodista: “Si usted mira los presupuestos del Estado en estos cuatro años verá que hemos dedicado a esta Ley cero euros”. ¡Y se jactaba con una risa bobalicona de no haber cumplido la ley¡

Aunque no se puede comparar en número de cifras el Holocausto nazi con las cifras de asesinados que hubo aquí en la guerra civil española ¿Por qué cuesta tanto que el ciudadano medio sea consciente de todo lo que ocurrió?

Lo que más me llama la atención es que intelectuales muy conocidos, como Santos Juliá o Álvarez Junco, muestren gran sensibilidad por la memoria de las víctimas del holocausto judío y sean tan críticos con la memoria histórica en España. Se han inventado una explicación que no explica nada. Decir que la reconciliación (meta de toda memoria) tuvo lugar cuando en los años cincuenta se encontraron en la misma trinchera antifranquista hijos de los vencedores y vencidos, es no entender que nadie puede sustituir el derecho a la justicia de las víctimas. Está muy bien que se abracen Fraga y Carrillo, pero ni el abrazo de Fraga puede borrar las responsabilidades del franquismo ni el de Carrillo las del estalinismo. Por no hablar de la trampa que supuso plantear el futuro sin contar con el exilio. La ‘Carta desde el exilio’ de María Zambrano, en 1961, desmonta la frágil fundamentación de esa estrategia amnésica.

¿Hay demasiada necesidad de olvido de esta parte de la historia?

Como diría Aristóteles o Heidegger, la historia tiene un punto de olvido, aunque parezca una paradoja, porque el historiador se atiene a los hechos. Lo que la filosofía de la memoria nos dice, sin embargo, es que la realidad es algo más que hechos. No hay que confundir realidad con facticidad porque de la realidad forman parte también los no-hechos, la parte frustrada o vencida de la realidad. De ese potencial se ocupa preferentemente la memoria.

¿Cree que la derecha ha ayudado a que se olvide gran parte de aquella memoria que por el paso de los años no se puede ya recuperar?

Es lógico que la derecha quiera olvidar. ¿Se imagina alguien que la Alemania nazi quisiera recordar al día siguiente de la derrota?. Les interesaba pasar por amnésicos. Lo preocupante en España es el olvido de los intelectuales dichos progresistas o de izquierdas. Eso uno no lo encuentra entre la intelectualidad alemana, francesa o italiana. En Alemania, por ejemplo, tuvo lugar en los ochenta el conocido “Debate de los historiadores” que puso en el epicentro de la historia y también de la política la memoria de Auschwitz. Aquí en su lugar, floreció la teoría del “echar al olvido”, que camina en dirección contraria. Hace un par de meses el diario El País organizó un encuentro con el presidente colombiano sobre las conversaciones de paz en La Habana. La intelectualidad allí congregada quería halagar los oídos del presidente Santos instándole a “paz por olvido”. Él les dio una lección al decir que los colombianos no podían obviar las exigencias de una justicia transicional.

¿Cómo podríamos setenta años después reactivar entre la ciudadanía y los gobiernos la importante necesidad de cerrar este capítulo de la memoria?

Abriéndolo. Y para la memoria nunca es tarde porque las injusticias, mientras no sean reparadas, siguen vigentes, incluso en el caso de que hayan prescrito, según el derecho penal, o haya habido amnistía.

Desde Europa ¿se ha tenido consideración por las víctimas de la guerra de España al igual que ha ocurrido con las del Holocausto nazi, que han percibido incluso ayudas económicas?

Ha habido dos varas de medir. A las víctimas francesas, alemanas o italianas de la barbarie nazi se les ha aplicado el noble concepto de “deber de memoria”, con todo lo que eso comporta. A las víctimas españolas de la barbarie fascista, no. Olvidamos que la Guerra Civil fue el primer momento de la II Guerra Mundial. Y olvidamos que el pueblo español luchó y murió combatiendo al fascismo, algo que no ocurrió en Alemania, donde Hitler ganó las elecciones, ni en Italia con un Musolini aclamado por las multitudes, ni en Francia con el gobierno de Vichy salido de las urnas. El mundo se olvidó de la Segunda República, que fue dos veces vencida: cuando la ganó el fascismo y cuando la abandonaron los aliados. Esas víctimas doblemente olvidadas -por los españoles y por los europeos- siguen ahí, pidiendo justicia.

¿Ayuda algo la intervención de grupo de Naciones Unidas para que empiece a importar el tema de la reparación de las víctimas y la apertura de fosas por los gobiernos de nuestro país?

