Valencia. El “Quijote” que el franquismo condenó a muerte por salvar una obra de arte

La editorial valenciana Llibres de L’Encobert recupera la historia del escritor y pintor Cipriano Salvador, a quien le acusaron de robar un cuadro de Fernando Yáñez, hoy en el Museo del Prado, por evitar su quema

Raquel Andrés Durà / València / 20/12/2021 05:30

Hace dos años el editor valenciano José López Camarillas, de la editorial Llibres de L’Encobert, fue a Almedina (Ciudad Real), el pueblo de su padre, a indagar sobre la historia del hermano de su abuelo, un comunista represaliado por el franquismo al acabar la guerra.

Fue a por una cosa y, casualmente, se topó con otra que le llamó mucho la atención: unos archivos hablaban de un tal Cipriano Salvador, condenado a muerte por la desaparición de una tabla de valor de Fernando Yáñez. Su historia es la de un idealista quijotesco.

Fernando Yáñez y el retablo de Santa María de Almedina

Vamos por partes. ¿Quién fue Fernando Yáñez? En resumen, un pintor manchego del siglo XVI del que el historiador Elías Tormo dijo que fue “el más exquisito pintor del Renacimiento en España”. Trabajó durante una década en València, protegido por los Borja, y su obra más relevante fueron las puertas del retablo mayor del presbiterio de la catedral.

Y lo que nos importa para esta historia: hizo el retablo mayor de la parroquia de Santa María de Almedina, en Ciudad Real, edificio que quedó muy afectado por un terremoto en 1755. Con él, se dio por desaparecido el retablo de Yáñez.

Cipriano Salvador, el salvador de la obra en plena Guerra Civil

 

Aquí llega el gran protagonista del libro que este mes de diciembre verá a la luz: Es Don Quijote el que guía (Llibres de l’Encobert). Se trata de un estudio para seguir y recrear los espacios reales en los que Cervantes situó su novela. 

El autor, Cipriano Salvador Gijón, fue elegido por el alcalde de Villanueva de los Infantes, Braulio Martín, del Frente Popular, para salvaguardar las obras de arte religioso con el inicio de la Guerra Civil.

Según el editor López Camarillas, una de las joyas que encontró en la comarca fue una tabla de Fernando Yáñez que se conservaba en la parroquia de Almedina, reconstruida durante el siglo XX. 

Apreciando su valor, y por miedo a que “los exaltados” la quemaran como había pasado con otros objetos de culto durante los primeros meses de la guerra, decidió esconderla en su casa hasta que el gobierno republicano se hiciera cargo y la llevara a un museo.

Su llamada fue atendida por una brigada de la Caja General de Reparaciones de Daños y Perjuicios de la Guerra en enero de 1938, que consignó la descripción de la obra antes de llevarla hacia Barcelona: “Un cuadro atribuido a Fernando Yáñez de Almedina que representa una escena de la Virgen en la que aparece San Juan ofreciendo un ramo de flores a un niño, siendo su tamaño de un metro seis centímetros por un metro veintinueve centímetros, estando pintado sobre tabla”.

Aun así, cuando acabó la guerra, el cuadro de Yáñez no se encontró por ninguna parte y Cipriano fue detenido por las autoridades franquistas. Se le acusó de colaboración con la República y se le responsabilizó de la desaparición de la obra. Registraron su casa, le hurtaron una segunda edición del Quijote y lo encarcelaron, apartándolo de su mujer y de su hijo de solo un año.

Condena a muerte por robo de la obra de arte

En 1941 le condenaron a pena de muerte, que posteriormente se le conmutó por 30 años de prisión y trabajos forzados. De nada le sirvió la declaración a su favor por parte de familias de derechas a las que había alimentado desde la cooperativa que gestionó, ni tampoco de sacerdotes y falangistas de la comarca a los que había salvado de ser ejecutados durante la guerra.

En sus años como recluso estuvo primero en el Fuerte de San Cristóbal, cerca de Pamplona y conocido como el “Auschwitz español” por su dureza. También pasó por los penales del Dueso montó un taller de arte para presos junto al dramaturgo Rivas Cherif, que fue la base de la Escuela de orientación profesional en las artes y oficios del Teatro Español. Acabó en Carabanchel, de donde salió en 1946 en libertad condicional tras cinco años sufriendo la represión.

