Sevilla. El despertar del olvido

La fosa Pico Reja, en el cementerio de San Fernando, encierra en su interior en torno a 1.600 personas ejecutadas durante el golpe de Estado de 1936

Video: El despertar del olvido (diariodesevilla.es)

España está levantada sobre más de 100.000 vidas arrebatadas que quedaron encarceladas en más de 4.000 fosas comunes repartidas a lo largo y ancho del territorio. Donde todos eran los mismos, porque se perdieron sus nombres. Todavía hoy, tras 44 años de democracia, hay familiares que no quieren abandonar el mundo hasta que los restos de sus fallecidos vuelvan a ser de alguien, y no de cualquiera.

En Andalucía, más de 45.000 personas llevan casi cien años sin recibir una flor por el Día de Todos los Santos, porque no hay nichos con sus nombres, ni tumbas con sus historias; hay, eso sí, 708 fosas comunes de olvido donde descansan, si esa es forma de descansar, la esperanza de los que lucharon por la libertad.

“Mi abuelo fue secuestrado a punta de pistola en el Ayuntamiento de Sevilla después de un pleno el 18 de julio del 1936, y confinado en distintos lugares que hicieron cárceles hasta que fue asesinado el 29 de septiembre de ese mismo año”, comienza a narrar Zaida Hermoso, nieta de Horacio Hermoso, último alcalde de la capital durante la República. Esta sevillana, que busca los restos mortales de su abuelo en la fosa Pico Reja, declara que “el terror fue bárbaro” en la ciudad, “porque ni siquiera hubo guerra, sino secuestros y hordas de asesinos colmatando fosas comunes gigantescas a una velocidad escalofriante”.

Esta mujer tiene una cosa clara, y es que todos los muertos eran inocentes. “Se les arrebataron sus vidas, como la tuya y la mía”, se lamenta. “De un plumazo y sin razón y sin justicia y sin memoria, dejando a un reguero incalculable de seres queridos sin existencia plena”.

Zaida no conoció a su abuelo, pero asegura que los testimonios más bellos sobre él le llegaron a través de su tía Mercedes Hermoso Serra, huérfana de padre a los 6 años. “Esa niña, con su edad, me transmitió una de las cosas más bellas de mi abuelo: su capacidad para transmitir la belleza”. Explica que su abuela, de nombre también Mercedes, solo pudo hablarle de anécdotas de él cuando era niño contadas por su madre. “Fue incapaz de hablarme del joven que fue su novio, del adulto que fue su marido y el padre que fue para sus hijos. Me imagino que su dolor fue tan tremendo que anduvo como un fantasma el resto de su vida. Una cuestión de supervivencia”, intenta dar lógica Zaida, quien hace hincapié en numerosas ocasiones sobre la bondad de su antepasado y no cesa en repetir que el único delito de Horacio Hermoso fue ser “socialista”.

“Mi padre nos ha transmitido mucha información sobre las atrocidades cometidas en esta ciudad. El enorme terror de miles de muertes y de la implicación de la Iglesia y de la clase dominante, hasta el punto de ser partícipes de los asesinatos”. Zaida, que continúa una lucha que le ha sido heredada, quiere recuperar los huesos de su abuelo para darle el descanso que le arrebataron tanto a él como su familia. “Mi abuela se murió con la pena de no haber visto regresar a su marido”, se lamenta.

También en Sevilla, Miguel Guerrero, nieto de un miembro de la Columna Minera de Riotinto de nombre homónimo, guarda la fotografía de su familiar como quien espera un milagro. “A mi abuelo lo asesinaron el 31 de agosto de 1936”, comienza así su relato.

La Columna Minera sufrió una emboscada por parte del comandante de la Guardia Civil, Gregorio Haro Lumbreras, el 19 de julio en La Pañoleta. “Los traicionaron; los mismos guardia civiles que los acompañaron desde Huelva, se unieron al golpe militar”, explica Miguel.

Apresaron a 67 compañeros, que pasaron primero por la cárcel La Ranilla y luego por Cabo Carvoerio, un vapor situado en el Guadalquivir que sirvió como símbolo de la represión en una Sevilla aterrada por el inminente golpe de Estado. “Les hicieron un juicio en la Audiencia Territorial, en el edificio que está detrás del Ayuntamiento. Allí los sometieron a un consejo sumarísimo sin ninguna garantía procesal. Salieron condenados a muertes todos a excepción de uno, que era menor de edad. Los fueron ejecutando en grupos reducidos el día 31 de agosto”, va explicando el sevillano conforme la voz le va tornando en pesar.

Las ejecuciones se llevaron a cabo en sitios públicos donde vivían trabajadores para que tomaran nota de la situación, una práctica muy común durante el conflicto bélico para sembrar el terror entre la población y asegurarse, aunque no fuera por convicción, la adhesión del pueblo a la causa. “A mi abuelo lo fusilaron en Amate, que era una barriada chabolista inmensa en aquella época”.

