Víctimas del nazismo en las islas británicas del Canal de la Mancha

Más de 7.800 extranjeros, incluidos 500 españoles, trabajaron en los campos nazis de Alderney y al menos un millar pereció en el pequeño islote entre 1940 y 1945. Aún quedan fosas sin identificar

Lourdes Gómez Londres , 6/06/2024

<p>De izquierda a derecha: Ramon Pujalte Asensi, Vicente Gasulla Sole, Jaun Ross y Francisco Font Saboya, en una visita a Alderney. / <strong>Cedida por Gary Font</strong></p><p>De izquierda a derecha: Ramon Pujalte Asensi, Vicente Gasulla Sole, Jaun Ross y Francisco Font Saboya, en una visita a Alderney. / <strong>Cedida por Gary Font</strong></p><p>De izquierda a derecha: Ramon Pujalte Asensi, Vicente Gasulla Sole, Jaun Ross y Francisco Font Saboya, en una visita a Alderney. / <strong>Cedida por Gary Font</strong></p>

El aragonés Florencio Cascarosa Pirla cruzó los Pirineos en 1938. Tenía 16 años y marchó al exilio con sus padres y un hermano pequeño. La familia transitó por distintos campos de refugiados de Francia, hasta que el padre (también llamado Florencio) y su primogénito fueron reclutados en la construcción del Muro Atlántico, la línea de defensas y fortificaciones levantadas por los alemanes con mano de obra forzada durante la Segunda Guerra Mundial.

Los Cascarosa embarcaron en Bretaña, con otros exiliados republicanos, en febrero de 1942. Partieron en la primera travesía de Rotspanier (españoles rojos, para los alemanes) con destino a Alderney, la más norteña de las cuatro islas principales anglonormandas y la única cuya población fue evacuada durante la ocupación nazi. La administración de Winston Churchill concluyó que la defensa del archipiélago sería demasiado difícil y costosa para su valor estratégico y retiró la protección al conjunto isleño dependiente de la corona británica.

En Jersey y Guernsey también se montaron campos de trabajo, pero los de Alderney se consideran centros de concentración y de castigo, sujetos a “condiciones de vida terribles, hambruna y maltrato a diario”, que forman parte de la “historia del Holocausto”, según las conclusiones de una investigación encargada por el Gobierno británico a fin de esclarecer el número y la nacionalidad de las víctimas y acallar especulaciones al respecto.

Los campos de Alderney se consideran centros de concentración y de castigo

“Había judíos, rusos, ucranianos y otras nacionalidades. Teníamos que trabajar en la cantera. Era inmensamente duro. Los SS me golpeaban cuando estaba exhausto y no podía dar más. Mataron a muchos presos por desobediencia”, testificó Cascarosa al tramitar una indemnización para la familia. El catalán José Vicente Anadón también sufrió la lacerante experiencia de los campos de Alderney, que administraba la Organización Todt (OT) –sección de las fuerzas armadas alemanas dedicada a la ingeniería y la construcción de infraestructuras– y llegó a controlar una brigada de las SS.

La isla de Hitler

Vicente ubicaba sus correos en “Adolf”, lo cual despistó a Nuri Bonamusa y demás coautores de la biografía del joven panadero de Mataró, Cartas desde el exilio. José Vicente Anadón. Atrapado entre dos guerras. “Nos costó identificar el lugar”, sonríe la investigadora en la presentación en Londres del informe de Alderney, en el que ha colaborado, junto con su marido Jordi Artigas y con el historiador Antonio Muñoz Sánchez, miembro del panel internacional de expertos reunidos en la investigación.

Hitler veía Alderney como el “Gibraltar del Canal de la Mancha” y la isla se ganó el apodo de “Adolf” durante la ocupación alemana. Para Francisco Font Saboya, fue el “destino de la muerte” de la que se salvó gracias a la campaña del Día D, el desembarco aliado en las playas de Normandía, que ha cumplido su 80 aniversario el 6 de junio. Con la intensificación y proximidad de los bombardeos, los alemanes comenzaron a evacuar a presos y obreros de Alderney. Trasladaron a la mayoría de los españoles a Francia, donde muchos lograron escapar; Font y un puñado de colegas se quedaron en Jersey, donde echaron raíces familiares.

Font fue destinado a Alderney por castigo, según el relato oral que conserva el Museo Imperial de la Guerra, en Londres. Trabajaba de albañil en el puerto de Guernsey cuando otro español le dio una barra de pan en una acción que pudo entrever un guarda alemán. “Dije que la había robado. Me golpeó por todo el cuerpo. Vinieron otros dos de la OT y me dejaron prácticamente inconsciente”, narra en inglés. Salió del islote dos días después del Día D. El territorio fue liberado once meses más tarde.

