Cuadros robados por el franquismo colgadas en las paredes de un ministerio

El recibidor de la casa de la calle Moreto número 1 “era como una aventura”, amplio, largo y decorado con cuadros de vistas de Roma que el abuelo de Carlos Colón Sicardo había comprado en Italia, a un pintor y seminarista que iba a ser cardenal ., apodado Colombo. Estos 25 cuadros están todos firmados al dorso con tiza, dicen: “Colección Sicardo”. Hoy, están suspendidos en las dependencias de la Hacienda Pública, dependiente del Ministerio de Economía, como nos cuenta el nieto del coronel republicano José Sicardo Jiménez-Córdova, esposo de Mariana Carderera. Colón Sicardo cuenta con varias fotografías de los cuadros colgados en las paredes del Tesoro, gracias a la investigación de un historiador que siguió los pasos de su abuelo.

En la documentación franquista se le identifica como el “jefe militar rojo” y pocos días después de huir del país hacia Francia desde Almería, dos agentes del Servicio Nacional para la Defensa del Patrimonio Artístico Franquista (SDPAN) irrumpieron en su domicilio, en abril de 1939. , y lo destruyeron todo. “En esta casa actualmente habitada por unos pocos refugiados se encontraron varios cuadros, piezas de cerámica y mobiliario de estimable valor artístico”, se lee en el acta que lleva el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE). Se llevaron los cuadros y los muebles y dejaron atrás la extraordinaria biblioteca. “Eran alrededor de 12.000 volúmenes, incluidos los incunables”, explica Carlos por teléfono. A los pocos días volvieron y los agentes de saqueo de Franco se la llevaron.

Además de la Hacienda Pública, Colón Sicardo localizó parte de las más de 200 obras de arte saqueadas por el franquismo a su familia en el Museo de Bellas Artes de Asturias, el Museo del Romanticismo o en un convento de Alcalá de Henares, entre muchos otros. Cuando el Ministerio de Economía fue consultado por estas obras, informó a elDiario.es que no tenía conocimiento de ellas y que iba a empezar a localizarlas. “Mi abuela heredó obras de la colección familiar”, cuenta el nieto, profesor en las universidades norteamericanas de Madrid, donde enseña historia de las religiones, literatura, creación literaria y lectura… Era una familia muy rica, la de su abuela . padre Fue Mariano Carderera y Ponzán, el arquitecto que diseñó y construyó las fachadas del Casón del Buen Retiro, a pocos pasos del antiguo edificio familiar.

La casa donde vivían sus abuelos y su madre con sus dos hermanas tenía casi 800 metros cuadrados. Espacio suficiente para colgar obras de Goya, Tiépolo, Carreño de Miranda, Anton van Dyck y una cabeza diseñada por Velázquez “no sabemos dónde está”. “Era una casa muy grande y sufrieron mucho durante su exilio. Cuando regresaron en los años sesenta, estaban muertos de miedo. Mi madre no quería saber nada, no quería hablar por miedo a las represalias. Cuando le pregunté me dijo: ‘Cállate, vamos, que esa era la trampa’”, recuerda Carlos Colón Sicardo. Entonces, para tapar todos estos silencios, escribió las memorias de su madre y las publicó en Amazon, con el título aroma violeta.

Su familia lleva años detrás de estos trabajos, aunque nunca los ha reclamado a las administraciones públicas y, tras realizar la investigación, está valorando cómo proceder. “Si nos devolvieran una obra, nos ayudaría, a hacer justicia”, dice. Desde hace una semana, su esperanza se ha visto reforzada por la determinación del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo de devolver a los herederos de Ramón de la Sota dos cuadros robados por el franquismo y colgados en el Parador de Almagro. La oficina del fiscal general del estado emitió un informe de devolución favorable y alentó al departamento a devolver las dos obras a sus legítimos dueños.

Las pertenencias de la familia Carlos Colón Sicardo figuran entre las más de 6.000 obras de arte que el franquismo no devolvió a sus dueños, según estudios de Arturo Colorado e Isidro Moreno, publicados en el ensayo Arte, botín de guerra. Saqueo y diáspora en la posguerra franquista (Silla). En los museos se han depositado 3.761 obras incautadas y la Iglesia se ha quedado con 2.040. A través de sus investigaciones han creado un primer registro, a la espera de que el Estado español asuma el papel de inventario para devolver hasta la última sala. Por el momento, el nieto del militar republicano no cuenta con un representante legal para iniciar los necesarios trámites que han permitido a los herederos de De la Sota desde hace dos años recuperar parte de lo que les pertenecía. En este caso, enumeraron unas 300 obras desaparecidas.