Las Naciones Unidas son una instancia moral y habrá que medir la catadura moral de quienes nos gobiernan por la respuesta que den a esa demanda.

¿Es la memoria un tema que interesa a los jóvenes? 

Se habla de la generación de los nietos como de la protagonista de la memoria. Los padres sufrieron la violencia, los hijos la callan para sobrevivir y son los nietos los que preguntan qué hicieron los abuelos o que les hicieron. Así debería ser, pero al ver a jóvenes como el político Albert Rivera mofándose de la memoria, uno se pregunta qué clase de (in)cultura política tienen, hasta dónde alcanza su lectura moral de la realidad. Formateados para conquistar el poder ¿cómo decirles lo que hay de vida y promesa en la suerte de los vencidos?

¿Cree que es posible resolver realmente el tema de la memoria sin contar con el consentimiento y la complicidad de la derecha?

La memoria tiene una dimensión legal y otra, moral. Respecto a la primera depende de los que manden. Se puede, por ejemplo, mejorar la Ley de la memoria histórica o abolirla o congelarla. A la derecha por razones obvias no le gusta que le recuerden responsabilidades pasadas. A lo más que llegan es a lo que decía Anatole France: “robar es un delito pero el resultado del robo es sagrado”. Pero lo importante es la dimensión moral de la memoria y esto es un asunto de cultura, de educación.

Y por último, ¿qué les dirías a quienes, como Bertín Osborne, se indignan desde la derecha y reclaman que el tema se olvide de una vez?

Pues que es un inconsecuente. El dice que ya ha dejado de recordar, él, alguien que tiene varios parientes asesinados en Paracuellos. Pero vamos a ver: esas víctimas han tenido todo lo que se puede tener, a saber, reconocimiento, memoria y, en la medida de lo posible, justicia. Durante cuarenta años han sido objeto de una memoria generosa y única. Debería entonces entender que las 100.000 víctimas que yacen anónimamente en las cunetas de tantos caminos, tengan el mismo reconocimiento. Con un matiz: lo que se ha hecho en España durante cuarenta años no ha sido sólo honrar a las víctimas del bando golpista, sino humillar a las del legítimo gobierno republicano. Si no por sentido moral, al menos por vergüenza, deberían ser gente como él los más interesados en hablar de memoria.

 

http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/al-ver-a-jovenes-como-el-politico-albert-rivera-mofandose-de-la-memoria-uno-se-pregunta-que-clase-de-incultura-politica-tienen/

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 “Si pensáramos la política teniendo en cuenta la memoria, tendríamos que cambiar nuestra idea de los refugiados”, Reyes Mate.

“Existe esta especie de incultura de la memoria que lleva a incoherencias (como el caso de Bertín Osborne) y olvidos (en el caso de Albert Rivera)”, critica el filósofo sobre sus recientes manifestaciones.

“Las nuevas generaciones cuyo referente es internet pueden acercarse a la memoria como un arma crítica contra esa realidad”, comenta el ganador del Premio Nacional de Ensayo 2009.

Rubén Díaz / 27/11/2015 – 20:07h

El reconocido filósofo habla de La memoria que viene de Europa, una conferencia donde carga contra las teorías de “echar al olvido”. Trabaja en el Instituto de Filosofía del CSIC, del que ha sido miembro fundador y director de 1990 a 1998. Mantiene el proyecto de investigación La filosofía después del holocausto. Es también director del faraónico proyecto de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía y su apuesta por “pensar en español”. Es Premio Nacional de Ensayo 2009 por su libro La herencia del olvido. Ensayos en torno a la razón compasiva (Errata Naturae). Su última publicación, La piedra desechada (Trotta), recoge textos escritos a lo largo de 15 años donde piensa el sufrimiento, la culpa, la responsabilidad o el perdón desde una “filosofía de la memoria”.
 
¿Por qué has escrito que en España hemos llegado tarde a la cultura del holocausto?
Todos hemos llegado tarde, pero aquella idea era una rareza cuando lo decía en España a principios de los 90. Entonces se pensaba que el holocausto era un asunto de judíos y alemanes que no tenía ningún significado más allá de la anécdota histórica. Aún no se habían traducido las teorías, autores y testigos más importantes. Testigos como Robert Antelme, Primo Levi, Jean Améry. Teóricos como Hermann Cohen, Walter Benjamin o Adorno. Con La filosofía después del holocausto queríamos decir que esto no debía interesar solamente a los expertos, sino a la opinión pública, porque esa experiencia histórica afectaba a las condiciones de la política, la moral y la estética contemporáneas. Hoy no sería una rareza entre mis colegas: hay muchos seminarios, publicaciones, tesis doctorales…
 
¿De qué hablamos cuando decimos memoria?
Creo que se ha generado una serie de categorías sobre la significación de la memoria, de las víctimas, el sentido político de la culpa o de la responsabilidad que ha fecundado la vida nacional y que se han proyectado sobre otros temas: las víctimas de la Guerra Civil, la Memoria Histórica, las víctimas del terrorismo de ETA, o todo lo que tiene que ver con la invisibilización de las víctimas de la carretera a causa de la ideología del progreso. Y más allá de España, en lugares como Colombia, Argentina o Chile estas categorías y conceptos intervienen en el análisis y en las respuestas de problemas que tienen lugar ahora.
 
