Vitoria, abril 1937, hervidero de periodistas y nazis
13.05.2023
Abril de 1937, cuando el hijo de Churchill coincidió en Vitoria con los nazis en los días del bombardeo de Gernika.
En plena Guerra Civil, la ciudad acogió un trasiego de visitantes alemanes e italianos, al jefe de Propaganda de Portugal y a corresponsales británicos, franceses, letones o ucranianos como Holburn o Berniard.
En Vitoria, donde la Alemania nazi y la Italia fascista irían instalando sus estados mayores, nuevos documentos en poder del Archivo Histórico Provincial de Álava (que suma los fondos de la Diputación y de los organismos del Estado en la provincia) acreditan un trasiego muy importante de corresponsales británicos, franceses y hasta ucranianos o letones, así como también de propagandistas alemanes, italianos y portugueses. Entre ellos, sobresalen los nombres de James Holburn, colega de Steer en ‘The Times’ pero empotrado en los territorios conquistados por los sublevados, Randolph Churchill, hijo de quien en la II Guerra Mundial sería primer ministro del Reino Unido y uno de los líderes mundiales más influyentes, Georges Berniard, primer fotógrafo que pisó la villa y luego detenido, o Antonio Ferro, uno de los más estrechos colaboradores del dictador portugués aliado de Francisco Franco António de Oliveira Salazar.
En aquella primavera, los hoteles de la ciudad -la primera en ser controlada por el bando franquista tras el golpe de Estado de julio de 1936- tuvieron un importante trasiego de huéspedes extranjeros. El Archivo dispone -en una caja del tamaño de una de zapatos- de una colección con cientos de fichas rellenadas a mano con datos más o menos completos de muchos de ellos. Se trata del denominado “Boletín de extranjeros” y hay fichas de 1936, 1937 y 1938, pero no de 1939. Están agrupadas en delicados montones atados con un cordel.
En pura teoría, cada una de ellas debería incluir el nombre, los apellidos, la profesión, el número de pasaporte, la duración y fecha de la estancia, la procedencia y del destino, entre otros datos. No en todos los casos están rellenadas del todo y podrían darse casos de información ocultada de manera deliberada. Por ejemplo, muy pocos de los visitantes alemanes están reseñados como “militares” o “aviadores” y hay muchos “comerciantes”, “viajantes” y similares. Aunque la ciudad y el frente eran un nido de espías, lógicamente no consta la estancia de ninguno de ellos en el Frontón Hotel -la sede nazi- o en cualquiera de los otros alojamientos vitorianos.
En el caso de los nazis, no consta tampoco la ficha de Wolfram von Richthofen, por ejemplo. Él era el máximo mando de Legión Cóndor.
-Desconocidos e imprescindibles. Los falsificadores y la clandestinidad libertaria.
Aquella gente de la que no se habla, pero que es completamente indispensable para que todo funcione bien. Anarquismo y falsificación.
Hoy vamos a hacer una incursión en el peculiar mundo de la falsificación, tanto a nivel de documentación, avales, cartillas de racionamiento, loterías o billetes y papel moneda de diversos países. Por si todo esto no fuera suficiente, lo mezclaremos un poco con las redes de evasión y le añadiremos ese toque guerrillero que nos suele acompañar, finalmente y solo para gourmets, destacar el bouquet que acompaña al producto, netamente libertario. Esperamos que disfrutéis del resultado.
Empezaremos diciendo que durante los años que se perpetuó el franquismo, el estado español fue mejorando y renovando sus técnicas de identificación pese a seguir siendo un tanto subdesarrolladas. Los modelos, sellos y numeración de los salvoconductos se renovaban con cierta frecuencia para tener controlados a los españolitos de a pie mediante la supervisión de sus cédulas personales, cartillas de racionamiento, carnets políticos, certificados de excombatiente, permisos de trabajo etc.
Por su parte las organizaciones políticas clandestinas se pusieron manos a la obra. Había que conseguir una pequeña imprenta, el equipo fotográfico necesario, dibujantes expertos, ácidos y otros productos químicos, tanto para el borrado, fijado y demás tratamientos que necesitaran los papeles en cuestión. Se compraban, robaban o incluso se pedían prestados los impresos originales de los documentos que se querían falsificar. Se borraban o manipulaban ciertos datos, se hacían las fotografías necesarias y se cambiaban por las originales. Los sellos o tampones se intentaban conseguir con sobornos o lo que fuera necesario y en caso de no poder conseguirlos se tallaban en soportes que podían ser, desde una patata, a trozos de caucho, o cualquier superficie que pudiera ser tallada con facilidad y que pudiera impregnarse después con tinta.
Nuestro viaje nos lleva al final de la guerra civil, a las calles de Madrid, y más concretamente al Puente de Vallecas. Allí, dentro de la II Bandera de Falange, se había infiltrado un miembro de la FIJL apellidado Escobar, quien consiguió un variado número de certificados de buena conducta y de declaraciones de haber pertenecido a la “quinta columna”. Una vez completados con los datos, fotos y nombres necesarios supusieron la puesta en libertad de unos cuantos anarquistas que penaban en el campo de concentración de Albatera. Este grupo de la FIJL fue parcialmente desarticulado en 1940, pues fueron detenidos 33 de sus miembros y descubiertos sus depósitos de armas. Escobar fue entregado a los falangistas quienes lo ahorcaron en un descampado, aunque consiguió sobrevivir gracias a que un campesino cortó la cuerda una vez se habían ido los fascistas.