Miguel Guerrero no sabe a ciencia cierta dónde descansan los restos mortales de su abuelo, pero gracias al trabajo de los profesionales, ahora sabe que es muy posible que se encuentren en la fosa Pico Reja. “El franquismo lo que hizo fue hacer como que se perdieron todos los rastros y confundir para no poder ser culpados de nada”, explica. Las muertes de los represaliados no quedaban anotadas en el registro civil, por lo que “todo lo que se sabía era a través de las habladurías populares, que tenían constancia de una fosa abierta en el cementerio de Sevilla”.

“Mi padre me contaba cómo, después del asesinato de su padre, los condenaron a la exclusión social”, continúa. Y es que no conformes con la vida robada, a esta familia afincada en Nerva también les arrebataron su vivienda y su dinero. “Quedó una familia totalmente rota”.

“Los huesos hablan por sí solos”

Y contra el olvido impuesto por quienes reescribieron la Historia, la esperanza. En camposanto, en el cementerio de San Fernando, hay un grupo de expertos, tanto antropólogos como arqueólogos, que trabajan sin descanso en la fosa Pico Reja. Juan Manuel Guijo es uno de los antropólogos que operan en la recuperación de los restos de las víctimas del franquismo. “Aproximadamente hemos encontrado en Pico Reja en torno a los 7.300 cuerpos”, no obstante, explica que, del total, unos 1.600 son víctimas de la represión franquista. “La mayoría de estos cuerpos fueron asesinados en el año 36”, matiza el experto, quien no tiene la menor duda en asegurar que “los huesos hablan por sí solos”.

“Todos los cuerpos hallados han sido tratados de acuerdo a la Ley de Memoria”, lo que implica que se debe justificar por qué son víctimas asesinadas durante el periodo dictatorial. Mientras Guijo expone algunos de los huesos que tiene sobre la mesa, se detiene en unas imágenes que muestran a la perfección los cuerpos sobre la fosa antes de ser exhumados. En ellas se aprecian figuras depositadas, no con demasiado cuidado, boca abajo y con las manos atadas a la espalda. “Era el último castigo que recibían”, explica el antropólogo, “ya que no les era suficiente con el rapto, la tortura y el asesinato, sino que dejaban a las víctimas posicionadas de forma que, por la creencia religiosa imperante, no pudieran acceder al cielo”. Era algo así como un castigo eterno, ejecutado a conciencia, por el hecho de ser socialista, comunista, sindicalista, homosexual o ser simpatizante de cualquier ideología que no fuera la impuesta.

Participación del Ayuntamiento en la causa

Muy comprometido con estas labores también se encuentra el responsable de la Oficina de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Sevilla, Juan Tomás de Aragón. El delegado apunta a que la primera de las dos fases en las que se dividieron los trabajos de recuperación de las víctimas, lo que es la exhumación como tal, está pronta a terminarse, ya que la fecha está marcada para finales de diciembre de este año. La segunda parte, que consiste en el levantamiento de un osario y en la reconstrucción del terreno, finalizará en abril de 2023.

Sin embargo, en el cementerio de Sevilla no solo existe la fosa Pico Reja, sino que otras seis más a su alrededor sirven como presencia constante de una represión sin igual. La fosa Monumento, muy próxima a la que actualmente se está exhumando, podría contener incluso más víctimas de la dictadura. En cuanto a los trabajos de estos terrenos, Juan Tomás de Aragón asegura que “es compromiso de este gobierno la exhumación de las fosas que hay en el cementerio de San Fernando, por lo que la de Monumento, otra de las más grandes de la zona, será exhumada cuando finalicemos los trabajos que estamos desarrollando ahora mismo”. Igualmente, recalca que “la exhumación no es una competencia municipal”, por lo que esperan “la colaboración”, como ya han tenido, “de la Diputación, de la Junta de Andalucía y del Gobierno central”.

JUAN TOMÁS DE ARAGÓN: “QUEIPO DE LLANO ERA Y ES UN ASESINO POR MÁS QUE ALGUNOS GRUPOS POLÍTICOS QUIERAN JUSTIFICAR LOS ACTOS QUE ACOMETIÓ”

Cuando es preguntado por la retirada de los restos del franquista Gonzalo Queipo de Llanos, el responsable municipal lo tiene claro: “Es, por parte de todas la entidades, una reclamación histórica. Con esta acción se cumple la Ley establecida, de modo que la hermandad de la Macarena tiene la obligación de sacar los restos del asesino, por era y es un asesino por más que algunos grupos políticos quieran ahora justificar los actos que acometió. Será un éxito más en la lucha por la recuperación de la memoria democrática”.

En la batalla contra la indiferencia se encuentran familiares, políticos y expertos, personas que no abandonarán la esperanza de devolver cada uno de los nombres y de las historias que la dictadura franquista arrebató. Nuestra memoria, nuestra constancia y nuestra lucha es su esperanza de despertar del olvido.

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