El pasado 20 de noviembre, eldiario.es publicaba un especial sobre Memoria Histórica tras los 40 años de la muerte del dictador, ¿es el caso del estado español un caso de desmemoria?
En España tenemos la paradoja de que hay intelectuales, expertos, historiadores y filósofos que son muy sensibles a la significación de la memoria en Europa y aplican el deber de memoria al holocausto, y sin embargo son insensibles a la memoria en España. Esto da que pensar. Es verdad que Paracuellos o el Valle de los Caídos no son Varsovia ni Treblinka. Pero también es cierto que la reflexión que se ha hecho sobre esos lugares ha permitido desarrollar una serie de categorías que son perfectamente aplicables a otras víctimas, y en España eso no se hace. Historiadores como Álvarez Junco han defendido que la Historia de España se construye olvidando; Santos Juliá es muy sensible al  holocausto (como demostró recientemente su indignación ante el chiste antisemita del concejal del Ayuntamiento de Madrid Guillermo Zapata) pero mantiene su teoría de “echar al olvido” en el caso de España.
 
¿Por qué ocurre esto?
Habría que analizar esta forma de desmemoria, que tiene muchas causas pero que fundamentalmente gira en torno a la valoración de la transición política. Se entiende que la memoria es un proceso que ya tuvo lugar y que acabó con la reconciliación, que es como se entiende la Transición. El abrazo simbólico entre Fraga y Carrillo cierra el tiempo de la memoria. La pregunta es si el abrazo de Fraga puede borrar la responsabilidad histórica del franquismo; y si el abrazo de Carrillo puede borrar la responsabilidad histórica del estalinismo. ¿Quiénes son ellos para sustituir a la justicia de las víctimas? En 1962, María Zambrano escribe una carta desde el exilio dirigida a los jóvenes intelectuales españoles que planteaban el posfranquismo como un asunto interno: os equivocáis, la reconciliación que olvide el exilio será una tregua que no impedirá la repetición del conflicto. Un gesto cargado de verdad que invalida teorías como la de “echar al olvido”.
 
¿Quiénes son las víctimas de la desmemoria en España?
En España se puede ser muy sensible a la memoria de las víctimas propias mientras se cierra los ojos a las de los demás. Quienes son muy sensibles a las víctimas de ETA, suelen ser bastante insensibles a las víctimas de la Guerra Civil. Se confunde víctima e ideología. Pero ser víctima no es una opción: es algo que te acontece contra tu voluntad. La víctima es significativa en sí misma y no por la ideología de la víctima ni del victimario. La víctima lo es por ser objeto de una violencia inmerecida e injusta, y eso ha ocurrido en todos los bandos. Eso no significa que todos los bandos sean iguales ideológicamente, pero sí hay víctimas en todos los bandos.
 
¿Y hay que atenderlas a todas?
La memoria de las víctimas supone responder a cualquiera de ellas. Quien es sensible a una víctima debería serlo a todas, o si no, no ha entendido ninguna. La memoria de la Guerra Civil no es solamente la memoria republicana. Hace unos días, Bertín Osborne declaraba que si él había podido olvidar a sus familiares víctimas de Paracuellos, ¿por qué los demás no pueden olvidar también? Las víctimas de Paracuellos son víctimas, han merecido ser reconocidas, enterradas dignamente, ha habido reparaciones, imagino que habrá habido persecución de los culpables. Han tenido su ciclo de reconocimiento. Osborne no puede impedir que otras víctimas tengan ese mismo ciclo. Su reacción es literalmente incomprensible. También  hace pocos días, Albert Rivera reconocía a duras penas el derecho de las víctimas del franquismo a ser identificadas y enterradas dignamente, pero sin embargo prohibía el que se las recordara públicamente. Como si esas víctimas no merecieran ser recordadas mediante conmemoraciones y monumentos públicos. Existe esta especie de incultura de la memoria que lleva a incoherencias (como el caso de Bertín Osborne) y olvidos (en el caso de Albert Rivera).
 