El republicano recuerda el silencio –“hasta los pájaros habían desertado”, exclama en el audio–, la brutalidad y profunda tristeza del lugar. Presenció cómo asesinaban a un joven ruso que se entretuvo cambiando el papel de su calzado. “Le dispararon en la cabeza sin vacilar”, denuncia. Unas navidades, continúa, “un guarda nos dijo que tenía cartas y mencionó algunos nombres. Todos nos ilusionamos y, tras ver nuestra reacción, echó las cartas al fuego. Nos hundimos moralmente y ellos se partieron de risa”.

Los testimonios hablan de torturas y asesinatos a sangre fría

Los testimonios hablan de torturas y asesinatos a sangre fría, caminatas bajo la lluvia, enfermedades y una alimentación basada en sopa de berza aguada, rebanadas de pan marrón y sorbos de café. “El domingo que no trabajábamos, no cenábamos. Sin trabajo no hay comida, esa era la filosofía alemana”, testifica Font. Artigas lo define como un “sistema de máximo rendimiento al mínimo coste”, agudizado por la dificultad de abastecer las islas ocupadas.

El oficio de zapatero, que aprendió en su natal Elda, salvó a Manuel Sirvent Romero de los abusos cotidianos. Le enrolaron inicialmente en el trazado de la vía ferroviaria, para más tarde pasar al taller de confección. “Al principio solo me daban a coser, pero pedí permiso para reparar para mí unos zapatos. Quedaron admirados al ver tan buena reparación”, escribe en Un militante del anarquismo español (Memorias 1889–1948). Los encargos para oficiales de la OT no se hicieron esperar, incluido un par de botas para el jefe de abastos. “Desde aquel día no me faltó pan blanco”, cuenta Sirvent. Otros le regalaban tabaco, botellas de licores y prendas de vestir. Sus descendientes conservan una fotografía del dirigente sindicalista entre oficiales uniformados.

Fosas comunes

El panel de expertos aporta datos y proyecciones actualizadas de las víctimas nazis de Alderney, que el informe original de la inteligencia británica limitó a 389 muertes durante la ocupación alemana. Estiman ahora que no hubo más de 1.134 defunciones, aunque creen que oscilaron entre 641 y 1.027. Hasta 7.812 individuos de unas treinta nacionalidades y grupos étnicos o religiosos trabajaron en los campos del islote.

Muñoz y Artigas fijan en unos 4.000 los exiliados españoles deportados a las islas del Canal, de los que entre 347 y 507 habrían pasado por Alderney. El informe identifica a Pedro González como el primer peón extranjero fallecido en el territorio –en abril de 1942, con 39 años– y a un segundo republicano, José Losada del Amor, quien murió más tarde en un hospital de Jersey. En los últimos días, ambos investigadores han elevado a un mínimo de tres las víctimas mortales españolas.

El informe estima entre 641 y 1.027 las muertes probables

Artigas ha fundado la sociedad Amical Islas del Canal y, según explica a este medio, no hay “evidencias ni indicios” de republicanos enterrados en las fosas comunes de Alderney. En la década de los sesenta, se exhumaron los restos de 396 víctimas en una operación que se extendió a los cementerios de Jersey y Guernsey. El informe estima entre 641 y 1.027 las muertes probables y apunta a diversos emplazamientos a lo largo de los ocho kilómetros cuadrados de superficie donde pueden yacer sus restos.

La incertidumbre inquieta a los isleños. “Estamos más cerca que nunca de saber cuántos sobrevivieron y cuántos murieron en Alderney, pero es necesario dar un paso más de forma que se les pueda honrar adecuadamente”, comparte con CTXT Gary Font, cuyo padre, Francisco, sufrió el calvario nazi. “Como hijo de un trabajador esclavo, me parece extremadamente importante. No solo porque murieron en suelo británico, sino porque ha de documentarse correctamente en aras de la historia. Pero todavía no sabemos dónde ni quiénes siguen en Alderney”, observa.

Las excavaciones se descartaron de la investigación, que se centró en la revisión de estudios académicos y testimonios personales, en cotejar datos y limpiar las listas de deportados y fallecidos en el abanico de países. Se tuvo en cuenta la creencia judía que considera la tumba el lugar de “descanso eterno” y se desestimaron las exhumaciones como vía para resolver el dilema. Font, que reside en Jersey, es partidario de excavar y explica que existe tecnología y métodos arqueológicos para acometer la tarea con sensibilidad. “Es una cuestión moral, similar a lo que está sucediendo en España, donde unos quieren y otros se oponen a abrir las fosas comunes de la Guerra Civil. Deberíamos ser capaces de resolver la cuestión después de 80 años”.

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