“Les obligaron a marcharse de España, pero nunca pudieron arrancarles del corazón el amor por su tierra”

José Antonio Casas, argentino nieto de españoles exiliados por el franquismo, acaba de solicitar la nacionalidad española

Eva Landín Domingo, 15 de agosto de 2021

A pocos meses de cumplir medio siglo de vida, José Antonio Casas Binimelis, argentino, ha decidido solicitar la nacionalidad española.

La historia de su familia gira, casi en círculo, entre tres países: España, Francia y Argentina.

Su abuelo Luis Casas Ramos vino al mundo en este último país, el 19 de octubre de 1913. Sin embargo, solo un año después, regresó a la tierra natal de sus padres, España. Se afincaron en Bilbao, donde un tío tenía un pequeño negocio naviero. De ese periodo a Luis le quedaría el apodo de juventud ‘Vasco’ y el banderín del club de sus amores, el Atheltic.

Pocos años después la familia dejó el País Vasco y se asentó en Madrid, en la calle Carolina.

Luis se hizo tapicero y se afilió al Sindicato de la Construcción, central obrera dependiente por aquel entonces de la CNT. En el Ateneo libertario del Club de Tetuán de las Victorias inició su militancia política y, tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 inició su papel en la contienda. Formó parte de los grupos populares que derrotaron a los sublevados del Cuartel de la Montaña y el 25 de julio se alistó en las Milicias Confederales, integrando el pelotón 5, grupo 3, batallón 1 de la Columna del Teniente Coronel del Rosal.

Luis había realizado el servicio militar en el Regimiento de Artillería Ligera nº4 de Granada, por lo que conocía muy bien el manejo del cañón de artillería del siete y medio con el que contaba esta unidad. Su aptitud en el campo de batalla, que se desplegó en Somosierra, le valió que le pusieran a cargo del grupo de artilleros de esa pieza.

Ya de vuelta a Madrid, pasó a integrarse en la Batería Sacco y Vanzetti, a cargo del Capitán Resilla, una unidad que pasó a formar parte más tarde de la Columna Tierra y Libertad, clave en la lucha en Ciudad Universitaria contra el avance franquista sobre la capital.

En enero de 1937 se alistó en la 5ª Brigada Mixta de Carabineros, y más tarde se integró en el Ejército de Levante.

En febrero de 1939, Luis cruzó la frontera con Francia y acabó con más de medio millón de españoles exiliados en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer.

A este le seguirían el de Barcarès y el Gurs. Posteriormente, como parte de las Compañías de Trabajo del Ejército francés fue trasladado para fortificar la línea Maginot, la muralla que separaba la frontera con Alemania e Italia, ante la inminente invasión nazi.

Tras la llegada de los alemanes, Luis logró escapar y refugiarse en Burdeos, ciudad en la que había un consulado argentino.

Allí conoció a la que mujer con la que iba a compartir el resto de sus días, Lorenza Castillo Venero, hija también de españoles. Lorenza había nacido en Los Corrales de Buelna (Cantabria) el 27 de febrero de 1910 y un año después de estallar la guerra, en agosto de 1937, había emigrado con su familia a Francia huyendo de la ocupación franquista.

La guerra le había robado además a su hermano Francisco, afiliado de UGT y del Partido Comunista de su pueblo y uno de los desaparecidos en el Frente de Santander.

En Burdeos, Lorenza y Luis tuvieron dos hijos, José Luis, nacido el 25 de enero de 1942 y Antonio, que vino al mundo el día 28 del mismo mes de 1945.

Ese tiempo tampoco fue fácil para la familia. Cuando los alemanes tomaron la ciudad, Luis fue reclutado como parte de la mano de obra de los exiliados republicanos (rotspanier) que la Organización Todt explotó para erigir infraestructura militar.

Por reclamar el pago de estos trabajos, fue encerrado en la cárcel de Fort du Hâ, conocida por las torturas que se infringían a los miembros de la resistencia francesa, en la que Luis se integró en los últimos meses de ocupación nazi.

Liberada Francia, Lorenza y Luis se mudaron con sus hijos a Casljaloux, donde se casaron el 6 de marzo de 1948.

La familia de Lorenza se quedaría allí para siempre. De hecho la nieta de uno de sus hermanos. Julie Castillo, es, a día de hoy, alcaldesa de esa localidad.

Pero ella, Luis y sus hijos viajaron un año después a Argentina, tras conseguir autorización para radicarse allí. En mayo de 1949 se despidieron de Francia a bordo del buque Formose.

Luis tenía algunos familiares viviendo en Buenos Aires, así que los primeros años los pasaron allí. Después se trasladaron a Villa Carlos Paz, una pequeña, pero pujante, urbe turística de la provincia de Córdoba, en la que se dedicaron a la carpintería.

Allí crecieron sus hijos y, posteriormente, sus nietos Siempre ligados a España. José Luis, de hecho, el primogénito, se casó a su vez con la hija de otro emigrante español, Carmen Binimelis, con la que tuvo tres hijos José Antonio, Mercedes y Marcela.

Luis y Lorenza no pudieron volver a pisar suelo español hasta 1979. Con 82 años, él recuperó la nacionalidad española. Lo hizo el 17 de mayo de 1996 bajo la vecindad civil común. Ahora, 15 años después, espera conseguirla su nieto, José Antonio.

Está en su derecho, pues el Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática prevé dos supuestos para acceder a la misma. “Pueden recuperarla, hijos de españoles que se casaron con extranjeros durante la dictadura, y como consecuencia de ello, perdieron la nacionalidad, e hijos cuyos padres la obtuvieron en aplicación de la Ley del 2007”, explica a ELPLURAL.COM Eduardo Ranz, abogado que está llevando el caso.

“Estamos hablando de una oportunidad para los nietos de esos españoles que se vieron privados de su DNI”, subraya este letrado, que añade que, si lo desean, “estos descendientes nacidos en Argentina, México, Cuba, Francia o cualquier otro lugar del mundo, volverán a ser españoles”.

Este abogado especializado en Memoria Histórica ya consiguió hace un año, y tras casi un siglo de exilio, que el Consejo de Ministros concediera la nacionalidad española a la familia Erquiaga, descendientes de Buenaventura de Erquiaga Palacios y Concepción Goitisolo Aramburu, un matrimonio que pasó la mayor parte de su vida en Filipinas, a más de once mil kilómetros de su tierra, pero que nunca olvidó su condición de españoles.

Para José Antonio, profesor de historia, obtener la nacionalidad española, sin perder la suya argentina, no deja de ser un homenaje a sus abuelos a quienes, asegura, “obligaron a marcharse de España, pero nunca pudieron arrancarles del corazón el amor por su tierra, el mismo amor que nos legaron a todos sus hijos, nietos y biznietos”.

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