Por primera vez salen a la luz los informes secretos que el servicio de inteligencia del franquismo realizaba para las veinte autoridades más importantes del país. En ellos se observa su visión de la Transición entre 1974 y 1977 y la propia evolución de los espías de Franco desde la dictadura a la democracia.
Tiempo | Javier Otero | 29-5-2015
El 8 de enero de 1975, un boletín del Servicio Central de Documentación (Seced), el servicio de espionaje del franquismo, comentaba los movimientos alrededor de las nuevas asociaciones políticas que pretendía impulsar el franquismo como remedo de los partidos políticos. En ese contexto, informa sobre la vuelta de Manuel Fraga desde Londres para celebrar audiencias con las primeras autoridades del país: “Algunos creen interpretar dichas visitas como la dimisión voluntaria del embajador en Londres para dedicarse plenamente a la organización de una asociación política, que gozaría de las bendiciones de la superioridad”. El repaso a los principales acontecimientos del momento era un resumen realizado con la base de los contactos y confidencias de los espías del dictador Francisco Franco con políticos, empresarios y otras personas de relevancia. En los análisis de los boletines que van de 1974 a 1977, inéditos hasta el momento, se puede observar que los servicios secretos de Franco apostaron por la transición democrática, según el profesor Ernesto Villar, del Centro Universitario Villanueva, en una reciente tesis doctoral.
Villar encontró estos documentos en la Fundación Francisco Franco. Se trata de boletines que solo se repartían a una veintena de personas en la cúpula del régimen y que ahora salen a la luz por primera vez, para descubrir la visión de los años decisivos inmediatamente anteriores y posteriores a la muerte de Franco, desde uno de los departamentos más oscuros de su régimen. En noviembre de 1976, los boletines repasan la actividad de los diferentes grupos políticos. Sobre los socialistas, el Seced realiza un análisis sobre lo que considera “quizá el momento más crítico, hasta ahora, del desarrollo del socialismo español”.
El PSOE y el PCE. Estos boletines servían a la cúpula del Estado para tener una imagen de lo que ocurría. En este caso, el servicio de espionaje avisa de que “la clave de su consolidación o no, en uno de los grupos con cierto peso específico en el espectro político de los próximos años” está en la definición de su línea política en el próximo congreso. El Seced considera que si el PSOE se decanta por una alianza electoral con el PCE, podría perder tanto la oportunidad de convertirse “en el núcleo aglutinador del socialismo” como sus apoyos exteriores. El mismo boletín analiza con detalle la reunión de los partidos catalanes o la situación y los últimos acontecimientos de los gallegos o andaluces.
Esta información, en el intenso periodo político posterior a la muerte de Franco, pero todavía anterior a la Constitución, el referéndum para la reforma política o incluso la legalización del Partido Comunista de España, desmenuza lo que ocurre hasta incluir detalles tales como que los contactos de Alfonso Guerra, del PSOE, con responsables del Movimiento Socialista de Andalucía “parecen indicar la existencia de algún acuerdo entre ambas organizaciones que pudiera desembocar en una posible integración del MSA en el PSOE”. El Seced hilaba muy fino. En su análisis sobre alianzas para presentar un único frente de negociación ante el Gobierno afirma que “cabe resaltar dos tipos de acciones diferenciadas: las reuniones de la POD y las que, utilizando al EDCEE como pivote, tratan de ensamblar los grupos liberales al PCE”. El boletín de esta fecha incluía un análisis pormenorizado en el que se encontraban desde los comunistas maoístas, a los troskistas o la organización Bandera Roja.
El profesor Ernesto Villar ha estudiado las 216 semanas entre los años 1974 y 1977, que cubren los meses previos y posteriores a la muerte de Franco. Los boletines se repartían a través de un motorista entre el jefe del Estado, el Príncipe, el presidente del Gobierno y los ministros (no todos) y autoridades más importantes. Solo unos veinte aproximadamente. Estos boletines se elaboraban desde el año 1972. Los estudiados por Villar comienzan en noviembre de 1974, un año después del asesinato del presidente del Gobierno con Franco, el almirante Carrero Blanco. Los anteriores a esa fecha no se han encontrado hasta ahora. El número 216, el último boletín del Seced, termina con la noche electoral del 15 de junio de 1977, de la que saldrían las Cortes que elaborarían la Constitución de 1978. Días después, el Seced se convertirá en el Cesid, lo que posteriormente ha sido el CNI, el Centro Nacional de Inteligencia.
La burbuja. “Las autoridades estaban en una burbuja”, explica Ernesto Villar para explicar el sentido que tenían los análisis de la realidad que realizaba este servicio. “El Seced va haciendo su propia transición y llega a la conclusión de que el franquismo sin Franco no tiene futuro y que este es el rey, por lo que lo miman y elogian”, observa el autor del estudio. Este servicio de información se permitió criticar al poder en ocasiones. Una de ellas fue cuando acusó al presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro, una de las personalidades que recibía los boletines, de falta de gallardía por su pasividad frente a las protestas internacionales contra las últimas ejecuciones del franquismo, en septiembre de 1975. También criticaron a veces a Adolfo Suárez porque consideraban que los conflictos laborales se le iban de las manos, o al ministro de Hacienda, por el incremento de los precios. El ministro más criticado fue el de Educación, ya que consideraban que no tenía sentido, por ejemplo, que entrara la Policía en una facultad para quitar una pancarta que iban a ver muy pocas personas. Según Villar, Arias se quejó de los ataques que recibió, ya que los boletines eran leídos por un estrecho círculo de altas autoridades.
