Voces desde Cuelgamuros

Voces desde Cuelgamuros

5 junio, 2021 / Por Luis A. Ruiz Casero, historiador y arqueólogo

Pocas cosas tienen tal poder evocador del pasado como sus restos materiales. Cuando descendimos del todoterreno, junto a una carretera de acceso restringido, al pie del imponente risco del Altar Mayor, todo estaba en silencio. Sin embargo, de inmediato, voces, montones de voces. El llano estaba sembrado de objetos, como olvidados allí solo unos días atrás, pero con la pátina de setenta años de abandono. Aquí, un orinal de metal esmaltado. Allá, restos de varias botellas de vidrio. Y suelas, decenas de suelas de zapatos, remendadas, fabricadas con restos de neumáticos. Las voces de esos objetos nos hablaban de los obreros, de los presos de la obra faraónica, de sus mujeres e hijos. Pero no era todo. Unos metros más allá, encajando al milímetro con los planos desempolvados en el archivo, los restos de los barracones. Por un lado, el grupo de los trabajadores libres, formando una placita con una fuente aún en pie. Por otro, el grupo de los penados, delatado por una garita en lo alto y un apoyo para la bandera, omnipresente en el universo concentracionario franquista. Ladera abajo, las fosas sépticas, enteras, aún con agua estancada en su interior. Y aún más abajo, las chabolas de las familias de los trabajadores, sus esposas, sus hijos. Por debajo de las aguas fecales, como en una gradación jerárquica dictada por la orografía. Los olvidados entre los olvidados. Estábamos en el destacamento Banús, el más duro de los existentes en Cuelgamuros, donde vivieron los obreros destinados a levantar el viaducto y la carretera de acceso al monumento.

La semana pasada concluyó la intervención arqueológica en los destacamentos penales del Valle, dirigida por Alfredo González Ruibal, del Instituto de Ciencias del Patrimonio-CSIC, como parte de un ambicioso proyecto de resignificación del espacio que parte de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. A lo largo de un mes de trabajo de campo se desescombraron y excavaron hasta trece estructuras (se documentaron muchas más), se cartografiaron los restos de los tres destacamentos, se prospectaron varias hectáreas y se georreferenciaron miles de piezas. Mucho se ha escrito sobre el mausoleo franquista, pero hasta ahora se había prestado muy poca atención al resto del Valle. El proyecto ha permitido establecer una completa topografía del totalitarismo en el lugar. La arqueología permite ir más allá del discurso oficial del Régimen, posar la vista en lo que el franquismo no quiso que contemplásemos. Y no solo hablo de lo más obvio -los destacamentos penales-: se conservan las canteras, los basureros, los polvorines, varios depósitos de agua, un embalse, lavaderos, el vía crucis (en considerable estado de abandono), el chalet del arquitecto Pedro Muguruza, las viviendas en uso de los trabajadores de Patrimonio Nacional, apriscos de ganado…

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