¡Viva la República! En memoria del carabinero Antonio Fernández Vallejo y 39 más

El sábado 12 de marzo de 1938, como tantas veces, el director de la Prisión Provincial de Málaga, Francisco Fernández Brell, recibió órdenes de proceder a la ejecución de varios reclusos y las transmitió al subdirector, Manuel Jiménez Varona, para que realizara el servicio mientras él se iba a dar un paseo. Cada vez que se recibían estas órdenes se formaba a toda la brigada de los condenados a muerte (situada en el primer piso de la galería) y se daba lectura de los nombres de aquellos a los que se iba a ejecutar. Una vez que daban un paso al frente, recogían sus pequeñas pertenencias y se despedían de sus compañeros de celda, eran conducidos a la planta baja de la galería para ser aislados en celdas hasta la madrugada en que eran ejecutados en el cementerio de San Rafael, salvo aquellos a los que se mataban a garrote vil en cuyo caso se quedaban en la propia prisión.

Como de costumbre, algunos funcionarios tomaron posiciones para recoger a los seleccionados y cuidando también que ninguno saltara por encima de la baranda para suicidarse, hecho que ya había sucedido en varias ocasiones, según declaró el guardia Fernando Villar Rubianes. Conocemos algunos nombres de presos que optaron por el suicidio antes de ser ejecutados, como Baltasar Gutiérrez Bayo, Pedro Ruiz Gambero, Manuel Gómez González, etc.

Todo fue transcurriendo con normalidad. Los presos llamados fueron seis: Antonio Fernández Vallejo, Antonio Fresneda Tiragalos, José Gago Arcas, Gonzalo Godino Cano, Antonio Pérez Sánchez y Adolfo Salado Rando. Las llamadas ocasionaban terribles momentos entre los hombres de la brigada. Algunos tenían que ir con premura a los retretes por las descomposiciones que aquellos momentos producían. Otros escondían sus caras entre las manos. Algunos, que no tenían que formar porque estaban enfermos en los camastros, tapaban sus oídos para no escuchar los nombres. El último en salir para las celdas de abajo fue el carabinero Antonio Fernández Vallejo, quién no dudó en manifestar que lo mataban por haber cumplido con su deber y, a continuación, pidió a sus compañeros que gritaran con él ¡Viva la República! El grito, repetido tres veces y al que sumó el de ¡muera el fascismo!, fue contestado estruendosamente por muchos presos de la brigada. Otro de los del grupo, Adolfo Salado Rando, parece ser que también gritó ¡Viva el comunismo!

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