Santiago Carrillo, el secretario general del PCE, es una obsesión para el Seced, y así se plasma en sus boletines semanales. El profesor Villar ha recopilado 84 menciones al líder comunista en los boletines entre 1974 y 1977, por delante del siguiente más citado, Felipe González, con 73. De igual forma, el PCE es el partido que más aparece en los boletines. Llama la atención que encabezan la lista también organizaciones como la Joven Guardia Roja, por delante de Comisiones Obreras o de ETA. Ernesto Villar señala que “a ETA se la minusvaloró”. Los espías de Franco también estaban obsesionados, según Villar, con Fraga y con que este encabezara una de las asociaciones políticas que el régimen franquista pretendía sacar adelante mediante una reforma. Otra de sus obsesiones era el cardenal Tarancón, del que existen 166 menciones, muchas más que las 84 que tiene Carrillo. Al papa Pablo VI le lanzaban “críticas despiadadas”, según Villar. El Seced tenía confidentes que informaban de cualquier comentario llamativo que se pudiera realizar en una homilía “con un nivel de detalle increíble”. Los confidentes en el sector educativo están en las asambleas, pero llegan tarde a los incidentes. A veces recogen los panfletos del suelo y los adjuntan a sus informaciones.
Completar listas electorales. Los espías de Franco se reunían todas las semanas con políticos y empresarios, a veces con una grabadora oculta, para obtener información, con la que elaboraban gran parte de los boletines. Estos tenían una media de 40 páginas y durante el proceso de reforma política incluían a casi todos los grupos políticos. Los boletines se nutrían de la información de unos 500 confidentes. Según Villar, se dice que el servicio tenía unos 3.000 confidentes ocasionales.
En su tesis, Villar realiza algunas entrevistas, entre otros con el espía Ángel Ugarte, que fue el primer negociador con ETA. Este afirma que los servicios secretos ayudaron a completar las listas electorales de todos los partidos (ya que no tenían suficientes militantes) salvo del PCE y con conocimiento de estos, y se muestra traicionado por Adolfo Suárez, ya que considera que con la negociación con ETA este solo pretendía ganar tiempo para celebrar unas elecciones en paz. Ugarte también señala que los servicios secretos facilitaron fondos a todos los partidos excepto al PCE.
En los boletines se puede observar el camino que los espías realizaron en la Transición en las referencias a este partido y a Carrillo. Si al principio lo tildan de totalitario y le acusan de estar a las órdenes de Moscú, al final vienen a señalar que no había más remedio que legalizar al PCE. Villar cuenta que “los espías terminan apoyando a la democracia. Eran militares y aceptan las órdenes, pero también viven una transición vital. En su trabajo, moderan las conciencias para traer la democracia. Desde el punto de vista del búnker franquista eran unos traidores”.
Los boletines son también testigos de que el sector educativo está fuera de control durante la Transición. De los 112 boletines estudiados, solo dos no informan de incidentes en la Universidad de Madrid. Los documentos también permiten comprobar que existía un seguimiento casi pueblo por pueblo de las manifestaciones, sus eslóganes y si había habido incidentes.
Entre los asuntos que le han llamado la atención a Villar está el que los boletines “minusvaloraron el terrorismo de ETA”, cuyos atentados a veces solo aparecen en el último párrafo. Villar lo explica por el hecho de que el régimen considera como su principal enemigo al comunismo.
Terrorismo blanco. También le llama la atención que los informes del Seced “apostaran por caballos perdedores, como Fraga, aunque estuvieran muy atinados sobre el cambio de mentalidad que se estaba produciendo”. O que los sucesos de Montejurra, un choque sangriento entre bandos carlistas en 1976 donde siempre se ha especulado si fue una acción del búnker franquista para desmontar a los carlistas, solo fuera comentado al final de los documentos, cuando dos semanas antes de producirse el acto había sido la portada del boletín. También hay una referencia al terrorismo contra ETA, que en los boletines se llama “terrorismo blanco”. Tras una semana en la que se produjeron nada más y nada menos que 20 atentados contra familiares y simpatizantes de la organización terrorista, el Seced alerta sobre el hecho de que “este terrorismo puede tener consecuencias muy negativas” porque “puede crear un estado de opinión desfavorable frente al Gobierno”.
Una de las críticas al poder que se puede encontrar en estos boletines se refiere a la forma de gestionar la información que se dio a la sociedad sobre la muerte de Franco, ya que consideraban que esta “no ha sido informada de forma puntual y veraz, con la máxima claridad posible sobre el desarrollo de los acontecimientos”, lo que podría provocar “un peligroso y nada conveniente descrédito del Ejecutivo, tan necesitado de credibilidad en la base, ante un futuro próximo. Con su situación se creó una sensación de vacío de poder, muy grave en la situación que vivimos”, se lee en el boletín de aquellas jornadas.
En todo caso, no siempre eran infalibles, como cuando predijeron que Adolfo Suárez no se iba a presentar a las elecciones.