¿Qué pasó con la obra de Yáñez?

Pero volvamos a la obra de Yáñez: entonces, ¿qué pasó con ella? Si supuestamente la tabla había desaparecido en 1755 por el terremoto, ¿por qué había una en 1936? Y con la condena de Cipriano Salvador, ¿se dio por perdida la obra y nadie la buscó nunca más?

Estas son algunas de las preguntas que inquietaron al editor José López Camarillas, tras descubrir la historia de manera casual, mientras buscaba información para completar su biografía familiar. Llegó a una obra de Yáñez expuesta en el Museo del Prado que sospechosamente coincidía con la descripción que hizo la brigada republicana: Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño.

La descripción, recuerda, le “puso más en guardia”: “Había sido comprada en 1941 a la iglesia de Villanueva de los Infantes, el pueblo donde Cipriano había preservado inicialmente la tabla”. Pero una cosa no cuadraba: el acta de la Caja General de Reparaciones marcaba que tenía unas medidas de 106×126 centímetros, mientras que la del Prado tenía 140×120.

Revisando las actas franquistas de las devoluciones de objetos artísticos que la República había requisado para protegerlos, encontró otra pista: una tabla con marco dorado llamada La Virgen y Santa Ana procedía de Barcelona y tenía unas medidas de 140×120 centímetros, como la del Prado.

Consultó con el Instituto del Patrimonio Cultural de España, que le envió una imagen que coincidía con la tabla del Prado. ¿Por qué tenían medidas diferentes? ¿Había habido un error de transcripción? Salió del entuerto tras consultarlo con el Prado: la tabla tenía una medida sin el marco y otra con el marco.

“Aquella era la tabla de Almedina, una población que, por lo tanto, había perdido de manera injusta una magnífica obra de Fernando Yáñez. Y al pobre Cipriano, que había arriesgado su vida protegiéndola, lo habían encerrado durante años, acusándolo de haberla hecho desaparecer”, lamenta López Camarillas en el prólogo del libro que pronto verá la luz.

El director del Museo del Prado y el sacerdote de Villanueva de los Infantes “colaboraron por omisión con la condena a muerte”

Todavía señala una conclusión más a la que llegó gracias a su investigación. Los técnicos del Museo del Prado peritaron el retablo en mayo de 1940. El director Fernando Álvarez de Sotomayor -que dimitió por diferencias con la República y volvió al cargo tras la victoria franquista- ya había intentado comprarlo en 1930. Finalmente, la pinacoteca lo compró el 16 de junio de 1941, procedente de la iglesia de Infantes. Siempre lo negoció con el sacerdote de Villanueva de los Infantes, Ramón Gómez-Rico.

Por tanto, el editor señala que ambos tenían localizada la obra de Yáñez y no dijeron nada: “Los dos colaboraron, por omisión, con la condena a muerte del inocente Cipriano Salvador, finalmente conmutada por varios años de trabajos forzados y reclusión”.

La familia de Cipriano Salvador desconocía la historia de la obra de arte

López Camarillas dio con la familia de Cipriano Salvador, ahora asentada en Girona, quien conocía la reclusión del abuelo, pero no la historia de la pintura. Para el editor, el libro de Cipriano Salvador “es una guía que reconstruye los espacios y personajes del Quijote, pero con un discurso de denuncia social muy actual”: “Habla sobre el paternalismo que hay sobre la clase trabajadora, el despoblamiento, el caciquismo, la hipocresía del patriotismo, el turismo…”.

Asegura que, cuando salió de prisión, salió “convertido en otra persona”: “Como su estimado Quijote al final de la novela, cambió su estado de consciencia los golpes de la realidad… y de la represión. No hablaba. No podía”.

“En su tiempo libre solo quería dibujar. Ni siquiera se atrevió a abrir la boca al ver su pintura en El Prado, donde iba casi todas las tardes a hacer bocetos. Al fin y al cabo, era su particular Dulcinea: él siempre había querido preservar la tabla, y que estuviera en el museo era una dulce derrota”, explica el editor.

López Camarillas sostiene que sacar a la luz una obra de este represaliado por el franquismo “es una cuestión de justicia”: “Es una barbaridad que no se conozca ni se reconozca y que, además, haya pasado a la historia como un criminal”.

https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20211220/7934593/quijote-republicano-condenado-muerte-salvar-obra-arte.html