¿Estamos a tiempo de revertir esta incultura de la memoria?
Hubo un tiempo de olvido tras la Segunda Guerra Mundial del que Europa despertó muy tarde. Hasta los años setenta y ochenta, no se tuvo presente el holocausto para la construcción de una política moderna. La transición española tiene lugar todavía en ese tiempo de amnesia colectiva, de ahí el prestigio de un modelo de transición construido sobre el olvido. Cuando diez años después se hace notar la ola de la memoria, aparecerán la justicia transicional y las comisiones de la verdad en otras transiciones políticas (Argentina, Chile, Uruguay). Eso indica que hubo un cambio de ciclo y las víctimas fueron visibles. Pero desde hace cuatro o cinco años, parece que volvemos a una apología de la amnesia. De la nueva política se podía esperar lo que se espera de los nietos, que decía Benjamin que disponen de una “débil fuerza mesiánica” con respecto a lo que hicieron y lo que les hicieron a sus abuelos. A menudo, esa generación de nietos ha protagonizado la memoria. Pero aquí asistimos a lo contrario: los nietos como enterradores de la memoria. Me parece muy penoso, es señal de que hay involuciones que se pueden dar también en las generaciones más jóvenes.
 
¿Cuál es esa “memoria que viene de Europa”?
El título es provocativo. Cuando uno discute en España de memoria, echa de menos la maduración europea en relación a la cultura de la memoria. La historia de la memoria en Europa es larga. No hay que olvidar que el pasado es siempre muy goloso, porque está lleno de significación y a él acuden todos: historiadores, literatos, antropólogos, y también los filósofos. Cada cual tiene su “ideita” en el debate actual de la memoria en España. Ideas que son infantiles o primitivas comparadas con la cultura de la memoria europea. Me refiero a la reflexión que surge tras la liberación de los campos de exterminio, cuando los supervivientes expresan de forma sencilla lo fundamental de su experiencia: nunca más. Y para que evitar la catástrofe añaden la memoria, la modesta memoria. Porque se plantearon medidas más sólidas y serias que la memoria: el Plan Marshall, una constitución democrática para Alemania, o educar en la convivencia y la tolerancia. Pero para los supervivientes, lo más importante siempre la memoria.
 
¿Por qué es tan importante para ellos la memoria para impedir la repetición de la barbarie?
Porque vivieron lo impensable, algo que no había podido ser pensado antes: esa fábrica de muerte no había sido imaginada, ni siquiera por Kafka, que apuntó muchas cosas. Pero ocurrió. Y cuando ocurre lo impensable, lo que ocurre se convierte en lo que da que pensar. Esa es la memoria: entender que la realidad no se capta con el conocimiento. La realidad se capta con el acontecimiento. Si queremos entender la realidad, debemos desconfiar de nuestras capacidades analíticas y tomar en serio lo impensable que ocurrió. El deber de memoria no es acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos, sino entender el acontecimiento como el a priori del conocimiento. Esa es nuestra carga de responsabilidad.
 
¿Qué cambiaría hoy en Europa, con la crisis migratoria y de refugiados, si se tuviera en cuenta el “deber de memoria”?
Si pensáramos la política teniendo en cuenta la memoria tendríamos que cambiar nuestra idea de los refugiados. Porque si algo pone en cuestión la experiencia del hitlerismo es el peligro de identificar ciudadana con sangre y territorio. Reducir los derechos humanos a la sangre y al territorio supone llegar a la situación actual. Somos ciudadanos de un estado los nacidos en ese estado, mientras que los demás lo son en la medida en que el estado quiera. El estado está por encima de un derecho humano, la ciudadanía, cuando lo asociamos a la sangre y a la tierra. Pensar la política después de Auschwitz significaría cuestionar los límites territoriales, el concepto de nacionalismo, la ciudadanía como sangre y tierra, y en definitiva pensar globalmente la política. De hecho, un producto temprano de esta reflexión fue la propia Unión Europea, que decía Jorge Semprún que nació en los campos de exterminio, como un proyecto de superación de los nacionalismos que tomaría en serio el sufrimiento de los inocentes y responsabilizaría a los culpables. Mientras esa idea se ha mantenido, Europa ha funcionado. Esta generación ha olvidado los orígenes de Europa y las respuestas los problemas de Europa vuelven a ser los nacionalismos.
 
