Francesc Xavier Casals, el presidente desconocido (y encarcelado) del Barça

Le tocó pilotar el FC Barcelona durante la guerra civil y el franquismo lo metió en prisión para posteriormente condenarlo al ostracismo

EL PERIÓDICO | FREDERIC PORTA | BARCELONA | 25-1-2019

Este sábado 27 de enero se cumplen 80 años exactos desde que Barcelona cayera en manos franquistas. En lenguaje de los vencedores de la guerra, la capital catalana era ‘liberada’. En aquel entonces, Francesc Xavier Casals i Vidal (Badalona, 1880) decidió desechar la opción del exilio. Sentía el deber de cumplir con su obligación como presidente del Futbol Club Barcelona y entregar el club en traspaso de poderes a los nuevos rectores del país.

Casals tenía la conciencia muy tranquila. Había sido ‘conseller’ de Trabajo en dos de los gobiernos presididos por Francesc Macià durante la República, presidente del poderoso sindicato de Dependientes del Comercio y la Industria (CADCI), máximo directivo también de la Quinta de Salud la Alianza y significado militante de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Manos limpias

Sus manos, por decirlo en el triste argot de la época, estaban limpias de sangre. Es más, durante el conflicto, había renunciado a la militancia en el partido y optaba en los últimos tiempos de batalla por un discreto segundo plano. Casals se retiró de la escena política al perder su influencia en el CADCI semanas antes de que se estallara el 6 de octubre de 1934. Al fin y al cabo, ya era un hombre mayor para los parámetros de su época.

Francesc Xavier Casals ha sido y es el único presidente encarcelado por razones políticas en la centenaria historia del Barça. Y lo fue en dos ocasiones. La primera, en diciembre de 1923, a poco de comenzar la dictadura de Primo de Rivera, con un mes de estancia en prisión, a causa de sus actividades catalanistas. En la segunda, todo hace creer que tras la guerra estuvo internado en diversos centros o recluido en su propio domicilio, dada su condición de sexagenario.

Un ‘saltataulells’

En su biografía abundan las lagunas y escasean las certezas. Sabemos que era viajante de comercio, que estuvo empleado en una tienda de paraguas de la Rambla y también, fue dependiente en la famosa camisería Vehils de plaza Universitat. De ahí su militancia en el CADCI. Era uno de los llamados ‘saltataulells’ en el argot de la época. También, hombre de confianza para ‘L’Avi’ Macià. Por lo que respecta al Barça, Casals se asoció en 1925 tras la suspensión del club por el escándalo de la ‘Marcha real’, llegó a ser vicepresidente con Esteve Sala y directivo en la junta de Suñol.

En paralelo, recapitulemos las peripecias del club en la guerra civil. El 6 de agosto de 1936, los sublevados fusilan a Josep Suñol, capturado en la sierra del Guadarrama mientras realizaba una visita a la zona como diputado en el Congreso por ERC. Tal tragedia es desconocida en Barcelona, donde se le supone en paradero desconocido. Nueve días después, la CNT-FAI intenta la expropiación del club y del estadio de Les Corts, movimiento rápidamente rechazado con una ingeniosa maniobra de los empleados, encabezados por los inolvidables Rossend Calvet y Ángel Mur padre, que deciden erigirse en comité de la UGT para frenar tal asalto.

Ver a Suñol con vida

En noviembre de 1937, pasados los meses de fiebre revolucionaria en la capital catalana, ese comité de empleados decide disolverse y dar paso a Casals, miembro de ese reducido grupo que ya ejercía como presidente de facto de la entidad. En el acta de la junta del día 29 de ese mes se puede leer, “la junta concede a Francesc Xavier Casals las funciones de presidente accidental, la representación legal, oficial y judicial del Futbol Club Barcelona mientras dure la ausencia del presidente”. Es evidente que aún guardaban alguna esperanza de ver a Suñol con vida.  

Primera sorpresa de históricas proporciones: esa acta permaneció ignorada hasta hace exactamente cinco años. Los expertos en el pretérito azulgrana creyeron a lo largo de siete décadas que el comité de empleados permaneció al mando de la entidad durante la guerra al completo y que entregaron el club a los nacionales cuando se les requirió. Craso error. Manuel Tomás, documentalista del club, descubrió por fin la verdad, el sacrificado papel que Casals aceptó representar. Es más, ya bajo responsabilidad de Casals, Les Corts se convirtió en un improvisado refugio clandestino de curas y religiosos que eran protegidos allí de manera provisional con el objetivo de preservarles de las iras anarquistas y facilitarles la huida bajo el amparo de la Generalitat, dispuesta a evitarles un trágico fin. Realizadas tan sustanciales precisiones, regresemos a 1939.

La primera junta del nuevo Barcelona no se convoca hasta el 22 de abril, casi tres meses después de la entrada franquista. Casals acude a la reunión e informa de la situación del club, salvado económicamente gracias a las 461.799 pesetas depositadas en un banco de París, fruto de las ganancias conseguidas tras la gira por el México de Lázaro Cárdenas de 1937.