“Todo estaba atrapado. Me hubiera gustado recuperar, al menos, algunas cosas. Salud. Cuando regresé no quedaba nada más que esa vieja mesa renacentista manchada de tinta donde leíamos en la biblioteca, una consola y su espejo veneciano, el comedor de mamá y unas cuantas lámparas. Todo lo demás se lo llevaron”, le cuenta su madre, agotada por los tristes recuerdos. “Recuerda siempre que lo que fuiste y lo que eres, lo llevas siempre contigo, en el alma. Es tu dignidad. El resto es un lastre del que muchas veces la vida nos obliga a prescindir”, cuenta su madre, exiliada desde hace más de 20 años con su familia. Sobrevivieron, en parte, gracias a los lienzos de Goya que la abuela Mariana Carderera separó de la camilla y escondió en el forro de las maletas. De España a Francia, de allí a Inglaterra y de tierras inglesas a Martinica, para terminar en Puerto Rico. “Su escape a Puerto Rico fue una serie de milagros”, dice Carlos.

Para el investigador Arturo Colorado, el saqueo y la diáspora del patrimonio son “un problema histórico no resuelto”. Los franquistas expusieron las obras en centros madrileños como el Palacio de Hielo, el Jai Alai o el Museo de Arte Moderno. Incluso se trasladaron a estos lugares para quedarse con los falsos dueños que aseguraban que estos objetos les pertenecían. Y se llevaron a casa cuadros, un cuenco de porcelana decorado con grandes flores y mariposas, una caja de doce platos de porcelana decorados con “caras chinas sobre fondo negro”, una lechera… Todo lo que les gustó y satisfizo su acto de saqueo consentido.

Las autoridades franquistas también enviaron pinturas en depósito a los museos. Entre los 37 museos públicos que sustrajeron obras de sus colecciones destacan el Museo de Artes Decorativas y el Museo Romántico, ambos administrados por el Ministerio de Cultura. El Museo de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo, recibió una parte importante de la colección Sicardo-Carderera. Paula Laufente, técnica de grabación de esta institución, afirma que hay “transparencia absoluta” con esta cuestión que espera solución desde hace más de ocho décadas. Ninguna otra institución ha inventariado estos depósitos franquistas. Al parecer, en 1941 llegaron a la Diputación de Asturias 120 piezas y en 1980, 107 fueron al museo. Se desconoce el paradero de los otros 13.

“Hace unos seis años decidimos que era necesario revisar todas las obras de nuestra colección para catalogar las que venían de este depósito estatal. Nos llevó casi dos años examinarlos e identificarlos. De la mayoría no podemos especificar la trazabilidad. Una vez que terminamos el registro, armamos el ciclo de visitas para el público y tuvimos que repetirlo porque la gente está muy interesada en esta pregunta. Tenemos muchos de ellos en exhibición, como Virgen de la Anunciación por Juan de Correa de Vivar o el vendedor de periódicos de Jiménez Aranda”, cuenta Paula Lafuente a este periódico. Son obras que no salen del museo, porque son un depósito. Y asegura que ningún heredero de los propietarios se ha puesto en contacto con ellos hasta el momento. “Nunca”, dice. De hecho, si un propietario como Carlos Colón Sicardo contacta con el museo para reclamar lo que le pertenece, el Bellas Artes de Asturias no sabe qué pasos tomar. “Me imagino que sería a través del Ministerio de Cultura. Pero no hay precedentes, no tenemos protocolo”, dice Paula Lafuente.

“No sé cómo hacerlo, no sé cómo pelear por los ejecutivos”, reconoce Carlos Colón Sicardo, quien visitó a un par de abogados, pero no le parecieron confiables. “Quiero hacerlo por la justicia, porque mis abuelos nunca se atrevieron a hacer un reclamo por miedo. A mi abuelo incluso le quitaron el pasaporte”, dice. Tiene el acta de desamortización y los inventarios con los nombres de los aristócratas, como el Conde de Romanones, que se quedaron con lo que no les pertenecía. “Hubo muchos caballeros y damas que hicieron una matanza con la propiedad de mi familia. Lo que más me llama la atención es que en tiempos de guerra la gente hace cualquier cosa sin remordimientos. Por supuesto, hay momentos de heroísmo y momentos de fuga. Creo que del viaje de mi familia aprendí a adaptarme y sobrevivir, sin perder mi dignidad. Aunque lo hayas perdido todo”, se despide Carlos, consciente de que el camino de la restitución no ha hecho más que empezar.

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