¿Se puede aplicar el discurso de la Memoria Histórica en España a otros problemas sociales y políticos contemporáneos además del franquismo y la transición?
Cuando se habla de Memoria Histórica, se suele referir al franquismo o a la transición, pero debería ser una forma de entender la política aplicable a todos los campos. Tan importante es la Memoria Histórica para comprender la víctimas del franquismo, como para los refugiados. Es cierto que aquí se ha polarizado o anquilosado ese debate, seguramente por su magnitud: que haya más de cien mil cuerpos sin identificar es algo sobrecogedor. Pero si entendiéramos realmente el significado de la memoria como una forma de nueva racionalidad que incorpora el sentido del tiempo, podríamos aplicarlo a cuestiones como el debate identitario de España. Por ejemplo, las declaraciones de Xavier García Albiol sobre el multiculturalismo como uno de los principales problemas de España y Europa.
 
¿Por qué ocurre eso en España?
Desgraciadamente, en España se ha construido una identidad  sacrificando el multiculturalismo. Por eso tiene una herida histórica tras expulsar violentamente a judíos y árabes. No nos hemos curado de esa herida porque construimos identidades desde la exclusión. Si tuviéramos sentido de la responsabilidad histórica, si no queremos seguir construyendo colectivos enfrentados, deberíamos repensar el papel de las identidades y ser mucho más sensibles a las diferencias culturales. Esto es un ejemplo de cómo la Memoria Histórica podría ayudar al debate. Con sentido de la memoria juzgaríamos de otro modo la propia cultura española, que actualmente es inseparable de la cultura franquista. El franquismo supuso el exilio de una clase intelectual de primer orden que fue sustituida por unos mandarines mediocres que tenían la sola virtud de ser franquistas. Ocuparon todo el espacio cultural (universitario, artístico, literario) y han sido nuestros maestros. Algunos cambiaron, pero sin reconocer su responsabilidad. Y nosotros les seguimos sin advertir que muchos de nuestros tics son producto de esa historia de ocupación violenta del mundo cultural.
 
¿Qué quiere decir que la memoria es una forma de nueva racionalidad que incorpora el sentido del tiempo?
¿Cuál es el concepto básico común de la política moderna? El progreso. ¿En qué se expresa el progreso? En la velocidad, en el tiempo. Estamos asistiendo a una aceleración del tiempo. El tiempo es oro, cada vez más. Se es tanto más competitivo cuanto menos tiempo se tarda en producir una mercancía. La circulación del dinero es más beneficiosa cuanto más rápidamente se produce. Esa aceleración del tiempo es producto del mito del progreso, que nos está llevando a una situación suicida. Cada época ha tenido su modelo de tiempo: la velocidad del caballo, del barco, del tren, del avión. Hay quien dice que la música de Beethoven representa la velocidad del tren, mientras que Mahler representa la del avión.
 
¿Y en qué velocidad estamos ahora?
Nosotros vivimos la velocidad de internet, que es a velocidad de la luz: nuestro ideal es la instantaneidad. Pero todo lo que ganamos en tiempo lo perdemos en experiencia. Sin tiempo hay vivencias instantáneas, que se agotan en sí mismas; como una droga, una vivencia sólo pide otra vivencia, sin relación con la anterior pero de mayor intensidad. Se puede ver ademas que hay una relación entre la velocidad y las muertes. Se calcula que han muerto en las carreteras muchas más personas que en las guerras. Mueren en el mundo un millón trescientos mil personas anualmente, pero los heridos graves son treinta o cuarenta millones. Hay estudios que indican que la reducción de la velocidad supondría una disminución fabulosa de los accidentes. El ser humano necesita tiempo y espacio, y la instantaneidad supone la negación de las condiciones de posibilidad de la existencia.
 
¿Cuál es el papel de la industria cultural en la memoria?
La industria cultural está interesada por todo menos por la memoria. Es una industria ligada al beneficio. Por ejemplo, las publicaciones académicas. Sea cual sea el idioma de grandes y pequeñas universidades, se difunden y se leen las mismas teorías (del inglés): sobre la justicia, el autor que protagoniza esa industria cultural es Rawls, un norteamericano cuya teoría de la justicia está construida sobre la idea de que hay que hacer abstracción de la injusticia. Y que si queremos saber qué es lo justo, no pensemos en que hay ricos y pobres, o en la desigualdad, sino que hagamos abstracción sobre cómo se han generado las injusticias. Así, la Universidad de Barranquilla, situada en una zona pobrísima de Colombia, está generando un tipo de ideas que impiden que piense sus propios problemas. Otro ejemplo de industria cultural sería la prensa periodística: cada día es un shock, una vivencia que al día siguiente no interesa, porque lo que interesa es el impacto, que por cierto también es el criterio de evaluación en la universidad. Así, habrían fracasado Kant, Hegel o Cervantes, porque su impacto en su tiempo fue nulo.
 