Las dudas sobre su destino

No importa ya que muchos de aquellos futbolistas no regresaran a casa y optaran por permanecer en Francia o más allá del Atlántico. El equipo ha quedado desmantelado, sí, pero Casals y los fieles empleados se las ingenian para que el Barcelona pueda salir adelante sin mayores problemas en la posguerra recién estrenada. Justo tras esa reunión, llamémosla de traspaso de poderes, arrancan las sombras, las dudas sobre el destino inmediato de Casals.

Salto hasta el siglo XXI. Montserrat Casals es nieta del presidente desconocido del Barça. A ella recurrimos para arrojar cierta luz sobre tantas incógnitas. De entrada, confirma que el abuelo fue detenido tras la reunión, no sabemos si de inmediato o al cabo de cierto tiempo. Queda claro que, en enero de 1940, su hija Montserrat firma una carta dirigida al juzgado militar de Barcelona en la que solicita clemencia para su padre, que sea excarcelado.

Falleció en el olvido

No sabemos cuánto tiempo llevaba detenido, ni en qué centro penitenciario fue internado. De hecho, la nieta Montserrat reconoce que se enteró de que Francesc Xavier había sido presidente del club y del resto de su biografía cuando ya contaba 17 años. El miedo a la represión, el terror al franquismo consiguió que la biografía de Casals quedara clausurada a cal y canto incluso en la intimidad familiar.

Montserrat vive ahora en Alemania y se dedica, por pura coherencia, a reivindicar la figura de su antepasado cada vez que es requerida: “Mi abuelo falleció en el olvido y absolutamente postergado. Sabemos que fue a prisión por sus ideas, por su pasado como ‘conseller’ y responsable del CADCI, aunque no sabemos cuánto tiempo permaneció encarcelado. Al recuperar la libertad, optó por callar. No se movió de Barcelona, pero ya no hizo absolutamente nada en público. Murió a los 74 años, ya en 1954, y ningún periódico de aquí publicó su necrológica. Solo le recordó una revista de exiliados catalanes publicada en la Argentina”.

Montserrat Casals lamenta que “han ido desapareciendo los testimonios familiares. Nadie se atrevía a preguntar por puro miedo. Sólo me han quedado retales, detalles, que era muy buena persona, buen cocinero, que vivía en las casas baratas del CADCI…”.

El muro de silencio permaneció erguido, sin una simple brecha, durante más de siete décadas, en una situación del todo inaudita hasta que Manuel Tomás dio con la solución al enigma y presentó al personaje en la revista del club. Hoy, Casals ha sido restituido en la vertiente deportiva con todos los honores y su fotografía figura en la galería de presidentes del FC Barcelona.

Condenado a 12 años de cárcel

Hoy, ya en pleno siglo XXI, la redacción de este recordatorio dedicado a Casals ha permitido recomponer nuevos episodios, parte de su desconocido calvario. Tras consultar a la dirección general de Memoria Histórica de la Generalitat hemos sabido que el presidente del Barça fue condenado a 12 años y un día por un consejo de guerra que, más tarde, le conmutó la pena, reduciéndola a seis años.

En el Arxiu Nacional de Catalunya hemos hallado la confirmación del tiempo cumplido en la cárcel Modelo: apenas un mes y seis días, desde el 17 de noviembre de 1941 al 23 de diciembre del mismo año. A buen seguro, jugó a favor de Casals que ya tuviera 60 años cumplidos y la declaración como aval de personas afines al régimen, quien sabe si destacados falangistas. Aún así, los carceleros quizá no eran conscientes de que encerraban a todo un presidente del Barcelona, el mismo que había rechazado el exilio por su acusado sentido del deber. Tal vez Casals dio con sus huesos en otros centros de reclusión, más allá de esa breve estancia en la Modelo, de ahí el ruego oficial de clemencia de 1940.  

Condena por “rebelión militar”

Para elaborar este reportaje, también hemos accedido a un documento inédito, el sumario del consejo de guerra sumarísimo nº 18.185 iniciado el 27 de noviembre del 39 en el que se condena a Casals, textual y paradójicamente, por “delito de auxilio a la rebelión militar”. En el texto, trufado con el barroco lenguaje propio de estos sumarios, no se detalla ningún delito probado, apenas referencias que provocan y quieren justificar la condena de doce años. De la redacción, entresacamos estos destacados: “(Casals) es una persona destacadísima de izquierdas (…) ex presidente del CADCI, entidad netamente separatista (…) amigo particular de Macià, (…). El encartado tuvo siempre estrechas relaciones con los hermanos Badia, Compte y demás complicados en el atentado de las costas de Garraf al paso del tren Real (…). Durante la dominación marxista, fue nombrado miembro del Comité de Club de Futbol de Barcelona (sic)”. Ningún delito probado, sólo arbitrarias acusaciones.

Recobrada la frágil libertad, Francesc Xavier Casals optó por un absoluto exilio interior, por desaparecer en vida del mapa y permanecer trece años más en Barcelona sin armar ni el menor ruido. Silencio absoluto. Hasta hace cuatro días, cuando se descubrió su identidad como legítimo presidente blaugrana. Hasta hoy, cuando al fin podemos detallar las fechas de su encarcelamiento, la condena que había sufrido por juicio sumarísimo y la penitencia que le tocó pagar tras la derrota de los suyos, los vencidos republicanos.

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