La ‘gran evasión’ guerrillera: así huyeron los maquis de la represión franquista.

La ‘gran evasión’ guerrillera: así huyeron los maquis de la represión franquista.
11.05.2024
Los guerrilleros antifascistas de Galicia, Asturias, Zamora y el Bierzo contaron con una red de apoyo para escapar a Portugal a través de la ‘raia seca’ y luego embarcar en Oporto rumbo a Francia y América.
La frontera dividía dos Estados. La raia seca, en cambio, los unía. Un territorio difuso, a caballo entre Ourense y Portugal, transitado secularmente por contrabandistas y pastores, pues ya se sabe que los traficantes no tienen confines y las vacas tampoco entienden de lindes. Sus gentes no eran extranjeras, sino vecinas, hasta que el golpe de Estado de 1936 provocó la huida de muchos republicanos, quienes cruzaron esa línea imaginaria para evitar la represión franquista, con el objetivo de escapar a Francia, a América o a la España que no claudicaba ante la acometida de los rebeldes.
Fueron acogidos, antes de embarcar en Oporto o Lisboa, por sus hermanos portugueses. Algunos, antifascistas contrarios a la dictadura de António Salazar. Otros, la mayoría, eran sencillamente unos paisanos que abrazaron, en una muestra de solidaridad, al prójimo. No debe extrañar ese gesto humanitario en un territorio cuya divisoria no dejaba de ser un capricho político que no había impedido las relaciones comunitarias y sentimentales entre los raianos.
Una ayuda de ida y vuelta, que ya se había dado en el pasado y que se repetiría en el futuro. A las desbandadas improvisadas durante los primeros meses de la guerra civil les siguieron unas fugas más planificadas, a ambos lados de la frontera, cuya porosidad se vio amenazada por el despliegue de uniformados a la caza de rojos. «Las tradicionales redes de paso se convirtieron en redes de evasión.
Y, tras el comienzo de la actividad insurgente, hubo una relación intensa entre las comunidades raianas y los guerrilleros, quienes bascularon entre la Ciudad de la Selva y Os Calhostros, donde construyeron refugios». Además de quienes intentaban huir del país, aquellos caminos eran transitados por maquis procedentes de Asturias, el Bierzo, Zamora y Galicia, quienes se habían hecho fuertes en el monte ourensano y que terminarían integrándose en la Federación de Guerrillas de León-Galicia en 1942. Un flujo en ambos sentidos de hombres armados, que contaban con dos retaguardias, una en Casaio (Ourense) y otra en Vinhais (Trás-os-Montes).
Paradójicamente, las emboscadas en Portugal ayudarían a consolidar la organización antifranquista y la propia Ciudad de la Selva, el gran campamento secreto de los guerrilleros ubicado en los montes de Valdeorras. Tras cruzar la frontera, donde no era necesario vadear el río Miño, de ahí la denominación de raia seca, los republicanos y los guerrilleros contaron con el apoyo de ángeles de la guarda como Manuel Barros Gonçalves. Este maestro antisalazarista acogió en su casa de Tourém, entre otros, al comunista Luís Soto, quien tiempo después recordaría que se encontró en un pueblo de cuarenta vecinos al doble de refugiados gallegos, hambrientos y «sin un duro», quienes «escapaban al monte cuando entraba la PIDE». A la temida policía secreta del Estado Novo habría que sumar otras fuerzas armadas como la GNR y la Guarda Fiscal, mientras que a este lado la represión corría a cargo de la Guardia Civil, el Cuerpo de Carabineros, la Policía, el Ejército y las milicias falangistas, que no dudaban en adentrarse en Portugal a la caza de guerrilleros…