¿Cuáles son los fundamentos de una filosofía de la memoria que deban tenerse en cuenta en la elaboración de políticas de memoria?
Filosóficamente, la memoria se reduce a entender que no hay que confundir realidad y facticidad. Normalmente, pensamos que la realidad consiste en los hechos. Pero hay una parte oculta, que según Adorno era la historia del sufrimiento. O siguiendo a Benjamin: la realidad consiste en hechos (proyectos realizados) y no hechos (proyectos que fracasan). La memoria se toma muy en serio esta idea de realidad. Aristóteles escribe en su Política la poesía tiene más realidad que la historia, porque no sólo habla de hechos, sino de lo que podría ser posible. Al hacer visible la parte oculta de la realidad, podemos evitar volver a construir la historia sobre sobre las víctimas.
 
¿Qué futuro tiene la memoria?
Lo que puede venir es la memoria del ordenador, que no sabe olvidar y, por lo tanto, no es ninguna memoria. Las nuevas generaciones cuyo referente es internet pueden acercarse a la memoria como un arma crítica contra esa realidad. La pérdida de experiencia en favor de la vivencia nos inhabilita para captar el significado de la memoria. La memoria sólo puede existir sobre una educación consciente de su significado porque ya va a contrapelo de la historia. Su futuro dependerá del valor que ocupe en la educación y en la cultura.
 
NOTA: esta entrevista tuvo lugar el 24 de noviembre de 2015 en la Facultad de Comunicación de Sevilla en el marco de las I Jornadas Internacional en Memoria y Comunicación del grupo de investigación MyC.
 
http://www.eldiario.es/andalucia/pensaramos-politica-memoria-cambiar-refugiados_0_456705227.html

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+ info:

Sobre la relación entre la comunicación, la historia, la memoria histórica y la reflexión colectiva.

Las I Jornadas Internacionales sobre Memoria y Comunicación reflexionan sobre la construcción de la realidad social, del relato histórico, con expertos como Reyes Mate y Andrey Makarychev

“No entendemos la realidad si no tenemos memoria”, dice el filósofo español, en un encuentro que analiza los usos políticos del pasado en Europa y en España

eldiario.es/Juan Miguel Baquero / 25/11/2015 – 23:08h

Dice la teoría que el relato histórico se construye con hechos, con lo que ocurre. Pero la historia, así, queda coja. Falta un ingrediente, lo que pudo ser y nunca fue: la memoria. Aquello que fue reducido a escombros y que, como palimpsesto, conserva huellas de escrituras anteriores para dar cobijo a las presentes.

La memoria sirve de marco y soporte a la realidad que construyen los pueblos. Sobre esta relación social con la historia han versado las I Jornadas Internacionales sobre Memoria y Comunicación: los usos políticos del pasado. El encuentro, organizado por el grupo de trabajo  Memoria y Comunicación(MyC) en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ha contado con expertos como el filósofo Reyes Mate o el profesor Andrey Makarychev.

La reflexión colectiva, que parte del uso político del pasado en la prensa, aborda cómo ésta relación queda sujeta a mediaciones diversas que van de la familia al sistema educativo, pasando por los propios medios de masas. Por qué la sociedad tiene la memoria que tiene. Y no otra.

Memoria para la realidad

“No entendemos la realidad si no tenemos memoria”, resume el filósofo y Premio Nacional de Literatura por el ensayo La herencia del olvido (2009), Reyes Mate. La historia, dice, “no sólo son los hechos, sino también los no hechos”. Para Mate, bajo la ponencia La memoria que viene de Europa, la construcción historiográfica añade este componente con la II Guerra Mundial. Los campos de exterminio nazis rompen cadenas en 1945 y los supervivientes coinciden en su mensaje: “esto no puede ocurrir nunca más. Usan la memoria como antídoto contra la repetición de la barbarie”.

Esta “deber de memoria” europea no llega igual a España, donde el fascismo nunca fue vencido y la República, en cambio, “perdió dos veces, cuando la derrotó el fascismo y cuando la abandonaron los aliados”. La tenacidad en el olvido o en la imposición del relato, de la historia, que atesoran los vencedores.

Ahí la memoria repone esa manera de deshacer fronteras temporales y enfrenta el discurso oficial. Hilvana con estos hilos el profesor de la Universidad de Tartu (Estonia), Andrey Makarychev, experto en políticas de la vecindad con Rusia y que presenta un análisis de las políticas de la memoria rusas desde la semiótica cultural con Between the Soviet an the post-Soviet: a cultural semiotic reading of Russia’s memory politics.

