Tras el arte leonés que fue confiscado por el franquismo

Un inventario del expolio. El Ministerio de Cultura quiere averiguar qué obras de arte fueron incautadas por el franquismo y repartidas discrecionalmente entre museos, universidades o la Iglesia. Luego estudiará caso a caso si procede devolverlas a sus legítimos propietarios. León también se llevó su ‘botín de guerra’

La derrota de la República dejó un ingente botín a los vencedores de la Guerra Civil. Más de 17.000 obras de arte perfectamente inventariadas. ¿Qué hizo el franquismo con este tesoro? Al catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Arturo Colorado Castellary le costó cinco años de investigación desentrañar la política de la dictadura en materia de restitución. Comprobó que 9.710 obras fueron ‘cedidas’ en depósito: 3.761 fueron a parar a organismos oficiales, desde ministerios a ayuntamientos, otras 2.040 se entregaron a la Iglesia y 579 a particulares.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anunció este miércoles que su departamento, como estipula la Ley de Memoria Democrática, está tratando de inventariar las obras de arte expoliadas por el franquismo. Cuando se complete el catálogo se verá «caso por caso» si procede alguna devolución.

El Museo del Prado tiene entre sus fondos 70 obras procedentes de incautaciones, a las que se podrían sumar 7 medallas y 89 dibujos cuya procedencia en origen es desconocida, según una investigación publicada por la pinacoteca el pasado marzo. Entre ellas, cuadros de Brueghel el Joven, Joaquín Sorolla, Eugenio Lucas Villaamil y Francisco de Osona. Colorado Castellary pudo identificar la procedencia de diez de las pinturas y su origen concreto: Pedro Rico —alcalde de Madrid en dos ocasiones (1931-1934 y 1936)—, la iglesia de Yebes en Guadalajara o el marqués de Villalonga son algunos de los propietarios originarios.

El profesor ha extendido su investigación ahora a las universidades y desvela que, al menos seis, preservan cientos de obras de arte y bibliotecas incautadas a políticos e intelectuales durante el franquismo, como las que en su día pertenecieron a Max Aub, Américo Castro o Alejandro Lerroux.

Su propia Universidad —la Complutense— ha preferido guardar silencio. En cambio, la de Oviedo ha localizado 20 obras. De 14 sabe su paradero, mientras que otras seis se han ‘esfumado’.

El botín leonés

El catedrático y autor del libro Arte, botín de guerra, ignora si León, en la época en la que pertenecía al distrito universitario de Oviedo, recibió alguna obra para Magisterio, la Escuela de Comercio o Veterinaria.

Al Obispado de León, como documenta en su libro, le enviaron en 1941 trece obras de arte para decorar el ‘salón del trono’ del Palacio Episcopal. Se trata de

pinturas de los siglos XVI al XVIII, «de origen desconocido, por haber sido incautadas por la CNT en Madrid». Según Colorado Castellary, destacan «dos cobres de escuela flamenca y la pintura Dos vírgenes con niño y ángeles, anónimo del XVIII». También de procedencia desconocida es una Inmaculada, un óleo anónimo de principios del XVIII, que está en el salón de actos y algún experto atribuyó a Francisco Bayeu. Al Obispado leonés le entregaron otras cinco pinturas, todas del siglo XVII y de origen desconocido.

«La Iglesia no quiere investigar y recibió miles de obras, que fueron distribuidas a conventos, iglesias, colegios, al Opus…», afirmó ayer a este periódico Colorado Castellary. La Universidad de León tiene pendiente su informe, pero el trabajo no será difícil, puesto que realizó un inventario de sus bienes artísticos, que dio pie, en 2020, a un libro sobre el patrimonio histórico, científico y artístico de la ULE, coordinado por los profesores Emilio Moráis y Gregoria Cavero

Alejandro Valderas, responsable del Archivo de la Universidad leonesa, cree que una pintura del artista bañezano Ignacio Abarca, del siglo XVIII, que acabó en la desaparecida Universidad Laboral de Gijón, podría formar parte del lote ‘repartido’ por el franquismo.

También cuenta la historia del leonés Julián Sanz Martínez, quien dentro de la Junta del Tesoro Artístico (JTA) republicana se encargaba de llevar el registro de los objetos de plata. «Hacía fichas de las piezas incautadas a la Iglesia». Al finalizar la guerra, emigra a Francia y no volverá a España hasta 1980, porque el gobierno de Franco «le acusó de robar esas piezas, al hallar en su casa el archivo».

Entre 1939 y 1950 la dictadura hace un discrecional reparto de las 17.000 obras de arte puestas a salvo por la República, algunas refugiadas en Ginebra. «Propietarios que habían sido leales a la República no reclaman por miedo a las represalias», explica Valderas. Las que no se reclamaron, «fueron repartidas por lotes por todo el país».

También «se hacen exposiciones con las piezas». Colorado Castellary ha descubierto casos insólitos de demandantes de obras, como la falsa marquesa de Arnuossa (título inexistente) que, prometió «por su honor» ser la dueña de decenas de obras y le adjudicaron 23 pinturas, de artistas como Murillo o Goya. El anticuario Raimundo Ruiz, uno de los personajes que se enriqueció en la posguerra vendiendo decenas de obras de arte de iglesias y monasterios leoneses, también entró en el reparto del botín de guerra. El gobierno franquista le regaló 97 piezas «de especial significado», incluyendo una extraordinaria pintura medieval de San Jorge con el dragón.

Valderas no descarta que el Museo de León tenga alguna pieza del ‘botín de guerra’.

Otro capítulo insólito, que Corlorado Castellary relata en su citado libro, es la avalancha de piezas de orfebrería que los nazis enviaron a España: 62 toneladas de objetos religiosos saqueados durante la ocupación de Polonia. «El objetivo de los alemanes era paliar con este regalo los daños sufridos por las iglesias españolas durante la Guerra Civil». Las piezas se repartieron por todo el país. Es posible que alguna llegara a León.

 

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