Con un argumento clave: esa especie de “adicción” pública a reminiscencias soviéticas puede estudiarse, precisamente, “como un fenómeno semiótico arraigado en el deficiente proyecto de la Rusia post soviética”. Y con un ejemplo, refiere Makarychev en palabras del “jefe” de la iglesia ortodoxa rusa: “no deberíamos restarle importancia a los logros estalinistas en la historia soviética”. Una “proliferación de prácticas soviéticas” con la raíz incrustada “en las estructuras sociales apropiadas por el Estado”.

Las ruinas de la memoria

“Entiendo la memoria como un palimpsesto infinito en el que se puede ir rastreando”. Con esa frase arranca Rubén Díaz, licenciado en Comunicación Audiovisual y miembro del colectivo Zemos98, su ponencia titulada Las ruinas de la memoria. Construye una tesis doctoral con base en Belchite (Zaragoza), escenario de una de las batallas simbólicas de la Guerra Civil española.

“Hago como que excavo en Belchite”, describe, en un trabajo antropológico y etnográfico edificado sobre “escombros estetizados que se convierten en ruinas”. Aquel pueblo viejo, destruido por las bombas, sirvió a Franco “de escaparate propagandista” para aquello que el franquismo denominó “barbarie roja”. Un lugar con “carácter polisémico” que alimenta el turismo de guerra –recibe “unas 15.000 personas al año”– sin base pedagógica. “¿Qué conciencia tienen los jóvenes?”, preguntó Díaz en Belchite. Respuesta: “Es un lugar para hacer botellón, no importa qué significa”.

En la continuación de las jornadas, la reflexión gira sobre las relaciones entre las políticas de la memoria en Europa y España y, también, sobre el tratamiento informativo de la memoria histórica en los medios españoles. Tras la introducción del profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Custodio Velasco, con Identidad, memoria e historia. Acerca de las políticas identitarias de la UE, el historiador José Luis Gutiérrez Molina cuenta El laberinto español en la construcción de la memoria europea.

La estudiante de periodismo Ana Ordaz ha presentado el proyecto de investigación que el grupo de trabajo Memoria y Comunicación realiza sobre Periodistas represaliados en Andalucía durante la Guerra Civil y el primer franquismo (1936-1950). Para finalizar con una mesa redonda con los periodistas especializados Olivia Carballar de lamarea.com ( Compromiso informativo con la Memoria Histórica) y Juan Miguel Baquero de eldiario.es ( 15 años de Memoria Histórica en la prensa).

Las I Jornadas Internacionales sobre Memoria y Comunicación: los usos políticos del pasado han tenido además una extensión similar en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador, en Quito. Un encuentro coordinado por el profesor Adrián Tarín, miembro del grupo MyC.

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¿Cómo informar sobre la memoria?

andalucesdirario.es | María Serrano | 23-11-2015

Un equipo de investigadores de la Universidad de Sevilla llevará a cabo las primeras jornadas internacionales sobre Memoria y Comunicación bajo el título “Los usos políticos del pasado”. El grupo de trabajo Memoria y Comunicación de la hispalense va a reunir a expertos en esta área de ámbito nacional e internacional. La cita tendrá lugar en la Facultad de Comunicación de Sevilla los días 24 y 25 de noviembre. Entre sus objetivos se encuentra destacar qué papel cumplen los medios de comunicación y las industrias culturales, nacionales e internacionales, en la construcción de la memoria histórica.

Dejando a un lado el marco teórico de lo que conocemos como el estudio de memoria, hay que destacar, tal y como señala Rubén Díaz, uno de los investigadores participantes de la Universidad Pablo de Olavide, “que estos estudios no surgen a raíz de la implantación de leyes sobre la memoria como la de 2007 ya que este campo de estudio viene de mucho antes y ha tenido una importante influencia en Europa a partir de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto nazi”.

El primer día de las Jornadas estará dedicado al debate de la Memoria Histórica en Europa. El filósofo Reyes Mate, Premio Nacional de Literatura por su ensayo ‘La herencia del olvido’ (2009), participará en la primera parte y el politólogo Andrey Makarychev (Universidad de Tartu, Estonia) presentará un análisis de las políticas de la memoria rusas y sus países vecinos desde la semiótica cultural.

Rubén Díaz tratará, desde la metáfora de las ruinas de Belchite, cómo se puede enfocar el tema de la memoria desde una perspectiva cultural a través de una ponencia titulada “Las ruinas de la Memoria”.

El segundo día girará en torno al debate sobre las relaciones entre las políticas de Memoria Histórica en Europa y España, así como sobre el tratamiento informativo de la memoria histórica en nuestro país. Se contará con las intervenciones del historiador José Luis Gutiérrez Molina (Todos (…) Los Nombres), y de los periodistas especializados Juan Miguel Baquero (eldiario.es) y Olivia Carballar (La Marea).

La investigadora Ana Ordaz, presentará también un trabajo pionero sobre periodistas represaliados en Andalucía y el primer franquismo desde 1936 a 1950.

Paralelamente, se celebrarán unas Jornadas de similar planteamiento en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador (en Quito), coordinadas por el profesor Adrián Tarín, miembro del grupo de trabajo MyC.

http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/como-informar-sobre-la-memoria/

 

+ información ►►►

I Jornadas Internacionales sobre “Memoria y Comunicación: Los usos políticos del pasado”

24 y 25 noviembre. 16:00 a 20:30 horas.

Facultad de comunicación. Isla de la Cartuja. Sevilla

PROGRAMA

Martes, 24 de noviembre de 2015 (16:00-20:30)

16:00-16:30. Miguel Vázquez. Apertura. Introducción “Memoria y Comunicación “Los usos políticos del pasado“. Presentación de la Red y del grupo de trabajo.

16:30-17:30. Reyes-Mate: “La memoria que viene de Europa“.
18:00-19:00.Andrey Makarychev: “Between the Soviet and the Post-Soviet: a Cultural Semiotic easing of Russia’s Memory Politics“.

19:00-20:00.Rubén Díaz: “Turismo y memoria“.

Miércoles, 25 de noviembre de 2015 (16:00-20:30)

16:00 – 16:30.Custodio Velasco. Apertura. Introducción “Identidad, memoria e historia. Acerca de las políticas identitarias de la UE“.

16:30 – 17:30.José Luis Gutiérrez. “El laberinto español en la construcción de le memoria Europea“.

17:30 – 18:00. José Alberto Romero y Ana Ordaz. Presentación del proyecto “Periodistas represaliados en Andalucía durante la Guerra Civil y el primer franquismo (1936-1950)“.

18:30 – 20:00. Mesa redonda: “Periodismo y memoria histórica

Juan Miguel Baquero15 años de Memoria Histórica en la prensa

Olivia CarballarCompromiso informativo con la Memoria Histórica“.

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“todos (…) los nombres”

PRESENTACION

Durante las “I Jornadas Internacionales  sobre Memoria y Comunicación”, el grupo de trabajo en Memoria y Comunicación (MyC) reunirá a expertos nacionales e internacionales para pensar juntos sobre los usos políticos del pasado en los medios de comunicación.

La relación que, como sociedad, establecemos con nuestro pasado, define en parte lo que somos en el presente y, en buena medida, lo que devendremos en el futuro. Dicha relación está sujeta a diversas mediaciones, que van desde la familia a los medios de comunicación de masas pasando, desde luego, por el sistema educativo. En las Jornadas intentaremos abordar cuestionamientos del tipo ¿por qué tenemos, como sociedad, la memoria que tenemos, y no otra? ¿por qué recordamos lo que recordamos? ¿qué papel cumplen los medios de comunicación y las industrias culturales, nacionales e internacionales, en la construcción de la memoria histórica?

El primer día de las Jornadas exploraremos el debate de la memoria en Europa. Destacan las ponencias del filósofo Reyes Mate, Premio Nacional de Literatura por su ensayo La herencia del olvido (2009), que disertará sobre el discurso de la memoria que viene de Europa Asimismo, el profesor Andrey Makarychev, experto en políticas de vecindad con Rusia, presentará un análisis de las políticas de la memoria rusas desde la semiótica de la cultura. El segundo día versará sobre las relaciones entre las políticas de la memoria en Europa y España, así como sobre el tratamiento informativo de la memoria histórica en nuestro país.

De forma paralela, se celebrarán unas Jornadas de similar planeamiento en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central de Ecuador (en Quito), coordinadas por el profesor Adrián Tarín, miembro del grupo de trabajo MyC.

Sobre el grupo de trabajo y red MyC

La primera edición de estas Jornadas (Sevilla y Quito) es la primera actividad del grupo de trabajo MyC.  Este proyecto nace de la preocupación por las políticas públicas que regulan la memoria. Creemos que es necesario abrir a la ciudadania la discursión sobre estas políticas tanto a nivel loca, regional, nacional e internacional.  La red MyC aspira, además,  a fomentar el intercambio y la colaboración entre diversos investigadores, instituciones y proyectos europeos para contribuir al debate entre las políticas las políticas de memoria y comunicación.